A propósito del libro Asedio del tiempo. Estudios políticos althusserianos.
Compilado por Carolina Collazo y Natalia Romé y publicado el año pasado por CLACSO, este trabajo es el resultado de un proyecto de investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, titulado “Sobredeterminación, discurso y política. Crítica de las ideologías de la comunicación política” (2015-2017).
El libro está disponible online y recoge seis ensayos sobre diversos temas relacionados con el pensamiento de Louis Althusser y su posible vigencia para pensar el problema de la política en la realidad actual.
Los textos abarcan distintos problemas y discusiones, pero todos tienen en común el rescate del concepto de “sobredeterminación” [1], característico del modo en que Althusser proponía leer dos cuestiones centrales de la tradición marxista: la dialéctica y la intervención política. En la introducción de las compiladoras se señala que ambos problemas se conectan en la crítica del tiempo presente, marcado por los efectos del neoliberalismo.
El primer texto, titulado “Sobre la temporalidad diferencial o el advenimiento del desajuste”, de Carolina Ré, vuelve sobre las discusiones en torno de la concepción del tiempo hegeliana y la marxista, para destacar la importancia del concepto de “sobredeterminación” a fin realizar una lectura del presente como una estructura compleja. Destaca el problema del aplanamiento de las dimensiones temporales en el neoliberalismo y caracteriza el “tiempo neoliberal” con los aspectos de unicidad y cadencia de lo efímero. Identifica también el problema de la conjunción entre lo colectivo y lo común, frente a una falsa homogeneización discursiva de lo común como suma de individuos. Todos estos elementos dejan planteado el problema de las condiciones de posibilidad de un proyecto emancipatorio y el problema de la subjetividad.
El segundo texto del libro es “El puro verde es tan gris. Althusser y la crítica del Tiempo Absoluto”, de Natalia Romé. En términos teóricos, se podría pensar este trabajo como el que da fundamentos para el conjunto del libro, al mismo tiempo que intenta ofrecer una clave de lectura para comprender la obra de Althusser. La posición de Romé es que el “desvío teoricista” del Althusser más conocido no está separado de su concepción de lo político, siendo posible una conjunción entre ambas aristas. Esta conjunción se ve facilitada por la estrategia argumentativa del detour (rodeo) característica del pensamiento del filósofo francés, que trabaja los problemas a través de la ambivalencia. Utilizando para el propio Althusser el procedimiento de la “lectura sintomal”, Romé afirma que los posicionamientos posteriores al “giro antiteoricista” se encuentran en “estado práctico” en Para leer El Capital, a partir de las “ausencias” o “silencios” de la posición “teoricista” sobre la política, sin la cual aquella no resulta comprensible. Desde allí, rescata el concepto althusseriano de “sobredeterminación” y elaboraciones posteriores del autor como la concepción del materialismo no como un discurso sino como una crítica del idealismo que desnuda sus vínculos con la lucha de clases y la explotación, la noción de que toda filosofía está acosada por su contraria y la imagen de la filosofía como un campo de batalla. Con estas coordenadas, se puede reformular a su vez la noción del tiempo, en función de una teoría que piensa la política como intervención en una coyuntura dada, pero no como fórmula para la acción inmediata. El artículo señala la productividad de la noción de conjunción para pensar la relación entre prácticas teóricas y no teóricas, para luego proponer una lectura de la política en términos de la inestabilidad de instancias y relaciones y de la dialéctica como la diferencia entre la temporalidad teórica y la política.
El tercer texto, “Sobre el no-Sujeto de la Historia y los sujetos en la historia: clases, ideología y sobredeterminación” de Carlos Britos, se propone abordar la discusión sobre el concepto de clase en el marxismo, apoyándose en Althusser y en Michel Pécheaux. Parte de señalar que la noción de clase está en una “zona conceptual brumosa”, que es necesario problematizarla, separándola de una interpretación empirista y del idealismo antropológico. Vuelve aquí la propuesta de retomar la categoría de la sobredeterminación para no hacer una lectura finalista de la historia y por ende de las clases. Señala que en el marxismo se ha caído históricamente en una interpretación “sociologista” de las clases, la cual está en relación directa con la idea de “falsa consciencia” (no correspondiente a la base material que es la condición de clase) e identifica como cuestión central a delimitar el problema de los alcances y límites del concepto, cómo se define objetivamente y qué relación tiene con lo político. Aquí plantea el cuestionamiento a la tentativa de extraer ciertos intereses de clase de la condición económica, así como a definir a las clases como sujetos y a establecer una relación directa entre la contraposición capital/trabajo y su manifestación en lo político, para lo cual resulta productivo el concepto de sobredeterminación.
El cuarto ensayo del libro se llama “Política, dialéctica y comunicación. El entramado de la urgencia democrática” y es de Carolina Collazo. La autora destaca la necesidad de volver a pensar el vínculo entre filosofía y democracia, retomando algunos trabajos de Diego Tatián, Étienne Balibar, Sergio Caletti y otros autores. Contra los discursos reaccionarios de la antipolítica y la ideología del consumo individual, ubica la importancia de una concepción de la democracia que no sea meramente formal sino que la conciba como “el encauzamiento del conflicto sobre la variable comunitaria”. Retomando a su vez ciertas ideas de Étienne Balibar sobre Spinoza que apuntan a la comprensión de la política como un proceso de “tendencias en disputa”, la autora busca destacar la centralidad que tiene la comunicación en la política actual, que el neoliberalismo busca transformar de una representación de las formas de vida social y colectiva a un instrumento de consumo individual. La “desdemocratización” que promueve el neoliberalismo no es un horizonte inevitable sino sobre todo la forma ideológica en que el “capitalismo tardío” presenta sus formas de organizar la política (separándola cada vez más de la posibilidad de un ejercicio efectivo por parte de la ciudadanía). En función de estas reflexiones, la autora señala que hay un trasfondo colectivo de la democracia que no puede ser capturado por el neoliberalismo y está planteada la batalla por la “democratización de la democracia”.
Sigue “Estructura y dispositivo teórico en los discursos de Álvaro García Linera: la potencia de la incompletitud” de Ramiro Parodi, que utilizando las claves de lectura de Althusser sobre Maquiavelo, intenta demostrar su pertinencia para analizar el pensamiento de García Linera. Destaca la importancia de los eventos históricos de la Revolución de 1952, la Marcha por la Vida y las guerras del agua y del gas, para luego analizar los vínculos entre los conceptos de Estado, democracia y revolución en las elaboraciones de García Linera. Aunque el autor aclara en varias ocasiones que no pretende establecer una equivalencia entre Maquiavelo y García Linera, es difícil evitar la sensación de ese paralelismo, claramente desproporcionado. El texto, sin embargo, plantea varias cuestiones interesantes para debatir, pero que exceden el espacio de esta reseña, ya que discute varias elaboraciones de García Linera sobre procesos de la historia de Bolivia y las liga a sus concepciones de la política. A su vez, presenta un conjunto de elaboraciones que combinan una concepción sobre la potencia de los movimientos sociales así como la necesidad de su reelaboración a través del Estado, recogiendo a su vez las viejas concepciones de “revolución por etapas” de socialdemócratas y stalinistas (patente en sus posiciones sobre el “capitalismo andino-amazónico”). Aquí podría resultar interesante el contraste entre la posición de García Linera y la de Althusser en relación con los problemas de la “vía democrática al socialismo”, cuestión en la que el ex vicepresidente de Bolivia está ubicado largamente a la derecha del filósofo francés.
El último texto del libro, “Neoliberalización y política. La política en tiempos de individualismo” de Lorena Caldas, retoma los problemas de la constitución de subjetividades bajo el neoliberalismo, partiendo de problematizar los límites de la “universalidad” de la democracia y la noción de ciudadanía como algo característico de la separación de la economía y la política bajo el capitalismo y señalando que el discurso neoliberal se caracteriza por la interpelación a los individuos en términos de consumo y goce. Apelando a distintas elaboraciones de Derrida, Rancière y Sergio Caletti, se recupera la discusión de la constitución de la subjetividad como relación con un otro y la comunidad como proyecto incompleto, que participa de la política en la medida en que forma parte de un acontecimiento que configura una disputa contra el orden establecido. Por el contrario, la política del capitalismo en su proceso de “neoliberalización” consiste en siempre particularizar, al consumidor individual, al que participa de una protesta, al que decide qué voto poner en la urna, contra la constitución de movimientos colectivos. Este es un desafío a enfrentar, en términos de la autora, con la “voluntad de no estar sometido” (figura que retoma de Jorge Alemán).
De nuevo sobre la “cuestión Althusser”
Más adelante, haré referencia a algunas cuestiones puntuales de los enfoques propuestos por este libro. Antes, quiero repasar un poco algunos puntos que tienen que ver con la “cuestión Althusser”, o sea con ciertas condiciones y lugares ya prefigurados desde los cuales se discute su obra y contra los que discute, implícita o explícitamente, este libro.
Estos lugares comunes, basados en ciertos momentos o aspectos reales de su obra tomados de manera unilateral [2], se podrían sintetizar más o menos así:
• Althusser fue un marxista estructuralista y teoricista.
• Fue también un integrante del Partido Comunista Francés, que discutía de filosofía pero no de política y nunca criticó al stalinismo.
• Althusser no tuvo en cuenta la lucha de clases, porque era “antihumanista”.
En muchos de sus argumentos, Asedio del tiempo recoge o propone debates que sugieren una lectura de Althusser que vaya más allá de esos puntos característicos de buena parte de la crítica antialthusseriana, la cual se repite de manera ritual dentro de esos parámetros [3] que han quedado notablemente envejecidos para quien se tome el trabajo de leer la obra póstuma del filósofo francés, la cual, a su vez, plantea nuevos problemas, como su vinculación problemática con el postestructuralismo. Pero quien lea los textos posteriores a las dos obras más conocidas de Althusser (Pour Marx y Lire Le Capital), tales como Lenin y la filosofía o el Curso de filosofía para científicos, podrá apreciar los cambios en relación con la “edad de oro”, así como quien lea su debate con Michel Verret sobre el Mayo francés, las críticas al XXII Congreso del PCF en 1976 o sus críticas a la política y el régimen interno del PCF en Lo que no puede durar en el Partido Comunista (1978), podrá tomar nota de que las intervenciones políticas explícitas de Althusser no fueron pocas o mejor dicho no fueron de poca importancia, aunque en términos de estrategia no hubiese llegado muy lejos en relación a la política del PCF. En el mismo sentido, la cuestión del “olvido de la lucha de clases” es insostenible para cualquiera que lea con una mínima atención un texto póstumo como Sobre la reproducción, en el que se señala una crítica a la política de vía democrática al socialismo y al mismo tiempo se reivindica que lo más decisivo de la lucha de clases se desarrolla por fuera de las mediaciones sindicales y parlamentarias (que Althusser ubicaba como parte de los Aparatos Ideológicos del Estado).
Es interesante destacar que incluso en los momentos de mayor orientación de Althusser hacia un postura que podríamos denominar como cercana al postestructuralismo (“materialismo aleatorio” como “filosofía para el marxismo”) el problema de la lucha de clases como algo central en el marxismo sigue apareciendo en sus argumentos (aunque con mayores contradicciones que en sus trabajos de los años ‘70). Diremos de paso que el propio Althusser tuvo sus ambivalencias en este terreno, oscilando entre la reivindicación y la crítica del Frente Popular, con una política que podríamos sintetizar como “gobierno de la izquierda + lucha de clases desde abajo”. Pero siempre consideró que cualquier avance de la clase trabajadora dentro del marco de este sistema chocaría más temprano que tarde con el aparato represivo del Estado. Esto deja planteado el problema de la estrategia y por ende el de la necesidad de pensar más allá de los parámetros de la democracia burguesa. Sus escritos de los años ‘80 –paralelos con la proclamación de la primacía de los “movimientos populares” por sobre los partidos– avanzan más en términos de una “intervención política en el vacío” y premisas similares, características de ciertos tramos de su lectura de Maquiavelo y que van en detrimento del análisis de relaciones de fuerzas planteado más claramente en sus trabajos de los años ’70 y por esa vía coinciden o son utilizados para la construcción de una posición más cercana al “posmaxismo”.
Política y teoría de la política en Althusser
Ahora bien, Asedio del Tiempo no pretende discutir uno a uno estos lugares comunes. En ciertos aspectos están puestos en discusión y en otros está dado por presupuesto su carácter erróneo. El libro intenta ligar las reflexiones althusserianas con problemas de la realidad actual, pero el acento está más puesto en la teoría que en la realidad, en el sentido de que las cuestiones actuales que se mencionan aparecen como segundas en relación al discurso teórico. Con “segundas” no me refiero a “creadas por” el discurso teórico, sino que la vocación del libro es fuertemente teórica y la apuesta tiene más que ver con establecer una vinculación ambivalente (en el sentido del texto de Romé que comentamos antes) que directa entre las reflexiones teóricas y los problemas políticos.
Desde esta óptica, el libro no se propone desarrollar una “política althusseriana”, sino sobre todo establecer elementos de qué se puede considerar una teoría althusseriana sobre la política. Esto implica diversos niveles. Uno más instrumental, ligado al uso de ciertas categorías, como la sobredeterminación, la noción de coyuntura, los problemas de la ideología, etc. Otro más teórico general, que tiene que ver con la pregunta de en qué medida una intervención filosófica es política pero sobre todo en qué medida la teoría puede intervenir en el campo de la política, no solo como justificación o complemento de una intervención inmediata, sino para pensar la política en términos de transformación revolucionaria práctica tanto como una actividad que se entrelaza, con discordancias y problemas, con el pensamiento teórico. En suma, un pensamiento sobre la política, que busca entenderla en aquello que tiene de específico, al mismo tiempo que reflexionar sobre sus límites, desde la perspectiva de la teoría.
Algunas conclusiones
Lo más original del libro, no muy habitual en estudios de inspiración althusseriana, es el intento de utilizar la teoría de Althusser para pensar problemas de la actualidad, señalando la gran cuestión de cómo se pueden desarrollar elementos de una subjetividad a contramano de la ideología que el capitalismo impone desde los inicios de la ofensiva neoliberal. Junto con esto, hay una incorporación de los estudios althusserianos recientes, lo cual permite que el trabajo, tomado en su totalidad, ofrezca simultáneamente la posibilidad de realizar ciertos “usos” de Althusser junto con la discusión específica sobre su trayectoria teórica, particularmente la propuesta de relativizar la división entre el Althusser teoricista y el de la coyuntura y la aleatoriedad.
A mi juicio, los aspectos más discutibles del libro son dos. Por un lado queda presentada la teoría althusseriana como relativamente autosuficiente en relación con el análisis de algunos temas planteados. Tal es el caso del texto que toma la cuestión de las clases, ya que, al centrarse en Althusser y Pécheaux, aborda el problema en términos teóricos muy generales, pero no toma en cuenta las elaboraciones específicas sobre el tema (teóricas y sociológicas), donde por ejemplo tienen peso autores como Ricardo Antunes o Kim Moody. Por otro, desde el punto de vista político, aparece el problema de la democracia. El libro se ubica lejos de una “alabanza de la democracia”, como fue la tónica de la intelectualidad argentina post-dictadura, pero la reflexión sobre sus limitaciones plantea algunas cuestiones que quedan poco caracterizadas en términos políticos.
Me refiero especialmente a que por un lado se señalan los límites de la democracia en términos de que su “universalidad” no es tal, así como que está sujeta a un proceso de “desdemocratización” por obra del neoliberalismo. Pero las vías en que se puede enfrentar eso aparecen más o menos difusas. Quizás esto surge de que al poner el acento en la contingencia y la eventualidad de una posible ruptura ideológica con esos parámetros, quedan en segundo plano las cuestiones propiamente políticas de las clases, las alianzas, los partidos y las estrategias políticas. Esta “timidez” en la formulación de posiciones políticas más concretas, parecería ser parte de la apuesta del libro y del método de “lectura sintomal” que el texto de Romé propone para pensar la relación de Althusser con la política: una reflexión teórica acerca de la política, que debe analizarse por lo que dice explícitamente, pero también por sus silencios.
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