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Red Internacional
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ELECCIONES ESTADO ESPAÑOL. 10-N Claves de unas elecciones que no aseguran el gobierno “estable” que busca el Régimen

Este domingo el Estado español celebra sus cuartas elecciones en cuatro años. Sumidos en la incertidumbre de que se resuelva el bloqueo parlamentario que llevó a las nuevas elecciones, un total de 37.000.608 ciudadanos están llamados a elegir entre las 628 candidaturas en el Congreso y 651 en el Senado.

Sábado 9 de noviembre de 2019

El pasado 24 de septiembre las Cortes se disolvieron automáticamente después de que los partidos políticos no lograran acordar la investidura de ningún candidato a la Presidencia del Gobierno. Este domingo concluye la breve carrera electoral que arrancó entonces.

Es la cuarta vez que los ciudadanos con derecho a voto son llamados a las urnas en cuatro años (la segunda en sólo un año, después de las del 28 de abril). El ejemplo más visible de la crisis del sistema de partidos que atraviesa el Régimen político español desde que en el 2015 el bipartidismo fuera trastocado radicalmente por la irrupción de Podemos y Ciudadanos.

El gobierno en funciones de Pedro Sánchez tuvo bases muy endebles desde la moción de censura que desalojó al expresidente Mariano Rajoy (PP) de La Moncloa con los apoyos de sectores del independentismo catalán y Unidas Podemos. Tras las elecciones del 28A, el frustrado intento de un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, a pesar de todas las concesiones del neorreformismo -renunciando a cualquier atisbo de programa social, aceptando como “cuestión de Estado” la persecución al pueblo catalán, asumiendo que no se iba a tocar la reforma laboral, ni mucho menos afectar los intereses de los bancos, etc.- puso en evidencia que el proyecto encabezado por el líder del PSOE no tenía nada de diferente de las versiones anteriores del social liberalismo encarnadas por Rubalcaba, Zapatero y Felipe González.

La persistencia de la lucha del pueblo catalán por el derecho a decidir, con la sentencia a los líderes políticos y la posterior represión en las calles de Catalunya como últimos episodios; el fortalecimiento del PSOE en la misma medida que avanzaba la crisis del neorreformismo y la división de Podemos; la emergencia de la extrema derecha de Vox; son algunos de los factores principales que han modificado el panorama político desde 2015 y que, junto con las nubes de tormenta de la economía, están lejos de propiciar un “retorno a la normalidad”.

Todos los actores del régimen político presionan por un gobierno estable y de “orden”, que pueda cerrar la "crisis orgánica" del régimen nacido de la Transición en un sentido conservador y, al mismo tiempo, responder a la recesión económica que se anuncia para el 2020 descargando nuevamente la crisis sobre el pueblo trabajador. Sin embargo, nada indica que ese objetivo pueda cumplirse.

La persistencia de la cuestión nacional catalana

La cuestión catalana y el levantamiento popular tras la sentencia del ’procés’- ha marcado toda la campaña electoral hacia el 10N. Solo la exhumación de Franco logró que la agenda política variara por unos días de Catalunya hacia el Valle de los Caídos, para retornar con fuerza inmediatamente al conflicto catalán.

La ofensiva represiva del régimen español contra Catalunya ha tenido su mayor expresión en la condena del Tribunal Supremo -con penas de prisión que oscilan de los 13 hasta los 9 años- a nueve de los doce líderes soberanistas presos por delito de sedición por la organización del referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017 y las manifestaciones de los días previos.

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Con la sentencia, el golpe institucional en Catalunya iniciado con la aplicación del artículo 155 por parte del Gobierno del PP, con el apoyo del PSOE, Ciudadanos y el respaldo de la Monarquía como principal garante de la unidad territorial, tomó una nueva dimensión. Un punto de inflexión en la ofensiva judicial y policial contra el movimiento independentista catalán, así como una vulneración aberrante de las libertades democráticas. El Régimen monárquico del 78 busca así liquidar definitivamente las aspiraciones democráticas de millones de personas y manda un mensaje a todos aquellos que se atrevan a movilizarse en las calles para expresar su descontento.

El conocimiento de la sentencia desató la rabia entre la juventud y el pueblo de Catalunya, y concitó la solidaridad de sectores minoritarios pero significativos de otras partes del Estado, especialmente en Madrid. Peor también la dura represión por parte de la Policía Nacional, la Guardia Civil y los Mossos d’Esquadra, que ya se ha cobrado más de 30 nuevos presos políticos y cientos de heridos.

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Al mismo tiempo, en Catalunya, el Govern y los partidos del “procés” -ERC, PDECAt y JxCat-, que en 2017 pararon las movilizaciones, reprimen en las calles y han hecho subir la cifra de presos políticos a 40. Además, en su legislatura, no solo no se ha avanzado en implementar el mandato del 1 de octubre, sino que además siguen gobernando para las grandes empresas. Ejemplo de ello es la Ley Aragonés, que pretende privatizar los servicios públicos esenciales. El procesisme y sus partidos están cuestionados, lo que abre la oportunidad de construir una hoja de ruta desde la clase trabajadora, la juventud y los sectores populares.

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Por su parte la CUP, principal formación de la izquierda independentista, se presenta por primera vez a unas elecciones al Congreso de los Diputados bajo los ejes de amnistía, derecho a decidir y no ser parte del apoyo al PSOE. La formación independentista espera sacar representación en el Congreso (las encuestas le adjudican entre 2 y 3 asientos en la cámara) y mantener desde allí una posición de “bloqueo” a cualquier salida por arriba a la crisis.

El PSOE a la cabeza de los intentos de “restauración”

El PSOE es el favorito para llevarse la victoria en la jornada electoral. En los últimos dos años los socialistas españoles lograron una sostenida recuperación apoyados en dos elementos opuestos, por derecha y por izquierda. Por un lado, la emergencia de Vox, que animó un voto del miedo el pasado 28A. Por el otro, el crédito de confianza al PSOE contó con un aval fundamental por la izquierda. Unidas Podemos fue el mejor reparador de la imagen del PSOE que Pedro Sánchez pudiera desear, bregando por un gobierno común y de hecho cogobernando ya en seis comunidades autónomas.

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Con la crisis catalana de fondo, el presidente en funciones Pedro Sánchez aprovechó la sentencia del procés para reafirmarse como el partido de Estado y pilar del régimen, en un intento de buscar una salida restauradora a la crisis política. Así ha asumido buena parte del discurso de la derecha contra el pueblo catalán; la aplicación del artículo 155 (de intervención en la Autonomía), la intervención de educación y la televisión pública catalana (TV3) o, como dijo en el debate electoral, recuperar el delito de referéndum ilegal.

Además de la derechización abierta en la cuestión catalana -no hay que olvidar que el PSOE en la oposición apoyó el 155 del PP y durante la causa del Procés ha sido parte de la acusación con la Fiscalía-, ha empezado a vislumbrar en partes de su programa las medidas antiobreras que desplegará en los próximos años.

La más “mediática” ha sido la implementación de la “mochila austriaca”, el nombre con el que se conocen una serie de medidas de aún mayor precarización laboral, como la posibilidad de despido por baja médica justificada, o el uso de parte del propio sueldo del trabajador para pagar su despido.

Las encuestas otorgan a Sánchez un 27% de los votos (1,5% menos que en las elecciones de abril). Un triunfo seguro, pero muy lejos de una mayoría que le permita formar gobierno en solitario o negociar fácilmente su investidura.

Unidas Podemos o la “izquierda del Régimen”

La izquierda neorreformista llega dividida y en crisis a estas nuevas elecciones. Tras el fracaso del intento de Pablo Iglesias de formar un gobierno de coalición y la división con su ex número dos en Podemos, Iñigo Errejón -que se presenta a estas elecciones con una lista propia-, la coalición de Podemos e Izquierda Unida (Unidas Podemos) busca mantenerse en un marco de retroceso y cada vez mayor desafección con su proyecto político.

La “política del cambio” nació impugnando la casta bipartidista por ser los administradores de los intereses del IBEX35. Sin embargo, ha terminado buscando a los social liberales como socios de gobierno para la aplicación de un programa que no niega el legado de la ofensiva neoliberal, ni pone en cuestión al Régimen del 78.

Al mismo tiempo, su experiencia en el poder comandando los llamados “Ayuntamientos del cambio” -la mayoría de los cuales perdieron en las últimas elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo pasado- ha generado más frustración que ilusión.

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Esta deriva está en la base de su retroceso. Pero también su actitud política ante el conflicto catalán. En gran parte si el PSOE ha podido avanzar en una línea cada vez más reaccionaria ante la cuestión catalana, se debe a la subordinación del neorreformismo al Partido Socialista.

El punto más álgido de este sometimiento fue la aceptación de la infame sentencia a los líderes políticos y sociales del procés y el apoyo al plan represivo del gobierno y a la ejecución de éste por parte de la Policía Nacional, Guardia Civil y Mossos, lo que ha implicado un salto cualitativo en su integración al Régimen monárquico.

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En este marco el neorreformismo se presenta el domingo con una expectativa de voto del 12,5% en el caso de Unidas Podemos (1,8% menos que el 28A) y un débil resultado previsible para la formación de Iñigo Errejón, Más País, con una “irrupción” de apenas el 3,5%.

La derecha y la extrema derecha

Con eje en Catalunya, la derecha busca recuperar terreno en relación al 28A, mientras lidia con su propia fragmentación. Por un lado, el discurso reaccionario y liberticida contra Catalunya los unifica. Hacia las elecciones del 10N el “trifachito” -como fue denominado popularmente- ha hecho una campaña profundizando su política contra Catalunya, proponiendo medidas como la suspensión de la autonomía catalana o la ilegalización de los partidos independentistas.

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Pero esta unidad de propósito -de la que en los hechos participa el propio PSOE, actualmente a la cabeza de la ofensiva anticatalana desde el Gobierno- no implica que haya una relación virtuosa entre las derechas. Por el contrario, todas luchan entre sí para imponerse.

El Partido Popular de Pablo Casado, aún lejos del PSOE, aspira a un 21,1% de los votos, horadando la base de Ciudadanos que aparece como el posible gran perdedor del 10N. Tras las elecciones del 28A, Ciudadanos se quedó a 1,2% de votos del Partido Popular y Rivera se lanzó a disputarle el liderato de la derecha a Casado. La jugada no pudo salir peor para Rivera. Una mala lectura del perfil de su electorado (y de parte de su partido) que le pedía una negociación con Sánchez, y la presencia de una derecha mucho más rabiosa como es Vox, pronostican una caída de hasta un 6% para la formación naranja, dejándolos en un 9% de votos.

En ese marco, la extrema derecha de Abascal y Vox promete ser uno de los “vencedores” de la jornada en el campo de la derecha. Enarbolando nuevamente las políticas más reaccionarias contra Catalunya, como la reciente petición de ilegalización de los partidos independentistas, y políticas abiertamente racistas, lgtbifóbicas y machistas, ha vuelto a recuperar terreno y los sondeos ya lo sitúan como tercera fuerza con un 13% de votos, superando el resultado obtenido en las elecciones anteriores.

Nueva recesión económica en ciernes

Después de 21 trimestres consecutivos de crecimiento, la economía española sigue siendo un punto brillante en la zona euro. El Banco de España espera un crecimiento del 2,2 por ciento este año, frente al 2,5 por ciento de 2018, aunque seguirá siendo más veloz que el promedio de la zona euro.

Sin embargo, en el horizonte lo que espera no es bonanza. Los aires de recesión internacional y las crisis geopolíticas en el horizonte -Brexit y la guerra comercial- están haciendo sonar tambores de recesión en el horizonte de la economía mundial. La desaceleración es ya un hecho en el Estado español y la palabra crisis vuelve a estar en boga de todos los analistas.

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Este panorama es el que hace más urgente para el régimen español recuperar cierta gobernabilidad y que explica, en última instancia, que la repetición electoral haya sido casi buscada por el mismo PSOE. Porque el siguiente gobierno no será ni de recuperación de lo perdido en una década de ajuste, ni mucho menos de avanzar en nuevos derechos sociales, sino de nuevos ataques a las mayorías populares.

Las 370 medidas que presentó Sánchez como propuesta de un gobierno progresista en septiembre recogían parte de este nuevo ajuste neoliberal “progre”. La patronal agrupada en la CEOE lo saludó con entusiasmo, así como la idea de que para hacerlo pasar con menos dificultades se repetirían elecciones.

Previsiones y fragmentación política

El Estado español gozó durante décadas de la estabilidad de la alternancia en el poder del llamado “extremo centro”, el bipartidismo PP-PSOE. Ese esquema comenzó a estallar por los aires después de la irrupción del 15M y, especialmente, con la irrupción de Podemos y Ciudadanos. La emergencia de Vox en los últimos dos años vino a consolidar un nuevo pentapartidismo. Una fragmentación política que obliga necesariamente los pactos de investidura para la formación de gobierno.

Es así que el día después del 10N las posibilidades de pactos (de gobierno o de investidura) serán nuevamente el gran protagonista, aunque desde ya sin ninguna mayoría consolidada.

Aunque las encuestas no arrojan demasiada luz sobre lo que ocurrirá tras el 10N en relación a las alianzas electorales, se prevé que el domingo por la noche se prevé que el Congreso quede distribuido de forma más o menos similar al 28A, con las incógnitas de hasta dónde será la caída de Ciudadanos, la subida de Vox o la posible presencia de la CUP.

Todas coinciden, eso sí, con una mayor o menor horquilla de escaños, en que Pedro Sánchez volverá a ganar las elecciones. Pero esto no le garantiza en absoluto la posibilidad de formar gobierno.

Las calculadoras de pactos volverán a poner el foco en las sumas posibles. Las variantes son muchas: un muy improbable “acuerdo progresista” con PSOE, Unidas Podemos y Más País; una suma de PSOE y Ciudadanos; el bloque de derechas con PP, Cs y Vox; la suma de la moción de censura formada por PSOE, Unidas Podemos y fuerzas nacionalistas e independentistas; un pacto de investidura entre el PSOE y el PP, o por supuesto, incluso la convocatoria a unas terceras elecciones.

Pero, en cualquier caso, lo que está claro es que no existen ninguna alternativa política de carácter estatal que plantee una salida que respete las libertades democráticas, que defienda el derecho a decidir de los pueblos, y que bregue por una salida política en favor de la mayoría de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud y para que la crisis la paguen los capitalistas.

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En ese marco, quienes hacemos Izquierda Diario, la CRT, este 10N llamamos al voto crítico a la CUP en Catalunya y a un voto nulo en solidaridad con el pueblo catalán en el resto del Estado.

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