La reciente publicación en castellano de Escritos sobre la historia (1963-1986), de Louis Althusser, constituye un aporte destacable para ampliar la comprensión de sus lecturas sobre los problemas del marxismo en el público de habla castellana.
El original en francés fue publicado en 2018 por PUF y preparado por G.M. Goshgarian. La versión en castellano salió en noviembre de 2019 por Pólvora Editorial y Doble Ciencia Editorial, ambas de Santiago de Chile, a cargo de un equipo encabezado por Pedro Karczmarczyk.
El libro tiene 206 páginas y está compuesto por una compilación de escritos –en su mayoría inéditos en castellano– y todos de publicación póstuma, salvo el texto “Para Gretzky” del cual una versión de un extracto había sido incluida en Filosofía y marxismo (entrevista de Althusser con Fernanda Navarro) en vida del autor.
El texto que abre el libro es “Una conversación sobre la historia literaria” (1963). Althusser ensaya en él –bajo la forma de una conversación con un interlocutor desconocido– una comparación entre las ideas de Roland Barthes y Jean-Pierre Richard (autor de un libro sobre Mallarmé) e indaga sobre las ideas presentes en la teoría de Marx para realizar una comprensión de la estética y de la historia de la literatura, que para él debería basarse en una “historia de la no-literatura”, del mismo modo que Foucault había realizado una historia de la razón a través de una historia de la locura.
Le sigue “Nota suplementaria sobre la historia”, texto sin fecha precisa pero posiblemente datable entre 1965 y 1966, que retoma la idea de la historia como historia de los modos de producción, a tono con las reflexiones althusserianas de esos años.
“Sobre la génesis” (1966) retoma algunos de los temas de Pour Marx (traducido al castellano como La revolución teórica de Marx) y Para leer El Capital, pero estableciendo una relación entre dos formas de pensar que en muchas ocasiones se han considerado contrapuestas o características de períodos muy distintos de la evolución de Althusser: la problemática de la “causalidad estructural” y la de la conjunción o encuentro.
Señalando que en una estructura confluyen elementos con genealogías diferentes e incluso independientes, Althusser intenta explicar la conformación de una estructura por medio de una conjunción o encuentro (esta última expresión característica de sus últimos escritos). Propone de esta manera dejar de lado el concepto de “génesis” que para Althusser remite a una concepción idealista de un origen y de una imagen homogénea del tiempo histórico. Esta interpretación es discutible en tanto hay abundantes desarrollos de la teoría marxista que defienden un método genético sin por ello caer en las posiciones denunciadas por Althusser. Pero lo interesante para destacar es que estas ideas de la conjunción y el encuentro eran formas mediante las cuales Althusser intentaba evitar tanto un estructuralismo hecho y derecho como una concepción de la evolución dialéctica en términos hegelianos o hegelianizantes. La temática del encuentro también aparece en textos de fines de los ’60 como los de balance del mayo francés [1] y adelanta (si bien no con el mismo énfasis) los temas del “último Althusser”; o al menos muestra que la lectura en términos de un desarrollo aleatorio tenía cierta presencia también en sus reflexiones de los ‘60.
El texto “¿Cómo algo sustancial puede cambiar?” (1970), aborda el problema de la democracia interna del Partido Comunista Francés y su práctica política. Ante los cuestionamientos surgidos de la vanguardia juvenil del mayo del ‘68, Althusser señala que el PCF logró “digerir” los eventos e incluso mostró su capacidad de “amortiguar” el movimiento de masas (en referencia especialmente al movimiento obrero), conservando la dirección de la CGT. Althusser consideraba que las organizaciones de izquierda por fuera del PCF eran “grupúsculos” fundados sobre “bases pequeñoburguesas”. Pero observaba con mucha atención y preocupación la imposibilidad de estas críticas de modificar la política del partido. Ese hecho planteaba un panorama desalentador. El PCF no podía ser cambiado desde fuera, pero se había comprobado que desde adentro tampoco era posible. La conclusión de Althusser era que el partido podía cambiar por el impacto de eventos provenientes del exterior, en particular que comprometieran a la URSS, que era la referencia suprema de su dirección. Esta reflexión estaba en línea con su balance crítico de la actuación del PCF en mayo del ‘68. Posteriormente, Althusser asumió críticas públicas a la dirección del PCF (ante el 22.° Congreso de 1976, que asumía el abandono de la dictadura del proletariado) y después de la derrota electoral posterior a la ruptura de la Unión de la Izquierda, en abril de 1978, inscribiendo la crisis del PCF en una crisis más general del comunismo oficial, en textos conocidos y publicados en vida del autor: Seis iniciativas comunistas y Lo que no puede durar en el Partido Comunista.
“Para Gretzky” (1973), en realidad un extracto de un texto más largo, retoma la crítica del historicismo realizada por Althusser en los años ’60, temas visitados a su vez en “Proyecto de respuesta a Pierre Vilar” (sin fecha exacta pero presumiblemente ubicable entre 1972 y 1973), que era un borrador de réplica a Historia marxista, historia en construcción. Ensayo de un diálogo con Althusser del historiador francés. En ese texto, que repasa los tópicos de la crítica al historicismo, Althusser ensaya una distinción entre historia vivida y conocimiento de la historia, a tono con su crítica del “empirismo” en las lecturas de la historia.
El texto más importante, tanto por los contenidos como por su extensión, de todo el volumen es “Libro sobre el imperialismo (extractos)” (1973), que abarca la mayor parte del libro desde la página 81 a la 183. Este ensayo reúne una serie de problemas centrales del marxismo, que Althusser revisita y a su vez son temas que fue tratando en textos posteriores. En primer lugar, practica una revalorización de la cuestión del imperialismo para pensar la realidad del capitalismo de su tiempo y las tareas del movimiento obrero, especialmente para pensar los problemas del socialismo y la transición al comunismo. Rápidamente aborda una discusión teórica más general, que es la de la relación de los marxistas con la obra de Marx y critica el dogmatismo del movimiento comunista y su incapacidad de desarrollar la teoría marxista más allá de los límites establecidos por el propio Marx o por Lenin. Recuperando la clásica pregunta althusseriana sobre qué es un modo de producción, plantea una crítica del stalinismo, señalando que para Marx, incluso para Lenin no existía un “modo de producción socialista”, en directa alusión a la eternización de los sistemas del “socialismo real” practicada por la burocracia soviética y sus satélites. Luego recupera sus críticas de los ‘60 a la interpretación de las relaciones de producción como “relaciones humanas” o “intersubjetivas”. Desde ahí propone eliminar el plural y hablar de “relación de producción” para enfocar la definición en la producción como tal y no habilitar la extensión de las “relaciones de producción” a ámbitos que pueden ser de la “superestructura”. Cuestión que él mismo presenta como novedosa pero no parece muy sustancial desde el punto de vista teórico. Otro de los elementos a destacar de este texto es la definición del surgimiento del capitalismo como un “encuentro” entre los poseedores de dinero por un lado y los trabajadores libres por el otro, señalando el carácter accidental de su “toma de consistencia”. El rechazo de la "génesis" incide en esta lectura, presentando de manera unilateral el surgimiento del capitalismo, haciendo relativa abstracción de su historia. La presencia de la temática del “encuentro” en este texto implica un punto de apoyo para quienes han señalado que el “materialismo aleatorio” o “materialismo del encuentro” ya estaba presente en las posiciones de Althusser antes de los años ‘80, como Emilio de Ípola, Warren Montag o el propio editor del libro en francés G.M. Goshgarian.
Avanzando en un registro de discusión más político, Althusser señala la importancia de la primacía de la lucha de clases para el marxismo. Incluso propone esta primacía de la lucha de clases por sobre las clases, ya que las clases no se constituyen por fuera de la lucha de clases y la clase obrera no es la única que lucha sino que la burguesía también lleva adelante su lucha de clases contra el movimiento obrero. Desde estos fundamentos, Althusser proponía pensar el problema del imperialismo y la situación mundial en términos de clases y no de campos. La “contradicción principal” no era entre el “campo capitalista” y el “campo socialista” sino entre la clase obrera mundial y la clase capitalista mundial. Siguiendo esa misma idea, Althusser señalaba que el imperialismo había presentado la Segunda Guerra Mundial como una “guerra antifascista”, cuando en realidad había sido una guerra inter-imperialista.
En la misma tónica de estas reflexiones críticas sobre aspectos nodales de las definiciones estratégicas del stalinismo y el comunismo oficial, Althusser retomaba la discusión sobre la política a seguir por el movimiento obrero frente a la realidad del imperialismo. Aquí tomaba como referencia un texto titulado A la sombra de las dos T. Cuarenta años con Togliatti y Thorez, de Giulio Ceretti, para realizar una comparación entre el PCF y el PCI de los años de la segunda posguerra. Mostrando más simpatía con Thorez, el dirigente histórico del PCF desde los ‘30 hasta los ‘60, Althusser afirmaba que este había instrumentado políticas amplias de unidad con la “burguesía democrática” mediante el Frente Popular, pero que había mantenido una estructura “bolchevique” de partido. Por el contrario, Togliatti había construido un partido de masas, ante la destrucción de las organizaciones obreras que previamente había llevado adelante el fascismo. De ahí la orientación “gramsciana” del PCI, basada en la concepción de hegemonía que según Althusser era electoral, sindical y cultural, pero casi dejaba de lado al proletariado. Esta interpretación del vínculo entre Gramsci y el PCI de la posguerra (que ampliaría luego en su texto de 1978 Que faire?) implicaba una lectura forzada del pensamiento de Gramsci, en cuya valoración Althusser fue pasando por distintos momentos [2]. Althusser señalaba que había una diferencia de prácticas entre ambos partidos y que eso era un efecto negativo del “policentrismo” (cuestionamiento de un centro único del movimiento comunista internacional) que implicaba que cada partido hacía su actividad sin reflexionar sobre lo que hacía el otro, siendo esta desconexión una fuente de graves problemas para el movimiento comunista. Esta evaluación era muy discutible en tanto que las prácticas de ambos partidos eran bastante similares. Ambos habían participado de los gobiernos de coalición surgidos del fin de la guerra, Togliatti se había desprendido más rápido de las formas rituales stalinistas (por lo menos de cara a las masas) mientras el PCF había sido fanático impulsor del zhdanovismo y luego había resistido la llamada “desestalinización” y desconfiado de los “oportunistas italianos”. Pero ambos defendían un programa de “democracia avanzada” y una práctica de desarrollo evolutivo parlamentario y sindical, que se había expresado en posiciones similares frente al 68 francés y el “largo 68” italiano. Por su parte, estas reflexiones muestran las propias limitaciones de Althusser en sus críticas del stalinismo en los años ‘70.
Uno de los aspectos más destacables, y que puede contribuir a pensar los problemas del marxismo hoy, es la unidad establecida por Althusser entre la centralidad de la cuestión del imperialismo como etapa superior del capitalismo, la centralidad del problema de la transición (hoy podríamos decir el problema del “proyecto comunista”) y la centralidad de la lucha de clases.
A tono con sus reflexiones de los años ‘70, en las que intentó terminar de dejar atrás su etapa “teoricista” y volcarse hacia una teoría marxista basada en la lucha de clases, Althusser ofrecer una lectura de las relaciones estrechas entre imperialismo, lucha de clases y lucha por el comunismo, que establecía importantes diferencias con las principales “conquistas teóricas” del PCF desde los ‘60 en adelante. Nos referimos a la definición del Capitalismo Monopolista de Estado, al que había que democratizar a través de un Programa Común de reformas keynesianas junto con la socialdemocracia, y a la oposición al desarrollo de la lucha de clases en función de la identificación entre el aparato del PCF y la clase obrera.
En “A propósito de Marx y la historia” (1975), retoma la discusión de la “tópica” planteada por Althusser en Sobre la reproducción (en referencia a la metáfora espacial utilizada por Marx) para analizar la cuestión de la “estructura y superestructura” para discutir la interrelación entre distintas instancias, yendo más allá de un enfoque determinista y a su vez ubicando la propia teoría en un lugar dentro de esa tópica como un elemento de la superestructura pero que interpela hacia la práctica, en particular hacia la política.
Por último, el texto que cierra el volumen se llama “Sobre la historia” (1986), culminando con un debate contra Popper.
Como se puede apreciar, esta compilación abarca una importante variedad de temas, cada uno de los cuales puede conducir a discusiones específicas pero a la vez de gran amplitud dentro de lo que es el campo de reflexiones de Althusser.
Pero particularmente se destacan aquellos pasajes en los que podemos encontrar muchas pistas de la posterior debacle del PCF, así como de los aciertos y limitaciones del propio Althusser en sus tentativas de establecer un punto de vista crítico sobre esa experiencia, desde una revalorización de la cuestión de la lucha de clases dentro del marxismo. Pistas que no viene mal volver a investigar hoy, para pensar los problemas de la crisis del capitalismo, las relaciones entre nuevas y viejas formas de la lucha de clases y, como decía Manuel Sacristán, la “radical alteridad” que la lucha por el comunismo debe asumir respecto de esta sociedad.
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