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Red Internacional
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Salud. Agrotóxicos e infancias: las voces de las trabajadoras de la salud

En el marco del reciente Día de las Infancias, se abrió el debate sobre estos niños y niñas de todo el país y sus derechos, pero por sobre todas las cosas los derechos vulnerados. Esas conquistas que en la constitución parecen sagradas, para todos los gobiernos son papel mojado a la hora de tomar decisiones. En esta nota vamos a debatir sobre el derecho a una alimentación saludable.

Viernes 3 de septiembre de 2021 00:39

Pablo Piovano.

Pablo Piovano.

-“Amor, fuiste una inquieta oruga y muy pronto vas a ser mariposa. Vas a ser tan bello y vas a hacer al mundo tan feliz que sólo vas a vivir 24 horas más.”

-“Mamá, yo quiero seguir siendo oruga. No quiero ser mariposa.”

En el “granero del mundo”: alimentación ¿saludable?

En un país como Argentina, con la alarmante cifra de 19 millones de personas sumidas en la pobreza, un 42 % de la población total del país, [1] millones de familias no tienen un plato de comida asegurado. Estas estadísticas desnudan un sistema profundamente injusto y desigual, un modelo de producción que son riquezas para unos pocos, que deciden qué producir, cómo producirlo, y hambre para muchos.

Argentina es una gran productora y exportadora de materias primas, como carne, granos. Por ese motivo se ganó el nombre de “granero del mundo”. Desde los ‘90 hasta esta parte las políticas de todos los gobiernos fueron para profundizar el avance de la megaminería a cielo abierto, el monocultivo contaminante de soja, además recientemente del trigo transgénico,el avance el proyecto de exploración sísmica para una futura explotación de petróleo en el mar argentino. En todo el mundo se levantan movimientos en contra del avance de la crisis climática, una juventud que no tiene pudor en denunciar al capitalismo, trabajadores que se unen a organizaciones medioambientales para enfrentar a grandes multinacionales como las petroleras, y muchos ejemplos más. El debate sigue sobre la mesa.

En el país se utilizan muchos plaguicidas prohibidos, dentro de ellos hay aproximadamente 107 que incluso están prohibidos en otros países. También creció de manera abrupta su utilización, de 100 a 520 millones de litros en las últimas dos décadas, es decir de 3 a 12 litros por cada hectárea. El riesgo de exposición a los agrotóxicos de los pueblos fumigados es muy alto, superando en muchos lugares los 100 litros con el agravante de un contacto anual. Cada habitante de estas zonas está expuesto a 11 litros por año de agrotóxicos.

Según el ingeniero agrónomo Eduardo Cerdá, Director Nacional de Agroecología, “el aumento en el uso de agroquímicos es por un desequilibrio en la forma de producir. Es consecuencia del monocultivo, la falta de rotaciones, que no se cuiden los cultivos que generan fertilidad. El uso de plaguicidas en la Argentina aumentó de 73 millones de litros en 1995, a 317 millones en 2012 y hoy está estimado en unos 500 millones de litros y esto sin que se haya duplicado la superficie cultivada”

Le consultamos a Meche Mendez, trabajadora del Hospital Garrahan y Licenciada en enfermería sobre su experiencia en el área de cuidados paliativos. Meche Mendez nos cuenta: “cuando empecé a preocuparme por el tema fue que más o menos por el 2008, que ya habían algunos precursores que estaban hablando de lo que venía pasando de las consecuencias que ya se estaban viendo con este modelo que se había implementado de la soja, sabiendo eso y estando en un lugar donde recibimos muchos pacientes del interior y era casi imposible pensar que todos esos tóxicos que se estaban tirando en el ambiente no estuvieran produciendo algún efecto en la salud.

Continúa: “También había viajado a un encuentro de pueblos fumigados, y en ese momento ya había familiares de pacientes que se habían intoxicado gravemente con los tóxicos de la producción de tomates de lavalle en corrientes. Nicolas Arévalo de 4 años había fallecido casi de manera inmediata en un hospital de corrientes, y la primita se había contaminado nada más por pisar los tóxicos de los productores, que vivían en la zona rural. Ahí se producen tomates que comemos en el resto del país, y es una zona muy pobre obviamente. No hay ninguna división entre la producción de esas verduras con la gente y con la población, entonces habían fumigado y pisaron el barro con ese tóxico. Nicolás murió instantáneamente por una insuficiencia hepática, y Celeste que en ese momento tenía cinco o seis años y estaba internada en el garrahan.”

La Salud es un derecho, y papel mojado para todos los gobiernos

Hablamos con Bárbara, también Enfermera y trabajadora del Hospital Garrahan: “Niños con la vida, la inocencia y las sonrisas precarizadas. Llegan con miedo, con bronca, con una violencia contenida por no tener a quien poder manifestarse. Ignorados, sus padres le hablan a las paredes de los ministerios, de las obras sociales, de las casas de las provincias, de las oficinas de los funcionarios. Están ansiosos.”

El peligro de los pueblos fumigados aumenta a medida que crece el desmonte para la agricultura, pero no de cualquier tipo, sino la del monocultivo contaminante de la soja transgénica.

Actualmente estos cultivos cubren aproximadamente 30 millones de hectáreas. No son territorios vacíos, sino que viven comunidades, poblaciones enteras sometidas a las fumigaciones del venenoso Glifosato, entre otros.

Agrega Bárbara, “son veintidós millones de hectáreas y doce millones de argentinos (sin contar la población de las grandes ciudades en cada provincia) fumigados al menos 6 meses al año y tres veces. El 63 % de las frutas, verduras y hortalizas que se consumen en Buenos Aires y La Plata (20 millones de personas) contiene agrotóxicos. Una porción de ensalada mixta para una persona contiene 600 ugr de plaguicidas.”

A pesar de que enfermedades como el asma es muy común, las y los niños con asma bronquial y broncoespasmos en dichas zonas representan un porcentaje más alto respecto a otros lugares. Malformaciones genéticas, cáncer, leucemia, afecciones renales crónicas, enfermedades de la piel, tiroides.

Muchas son las enfermedades a las que muchos niños y niñas están expuestos. Las noticias tienen los mismo titulares pero fechas de todos los años, Avionetas que fumigan escuelas rurales.

“Yo pensaba que había que generar en el hospital un espacio para que eso que está pasando en el interior se pueda empezar a decir en el hospital, que se pueda dar a conocer. De la dirección del hospital recibí una carta bonita, agradeciendo el interés, pero nunca hicieron nada” nos cuenta Meche.

Continúa: “no hay anamnesis dirigida a una historia ambiental, para que todo esto se tenga en cuenta. Si me preguntas no hay porque el modelo no quiere que haya, porque hay cierta complicidad entre el ministerio de salud y todos los modelos de producción instalados. Un modelo que va de la mano de la impunidad. Si se investigara no se podría haber aprobado nunca, porque no va de la mano con la defensa de la naturaleza ni con la vida. Es así el modelo médico hegemónico, la ciencia es hegemónica también, entonces hay algo que está de alguna manera marcado de que se tiene que investigar, de como manejar las enfermedades, en que terrenos mejor no meterse.”

Agricultura nociva ¿Cómo llegamos hasta acá?

Los ‘90 tienen ese no sé qué. La década perdida para las mayorías trabajadoras, y el consecuente avance de las corporaciones y multinacionales en el dominio de los recursos, naturales y humanos de nuestro país. El muy recordado menemismo y su flamante secretario de Ganadería, Agricultura y Pesca, y ahora ministro de Relaciones Exteriores del Frente de Todos, Felipe Solá, que en 1996 aprobó la soja transgénica RR (Roundup Ready) de Monsanto. Nacía el extractivismo agrario con la promesa de fomentar las exportaciones. De Argentina al mundo. El modelo donde la grieta entre los partidos tradicionales no existe.

Este combo viene con el creciente desmonte como sucede en el norte del país, donde por ejemplo se despoja a comunidades como las Wichí de su ambiente, del cual se proveen de alimento y sustento, para luego alimentarlos con la soja contaminante. Un cinismo sin igual. Es la soja de Bayer-Monsanto, la que se exporta a un alto precio, con míseras retenciones, cada vez menos desde el macrismo hasta hoy, que se utiliza en gran medida para alimentar los animales en feedlots y mega granjas. Agrotóxicos en la carne, en el agua, en la tierra, en las verduras y frutas.

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El negocio es redondo con el avance de las mega granjas porcinas, también impulsado por Felipe Solá, mientras avanza el desmonte, la quema de humedales, y la potencialidad de ser la nueva sede de futuras pandemias. Un meganegocio que necesita 5900 litro de agua por cada kilo de carne, que produce gases de efecto invernadero, además del maltrato animal que conlleva, sus desechos contaminan las napas de agua, y los que se enriquecen son los laboratorios como los de Hugo Sigman, amigo de todos los gobiernos, y los empresarios que exportan la soja y la carne, mientras que dejan hambre, precarización laboral y contaminación.

En palabras de Meche: ““Sabemos que tenemos un enemigo bastante grande, que son los mismos laboratorios que después te venden los remedios. Cabandié nos dijo que era imposible generar dólares para pagar la deuda sin contaminar. Es increíble que haya dicho eso. No es inocente lo que está diciendo. Pensar, en lugar de pensar que son bienes naturales, pensar que son recursos para ser reventados para pagar una deuda que ninguno de nosotros hemos contraído, y nunca la investigan y la siguen pagando, entonces todo tiene que ver con todo, las enfermedades, la contaminación, las condiciones laborales.”

Organizaciones medioambientales, partidos de izquierda y un creciente porcentaje de la población vienen denunciando estos avances y atropellos, recientemente con una gran concentración en las puertas de la embajada China para rechazar lo que sería una promesa de “soberanía alimentaria” y “desarrollo”. La nueva apuesta del gobierno del Frente de Todos, en plena pandemia, fue avanzar en aprobar en tiempo récord y casi sin discusión la producción de Trigo transgénico HB4 de Brioceres, más negocios para los empresarios y laboratorios.

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En palabras de Barbara, “la Salud Pública es una cuestión de Estado y el poder del Estado en manos de los capitalistas prioriza el lucro. Distinto sería si los trabajadores gobernáramos nuestros propios destinos. Compartimos con nuestros pacientes la lucha por disfrutar las cosas bellas de la vida. La fuerza la sacamos de la bronca frente al absurdo de las enfermedades prevenibles.”

Pelear en las calles, autoorganizadxs

“En este modelo tiene una complicidad variada, desde el ministerio de salud, desde la justicia en muchos casos y desde la prensa también, todos los fallos y todo lo que hay salido fue por las movilizaciones desde abajo y porque hubo abogados que se pusieron al servicio de los damnificados, pero no hubo de la justicia iniciativa de investigar nada. Pero estamos en ese camino de tratar de crear conciencia entre los trabajadores que son los que en definitiva pueden llevar a cambiar el rumbo de las cosas.” concluye Meche.

En palabras de Bárbara: “hoy luchamos, como nos enseñaron esos pequeños gigantes. Sabemos que si pudieran protestarían con nosotras. Contra el ajuste, contra la degradación de las condiciones de vida de las millones de familias que se atienden en el hospital público. Hoy resistimos por la vida.”

En todo el mundo hay protagonistas, en muchos países se logró la prohibición del uso de estos pesticidas y del monocultivo contaminante de la soja transgénica, aunque el modelo se mantiene vigente e incluso se proponen nuestro transgénicos con sus agrotóxicos respectivos, así como también se desarrollan movimientos en nuestro país enfrentando el uso de cianuro de las mineras en Mendoza, o las zonas de sacrificio del Frente de Todos en Chubut, y la represión a las y los activistas y quienes luchamos contra estas corporaciones. La fuerza está, crece desde abajo.

Tenemos que pelear medidas urgentes, como prohibir la fumigación aérea, y la fumigación terrestre tiene que acatar una zona de exclusión, que prohíba totalmente el uso de agrotóxicos de al menos 3000 metros, en zonas urbanas y rurales. Para eso en provincia de Buenos Aires hay que derogar la regresiva resolución de Vidal, que el gobierno de Kicillof solo suspendió, la 246/17.

Como también denuncian las trabajadoras de la salud, no se puede pensar la atención de calidad en los hospitales públicos con rebaja de presupuesto, en condiciones de precarización laboral, y sin investigación de las verdaderas causas de las enfermedades que llevan a estos niños y niñas al hospital, para esto necesitamos comisiones independientes de los propios trabajadores y trabajadoras, para que el ambiente y las condiciones materiales de existencia formen parte de las historias clínicas.

Para decidir qué producimos, cómo lo producimos, en conjunto con las comunidades y pueblos originarios, para pasar a un modelo agroecológico y avanzar a una transición de producción de alimento basado en las necesidades populares y no en el lucro de unas pocas manos, hay que cuestionar a los dueños de la tierra y gigantes transnacionales como las cinco empresas extranjeras que concentran el 57,5% del total de exportaciones de productos agroindustriales, que dominan el agronegocio como la norteamericana Cargill, seguida por la China Cofco se encuentran entre las dos primeras, seguidas por las también estadounidenses ADM y Bunge, junto a la Suiza Viterra.

Como demostró el famoso caso “Vicentin”, ejemplo de estas grandes estafadoras, junto con su expropiación es necesario una banca estatal única para retener todos los recursos, que no se sigan fugando, y el monopolio del comercio exterior para decidir el futuro de las importaciones y exportaciones de esos recursos, bajo la gestión de sus propios trabajadores, y avanzar así hacia en una verdadera soberanía alimentaria.