La masiva marcha contra la violencia de género no impidió que la Asamblea ecuatoriana apruebe una normativa cargada de preceptos a favor de los grupos religiosos. Cifras alarmantes sobre la delicada situación de las mujeres en el país de la “década ganada”.
Miércoles 29 de noviembre de 2017 23:16
Foto: La Izquierda Diario
A puertas cerradas, de espaldas a las mujeres y sus organizaciones. Así sancionó la Asamblea Nacional (AN) de Ecuador la nueva Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia contra la Mujer, este domingo por la madrugada. El pretencioso y pomposo título no logra esconder el enfoque conservador, aprobado a pedido de la Iglesia católica local.
El apuro de la casta política no vino dado por la urgencia que representan la frías estadísticas de feminicidios en todas las regiones del país. La votación fue presionada por el presidente Lenin Moreno, quien exigió que la ley sea sancionada antes del #25N, en el marco del Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres. Una ley demagógica que tristemente se destaca por su falta de debate.
En un principio, la comisión redactora de la AN había convocado a distintos colectivos feministas a participar del proceso. Fue la intervención de las Arquidiócesis católicas la que cortó de raíz el diálogo, tras presionar con movilizaciones que le aseguren seguir controlando los cuerpos de las mujeres. Por supuesto, el Estado y el gobierno de Moreno accedieron sin resistencia a sus reclamos.
Con poco disimulo, los asambleístas modificaron el proyecto de ley tras la marcha “Con mis hijos no te metas”, organizada por la curia, grupos pro familia y antiabortistas. Cambiaron puntos vinculados a la perspectiva de género y la concepción de la mujer, perpetuando la negación de sus legítimos derechos a la comunidad LGTBI.
No satisfechos, minutos antes de la votación los legisladores ratificaron el enfoque oscurantista de la legislación ecuatoriana. Con dos nuevos artículos, reafirmaron la garantía del Estado a “proteger la vida desde la concepción” -presente en la retrógrada Constitución de Montecristi-; y sostuvieron la normativa 149 del COIP, que criminaliza y persigue a las mujeres que se practiquen abortos.
Tanto satisfizo la decisión de la AN a la Iglesia, que el “dinosaurio” que predica como vocero de la Arquidiócesis de Guayaquil, César Piechestein, agradeció vía Twitter a los asambleístas por aprobar “leyes acordes al sentir de la mayoría de los ecuatorianos”. Con motivo de la marcha antiabortista del mes pasado, este cura se burló de la comunidad LGTBI, haciendo gala de su pensamiento “pre jurásico”.
Foto: El Comercio
Reacciones en contra, mujeres en pie de lucha
La vocera de la Coalición Nacional de Mujeres, Rocía Rosero, señaló que el nuevo texto legal retrocede en los estándares internacionales de derechos humanos, dejando a un lado el análisis que presentaron sobre la alarmante cantidad de embarazos por violaciones que ocurren en el país.
“Asesinaron las esperanzas de las mujeres”, concluyó Ana Cristina Vera, por el colectivo Vivas Nos Queremos, organizador de la marcha nacional homónima. Este #25N las organizaciones integrantes de la plataforma marcharon en todo el país contra la violencia machista, que se llevó la vida de 244 mujeres desde 2014, de acuerdo con los datos oficiales brindados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).
Con bronca e indignación por la inacción del Estado, en los meses anteriores habían realizado marchas en reclamo por una nueva ley. Es una demanda social y una deuda para con las mujeres; pero la forma y el contenido aprobado pintan el cuadro de cinismo con el que el Estado patriarcal le presta atención a un tema urgente y delicado.
“Las que se mueren por los abortos son niñas y mujeres pobres, del campo, que no tienen dinero para ir a una clínica”, afirmó Liz Zhingri desde el colectivo Yasunidos.También recordó la relación directa que el modelo extractivista establece con la prostitución de niñas y mujeres en los poblados cercanos a concesiones mineras.
Foto: Vivas Nos Queremos
La década de los derechos negados: panorama crítico para las mujeres
El gobierno de Lenin Moreno no es el primero que accede a los pedidos eclesiásticos sin sentir vergüenza. En 1837, el Estado ecuatoriano explicitó sin tapujos sus vínculos políticos y económicos con la Iglesia al prohibir el aborto en su primer Código Penal. Luego de 175 años, la situación no cambió. En la autodenominada “Revolución Ciudadana”, las mujeres atestiguaron los obstáculos que el correísmo impuso a sus derechos. Cuando en 2013 la AN discutió la despenalización para casos de violación, el ex presidente amenazó con renunciar si la bancada oficialista apoyaba el proyecto.
La revista Pragmatic and Observational Research estimó que en Ecuador hay 39.000 abortos por año. El 15,6% de las muertes maternas están vinculadas a interrupciones del embarazo en condiciones de precariedad, según datos del INEC. El aborto es una realidad palpable que cobra la vida de las mujeres, siendo las que viven en la pobreza aquellas que más sufren la negación del derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
Con el impulso de la bancada oficialista de Alianza País, se aprobó un nuevo Código Penal en 2014, que limitó el aborto para casos donde exista peligro de vida para la madre, y embarazos por violación a mujeres con discapacidad mental. Así se ratificó la persecución que el Estado emprendió contra aquellas que decidieron hacer uso de este derecho negado. Más de 250 mujeres fueron judicializadas por este motivo en los últimos seis años, conforme con los datos de la Fiscalía General. Algunas de ellas habían sufrido abortos espontáneos o desconocían su condición de embarazadas.
Ese mismo año, el Ejecutivo creó el reaccionario “Plan Familia” y el Estado dejó de brindar información sobre métodos anticonceptivos para privilegiar un supuesto “rol preventivo” dentro de los hogares. Esto fue acompañado de la enseñanza de “valores” como eje, y dejó a cargo de “la moral” la responsabilidad de la maternidad. A la cabeza de este plan se colocó a la doctora Mónica Hernández, quien además de ex banquera, es bien conocida por sus relaciones con el Opus Dei. La funcionaria pidió a los adolescentes “retrasar lo más que puedan” las relaciones sexuales. La injerencia de la Iglesia en el Estado quedó explícita. La complicidad correista, también.
Foto: Ecuatoriano
El patriarcado, sirviente de la explotación capitalista
Las condiciones de vida y trabajo exponen la empobrecida y precaria situación de todas y todos los ecuatorianos. Más del 32% está debajo de la línea de pobreza, mientras que el empleo informal se ubica en el 46,4%. De cada 10 pobres, 7 son mujeres, y más de 4 millones no han accedido a la educación básica.
Sobre ellas recae gran parte del peso del sistema de explotación de la mano de obra. Sólo el 31% de las trabajadoras cuenta con un empleo adecuado, y el 5,5% no tiene ninguno.
Son significativas las diferencias salariales entre los géneros. Mientras que los hombres perciben un ingreso promedio de USD 396 mensuales, las mujeres apenas superan los USD 300 -muy lejos del ya paupérrimo salario básico de USD 375-.
A las trabajadoras ecuatorianas tampoco les respetan su derecho a una jornada completa, siendo empleadas un promedio de 33 horas por semana. Deben sumarse otras 32 horas de trabajo doméstico no remunerado.
Las mujeres son blanco de abusos y violencia machista, pero esto tiene su origen en la forma en que sus cuerpos son exprimidos por el capitalismo en función de la ganancia, lo que revela una dimensión de clase preponderante en las luchas feministas. Con la nueva ley, la situación de la mujer no se modifica ni cuantitativa ni cualitativamente. No sólo son errores técnicos o de proceso durante su sanción. “La época de la declinación del capitalismo asesta a la mujer sus más duros golpes tanto en su condición de trabajadora como de ama de casa”, explicaba León Trotsky.
Llamando al apoyo mutuo entre partidos de izquierda y todos los sectores oprimidos de la clase trabajadora, incluyendo las mujeres que trabajan, el revolucionario ruso sentenció: “En ellas se encontrarán fuentes inagotables de devoción, abnegación y espíritu de sacrificio”. Los derechos serán conquistados en las calles, pero la exterminación definitiva del patriarcado encontrará sus condiciones de realización con el socialismo, es decir, derribando al capitalismo.