×
×
Red Internacional
lid bot

Sinaloa. 50 años de la Operación Asalto al Cielo en Culiacán.

Este 16 de enero se cumplió medio siglo de la Operación Asalto al Cielo en Culiacán, Sinaloa. ¿De qué fue este suceso?

Viernes 19 de enero

Se trató, a decir de la Liga Comunista 23 de Septiembre, de un “ensayo de insurrección” [1] donde, según historiadores como Sánchez Parra, (p. 368); y Lucio Rangel, (p. 166), al menos más de 10 mil obreros de la construcción y jornaleros de los valles agrícolas de la periferia de dicha ciudad se vieron orillados a parar labores en medio de una jornada de agitación armada y propaganda.

No obstante, hay que puntualizar, se trató más bien de una acción militar sin una dimensión política clara pues, aunque contó con la participación de sectores de campesinos y trabajadores, lo que movilizaba a estos dos sectores eran sus reivindicaciones propias, de corte más económico, y no la toma del poder, en el marco de que fue un periodo con un nivel destacado de lucha de clases, aunque no llegaron a ser luchas que se elevaran al terreno político, contra el capitalismo.

En ese sentido, tal como aclaran Emilio Albamonte y Matías Maiello en “Estrategia Socialista y Arte Militar”, la insurrección es un momento decisivo de la guerra civil donde se arrebata el poder y lo que se busca no son objetivos parciales, sino la derrota del ejército enemigo.

La Operación fue coordinada por algunos militantes de la Liga tanto sinaloenses como externos a la entidad, entre estos últimos destacaba Héctor Escamilla Lira ─en los campos del sureste de Culiacán-, e implementada en las calles por entre 100 a 300 militantes de dicha organización y de su brazo político-militar en la entidad, Los Enfermos, el cual fue una facción de extrema izquierda que surgió del seno del movimiento universitario que luchaba por una verdadera autonomía al servicio de las mayorías para la Universidad Autónoma de Sinaloa desde la segunda mitad de la década de los 60’s hasta inicios de la década de los 70’s.

El nombre le fue dado a dicha facción a mediados de 1972 por militantes de otras tendencias más moderadas del movimiento universitario mencionado que señalaron a Los Enfermos de tener posiciones políticas ultraizquierdistas pequeñoburguesas. La inspiración del mote viene de la obra con que Lenin polemizó con comunistas ingleses, alemanes y holandeses titulada “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo” del año 1920.

La Liga Comunista 23 de Septiembre se fundó el 15 de marzo de 1973 en Guadalajara, Jalisco. Aglomeró a muchas organizaciones guerrilleras de distintas partes del país. Entre ellas Los Enfermos de Sinaloa. Se propuso ser algo así como una confederación nacional guerrillera que daría nacimiento al partido y ejército del proletariado y el campesinado pobre en México; en dicho proceso priorizaba la creación del segundo.

Los Enfermos llamaron la atención de quienes impulsaban el proyecto nacional de la Liga por su combatividad y destreza en la autodefensa armada, las cuales desarrollaron en confrontaciones contra el ejército y la policía cuando se solidarizaron con campesinos pobres en procesos de lucha por justicia agraria que acontecieron durante 1972 en comunidades como el ejido del Tajito, del municipio de Guasave, y otras del Valle del Fuerte, al noroeste sinaloense.

Una vez que Los Enfermos fueron ganados a las posiciones políticas de La 23 de Septiembre, a mediados de 1973, se subordinaron a su dirección, la cual les planteaba que se vincularan con las luchas de sectores populares que surgieran, indicándoles que su intervención política fuera encaminada, siempre, a la provocación de confrontaciones armadas.

Esta lógica se encontraba sustentada en elaboraciones teórico-pedagógicas de dirigentes que impulsaron y consolidaron el proyecto nacional guerrillero como Raúl Ramos Zavala en su obra de 1970 titulada “El Proceso Revolucionario o El tiempo que nos tocó vivir”, [2]; así como en el Manifiesto al Proletariado Estudiantil [3]; y el documento titulado Cuestiones Fundamentales del Movimiento Revolucionario en México redactado en el 73 por Ignacio Salas Obregón, también conocido como Oseas o Vicente, máximo dirigente de la Liga 23 de Septiembre.

En dichos trabajos sostenían que la revolución y la guerra civil revolucionaria estaban en puerta y que si no se habían desarrollado aún era porque las direcciones oportunistas de partidos como el Comunista de México y el Popular Socialista, así como las dirigencias sindicales, habían desmovilizado al movimiento obrero y estudiantil en México desde 1929 hasta inicios de los 70’s ─adquiriendo mayor intensidad desde 1956-, protegiendo, así, a la burguesía nacional y garantizando la preservación del capitalismo.

Desde este punto de vista la salida correcta sería dada solamente por una dirección que orientara a las masas del proletariado mexicano a la insurrección y la guerra civil revolucionaria. Pero para que el proletariado llegara bien preparado a ese momento debía educarse a través de los mencionados ensayos de insurrección popular armados; además de la prensa obrera, esa era una de las formas pedagógicas más importantes para la revolución, según la Liga.

En julio de 1973, durante su Segunda Reunión Nacional, la Liga, entre otras cosas, decidió implementar jornadas de agitación y propaganda armada en los campos periféricos del sureste de Culiacán, al margen de los trabajadores a quienes pretendía educar. Las primeras jornadas de ese tipo se implementaron a finales de septiembre, luego hubo otra a finales de octubre. Tras considerar un supuesto éxito esas dos, se pensó en llevar a cabo una aún mayor para el 12 de diciembre, pero por diversas circunstancias el Comité de Culiacán terminó programando para el 16 de enero de 1974 la que a la posteridad ha sido conocida como la Operación Asalto al Cielo, nombre que se le dio diez años después, tras la exposición del testimonio que dio Andrés Ayala Nevárez en la sede de la Corriente Socialista durante un evento conmemorativo.

Si bien, en general, la Liga no reivindicó la estrategia foquista del Che Guevara ─sí lo hizo de forma excepcional para su intervención en la zona serrana del noroeste del país entre 1973 y 1975 donde confluyen Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Durango-, la lógica que planteó fue muy parecida a la de él, la cual establecía una oposición tajante entre reformismo/pacifismo contra revolución/lucha armada.

Además, no hay que dejar de puntualizar que la lucha armada no siempre es una política revolucionaria ─es decir, que abone a que el proletariado pueda arrebatarte el poder del Estado a la burguesía- y que, además, si se plantea sin una política para lograr la centralidad de la clase trabajadora que a su vez acaudille a otros sectores oprimidos ─como el movimiento estudiantil, los campesinos pobres, los pobres urbanos, los pueblos originarios- lleva a acciones ultraizquierdistas estériles, es decir, sin tácticas ni programa para acumular fuerzas durante la lucha defensiva para pasar a la ofensiva en un momento que se haya logrado influencia política entre las clases subalternas y que éstas estén llevando a cabo acciones radicales que cuestionen al Estado capitalista.

La insurrección y los órganos de autoorganización y deliberación política de las masas

Académicos como Lucio Rangel (véase su tesis doctoral p. 166) afirman que el Asalto al Cielo culichi fue una jornada de intensa movilización sin comparación en la segunda mitad del siglo XX en México.

Indudablemente fue un suceso relevante en la lucha de clases nacional, sin embargo, es necesario señalar que en esa etapa de la historia del país hubo también importantes procesos en ese tenor, en muchos aspectos más profundos que el Asalto al Cielo, como el movimiento ferrocarrilero (1958-1959), el periodo de la denominada “insurgencia obrera” entre las décadas de 1970 y 1980, o el levantamiento zapatista de 1994.

La Operación duró poco más de 12 horas. Inició a las 6 de la mañana en los campos de El Chaparral, el Conejo y el Diez, extendiéndose a otros lugares en el transcurso de la mañana y culminando por la tarde después de enfrentamientos que se dieron por toda la capital.

Durante las primeras horas la policía fue totalmente dominada por los grupos armados que participaban en las acciones callejeras. Sin embargo, desde el Cuartel de la Novena Zona Militar se comunicaron con la Secretaría de la Defensa Nacional y para las doce de la tarde estaban entrando en la zona urbana vehículos blindados del ejército, mientras en el área rural descendían elementos de élite de la Brigada de Fusileros Paracaidistas; alrededor de 40 mil efectivos castrenses participaron en la ocupación de la ciudad y la disuasión de los “subversivos”. Casi la mitad de las Fuerzas que en ese momento componían el Ejército Mexicano, según afirma Fritz Glockner en el libro “Los Años Heridos”.

El Diario de Culiacán un día después de los hechos, el 17 de enero de 1974
El Diario de Culiacán un día después de los hechos, el 17 de enero de 1974 Imagen recuperada digitalmente por Norberto Soto Sánchez

Oficialmente hubo 4 muertos en estos sucesos (dos estudiantes y dos trabajadores), sin embargo, se dice que fueron muchos más tomando en cuenta ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas de estudiantes, docentes y trabajadores que ocurrieron ese día y en los meses venideros en Sinaloa a manos del ejército, la Dirección Federal de Seguridad y las distintas corporaciones policíacas que operaban en el Estado, las cuales no fueron difundidas por la prensa.

Extraída de El Diario de Culiacán.
Extraída de El Diario de Culiacán. De la colección hemerográfica de Norberto Soto Sánchez

Testimonios del evento relatan que la Operación, además de haber sido decidida al margen de los trabajadores a los que se incitó a participar en los enfrentamientos armados con el Ejército y la Policía, no contaba con la consciencia plena de aquellos en cuanto a la toma del poder en la vía de la lucha por el socialismo, por lo que no podría ser definida como una insurrección como tal. Además, estos sucesos no fueron impulsados por órganos de autoorganización y deliberación política tales como comités de jornaleros en los campos agrícolas y en las obras de construcción, por lo que carecían de representatividad y legitimidad.

Repercusiones

Este episodio de la historia contemporánea de Sinaloa y México, a pesar de no ser tan conocido, sigue siendo un tema sensible para alguna parte de la sociedad sinaloense, por obvias razones. La gran mayoría de jóvenes que participaron en esos sucesos se entregaron con una firme convicción a una lucha contra las injusticias que impone a la humanidad el capitalismo pero con una estrategia equivocada. La mejor prueba de ello es su sacrificio.

Su impacto fue tal que, para el inicio práctico de la primera colaboración militar a gran escala entre los gobiernos de Estados Unidos y México supuestamente para combatir al narcotráfico, se llevó a cabo un despliegue de dominación simbólica a través de un enorme desfile y ocupación militar de las principales calles de Culiacán el 16 de enero de 1977, según refiere la historiadora Adela Cedillo en su tesis doctoral titulada “Intersections Betwen the Dirty War and The War on Drugs in Northwestern Mexico (1969-1985)”.

Dicha colaboración militar, lejos de combatir la producción y el trasiego de drogas, fue una operación de contrainsurgencia dirigido principalmente contra campesinos pobres de las zonas serranas del centro y el noreste de Sinaloa. Las familias de este sector sufrieron ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, vejaciones y despojo por parte del Ejército Mexicano, que era supervisado por comisionados yankees. A ese convenio militar se le llamó la Operación Condor, homónima a la implementada en el Cono Sur.

Otra de las consecuencias internas que esta derrota infringió a la Liga, además de causarle un declive, fue la de crear un clima de paranoia que se expresó a través del ajusticiamiento que su dirección ordenó contra aquellos militantes que participaron en el Asalto al Cielo culichi y que no estuvieron de acuerdo con seguir hasta las últimas consecuencias el enfrentamiento suicida contra el Ejército, a los cuales tachó de oportunistas.

El nombre de Operación Asalto al Cielo se inspira en una expresión que Marx utilizó para referirse a la experiencia del primer gobierno obrero de la historia conformado en la Comuna de París entre marzo y mayo de 1871. La frase la usó en una carta que dirigió a su amigo, el médico socialista Ludwig Kugelmann, fechada el 12 de abril del año en cuestión, cuando lxs comunerxs estaban a punto de ser sangrientamente aplastados por los cuerpos represivos al servicio de las burguesías prusianas y francesas, principalmente por las Fuerzas Armadas de la Tercera República de Francia.

Sin dejar de expresar respeto por lxs caídxs en estos hechos, hay que discutir seriamente, más allá de la hipócrita moralidad burguesa, con las perspectivas que plantean a la estrategia guerrillera como la vía regia para lograr el socialismo, así como con las Tesis de la Universidad Fábrica y las ideas que consideran a la imposición antidemocrática de “ensayos insurreccionales” como la modalidad predilecta de una pedagogía para la revolución socialista las cuales no compartimos y debatiremos en una próxima entrega de nuestro suplemento Ideas de Izquierda, pues, contrario a ello, nosotrxs consideramos que las masas tienen mucho que enseñar a una vanguardia, ya que, tal como lo refirió León Trotsky a propósito de la experiencia rusa, en determinados momentos el movimiento de masas muestra nuevos organismos de democracia directa y frente único para derrotar al capitalismo, como lo fueron los soviets.


[1véase este documento, p. 225

[2hay que decir que Raúl fue un precursor de la Liga, a la cual no vería conformada, pues fue ejecutado extrajudicialmente por la policía del entonces Distrito Federal en febrero del 72

[3o Tesis de la Universidad Fábrica, escritas por Ignacio Olivares Torres pero firmadas por el Consejo Estudiantil de la Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa el 23 de septiembre de 1972