El 22 de Agosto se cumplieron 230 años del inicio de la Revolución Haitiana. La primera revolución de independencia en el continente latinoamericano, de la cual suele hablarse relativamente poco, o mejor dicho, cuando se habla, es para limar sus filos más disruptivos y que mantienen suma actualidad.
Viernes 3 de septiembre de 2021 00:19
@Coqueinchaurre
La revolución combinará la rebelión anti esclavista con la independencia de la isla, estrechando enormemente el desarrollo de la lucha de clases en la colonia, con los avatares de la propia Revolución Francesa. Se había producido una transformación radical del sistema mundial, al calor de la doble revolución (francesa e industrial). La burguesía en formación daba sus batallas contra la aristocracia y el clero feudal, en el camino del desarrollo del capitalismo a escala internacional, pero incorporaba la esclavitud como elemento fundamental de su acumulación originaria de capital.
En este contexto, la revolución que finalizará con la independencia de Haití, trastoca esa articulación, aliándose y enfrentándose a distintas alas de la propia revolución francesa en diversas coyunturas del proceso. Por eso rescataremos en esta nota algunos elementos que consideramos interesantes para pensar las potencialidades de las alianzas que se dieron, que enfrentaron a los esclavos insurrectos con todos aquellos que pretendían ponerle límites a sus libertades.
De la Revolucion Francesa al “jacobinismo negro”
En la colonia francesa de Santo Domingo, el inicio de la Revolución Francesa en 1789 cambió la dinámica de la situación, la discusión sobre la libertad y la igualdad, ponía en tensión la relación con las colonias y sobre todo con la esclavitud. ¿Hasta dónde llegaba la nueva conquista de la libertad francesa? ¿Qué relación se establece con los gobiernos coloniales y la organización en castas de las mismas?
"Libertad, igualdad y fraternidad" no significaban lo mismo en la metrópoli y en la colonia. Para los blancos propietarios, la casta minoritaria dirigente de la isla, la libertad era la autonomía económica de la isla en relación a Francia. Para los pequeños propietarios blancos, la igualdad significaba la ciudadanía no solo para los grandes propietarios blancos, y la fraternidad se basaba en el color de piel. Por su parte los mulatos entendían la libertad y la igualdad más allá del color de piel, que era lo único que les impedía la ciudadanía activa. La libertad de los esclavos, en cambio, implicaba la libertad personal, lo que implicaba un cuestionamiento a la relación con sus amos, y a las riquezas que generaban en las plantaciones.
En este contexto, el enfrentamiento entre blancos y mulatos se tornaría abierto. Los blancos, grandes y pequeños propietarios de esclavos buscaron avanzar en libertades económicas contra el monopolio colonial que se les imponía, con el objetivo de aumentar su control sobre la producción esclavista. Los mulatos, muchos de los cuales también eran propietarios de esclavos, pondrían en el centro de los reclamos sus derechos políticos, poniendo en discusión el monopolio de los blancos en el gobierno colonial.
Ninguno de estos sectores planteó la necesidad de la liberacion de los esclavos, ya que ambos grupos se beneficiaban del sistema de esclavitud, pero el reclamo de derechos politicos de los mulatos abriría la puerta a las reivindicaciones de los esclavos de romper con el monopolio de los blancos, cruzando la cuestion colonial con la racial.
Así los cambios que empezaba a generar la Revolución Francesa en las colonias convertía a la isla en una bomba de tiempo entre la cuestión colonial y la cuestión social. Sin adentrarnos aún en el desarrollo del proceso revolucionario, no puede dejar de mencionarse que la disímil interpretación de las banderas de la revolución francesa en la metrópoli y en la isla, se deben en gran parte a que la organización social tenía una estructura muy distinta, como plantea Knight:
“En 1789, en Francia, los estados políticos tenían una gran tradición y la jerarquía social estaba muy relacionada con la genealogía y la antigüedad. En Santo Domingo, el sistema político era relativamente nuevo y la jerarquía estaba determinada arbitrariamente por la raza y la relación ocupacional en la plantación.” [1]
La libertad francesa y los derechos del hombre no incluían a los esclavos de las colonias en los términos en que las pensaban en la metrópoli. Si bien los reclamos de los mulatos habían encontrado simpatizantes en Francia, en la Sociedad de Amigos de los Negros, se encontrarían con el rechazo de la burguesía de las ciudades, y los debates legislativos no superarían la limitada libertad a los mulatos de padre y madre libre (una ínfima minoría). La burguesía francesa pretendia seguir utilizando la organización social en castas y la esclavitud para el desarrollo del capitalismo en la metrópoli.
En 1790 los mulatos protagonizarían una insurrección que terminaría con la derrota y el asesinato publico de su lider Vincent Ogé. Pero ese enfrentamiento entre “los de arriba”, abriría la puerta al levantamiento de los esclavos. En agosto de 1791 comenzaron una insurrección que se extendería a todo el país, quemando cientos de grandes plantaciones. Los esclavos lograron organizar un ejército de 40.000 personas, que finalmente sería derrotado por el gobierno colonial, pero cambiaría radicalmente la confianza en su fuerza social y su capacidad para rebelarse.
El levantamiento de los esclavos y la organización de su ejército más allá de su derrota, dejó planteado un elemento importante del posterior desarrollo del proceso revolucionario e independentista. Además de que luego será parte importante del gobierno revolucionario, su rápida conformación tiene una explicación en la organización económica de las haciendas esclavistas, y por lo tanto, en cierta homogeneidad social de sus miembros.
Las grandes haciendas esclavistas combinaban elementos muy “modernos” (nos referimos a la organización productiva de las haciendas que tiene elementos similares a la lógica de desarrollo con las grandes fabricas), con una de las instituciones mas putrefactas de la humanidad como la esclavitud. Si bien es el peso de la producción azucarera del norte de la isla la que permite la rápida organizacion del ejército de esclavos, no puede explicar por sí solo el surgimiento de lo que se conoció como “jacobinismo negro”. Para comprender el desarrollo de este concepto que hará C.R.L. James, es necesario reconstruir algunos elementos del proceso histórico.
Tras la derrota del ejército en la sublevación, Toussaint-Louverture, que luego dirigiría el gobierno revolucionario, se encontraba peleando junto a las tropas españolas que prometían libertad si se enfrentaban al gobierno colonial francés. En ese marco, en agosto de 1792 llegaron comisionados metropolitanos de la Asamblea Legislativa con la misión de dar derechos políticos a los mulatos y los pocos esclavos liberados. Pero en ese mismo momento se ocupaba el Palacio de las Tullerías, fortaleciendo al ala radical de la Revolución Francesa. A un año de su llegada, proclamaron la igualdad de derechos desde el nacimiento, hecho que recibió el rechazo y oposición absoluta de la minoría blanca de la isla, que entregaría las principales ciudades a Inglaterra, además de la presión del ejército realista. Frente a dicha resistencia, es la propia dinámica de la revolución burguesa en la metrópoli, la que a su vez marca la posibilidad de la transformación cualitativa que se daría en la isla: los comisionados Santhonax y Polverel se verían obligados a reconocer como libres y ciudadanos de Francia a todos los que pelearan junto a la República.
El replegado ejercito esclavo, volvería a combatir junto a la República, dando nacimiento al “jacobinismo negro”, y poniendo la república radical como principal bandera de los “proletarios negros”. La proclama sería ampliada a todas las colonias francesas en la Convención Jacobina de 1794, que más allá de las dubitaciones de Robespierre sería festejada por las masas de los sans-culottes como un salto adelante de la revolución.
La conjuncion de la rebelion de los esclavos con la debilidad del gobierno frances, frente a los enemigos internos y externos en la isla, sería el contexto en el que se desarrollarían en paralelo el jacobinismo negro y el metropolitano. En 1797, frente a las huelgas en otra de las colonias francesas (La Guadalupe), uno de sus líderes mantuvo este diálogo con los huelguistas:
“¿No estamos cansados de ser pobres? Si son libres ¿por qué trabajan en la tierra de los blancos? ¿Por qué todo lo que produce su trabajo no les pertenece? Ustedes son trescientos contra uno. En Saint-Domingue cada uno hace lo que quiere, todos los que comandan son negros, los blancos han sido echados y los pocos que quedan sirven a los negros como ustedes sirven aquí a los blancos” [2]
Esta será una diferencia sustancial con otras independencias de la región, ya que no solo se conquistaría la ciudadania política muchos años antes que en el resto de Latinoamerica, sino que esto se haría sobre la base de la construcción de un gobierno revolucionario integrado por el ejército de trabajadores negros, con su principal dirigente Toussaint-Louverture a la cabeza, donde el acceso al poder político marcaría la radical distancia entre los liberados esclavos de Santo Domingo, y los sectores explotados en el resto de las colonias y sus condiciones incluso luego de las independencias.
El nuevo gobierno revolucionario, apoyado en su alianza con las alas radicales de la Revolución Francesa, tendrá una fuerza social importantísima basada en el más de medio millón de esclavos liberados de las grandes haciendas. La homogeneidad de los insurrectos por la división en castas, que dividía a la isla entre una gran masa de esclavos de las plantaciones por un lado, y sus propietarios asociados al comercio del otro, les permitió detentar el poder por mucho más tiempo que en Francia.
Nos parece pertinente rescatar lo que señalan al respecto Feijoo y Scolnik en relación a los paralelismos del jacobinismo negro con el metropolitano, así como en relación al desarrollo de Haití tras la declaracion de su independencia:
“Es este firmamento social mucho más homogéneo, lo que lleva a C.R.L. James a diferenciar el jacobinismo negro de Toussaint-Louverture respecto a su par metropolitano, puesto que aquel no compartía completamente las limitaciones de clase, los formalismos y las ambigüedades de sus pares metropolitanos. Toussaint-Louverture era un hombre que expresaba mucho más directamente las aspiraciones de las masas negras a mantener su libertad recientemente conquistada, pero su posición histórica sólo podía llevarlo al desgarramiento, al igual que Robespierre quien colocado ante la muerte se negó a proclamar la insurrección de las comunas contra la reacción termidoriana. Toussaint-Louverture ante la posibilidad también de una muerte segura se negó a tomar la determinación de preparar un enfrentamiento directo con sus nuevos enemigos (y aliados de antaño), el Estado francés ya en manos de la reacción bonapartista. Cuando finalmente la independencia de Haití respecto a Francia fue declarada en 1803/4, Boisrond-Tonnerre, quien fue su redactor a pedido de Dessalines y de los jefes del ejército exclamó las palabras precisas de este desenlace: “Para avanzar en redactar el acta de independencia, nosotros hemos necesitado por pergamino la piel de un hombre blanco, su cráneo para escribirlo, su sangre por tinta y una bayoneta por pluma”.
Toussaint-Louverture compartirá con Robespierre esta ubicación mediadora entre los sectores más radicales de las masas, a los cuales también reprimirán de manera implacable, y la burguesía blanca y mulata, a la que impondrá la aceptación de las nuevas libertades conquistadas, la más radical de ellas: la liquidación de la esclavitud. El rechazo de Toussaint-Louverture a romper con la metrópoli y declarar la independencia de la isla cuando los signos de la reacción burguesa dentro de Francia eran evidentes, y su negativa a preparar la guerra contra las medidas ofensivas de la metrópoli serán muestras de las ilusiones del jacobinismo negro.”
[3]
Tras 12 años de guerra, lograrán la independencia de Haití, pero seguirán sufriendo el aislamiento internacional, como parte de la venganza de las clases dominantes. Jamás les perdonarán haber tomado el poder para defender su libertad política, así como el temor que generó la revolución haitiana en las burguesías nacientes, las llevó a proclamar independencias “negociadas desde arriba” antes que verse frente a escenarios similares.
Reacción e independencia
C.R.L. James en su artículo La revolución y los negros, plantea que: “las palabras ‘libertad’ e ‘igualdad’, los lemas revolucionarios, significaban más para ellos que para cualquier francés” [4]
Como vimos, los lemas no significaban lo mismo para las distintas castas en la colonia. Y no había posibilidad de que no fuera de esta manera, ya que resulta imposible dar cuenta del proceso independentista cabalmente si se separan las reivindicaciones sociales o políticas, de las económicas. Nos referimos al hecho de que frente a la reacción francesa con la llegada de Napoleón Bonaparte, el carácter permanente de la revolución en términos del propio Marx volvería indivisible la pelea por la libertad de los esclavos de la autoorganización del gobierno en la colonia.
Sobre todo, porque frente a la reacción en Francia, los enviados de Bonaparte alentarían el odio racial de los mulatos contra los jacobinos negros, volviendose una guerra fraticida. Además de vencer en esta, los jacobinos negros resistirían el envío de un ejército francés de mas de 60 mil miembros, siendo una de las mayores derrotas militares de un ejército europeo, en su búsqueda por restablecer la esclavitud en la colonia.
Así, frente a la reacción bonapartista, la única forma de sostener las libertades conquistadas fue el proceso de independencia de la metrópolis. Esta aparecía ahora ya no como aliada, sino como liquidadora de las libertades políticas para volver a un clima de negocios favorable a la burguesía. El hecho de haber conquistado para las masas negras explotadas, no solo la libertad política, sino la liquidación de las formas no libres de trabajo, una característica peculiar de este proceso en relación con el resto de las independencias en América, es el fundamento de este viraje en el desarrollo del proceso.
La “esclavitud” moderna
Marx planteo que “un hombre de color negro es un hombre de color negro; sólo bajo determinadas circunstancias es un esclavo”. La revolución haitiana mostraba ya hace 230 años que no pueden separarse las reivindicaciones sociales de las económicas. O mejor dicho, que no pueden explicarse el desarrollo de los trastocamientos políticos que generó la revolución sin considerar el peso social que la estructura económica de la isla les daba a los esclavos insurrectos. La vigencia que hoy tienen estas lecciones sirve para pensar el desarrollo de procesos similares en sus reivindicaciones.
La revolución haitiana que analizamos se ubicó en un momento histórico particular del desarrollo del sistema capitalista, donde las revoluciones burguesas ubicaban a esa clase en el poder a nivel internacional. En América, se desarrollarían revoluciones anticoloniales, pero que ubican a las ya liberadas colonias como países semicoloniales y dependientes en la división internacional del trabajo a nivel mundial.
El capitalismo, hoy en su fase imperialista, desde hace 230 años se encarga de mantener vigentes muchas de las divisiones propias del colonialismo como forma particular de explotación de la fuerza de trabajo. Hoy la burguesía mantiene divisiones en los “esclavos” asalariados con diferencias culturales, étnicas, de género, entre inmigrantes y nativos, entre ocupados y desocupados, y un largo etcétera. Es esa continuidad la que nos permite rescatar hoy este proceso, siendo profundamente conscientes de las abismales diferencias con ese período, para pensar las nuevas batallas de los “esclavos” modernos.
Pero la alianza no pasa por reclamos “económicos” comunes. Si no se superan esas divisiones, apoyando las reivindicaciones propias de cada movimiento, no hay alianza posible. La potencialidad está en la confluencia, y los ejemplos sobran: la violencia policial contra los afroamericanos en los Estados Unidos hizo estallar en las calles al Black Lives Matter, con la imagen de George Floyd recorriendo el mundo.
Reivindicamos la revolución haitiana para rescatar en este aspecto su vigencia. Convertir el recuerdo de la revolución haitiana en una valoración positiva solo del proceso de independencia, es limar su potencialidad. Las divisiones étnicas y culturales con las que hoy el ya mundializado y desarrollado capitalismo mantiene enfrentados a potenciales aliados para transformar de forma revolucionaria la sociedad, no tienen demasiadas distancias.
Si los jacobinos negros tuvieron esa potencialidad hace ya 230 años, quienes buscamos terminar para siempre con todo tipo de opresión, mediante una transformación revolucionaria de la sociedad, no podemos máas que rescatar esas alianzas, pero sobre todo, levantar como propias las banderas de todos los procesos donde la autodeterminación de los pueblos sea la piedra fundamental para construirlas.
[1] Knight, F. La Revolución en Haití. American Historical Review, México, 1997.
[2] Dubois, L. (2003/2) Citoyens et amis!’. Esclavage, citoyenneté et République dans les Antilles françaises à l’époque révolutionnaire. Annales. Histoire, Sciences Sociales, 58e année, p 299.
[3] Feijoo, Scolnik. Revolución burguesa, revolución anti-esclavista y de independencia en la América colonial. El caso de la revolución de Saint Domingue/ Haiti, Cuadernos de Marte, Nro 1, Buenos Aires, 2011