Ciudadanos trata de salvarse, el PP ahonda su crisis y Vox espera su momento. El PSOE puede lograr victorias tácticas a costa de mayor inestabilidad en el gobierno central. Unidas Podemos se confirma como la nueva izquierda del orden ¿Qué izquierda necesitamos ante una crisis de régimen y una crisis social que no cesa?
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 11 de marzo de 2021
A menos de un mes de las elecciones catalanas, este miércoles se abría una nueva crisis institucional con epicentro en la Comunidad de Madrid y ramificaciones en las principales comunidades gobernadas por el PP en coalición con Ciudadanos: Murcia, Castilla y León y Andalucía.
Un terremoto político, que, por un lado, volverá a darle a la Judicatura la última palabra en el caso de Madrid y profundiza la crisis de un PP al que se le ha reabierto la herida de Bárcenas en las últimas semanas. Al mismo tiempo, reconfigura los apoyos del gobierno “progresista” hacia la derecha y deja a Unidas Podemos en una ubicación de partido de orden como parte de la nueva “casta”.
Los manotazos de ahogado de Ciudadanos agudizan la crisis de la derecha
La moción de censura presentada en Murcia pondrá final a uno de los gobiernos autonómicos salidos de la foto de Colón. El PP pierde el poder en la comunidad donde Vox obtiene mejores resultados y Cs lograría la única posición institucional de peso de su corta histórica, a pesar de estar en sus horas más bajas, como vimos con los resultados de las generales de 2019 o en las catalanas.
La ruptura murciana de Cs con el PP hizo saltar las alertas en el gobierno de Ayuso, que optó por convocar elecciones anticipadas para evitar una maniobra similar en la Comunidad. Un “seguro antidesahucios” para el PP, pero que consumó la ruptura con Cs también en Madrid. La crisis avanza en Andalucía y en Castilla y León el PSOE presentó otra moción de censura que puede llevar, si el cisma entre Casado y Arrimadas sigue avanzando, a la pérdida de uno de los feudos tradicionales del PP.
Cs intenta así ganar algo de relevancia política en algunas autonomías clave. Como contrapartida, espera que, ahora sí, Moncloa acepte como el nuevo socio preferente en sustitución de una ERC que tras las elecciones del 14F y la previsible repetición de un gobierno con JxCat, puede ser cada vez menos socia. Arrimadas espera que convirtiéndose en un partido garante de la gobernabilidad pueda, al menos, sobrevivir y no seguir los pasos de la UpyD de Rosa Díez, es decir, su liquidación.
La Judicatura se fortalece, aún más, como árbitro de la política
El decreto no fue comunicado a la mesa de la Asamblea, ni publicado en el BOCAM. Aún así ha sido finalmente validado y en principio las elecciones serán a comienzos de mayo. PSOE y Más Madrid, que no contaban con un adelanto electoral para el que no llegarían muy bien preparados, presentaron sendas mociones de censura para evitarlas, pero quedarían por ahora suspendidas. Para que éstas prevalezcan han recurrido la decisión a los tribunales, que deberán pronunciarse en los próximos 15 días.
El embrollo jurídico está servido. La Judicatura, ese brazo del Estado al que desde el conflicto catalán se le dio carta blanca para encarcelar o deponer gobiernos autonómicos, tendrá la última palabra. Un síntoma más de la inestabilidad institucional y del curso autoritario del régimen español, en el que hay presos políticos por hacer un referéndum y por cantar canciones contra la monarquía.
El PP profundiza su crisis y Vox espera su momento
El PP es por ahora el principal perdedor en el tablero de la derecha. Si finalmente pasan las mociones de censura puede verse despojado de los principales resortes de poder territorial en medio de un nuevo pico de escándalos de corrupción. Aun así va a pelear para evitarlo, que se puedan celebrar elecciones en la Comunidad -con la ayuda de Sus Señorías- e intentar obtener una mayoría suficiente para gobernar, aunque sea con el apoyo de Vox.
Pero estos últimos son los que, desde la barrera, pueden acabar siendo los principales beneficiarios. El embrollo de mociones, adelantos, peleas judiciales... puede abonar el sentimiento de hastío hacia una derecha dividida entre su electorado tradicional. Los de Abascal aparecen como la derecha ajena a este “politiquerío” y, sobre todo, con un discurso reaccionario sin complejos que apela al racismo y el españolismo más rancio. Las elecciones catalanas confirman que mantiene una estela ascendente, llevándose todo el voto que Cs perdió por derecha frente a un PP que batió su récord a la baja.
Catalunya, Madrid... y también Moncloa: la inestabilidad institucional en la “nueva normalidad”
El pasado otoño el nivel de enfrentamiento político entre el gobierno y la oposición de derecha y la permanencia de la inestabilidad en Catalunya tras la destitución de Torra, llevó a que la Comisión Europea y Angela Merkel dieran un toque de atención al Estado español. En medio de una crisis sanitaria y económica sin precedentes, o arreglaban un poco el patio interno o iba a ser muy difícil tenerlos en cuenta para el reparto de los Fondos Europeos.
Esto explica la particular “tregua de navidad” vivida hasta las elecciones catalanas y poco después. Los independentistas, con ERC a la cabeza, pero seguidos de JxCat, asumían el nuevo marco de autonomía intervenida. El PP se separaba de Vox en la moción de censura y hasta parecía que llegaban acuerdos como el de RTVE. Cs se ofrecía para sacar las cuentas del gobierno adelante.
Pero poco ha durado este espejismo de estabilización. En Catalunya, a pesar de la victoria del PSC, fracasó la Operación Illa y el independentismo revalida y mejora su mayoría. A la Corona no le dejan de saltar nuevos escándalos de corrupción. El auge de Vox mina las difíciles ententes de Estado y Cs trata de salvarse a costa de sus hasta ahora socios autonómicos preferentes.
El PSOE puede aprovechar la ocasión para intentar reforzar su poder territorial. Si logra llegar a la Comunidad de Madrid con el apoyo de Cs, UP y Más Madrid, sería un “golazo”. Pero si al final los jueces le obligan a competir en unas elecciones en mayo, esta posibilidad no es nada segura. No tienen ni candidato, y aunque se maneje la posibilidad de presentar a Margarita Robles -otra superministra sacrificada como Illa- tampoco eso garantiza mucho más.
También es una oportunidad para reconfigurar su bolsa de apoyos parlamentarios. Intercambiar los 13 escaños de ERC por los 10 de Cs favorecería el curso a la derecha por el que abogan desde el PSOE. Pero esto necesariamente no implica más estabilidad, y llevaría a aumentar mucho las tensiones con Podemos. Los cortocircuitos en materia territorial y económica de Cs con otros socios del bloque de la investidura, desde la centroizquierda hasta otras fuerzas nacionalistas como el PNV, pueden hacer aún más complicado gobernar en el marco de una situación económica en claro deterioro, con una recuperación lejana e incierta y una crisis institucional con múltiples flancos.
Aunque el PSOE pueda aparecer como el “ganador” de la crisis de las derechas, su gobierno de coalición puede acabar siendo también una de las víctimas colaterales de una crisis poliédrica que reabre las brechas del Régimen del 78.
Unidas Podemos y Errejón, la nueva izquierda del orden
Otros que pueden acabar mirando el partido desde las gradas, pero embarrados hasta el cuello, son la izquierda neoreformista de Unidas Podemos y Más Madrid. La integración de los de Iglesias y Garzón en el gobierno central les ha convertido en los peones subalternos del PSOE en este nuevo capítulo de la crisis de régimen. Pasaron de supuestamente venir a impugnarlo a convertirse en sus apuntaladores “progres”, y eso les está llevando ahora a acabar jugando el rol de socios de gobiernos del “Podemos de derechas” -como definían en 2014 a Cs- o cuatripartitos como el que podría salir en Madrid con el mismo Aguado ¿Con qué cara van a defender que estos gobiernos suponen una alternativa a los grandes problemas sociales? La lógica del mal menor acaba llevando a un mal cada vez mayor. Definitivamente son la nueva “casta”.
Todo esto se suma a la lista de decepciones generada a su base social y electoral, desde la no derogación de las reformas laborales, el rescate millonario a las grandes empresas con los Fondos Europeos, las subidas de la luz en plena ola de frío y ser parte del gobierno que es abogado de la Corona, se niega a indultar a Hasél o los presos políticos catalanes, a derogar la Ley Mordaza, que reprime las protestas juveniles o prohíbe las manifestaciones del 8M.
La bancarrota del neorreformismo lo deja mucho peor ubicado que cuando emergieron para poder repetir el rol de contención y desvío al malestar social cuando este se exprese por izquierda y en forma de movilizaciones y protestas juveniles, de la clase trabajadora u otros sectores populares golpeados por la crisis.
¿Qué izquierda necesitamos ante una crisis de régimen que no cesa?
La crisis del Régimen del 78 sigue su curso. La inestabilidad institucional es, hoy, su vector más dinámico, aunque no el único. Los diferentes partidos del régimen actuando como camarillas al servicio de garantizar su propia supervivencia, aunque esto agrave el conjunto de la crisis, con poca visión de Estado dirían los comentaristas del establishment: esta es la mejor constatación.
Esto puede preocupar solo a quienes desean 40 años más de prosperidad y estabilidad para el régimen heredero del Franquismo y garante de esta democracia para ricos. Por eso la “izquierda” que tomó como norte lograr una nueva restauración “democrática”, los Iglesias, Errejón y Garzón, están tan preocupados y ofrecen sus servicios para lograr alguna estabilización.
Pero esta nueva restauración, aunque tenga rostro “progre” o “progre” anaranjado si es con Cs, nada tiene que ofrecer a la clase trabajadora y los sectores populares. Lo hemos visto en el primer año de gobierno de coalición. Con una gestión de la pandemia que se negaba a tomar cualquier medida contra los grandes capitalistas aún a costa de que esto agravara la crisis sanitaria. Con un plan que ha vuelto a regar de millones de dinero público a las grandes empresas y condenado a millones al paro, la precariedad y la pobreza.
La bancarrota de esta “izquierda” no opera en el vacío. Se produce al mismo tiempo que se fortalece Vox como principal beneficiaria de la crisis de la derecha, pero también con una demagogia reaccionaria que interpela a una parte de los sectores “perdedores de la crisis”, al estilo de otros fenómenos como Trump o Salvini. Este auge de la extrema derecha no puede combatirse sumándose como socio de izquierda al establishment en crisis o su flanco “progre”. Eso solo alimenta la identificación de la izquierda con el statu quo, desactiva y desmoviliza las fuerzas sociales necesarias para enfrentar a la derecha – como vimos con la bajada de movilizaciones del 8M – y pospone sine die la lucha por una salida a la crisis en favor de las grandes mayorías.
Lo que necesitamos es una izquierda sin complejos, que defienda abiertamente un programa para que esta crisis la paguen los capitalistas. Que defienda medidas como el reparto de horas sin reducción salarial para acabar con el paro, la derogación de todas las reformas laborales, también las del PSOE, el adelanto de la edad de jubilación, impuestos a las grandes fortunas, la expropiación sin indemnización de las viviendas de los especuladores y grandes tenedores o la nacionalización bajo control de sus plantillas de las empresas que despidan o cierren y los sectores estratégicos.
Un programa anticapitalista que no sea una lista de deseos, y que se articule de una hoja de ruta de clase, de pelea por desarrollar la autoorganización y movilización de la juventud, la clase trabajadora y los sectores populares. Que se proponga combatir a la burocracia sindical que actúa como un corsé reaccionario para que la clase trabajadora siga sin entrar en escena. Y que articule todas estas fuerzas sociales en una lucha contra este régimen monárquico, imponer procesos constituyentes libres y soberanos y la perspectiva de conquistar repúblicas socialistas donde las y los trabajadores gobiernen en base a sus organismos de autoorganización, y dejen de hacerlo las grandes empresas y familias por medio de las diferentes estructuras del Estado capitalista.
La actual crisis institucional puede dar nuevas oportunidades para que una izquierda pueda comenzar a hacerse escuchar. Tanto si hay elecciones anticipadas en Madrid, como si se acaban conformando nuevos gobiernos que amplíen la coalición “progre” hasta la derecha “cool” de Cs. Desde la CRT venimos planteando a diferentes organizaciones de la izquierda anticapitalista y del activismo la necesidad de avanzar en agrupamientos de este tipo, como hicimos recientemente en las elecciones catalanas con nuestra propuesta por un frente anticapitalista y de clase. La crisis política reactualiza y hace aún más necesario dar pasos en esta dirección. Es urgente que la izquierda que no comulga con esta nueva versión derechizada del mal menor y se proponga pelear por una perspectiva así comience a debatir y trabajar para hacerlo posible.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.