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Red Internacional
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Alemania. Alemania: la crisis política de Turingia y la extrema derecha, un globo de ensayo

Un terremoto sacudió Alemania. El pasado miércoles, Bodo Ramelow, gobernador de Turingia, una región de la parte oriental del país, fue desalojado del poder. El gobierno del partido de izquierda reformista Die Linke cayó en manos de una combinación parlamentaria entre la extrema derecha, democristianos y liberales. La crisis ya provocó la renuncia de AKK, presidenta del partido de Merkel.

Martes 11 de febrero de 2020 00:54

El pasado miércoles 5 de febrero se produjo un escándalo y una crisis en Alemania. En Turingia, una región de la parte oriental del país, fue desalojado del poder su gobernador Bodo Ramelow, perteneciente al partido Die Linke (la izquierda reformista heredera del antiguo partido estalinista que gobernó la República Democrática Alemana entre 1949 y 1990). Turingia era la única región del país cuyo gobierno estaba encabezado por Die Linke.

Bodo Ramelow, perteneciente al partido Die Linke, la izquierda reformista heredera del antiguo partido estalinista que gobernó la República Democrática Alemana entre 1949 y 1990. Turingia era la única región del país cuyo gobierno estaba encabezado por esta fuerza. EFE

La caída de Ramelow fue posible gracias a una combinación parlamentaria entre la extrema derecha, el partido de Merkel y los liberales, designando a un dirigente de estos últimos, Thomas Kemmerich, como gobernador.

Se trató de la primera vez en la historia alemana desde 1945 en que un partido abiertamente de ultraderecha participaba de un gobierno regional, quebrando un supuesto “contrato moral” según el cual la política oficial se debía comprometer a cerrarle el paso al poder a una corriente con evidentes afinidades con el neonazismo.

Luego del revuelo que se armó, 24 horas más tarde, Kemmerich tuvo que renunciar. El margen de maniobra se está estrechando, y las diferencias entre, por un lado, la política a nivel nacional y, por el otro, a nivel regional, están aumentando, mientras los dirigentes de los partidos están perdiendo el control.

Thomas Kemmerich anuncia su resignación al día siguiente de su elección, en Enfurt, Alemania, en el medio de protestas (6/2/2020). EFE/EPA/Filip Singer

En este artículo buscamos hacer una mirada a la dinámica más profunda del terremoto político.

De vez en cuando se producen ligeros temblores en el Bosque de Turingia. Sin embargo, el Estado Libre de Turingia no es conocido en el país por sus actividades sísmicas. De todas formas, a lo que pasó el miércoles último en su capital, Erfurt, se lo puede describir fácilmente como un terremoto político que sacudió toda Alemania.

El epicentro del terremoto fue el parlamento regional de Turingia, que eligió al candidato del liberal Partido Demócrata Libre (FDP), Thomas Kemmerich, como nuevo ministro presidente (gobernador) en la tercera ronda de votaciones, con los votos de la democracia cristiana de Merkel (CDU), del FDP y del partido de extrema derecha Alianza por Alemania (AfD).

Esta cooperación abierta entre los más importantes representantes de la burguesía -la CDU y el FDP- con la AfD fue descrita por muchos como la "ruptura de una represa" y desencadenó una ola de indignación. Bajo gran presión de las direcciones nacionales de los partidos, Kemmerich tuvo que renunciar. Sin embargo, las réplicas han continuado en los últimos días y pueden dar lugar a nuevos cambios en el equilibrio de poder y en el régimen de partidos, cuya profunda crisis se puso de relieve por el terremoto de Erfurt.

La indignación por la elección de Kemmerich como gobernador el miércoles fue tan generalizada e incluso llegó a una parte de la CDU que uno puede preguntarse qué tenían en mente al realizar esta maniobra las direcciones regionales de la CDU y del FDP, especialmente el jefe local de la democracia cristiana, Mike Mohring.

Pronto quedó bien claro que el comportamiento electoral de la AfD estaba planificado desde hace mucho tiempo y todos los partidos consideraban que la AfD podía utilizar su peso parlamentario para derrocar a Bodo Ramelow. Y entonces la bancada legislativa local de la CDU desobedeció el llamado a abstenerse de la dirección nacional del partido, y junto con la AfD votó por el candidato del FDP en la tercera ronda de votación. Una maniobra que se explica por la especial mezcla de anticomunismo y cercanía a la AfD tan característica de la CDU.

Para la AfD la elección fue un éxito rotundo. Cumplió con su promesa electoral de impedir que continuara en funciones el gobierno rojo-rojo-verde (es decir, de Die Linke junto con la socialdemocracia y el Partido Verde) y su base de votantes se regocijó al constatar que funcionó como un medio eficaz para luchar contra una mayoría de izquierda. Al mismo tiempo, dejó claro que parte de la CDU y del FDP también están dispuestas a aceptar el apoyo de la ultraderecha si no pueden evitarlo. Así, Alice Weidel, la presidenta de la AfD y líder de la bancada opositora en el Parlamento nacional, anunció con orgullo: "¡Ya no hay forma de evitar a la AfD!”

Sin embargo, este éxito solo fue posible gracias a la corriente interna de la AfD conocida como Der Flügel (“El ala”), una tendencia más abiertamente neofascista del partido alrededor del jefe regional de Turingia, Björn Höcke, rival de Weidel, cambiando el equilibrio interno de poder del partido a favor del primero.

La CDU, por otro lado, reveló una vez más la crisis histórica en la que se encuentra al final de la era Merkel. Al mismo tiempo, el ala derecha del partido, representada por la Werte-Union (“Unión por los Valores”) y por las organizaciones locales de las regiones del Este de Alemania, presiona para que se produzca un nuevo desplazamiento hacia la derecha ante los continuos malos resultados electorales y las pérdidas de votos que van hacia la AfD. Esperan que mediante la cooperación con la AfD se pueda implementar su programa neoliberal y racista mejor que con la socialdemocracia o los verdes, y al mismo tiempo generar una mayoría segura.

Así pues, tras las elecciones regionales en Sajonia también estaba a la orden del día una posible cooperación con la AfD, y en Sajonia-Anhalt las bancadas parlamentarias de la CDU y la AfD ya trabajaban juntas en algunos proyectos.

La arriesgada decisión del jefe local de la CDU, Mike Mohring, con el apoyo de la bancada del FDP, de derrocar al único gobernador de Die Linke (quien también tiene un alto índice de aprobación en Turingia) por medio de los votos de la AfD, debe considerarse como un globo de ensayo para comprobar hasta dónde la dirección nacional del partido lo sostendría en su giro hacia la derecha.

El miércoles pasado, la bancada de la CDU se pronunció a favor de un gobierno minoritario con cooperación puntual con la AfD. Esto habría sentado un precedente para la integración de la AfD en el régimen, al que le habrían seguido otros en la medida en que la relación de fuerzas lo hiciera necesario.

Esta estrategia, sin embargo, va en contra de la orientación de la CDU a nivel nacional que, en vista del crecimiento de los verdes y de la cooperación existente entre ellos en varias regiones, está trabajando hacia un futuro gobierno nacional negro-verde [el negro es el color de la CDU].

Aunque los verdes, como partido burgués, no tienen los mismos mecanismos de control de los sindicatos que el anterior socio de coalición, el Partido Socialdemócrata (SPD), de todas formas desempeñan un papel similar hacia los movimientos sociales como el medioambiental de los Fridays for Future o el que expresa el rechazo a la AfD, que está muy extendido entre los jóvenes: a saber, como instrumento para la renovación del régimen.

En este sentido, los verdes también lograron utilizar para su estrategia parlamentaria la indignación masiva y las protestas espontáneas de miles de personas en toda Alemania inmediatamente después de la elección de Kemmerich, presionando con éxito a la CDU para persuadirlo de renunciar.

El trío que dirige a nivel nacional el bloque gobernante demócrata cristiano, a saber, Angela Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK, presidenta de la CDU) y Markus Söder (gobernador de Bavaria y presidente de la CSU, aliada de la CDU) tuvieron que darse cuenta de que un gobierno regional como ese hubiera sido una victoria pírrica pura, que se interpondría en el camino de una opción nacional de gobierno con los verdes. Por eso el intento fracasó: el ala derecha de la CDU es demasiado fuerte como para no intentarlo, pero aún no lo suficiente como para prevalecer finalmente sobre la dirección del partido.

Annegret Kramp-Karrenbauer renunció al liderazgo del partido Unión Demócrata Cristiana (CDU, de Ángela Merkel) y a su candidatura como canciller tras el escándalo político en Turingia. EFE/EPA/Clemens Bilan

Pero la CDU a nivel nacional también demostró el poco control que aún tiene sobre gran parte de su partido. Kemmerich finalmente renunció solo después de la reunión del comité de dirección de la gobernante Gran Coalición de la CDU/CSU y el SPD en Berlín este sábado.

Antes de eso, las cosas estuvieron yendo y viniendo durante días. El comisionado del gobierno nacional para asuntos de las regiones del Este del país, Christian Hirte, que está más en línea con el ala derecha de la CDU y que es, por ejemplo, antiabortista, había elogiado públicamente la elección de Kemmerich. Para demostrar su autoridad, Merkel también obligó a Hirte a renunciar el sábado.

Después de la renuncia de Kemmerich, el escenario más probable ahora es que Bodo Ramelow sea elegido gobernador en una nueva votación en el parlamento de Turingia la próxima semana con los votos de Die Linke, el SPD y los verdes, y con la abstención de la CDU y el FDP. Podría entonces convocar a nuevas elecciones, y mientras tanto gobernar como ministro presidente en funciones. Esto es al menos lo que el gobierno nacional está pidiendo, para limitar la pérdida de prestigio y fortalecer la legitimidad.

Hasta ahora, sin embargo, la CDU regional se ha negado a apoyar el llamado a nuevas elecciones para evitar la amarga pérdida de votos que la amenazaría. El FDP también perdería su representación parlamentaria en las nuevas elecciones. Die Linke, por otra parte, se beneficiaría enormemente del aumento de apoyo de la semana pasada y posiblemente una vez más lograría una mayoría absoluta para un gobierno rojo-rojo-verde.

Sin embargo, al mismo tiempo, Ramelow había dejado claro el día anterior que su prioridad absoluta es establecer y asegurar su capacidad de gobernar. En una entrevista con la radio MDR, se pronunció en contra de nuevas elecciones inmediatas, diciendo que era irresponsable no tener un gobierno regional.

Sin embargo, es precisamente esta política de "responsabilidad" que Ramelow ha ejercido durante años lo que ha hecho posible el surgimiento, en primera instancia, de la AfD. A través de su política social-liberal en interés de las empresas ellos mismos son responsables de haber perdido la mayoría absoluta y estar así a merced de las maniobras de los partidos de derecha.

Las contradicciones en los partidos tradicionales, y especialmente en la CDU, son una expresión de las crecientes contradicciones entre la política nacional y la política regional en el Este de Alemania y, por lo tanto, también una crisis del federalismo en la República Federal.

Las consecuencias de la restauración capitalista en Alemania Oriental se expresan, 30 años después de la caída del Muro de Berlín, en una sorprendente desigualdad social, debilidad estructural y falta de oportunidades, que constituyen el caldo de cultivo para el auge de las tendencias fascistas, que se reflejan en ataques racistas y antisemitas como los de Halle y en el auge de la AfD.

Mientras que el neoliberalismo en el Este (como en el Oeste) empeoró masivamente las condiciones de vida de la población trabajadora, ayudó al capital alemán a obtener enormes beneficios. Como consecuencia de su nueva posición conseguida a través de la reunificación y la ampliación de la Unión Europea hacia los países del Este, el imperialismo alemán tiene que defender estas conquistas mediante una política más agresiva hacia el mundo exterior en relación con un cambio del esquema de producción, como prometieron la CDU y los verdes en diferentes variantes.

Estas condiciones divergentes entre la política regional del Este alemán y la política nacional se expresan en la lucha de fracciones dentro del partido más importante de la burguesía alemana, cuyo margen de maniobra entre los verdes y la AfD está disminuyendo.

En el caso de Turingia, el intento de acercarse a la AfD fracasó ante las relaciones de poder diametralmente opuestas del gobierno nacional. Pero si el alcance de la cooperación con la AfD es actualmente limitado, esto no significa que las disputas sobre esto hayan terminado. Por el contrario, el continuo desplazamiento del Estado hacia la derecha y las políticas neoliberales de un posible gobierno negro-verde pueden fortalecer aún más las condiciones de existencia de la AfD.

Por lo tanto, es fundamental que los trabajadores, los jóvenes, las mujeres, las personas LGBTI y los migrantes no confíen en las instituciones y los partidos actuales para combatir el giro a la derecha.

Los acontecimientos de los últimos días en Turingia han demostrado que votar rojo-rojo-verde no es garantía para evitar el crecimiento de la AfD. Y aunque es probable que las nuevas elecciones fortalezcan a Die Linke a nivel electoral, lo que podría incluso hacer más probable una perspectiva de un gobierno nacional rojo-rojo-verde, no se trata de una perspectiva progresista, sino que sirve únicamente para restaurar la estabilidad y renovar el mismo régimen que es responsable del surgimiento de la extrema derecha de la AfD.

Nota original en Klasse gegen Klasse: Thüringen: Der Testballon Kemmerich und seine Bedeutung für das deutsche Regime.

Traducción: Guillermo Iturbide