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Red Internacional
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Teatro. “Yo me tengo que bañar y a nadie le importa”

Dirigida por Juan Felice Astorga y con las actuaciones de más de 10 artistas en escena esta obra de teatro independiente -y político- se puede ver todos los domingos 15 hs. en el teatro Código Montesco (Gorriti 3956)

Lunes 24 de junio 20:53

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“Yo me tengo que bañar y a nadie le importa” acompaña la historia de Rocío, una joven artista -escritora sin motivación- en un contexto directamente vinculado a lo que vendría a ser un tema de época como lo es la salud mental. El enfoque, desde la comedia y el drama, desde el reír en un diálogo hasta sentir en el pecho que seguir riendo está mal por la profundidad de la escena, es simplemente maravilloso.

Con una puesta en escena profesional, un desarrollo de iluminación, de sonido y de ambiente bien logrado, la misma busca un contacto directo con el público rompiendo varias veces la cuarta pared, no solo por sus actuaciones -que bien podrían ser más subjetivas- sino por un texto que resulta vibrante y de denuncia social y política porque más allá de esbozar algunos comentarios por lo bajo del gobierno actual uno de los principales temas que atraviesa la obra está relacionado a la crisis en la salud mental y el sistema de salud propios del contexto de un capitalismo en crisis.

El teatro independiente suele tener rasgos más políticos porque desde el comienzo no tiene como principal objetivo el lucro ni guarda reservas con empresas que necesitan que el arte diga o haga sentir algo en especial. Aquí, las historias suelen ser más cercanas a las nuestras, los espectadores, el público de a pie: es que la obra está repleta de subhistorias.

Si Rocío (Camila Geringer) es la jóven artista que se encuentra atravesando un malestar psicológico y denuncia una cara de los hospitales y la salud mental (con una denuncia implícita a los hospitales neuropsiquiátricos monovalentes), la participación de la enfermera (Daniela Centurión) deja de manifiesto la explotación laboral en una de las profesiones más feminizadas que existen y que en el sistema médico hegemónico son ubicadas como simples colaboradoras, personas que siguen la orden del médico. Dentro del hospital, la historia de una prostituta (Flora Collaud) pone en primer plano toda la trama callejera que también nos cuenta Micaela, la amiga trans de Rocío (Patricio Franchi) con un discurso profundamente interpelativo sobre la realidad de la calle con un Estado que persigue y criminaliza. Aparece también una señora (Ana María Villafañe) que en los últimos momentos de su vida abre la puerta a preguntas relacionadas al rol de la familia, los mandatos tradicionales propios del patriarcado y la muerte.

La familia de Rocío, compuesta por su hermano (Sergio Villarruel), su madre (Cony Fernandez), su padre (Guillermo Bechthold) y su enamorado no correspondido (Marcelo Pañale) muestran otra cara de los padecimiento en la salud mental, el de la familia que muchas veces no puede o no quiere comprender: un entorno que está lleno de preguntas y que simplemente siguen en piloto automático, muchas veces alienados.

También podemos encontrar un médico (Leonardo Cook), un camillero (Franco Mastropietro) y una psicóloga (que el día que vi la obra fue interpretada por Magalí Iñigo, realizando un sólido reemplazo). Además de una bandoneonista (Malena de Arregui), que hace las veces de voz interna de Rocío.

La historia es un sinfín de ventanas que se abren para dejar entrar la crítica, la reflexión y la construcción de nuevos sentidos en discusión con lo concebido. Tiene un texto rico, no solamente por su construcción interna, sino por el efecto que ocasiona y las interpretaciones que se hacen del mismo.

Las entradas se pueden sacar por Alternativa Teatral aquí.