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A 50 años. 1 de mayo de 1974. Cuando la Plaza quedó medio vacía

Hace 50 años la organización peronista Montoneros se retiraba de la Plaza de Mayo tras protagonizar un “diálogo” con Perón quien expresó abiertamente su opción por la odiada burocracia sindical. ¿Por qué Montoneros abandonó la Plaza? ¿Por qué Perón debía disciplinar definitivamente a su base social y a la amplia vanguardia juvenil combativa?

Alicia Rojo

Alicia Rojo @alicia_rojo25

Miércoles 1ro de mayo 00:06

Enfoque Rojo.

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La conmemoración del 1° de mayo tuvo en nuestro país desde fines del siglo XIX una connotación combativa e internacionalista, actos en diversos idiomas, el recuerdo de los mártires de Chicago, las demandas de las organizaciones anarquistas, socialistas y sindicalistas, el enfrentamiento contra la represión estatal. El advenimiento del peronismo modificó ese carácter y las “fiestas del trabajo” opacaron la combatividad de las anteriores conmemoraciones con el velo de la ilusión de la conciliación de clases.

En los años 70, la ilusión se desvanecía; las sucesivas dictaduras atacaron los derechos sociales conquistados tras décadas de lucha y el ascenso revolucionario en el mundo alentaba la radicalización de amplios sectores, sobre todo de la juventud. En la Argentina, el peronismo se propuso contener esas tendencias; la aparición y el desarrollo de Montoneros y las organizaciones de la izquierda peronista, al tiempo que expresaban esa radicalización fueron un instrumento de aquel objetivo. El episodio de Plaza de Mayo es una muestra de esa compleja relación.

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“¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?”

En un libro repleto de recuerdos de su vínculo con Perón, Juan Manuel Abal Medina, secretario general del Movimiento Nacional Justicialista, figura central en el peronismo del retorno y del tercer gobierno y hermano de Fernando, uno de los fundadores de Montoneros, describe el acto de 1974: un Perón golpeado por la muerte de su mano derecha José Ignacio Rucci pierde la paciencia con la juventud rebelde a quien estaba tratando de disciplinar. [1]

“En la tarde del 1º de mayo, se efectuó la concentración en la Plaza de Mayo. Montoneros y todos sus frentes hicieron un gran esfuerzo de movilización y ocuparon, aproximadamente, entre un tercio y la mitad de la plaza. Sorteando la directiva originada en el General de no llevar carteles con identificación de los grupos, los llevaron escondidos dentro de grandes bombos. Al iniciarse el acto con un festival artístico conducido por Antonio Carrizo, se impuso la consigna: ‘No queremos carnaval, asamblea popular’. Luego, y siguiendo la tradición de los actos del primer peronismo, intervino la señora Isabel para coronar a la Reina del Trabajo. En ese momento, desde ese sector se interrumpió con un reiterado: ‘No rompan más las bolas, Evita hay una sola’, y algunos gritos desconsiderados hacia la esposa de Perón.”

Foto 1° de mayo, 1974.

El intento del gobierno de retomar tradiciones de los viejos 1° de mayo peronistas, las “fiestas del trabajo” que elegían una “reina”, es rechazado por la juventud que pide “asamblea popular” y lanza insultos sobre la figura de la vicepresidenta inseparable del aún más odiado José López Rega, ambos escoltaban en el palco al General.

Abal Medina recuerda el diálogo entre Perón y la juventud: “Alrededor de las cinco de la tarde, al disponerse a iniciar su discurso, el General fue interpelado con dos consignas muy claras: ‘Qué pasa, qué pasa, qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular’; y: ‘Perón, el pueblo te lo pide, queremos la cabeza de Villar y Margaride’.” El comisario Alberto Villar y Luis Margaride eran la cabeza policial de la Triple A; Perón desoyó el pedido, como es sabido, y el accionar de la banda paraestatal organizada desde el corazón del Ministerio de Bienestar Social seguirá segando la vida de militantes, activistas e intelectuales de izquierda, unas semanas después de la muerte de Perón, por ejemplo, asesinaba al escritor y diputado de la izquierda peronista, Rodolfo Ortega Peña.

Siguiendo el recuerdo del protagonista y testigo de aquel 1° de mayo: “El General comenzó a hablar recordando el último acto: ‘Compañeros: hace hoy diecinueve años (…) recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles. No me equivoqué, ni en la apreciación de los días que venían, ni en la calidad de la organización sindical’”. Abal Medina elude que Perón hizo más que reivindicar a la odiada burocracia sindical adjudicándole todo el mérito de una lucha que, desde la caída del gobierno peronista en 1955, no había recaído sobre la espalda de los dirigentes sino sobre las de los fusilados, perseguidos y encarcelados. Perón elogió a los burócratas, “pese a esos estúpidos que gritan…” dirigiéndose a la juventud que en la Plaza coreaba: “¡Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical!”. El General redobló la apuesta: “Decía que a través de estos veintiún años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante veinte años lucharon”. Aun tendría el general un reconocimiento más para sus colaboradores en el movimiento sindical: “rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica, y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya sonado el escarmiento”.

Juan Domingo Perón, Isabel y López Rega.

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Reconoce Abal Medina que Perón terminó perdiendo la paciencia con el grito que sí sonó: “Rucci, traidor, saludos a Vandor”. Es que la muerte de Rucci lo privó de quien encabezaba la entrega de las organizaciones sindicales y la clase trabajadora en pos del Pacto Social propugnado por el gobierno; Perón lanzó entonces una última recriminación “Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conforme de todo lo que hemos hecho”.

Las enormes columnas de la juventud que habían empezado a retirarse terminan de abandonar la Plaza: ¡Conformes, conformes, conformes, general, conformes los gorilas, el pueblo va a luchar! ¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!

Significado del 1° de mayo de 1974. Las “alas izquierda” del peronismo

Hicimos referencia al libro de Abal Medina; resulta útil porque contiene un elocuente testimonio del tenaz esfuerzo por poner fin a la insurgencia obrera y popular. En primera persona, Abal Medina da múltiples ejemplos del objetivo de disciplinamiento del peronismo (hacia la izquierda y hacia el conjunto de los trabajadores), para el cual él mismo cumplió un activo papel. El autor relata en forma descarnada hechos claves de aquellos conflictivos años: desde los preparativos del acto en Ezeiza para recibir a Perón en junio de 1973, que derivó en enfrentamientos entre la derecha y la izquierda del peronismo, exponiendo con disimulada crudeza la responsabilidad de la burocracia sindical en la masacre, aunque Abal Medina descarga culpas sobre López Rega; hasta su acción tratando de desactivar la conflictividad social, tanto directamente, como frente al proceso de ocupación de empresas y edificios públicos, -medida de lucha tomada por los trabajadores para recuperar conquistas perdidas en los años previos y forzar al gobierno a recomponer condiciones de trabajo pese a la vigencia del Pacto Social-; o, en forma más indirecta, siendo parte de las conversaciones con dirigentes montoneros como Rodolfo Galimberti o Roberto Perdía y, por supuesto, su rol en el regreso al poder del General. Su relato del 1° de mayo de 1974 expone varias de las particulares que tuvo ese acto.

Se trató de la primera conmemoración después del regreso de Perón tras su exilio -y será la última, morirá un par de meses después. El retorno del líder se dio en un contexto de gran movilización social y de radicalización de amplios sectores trabajadores y juveniles; su vuelta, largamente esperada por las masas peronistas y bandera de lucha durante los años de la Resistencia, fue la carta jugada por las clases dominantes para contener la enorme movilización social desplegada tras el Cordobazo, doblegar las tendencias a la radicalización dentro del propio movimiento peronista, evitar el desafío al orden capitalista abierto tras el mayo cordobés que derivó en la seguidilla de “azos”.

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En esta tarea Perón acudió al servicio de las direcciones sindicales. La burocracia estaba siendo profundamente cuestionada por el ascenso obrero y popular y por el surgimiento de nuevas organizaciones obreras; el viejo líder se dio a la tarea de fortalecerlas bajo el manto de su autoridad. Después del asesinato de Augusto T. Vandor, la figura privilegiada junto al viejo caudillo será la de José Ignacio Rucci, dirigente metalúrgico, secretario general de la CGT, de fidelidad incuestionable. Fue este burócrata quien puso su firma al Pacto Social con el que el peronismo buscó un acuerdo congelando precios y salarios.

Así, si el contexto de este 1° de mayo seguía siendo el proceso de ascenso obrero y popular inaugurado a fines de mayo de 1969, la gran particularidad de esta conmemoración fue la tan ansiada vuelta del líder y, como contracara, el rol protagónico de la burocracia sindical para garantizar la puesta en práctica de un proceso de disciplinamiento social.

Otro aspecto distintivo de esta fecha fue la activa presencia de un ala izquierda del movimiento peronista, como hemos visto. Montoneros hacía su aparición pública el 29 de mayo de 1970 con el fusilamiento de Pedro Eugenio Aramburu, el general golpista de la “Fusiladora”, acción en la que cae Fernando Abal Medina. Cuando se cumplía un año de la acción de masas recordada como Cordobazo, esta organización que reivindicaba al General Perón y se pondrá bajo sus órdenes, dará el primer paso de una política que impulsará acciones de propaganda armada y la construcción de un aparato armado.

Montoneros fue expresión en la Argentina de las tendencias guerrilleristas surgidas con el impacto de la revolución cubana en 1959 y, en los años 60, la guerra de Vietnam y la derrota del imperialismo norteamericano, sobre un amplio sector de jóvenes que se radicalizaban. La estrategia guerrillera se basaba en el impulso de la lucha contra el imperialismo y las clases dominantes independientemente de los ritmos de la lucha de clases y de las organizaciones que las propias masas construyeran, sustituyendo así a la clase obrera y su autoorganización como sujeto de la lucha de clases, por el ejército guerrillero.

En el caso de la organización argentina, Montoneros se consideraba el brazo armado de Perón, es decir de su estrategia nacionalista burguesa, cuando ya ni tan siquiera el proyecto del “primer peronismo” podía recrearse, un fenómeno nacionalista surgido en condiciones internacionales excepcionales que permitió la subordinación de las organizaciones obreras al Estado y de la clase trabajadora a la dirección política de un movimiento burgués. [2] Tales condiciones habían cambiado en los 70, años de crisis capitalista abierta que el propio gobierno peronista debió afrontar descargándola sobre los trabajadores.

Montoneros. 1° de Mayo de 1974.

Además, el surgimiento de Montoneros se produjo en un momento en el que el propio Perón alentaba la construcción de las “formaciones especiales” para negociar con la dictadura de Alejandro Lanusse, el propio Abal Medina refleja la simpatía inicial del General con las acciones del grupo. Se convirtieron así en una de las herramientas con las que contó Perón para maniobrar desde su proscripción y exilio frente a los gobiernos de turno, sostener su movimiento, negociar su regreso y contener al movimiento de masas.

Detrás de esta estrategia, miles de jóvenes creían luchar por la “patria socialista” de la mano de Perón; se trataba, como señalamos, de una expresión del proceso de radicalización de la juventud y del surgimiento de una vanguardia obrera y popular. Pero mientras tanto, el caudillo, como parte del acuerdo con el régimen que habilitó su regreso, diseñaba la purga de las tendencias radicalizadas al interior de su movimiento. La purga no fue solo discursiva -la denuncia de los “infiltrados”-, sino que se expresó en la acción de la derecha y la burocracia sindical en la Masacre de Ezeiza, el accionar de la Triple A, el ataque a los gobiernos representantes de la izquierda peronista (como Obregón Cano en Córdoba y Bidegain en Buenos Aires), el avance en las leyes represivas que ocasionaron la renuncia de los diputados de la llamada Tendencia Revolucionaria, efecto buscado por el gobierno. Esta purga se daba en el marco de un ataque contra los derechos de los trabajadores expresada en el Pacto Social.

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En el contexto de este ataque, Montoneros no impulsó la ruptura con el gobierno ni la lucha de clases, su respuesta fue profundizar una guerra de “aparatos” contra la derecha peronista -que tuvo expresión en el asesinato de Rucci-, negándose a denunciar el rol del Perón, sin enfrentar consecuentemente el Pacto Social, ni organizar una defensa eficaz contra las bandas fascistas de la Triple A surgidas del seno del gobierno; tal política, de conjunto, bloqueó la autoorganización obrera y popular y las tendencias a la independencia política se sectores de la vanguardia.

Cuando en el acto del 1° de Mayo Perón se descargó contra Montoneros y tomó partido abierta y públicamente por la odiada burocracia sindical, la multitudinaria presencia de la organización en la Plaza se puso de manifiesto, primero en un notable diálogo con el líder al que aún se le exigía un cambio de rumbo, y después en el abandono del acto y el vacío dejado en la histórica plaza. Sin embargo, mientras miles de militantes, activistas y sectores amplios de la base de la organización peronista se negaban a avalar la presencia de López Rega en el gobierno, el accionar de la Triple A y la traición de las direcciones sindicales, una parte de la dirección de Montoneros se encontraba en negociación con la dirección del partido peronista.

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Como hemos señalado, si Montoneros fue expresión del proceso de radicalización fue a la vez el intento de encauzarla dentro de los límites del movimiento nacionalista burgués. Con el regreso de Perón parecía cumplido, para amplios sectores, el objetivo del retorno del líder para la construcción del “socialismo nacional”; sin embargo, si tal postulado contradecía toda la historia y razón de ser del peronismo, el objetivo mismo del retorno de Perón lo negaba y con su asunción a la presidencia y las acciones de su gobierno, se evidenció contrario no solo a las aspiraciones de la juventud revolucionaria, sino a los intereses de las grandes mayorías de trabajadores.

Tras la muerte de Perón, el rol de estas organizaciones se volvió aún más crucial; entonces las bases se pusieron nuevamente en movimiento durante el gobierno de Isabel protagonizando las jornadas de lucha de 1975, contra el Plan económico de Celestino Rodrigo, conocido como Rodrigazo, la primera huelga general contra un gobierno peronista; sobre esas direcciones recae la responsabilidad por la imposibilidad de romper políticamente con el peronismo y tomar un camino revolucionario en la perspectiva de imponer un gobierno obrero y popular, que era, además, el único camino para evitar el golpe militar, cuya represión caerá de lleno sobre esa vanguardia que Montoneros, entre otras corrientes, representó. [3]

El peronismo intentó siempre contener las tendencias revolucionarias de las masas. Sus alas izquierdas aparecieron cuando la crisis social y la radicalización de sectores de masas amenazaron con desbordar a las direcciones tradicionales. No solo estas alas no se proponen una transformación revolucionaria de la sociedad, -algunas no lo hacen siquiera desde sus postulados, como el kirchnerismo surgido tras la crisis del 2001-, sino que incluso sus limitados intentos de cambio chocan con los sectores más reaccionarios del propio movimiento que expresan en forma más clara y directa los intereses del capital y se terminan imponiendo. Sin embargo, en el camino y como quedó dicho, estas alas cumplen un rol: el de encauzar las aspiraciones de cambio social de amplios sectores en los marcos del sistema capitalista y, en ese camino, avanzar en el ataque de las conquistas alcanzadas por el movimiento de masas.

Las experiencias de los años 70, que evocamos aquí con motivo de la conmemoración del 1° de mayo, ofrecen múltiples lecciones para las luchas del presente; forjar organizaciones de la clase trabajadora independientes de todas las variantes patronales sigue siendo una tarea de primer orden para evitar que las fuerzas desplegadas en calles y plazas sean utilizadas una y otra vez para darle sobrevida al capitalismo; para esta tarea existen las fuerzas, que cuentan hoy, a diferencia de aquellos años, con una alternativa de izquierda anticapitalista y socialista con un reconocimiento y una fortaleza superior.

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[1Juan Manuel Abal Medina, Conocer a Perón. Destierro y regreso, Bs As, Planeta, 2022.

[2Para un estudio sobre el surgimiento del peronismo y las características de sus primeros gobiernos ver Cien años de historia obrera en la Argentina, 1870-1969. Una visión marxista desde los orígenes a la resistencia, Ediciones IPS.

[3Para conocer el rol de todas las corrientes de izquierda presentes en los 70, ver Insurgencia obrera en la Argentina 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, Ediciones IPS.

Alicia Rojo

Historiadora, docente en la Universidad de Buenos Aires. Autora de diversos trabajos sobre los orígenes del trotskismo argentino, de numerosos artículos de historia argentina en La Izquierda Diario y coautora del libro Cien años de historia obrera, de 1870 a 1969. De los orígenes a la Resistencia, de Ediciones IPS-CEIP.

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