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Red Internacional
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Análisis. Alto el fuego entre Israel y Hamás: el genocidio no ha terminado

Hamás e Israel formalizaron el miércoles un acuerdo de tregua en Gaza, tras varios días de intensas negociaciones, con el objetivo declarado de poner fin a 15 meses de guerra genocida. ¿Qué podemos esperar de esto?

Jueves 16 de enero 16:01

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Casi 15 meses después del 7 de octubre y del inicio de las operaciones genocidas de las fuerza sisraelíes, Tsahal, en la Franja de Gaza, Hamás e Israel han firmado un acuerdo de alto el fuego. Este acuerdo en varias fases llega pocos días antes de que Donald Trump tome posesión como presidente de Estados Unidos y se produce tras una reunión entre Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, primer ministro qatarí y ministro de Asuntos Exteriores, con los negociadores de Hamás y, por separado, con los negociadores israelíes.

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Las imágenes del miércoles por la noche de las escenas de júbilo en las devastadas calles de Gaza ante el anuncio del alto el fuego han calentado los corazones y suscitado un renovado optimismo entre todos aquellos que han contemplado con infinita tristeza los aterradores acontecimientos que han sido la suerte cotidiana de la Franja y de Medio Oriente durante más de un año. Pero estas escenas no deben ocultar el hecho de que la situación sigue siendo extremadamente precaria. Hay que tener en cuenta una serie de factores, entre ellos el hecho de que es poco probable que se produzca un verdadero alto el fuego. Como muestra, por la noche, nuevos ataques israelíes mataron al menos a más de 70 personas.

¿Un verdadero alto el fuego?

En primer lugar, este acuerdo sólo será un alto el fuego si se respetan sus tres fases. La primera fase, que debe comenzar el 19 de enero y prevé un cese de las hostilidades de unas seis semanas de duración, durante las cuales Hamás liberaría rehenes a cambio de prisioneros (Al Jazeera publicó la cifra de 2.000 prisioneros a cambio de 30 rehenes el miércoles por la noche), debería aplicarse. Sin embargo, los detalles de cómo se logrará esto siguen sin estar claros.

El acuerdo prevé que Israel permita a algunos palestinos regresar al norte de Gaza. Aunque el texto no menciona específicamente la retirada del Tsahal del corredor de Netzarim, fortificado desde febrero de 2024, otras versiones sugieren que Israel mantendría ciertas guarniciones militares en este eje que corta la región de este a oeste, al sur de la ciudad de Gaza, para controlar el flujo de refugiados. Esta situación hace temer que Israel esté restringiendo considerablemente los movimientos palestinos para mantener el control sobre el norte de Gaza.

En estas circunstancias, es posible que Netanyahu decida no embarcarse nunca en la segunda fase, cuyas negociaciones deben comenzar a más tardar el 16ᵉ día de la tregua, y que debe ratificar un “alto el fuego duradero”, así como una retirada total de las fuerzas israelíes de la Franja. La tercera fase, que prevé un plan de reconstrucción de Gaza, acompañado de la reapertura de algunos pasos fronterizos, parece aún menos realista.

En este contexto, la prensa israelí ya se ha hecho eco del deseo de Netanyahu de volver a la ofensiva una vez liberado el primer grupo de rehenes. También se dice que Trump aseguró a Netanyahu que si Israel decidía continuar la guerra tras aceptar la fase 1, Estados Unidos apoyaría a Tsahal (las fuerzas de defensa israelíes). Creer que Netanyahu ha cambiado repentinamente de opinión después de meses de fortificar y ampliar las posiciones militares israelíes en Gaza y de defender una posición maximalista con tintes genocidas en la Franja es, en realidad, hacerse ilusiones.

Mientras no se demuestre lo contrario, este acuerdo de alto el fuego no significa el fin de las masacres y, de momento, se limita esencialmente a un intercambio de rehenes y prisioneros. No obstante, la frágil tregua es bienvenida, dado que un reciente estudio de Lancet cifra en más de 70.000 el número de víctimas directas en Gaza. También ilustra la evolución de la situación en la Franja. Por primera vez en muchos meses, tanto Hamás como Israel tenían más que ganar que perder con un acuerdo.

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La masacre de palestinos no ha terminado

Por un lado, Hamás, diezmada por más de un año de operaciones de las FDI (militares israelíes), está empezando a perder popularidad en Gaza, mientras que el llamado Eje de la Resistencia ha quedado profundamente debilitado en Líbano y Siria. Por otra parte, desde que Netanyahu echó por tierra la misma oferta de alto el fuego el pasado agosto, el ejército israelí ha conseguido relativamente poco más allá de matar al líder de Hamás, Yahya Sinwar. La guerra que se prolonga desde entonces está empezando a pasar factura a la moral de las tropas israelíes y a la economía israelí.

La indignación internacional a la que se enfrenta Israel, que ha dado lugar al mayor movimiento antiimperialista entre la juventud estadounidense desde la guerra de Vietnam, y el calendario de una nueva administración estadounidense también han pesado en los cálculos de Netanyahu. Por último, aunque la propuesta de acuerdo parece haber cambiado poco desde su rechazo de última hora hace meses, la elección de Trump ha influido, ya que Netanyahu, enfrentado a una grave crisis interna, no puede arriesgarse a enemistarse con el presidente estadounidense más favorable a sus intereses jamás elegido. Para el primer ministro, que se enfrenta a una creciente oposición política tanto de la extrema derecha como de las familias de los rehenes, esta era una oportunidad demasiado buena para ganar puntos con una administración que ya ha prometido apoyo incondicional a su política genocida.

Trump intentará sin duda aprovechar la tregua para tratar de relanzar el proceso de normalización con los Estados del Golfo y poner fin, de un modo u otro, a la cuestión palestina. Sin embargo, el punto muerto sigue siendo el mismo por parte israelí. Netanyahu había prometido la destrucción total de Hamás, y este acuerdo (por precario que sea) es la prueba del fracaso de esa política. La cuestión de la gobernabilidad en Gaza y el día después siguen sin ofrecer el menor atisbo de respuesta.

En este contexto, es probable que Israel mantenga sus fuerzas en Gaza a largo plazo e intente gobernar Gaza como lo hace en Cisjordania, con un socio local e internacional que impida el regreso de Hamás. Esta dinámica seguirá fomentando los asentamientos israelíes a lo largo del tiempo. A su vez, bajo la presión de la extrema derecha, que expresó su enfado el miércoles y amenazó con hacer implosionar la coalición gobernante, se espera que Netanyahu acelere la anexión de Cisjordania. Para los palestinos, un alto el fuego siempre es una buena noticia, pero los días que se avecinan parecen especialmente sombríos.

Por lo tanto, la lucha contra el genocidio y la colonización del pueblo palestino está lejos de haber terminado y, sin ella, el pueblo palestino seguirá estando a merced de Israel en la prisión a cielo abierto en que se ha convertido la Franja de Gaza. Sólo la lucha por la autodeterminación total del pueblo palestino puede detener el genocidio. Israel y su gobierno han hecho de la destrucción del pueblo palestino una condición para consolidar su poder en la región, y podrán reanudar las masacres y los bombardeos en cualquier momento. Las movilizaciones en solidaridad con Palestina deben ampliarse ante estas nuevas amenazas. Sobre todo, los trabajadores árabes y las clases trabajadoras de la región tienen un papel esencial que desempeñar. Mostrando una solidaridad masiva con el pueblo palestino, podrían privar a Israel de su apoyo en la región derrocando a sus propios autócratas, que han permitido pasivamente que Israel continúe el genocidio durante más de un año, e incluso han apoyado activamente el genocidio. Por último, la autodeterminación del pueblo palestino sólo puede lograrse plenamente en el marco de una federación socialista de Estados de Oriente Próximo, liberada definitivamente de las potencias imperialistas y de sus aliados en la región.

Este artículo fue publicado originalmente en Revolution Permanente, parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.