Luego del Cordobazo, la dictadura de Onganía comienza su lenta agonía. En las próximas elecciones, Héctor Cámpora asume la presidencia y se produce el Devotazo, la liberación masiva de los presos políticos.
Daniel Lencina @dani.lenci
Martes 25 de mayo de 2021
La feroz dictadura de Onganía, herida de muerte por el Cordobazo de mayo de 1969, que inició una etapa revolucionaria en la Argentina, desencadena una serie de levantamientos obreros y populares en todo el país. La dictadura comienza una transición para levantar la proscripción a todos los partidos políticos, pero específicamente al partido al que el movimiento obrero respondía políticamente: el peronismo.
Desde Puerta de Hierro, Perón maniobra hábilmente en dos direcciones, por un lado “deja correr” los actos de los grupos guerrilleros más importantes como el PRT-ERP y Montoneros. Eso obliga a la dictadura, ya con Lanusse a cargo, a negociar la vuelta de Perón al país y el llamado a elecciones para el 11 de marzo de 1973. Por otra parte, Perón usa la carta de Cámpora para lograr un consenso inicial que calme los ánimos y que logre contener dentro del marco de la democracia burguesa las aspiraciones de justicia social del movimiento obrero y la juventud y que a la vez contenga las aspiraciones de poder de la derecha del peronismo: la burocracia sindical que venía siendo duramente cuestionada por su colaboración con los gobiernos dictatoriales desde el golpe de 1955 en adelante.
Como decíamos, el 11 de marzo Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima gana las elecciones con el 49,59% de los votos (5.907.464 en votos absolutos). El 25 de mayo, en la ceremonia de asunción en el Congreso participaron los líderes Salvador Allende de Chile y Osvaldo Dorticós de Cuba, con este último Cámpora proclama el restablecimiento de las relaciones amistosas con la isla que vio al argentino-cubano Ernesto Che Guevara convertirse el referente revolucionario para la juventud en todo el mundo. El clima político del momento es claramente de izquierda, y la Tendencia Revolucionaria de la Juventud Peronista así lo entiende, viendo a Cámpora como “su” gobierno, al que amistosamente apodan el “Tío”.
En la Casa Rosada no hay un solo policía, mucho menos personal de las FFAA –de hecho la Junta Militar abandona el lugar en helicóptero-, y los que se hacen cargo efectivamente de la seguridad del presidente son los Montoneros que copan cada rincón de la casa de gobierno.
En las afueras de la Plaza de Mayo y de la Plaza de los dos Congresos las masas ganan las calles y lentamente miles de personas empiezan una lenta marcha hacia la cárcel de Devoto.
La cuestión de los presos políticos había sido uno de los ejes de campaña del presidente electo, pero no estaba claro de que manera lo haría, ni cómo ni cuándo. En su primer discurso presidencial anuncia el proyecto de ley para otorgar el indulto a los presos políticos. Pero las masas no estaban dispuestas a esperar que la burocracia estatal resuelva un problema político crucial y toman la iniciativa una vez más. Nótese que aún permanecía la sangre caliente del crimen de la dictadura conocido como la Masacre de Trelew pocos meses antes (22 de agosto de 1972), y los ánimos de revancha estaban a flor de piel en amplias franjas de masas de los trabajadores y la juventud.
En las inmediaciones de la cárcel las masas comienzan a llegar en horas de la tarde. Mientras un periodista de TV cubre la noticia y nota los movimientos del pabellón donde están los presos políticos, que hacen flamear banderas de los Montoneros, FAP y del ERP. Desde el patio también se forman los militantes con consignas que dicen “Ninguna tregua al Ejército opresor” y “A vencer o morir por la Argentina”, mientras un grupo de niños corean, contagiados por el ánimo popular “aquí están estos son los muchachos de Perón”, los presos adentro del penal comienzan a prender fuego colchones y frazadas.
La noche cae y la cárcel de Villa Devoto es una más de las tantas que son asediadas por la movilización popular.
Esta presión es la que obliga a Cámpora a proclamar el indulto que beneficia a más de 500 presos políticos, poniendo en los papeles lo que de hecho sucede en las calles. Al grito de “Son nuestros compañeros, todos los guerrilleros” y “¡Libertad! ¡Libertad!” salen de a centenares los detenidos de la cárcel en un clima de triunfo político.
Al mismo tiempo, una oleada de ocupación de fábricas y facultades recorre el país, demostrando la energía y predisposición a la lucha de las masas que desde la época de la “Resistencia peronista” forjó a uno de los movimientos obreros más combativos del mundo que supo enfrentar tanto a las dictaduras militares y gobiernos “democráticos” como los radicales de Frondizi e Illia, que colaboraron en la proscripción del peronismo.
La “Primavera Camporista” como se conoce a los 49 días del gobierno, terminará con la vuelta de Perón este tenía elegir que entre la izquierda peronista que expresaba Montoneros y la derecha del movimiento expresada por la burocracia sindical, de donde saldrían los matones de la Triple A, y efectivamente Perón eligió a esta última opción que orquestó la Masacre de Ezeiza, hecho que asestó un duro golpe al equilibrio logrado por Cámpora entre las dos fracciones que se disputaban la dirección del movimiento peronista.
La burguesía argentina ve con preocupación los hechos iniciados a partir del Devotazo y la composición del gabinete donde había representantes de la izquierda peronista y nunca habían tenido tanta vigencia las palabras de Rucci, el secretario general de la CGT, “Perón se fue del país para evitar un baño de sangre; y fíjese como se escribe la historia: tiene que volver al país para evitarle un baño de sangre”.
El primer paso estaba dado, la proscripción del peronismo había sido levantada y el líder regresaba al país para intentar contener y diezmar a la vanguardia del movimiento obrero.
Lo que siguió fue el curso derechista cada vez más abierto de Perón y es tema de reflexión a la hora de pensar sobre la vigencia de pelear por la independencia política de los trabajadores, independencia que será producto del enfrentamiento a la burocracia sindical y desde luego a las patronales de la ciudad, el campo, nativa y extranjera.
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Daniel Lencina
Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.