En este artículo, Marcelo Starcenbaum retoma el debate sobre el legado y actualidad de José Aricó y sus lecturas de Gramsci y el marxismo, que iniciamos con un artículo de Martín Cortés y posterior respuesta de Juan Dal Maso. Su contribución abre la discusión sobre los modos de leer las posiciones y la herencia de José Aricó y su importancia para el marxismo hoy. Publicaremos nuestra réplica en el próximo número de Ideas de Izquierda Semanario.
Desde hace ya algunos años se viene desarrollando un proceso de relectura de la figura de José Aricó y de la experiencia de Pasado y Presente. Apuntalada fundamentalmente por un recambio generacional, esta revisión ha tendido a poner en cuestión o matizar muchos de los supuestos que habían sido sedimentados a través de la interpretación del propio Aricó, los testimonios de otros miembros del grupo y las miradas retrospectivas de los intelectuales que dominaron el campo desde el regreso de la democracia. A este fenómeno, que se ha expresado en tesis doctorales convertidas en libros [1], encuentros y coloquios [2], artículos y dossiers temáticos en revistas [3], se le ha sumado recientemente un conjunto de lecturas sobre Aricó y Pasado y Presente realizadas por intelectuales vinculados al Partido de los Trabajadores Socialistas [4]. Asimismo, la publicación de dos libros dedicados a Gramsci por parte de Juan Dal Maso da cuenta de un esfuerzo de este espacio partidario por procesar de manera sistemática los efectos teóricos y políticos propiciados por la tradición gramsciana a lo largo del siglo XX. La reciente intervención de Martín Cortés a propósito de esta serie de publicaciones ha producido un interesante debate alrededor de las lecturas de Gramsci desarrolladas por José Aricó, los itinerarios de Pasado y Presente en la historia reciente de nuestro país y las implicancias de esta experiencia para la asunción de un posicionamiento de izquierda en la actual coyuntura argentina [5]. Tomando como punto de partida el artículo de Cortés y la respuesta de Dal Maso [6], me propongo un diálogo con las que entiendo son las dos principales variables que caracterizan el acercamiento trotskista al itinerario teórico y político de Aricó y Pasado y Presente.
En primer lugar, estas aproximaciones se caracterizan por el predominio de una lectura correctiva por sobre una de tipo problemática. Una parte considerable de los análisis sobre los escritos de Aricó está dedicada a constatar los errores cometidos por el argentino en su aproximación a los debates del movimiento comunista internacional. Se trata de una estrategia de lectura que logra efectos en dos planos argumentales. Por un lado, la constatación de omisiones o malentendidos en la forma en la cual Aricó se vincula con la historia del comunismo introduce la duda acerca de la justeza de las estrategias políticas sustentadas en dicha historización. De este modo se llevan a cabo análisis pormenorizados de las interpretaciones de los Frentes Populares y el eurocomunismo, la caracterización de las políticas revolucionarias de la Tercera Internacional y la recuperación de los debates en la Conferencia Comunista Latinoamericana. Asimismo, esta misma clave de lectura opera en las formas predominantes a través de las cuales se produce la aproximación a las lecturas contemporáneas de Gramsci realizadas en los marcos de la izquierda europea. El otro plano sobre el cual esta estrategia logra efectos es el del lugar de Trotsky en la historia del movimiento comunista internacional. En este caso, la recuperación de Aricó, y en gran medida de Gramsci, se realiza a condición de equilibrar sus déficits teóricos y políticos con elementos provenientes de la tradición trotskista. De esta manera, se sugiere que una mayor atención a la caracterización trotskista de la democracia soviética le hubiese permitido a Aricó evitar la crítica al marxismo leninismo y legitimar las formas burguesas de la democracia. Del mismo modo, se da a entender que haber tomado en cuenta los elementos de revolución permanente presentes en el pensamiento de Mariátegui le hubiera permitido a Aricó evitar el abandono de la centralidad de la clase obrera y el pasaje hacia posiciones populistas.
Destacar el predominio de una lectura correctiva no implica negar la legitimidad y las potenciales virtudes que pueden tener este tipo de aproximaciones. La búsqueda de una mayor precisión en la historización de los debates mantenidos por los distintos actores políticos constituye un insumo fundamental para el posicionamiento crítico de cualquier fuerza de izquierda. Asimismo, el contrapunto entre obras y autores pertenecientes a distinto tiempo y espacio puede ser un ejercicio productivo a los fines de constatar lagunas o inconsistencias presentes en uno y otro. A lo que apunto con el predominio de esta lectura sobre una de tipo problemática es a los efectos que esto tiene en relación al enfrentamiento con núcleos teóricos y políticos densos de la historia de la izquierda argentina y continental. Es decir, que lo que se encuentra por detrás de las lecturas e interpretaciones realizadas por Aricó de los debates del movimiento comunista internacional es un esfuerzo por dotar a la izquierda argentina de insumos teóricos y políticos que permitieran delinear una práctica efectivamente transformadora. De este modo, en la lectura de la experiencia de los Frentes Populares se cifra el pensamiento sobre una intervención que dé cuenta de las particularidades de las clases dominadas en Argentina. En el seguimiento de la experiencia eurocomunista, la reinvención de una política de izquierdas luego del fracaso del vanguardismo. En el examen sin concesiones de la experiencia leninista, el pensamiento sobre una práctica menos iluminista y jerarquizante. En la relectura de Mariátegui, las necesidades de una intervención articulada sobre las identidades políticas subalternas. No se trata de replicar en el presente los resultados de dichas lecturas, que como casi todos compartimos, también fueron en algún sentido limitadas y fracasadas. Pero sí de señalar que en la producción de Aricó se encuentra uno de los esfuerzos más denodados por dar respuesta a los problemas que atravesaron a la práctica política transformadora en nuestro país. Quizás sea en el enfrentamiento abierto con dichos problemas, y no en la minuciosidad de las tesis y los congresos, donde se encuentre el mejor legado que Aricó puede dejarle a las formaciones de izquierda en el presente.
La segunda variable que me interesa poner a consideración es el tratamiento crítico de las sucesivas estaciones teóricas y políticas transitadas por Aricó y la experiencia de Pasado y Presente. Resulta indudable que a simple vista puede verse como contradictorio un itinerario en el que se anudaron el comunismo, el guevarismo, el peronismo de izquierda y el socialismo democrático. Lo mismo cabe decir de los múltiples usos de Gramsci, que van desde el togliattiano hasta el socialdemócrata pasando por el nacional-popular y el consejista. Sin embargo, el hecho de que cada una de estas estaciones haya sido asumida por Aricó en toda su complejidad y ambivalencia nos obliga a descartar por esquemáticas e injustas las interpretaciones de estas derivas en términos de renuncia o claudicación. En su clásico estudio, Raúl Burgos ha señalado que este itinerario puede ser considerado en conjunto a partir de una serie de elementos que permanecieron en el tiempo [7]. Por otra parte, en su contribución a este debate, Cortés ha señalado que la errancia de Aricó puede ser entendida en los marcos de la convulsionada historia política argentina. Ofreciendo un suplemento a dichas interpretaciones, podríamos preguntarnos si una intervención política que pretendía anudar una política transformadora con la historicidad de los sujetos populares de nuestro país no estaba necesariamente condenada a dicho tránsito. Si el nombre de Gramsci representa una práctica política con pretensiones hegemónicas articulada sobre las clases subalternas, el vínculo de Aricó con distintas experiencias políticas con arraigo popular de la Argentina contemporánea se nos vuelve tan inteligible como coherente. No deja de ser atinado el señalamiento de que la integración de los intelectuales de izquierda en los movimientos nacionales resultó finalmente fallida. Podría preguntarse, sin embargo, qué experiencias políticas de la Argentina reciente resultaron efectivamente exitosas en cuanto a sus pretensiones transformadoras. Nuevamente, quizás el mejor balance que se merezca una trayectoria como la de Aricó sea un enjuiciamiento de sus apuestas políticas a partir de sus propias aspiraciones y convicciones, y no a partir de supuestos y principios que le fueron ajenos.
Más atinado resulta el señalamiento crítico acerca de las últimas intervenciones de Aricó. Al igual que sugiere el texto de Cortés, creo que allí se encuentra un punto de consenso entre la mayoría de las investigaciones que desde hace unos años vienen revisando la figura de Aricó y la experiencia de Pasado y Presente. Sus consideraciones políticas en el contexto del declive de la experiencia alfonsinista generan una sensación de extrañeza en un lector familiarizado con sus producciones de las décadas de 1960 y 1970. Asimismo, la relectura de Gramsci en clave democrático-liberal realizada por un conjunto significativo de la intelectualidad de izquierda latinoamericana expresa un evidente retroceso frente a los usos propiciados en las décadas anteriores. Sin embargo, aquí también la complejidad de la historia vuelve a meter la cola. Un elemento que permitiría matizar la importancia de dichas consideraciones lo constituye la distancia abismal que separa estas opiniones de sus intervenciones más complejas y sistemáticas en la tradición marxista contemporánea. Podría preguntarse si una serie de reflexiones coyunturales al final de su vida pueden ser equiparadas con preguntas teóricas densas como las del vínculo entre el marxismo y la realidad latinoamericana, la relación entre economía y política en el marxismo, o la escisión entre intelectuales y pueblo. En este sentido, quizás deberíamos ser más indulgentes con el autor de textos fundamentales para nuestra cultura de izquierdas como “Pasado y Presente”, “Examen de conciencia”, Marx y América Latina y Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano.
La otra variable que considero productiva para comprender a este último Aricó es la ubicación de sus intervenciones en un marco más amplio de producciones teóricas y posiciones políticas de la época. Esto implica, por una parte, un análisis más detallado del conjunto de las reflexiones realizadas por Aricó hacia fines de la década de 1980. Aún suspendiendo la idea de que el Aricó más interesante de la época es el teórico marxista de las Nueve lecciones de economía y política en el marxismo y no el intelectual vinculado al alfonsinismo, una lectura de la totalidad de sus artículos publicados en La Ciudad Futura y otras publicaciones devuelve una imagen más compleja que la del aval a las leyes de impunidad en pos del mantenimiento de la gobernabilidad. Como ha insistido Guillermo Ricca, las mencionadas reflexiones conviven con análisis sumamente escépticos acerca de la naturaleza transformadora de la experiencia alfonsinista y con preguntas densas sobre las posibilidades de una democratización radical de la sociedad argentina [8].
Por otra parte, ubicar a Aricó en un escenario teórico y político más amplio nos obliga a pensar la distancia existente entre sus reflexiones e intervenciones y la politicidad adquirida por el campo intelectual argentino desde el regreso de la democracia hasta el presente. En otro texto, dedicado a discutir precisamente con una lectura del itinerario de Aricó en términos de claudicación, Ricca afirma que “cuando sus compañeros pensaban desde Rawls o Bobbio, él seguía pensando la democracia desde la perspectiva abierta por el concepto de hegemonía en Gramsci”. Creo que en este contrapunto se cifra una pista interesante para seguir. Frente a la deriva liberal-conservadora de gran parte de nuestros intelectuales de izquierda, Aricó representa la figura de aquel que intenta salvar al marxismo de la catástrofe del siglo XX. Claro que la persistencia en la potencia de la doctrina estará condicionada a un ejercicio de deconstrucción radical, que lo llevará a referencias no marxistas como Carl Schmitt y –como recuerda Oscar Terán [9]– probablemente Jacques Lacan. Esta operación teórica posibilita que, frente al vínculo predominante de nuestros intelectuales con el pasado revolucionario, mediado por la narrativa antitotalitaria y la normalización democrática, el de Aricó siga siendo uno de los pocos nombres difíciles de traducir al consenso antimarxista contemporáneo.
Para concluir, es evidente que a nivel de las estrategias políticas para la Argentina actual hay un desacuerdo entre las lecturas trotskista y nacional-popular de la figura de Aricó y la experiencia de Pasado y Presente. Sin embargo, el trabajo de recuperación de Aricó y Gramsci que se viene desplegando en las páginas de La Izquierda Diario y en los libros editados por el PTS posee al menos dos rasgos que habilitan un diálogo franco más allá de las obvias diferencias. Una es la seriedad con la que muchas de estas investigaciones se llevan a cabo. La otra es la apertura a un conjunto de cuestiones nodales de la cultura de izquierdas. Retomando lo dicho anteriormente, podemos decir que estas lecturas nos conducen a la discusión sobre la herencia de la teoría marxista contemporánea y el legado de los intelectuales que protagonizaron la historia política del siglo XX. No puedo sino coincidir en la necesidad de jerarquizar estos dos problemas para la asunción de una perspectiva crítica sobre el presente y el desarrollo de una política transformadora. Creo, sin embargo, que los términos en los cuales dichas cuestiones son procesadas terminan siendo, en algún sentido, limitados. Por un lado, porque las intervenciones en la tradición marxista desplegadas por Aricó entrañan una potencia política que no se deja captar por una lectura interesada en determinar el acierto o la falta en sus interpretaciones. Pensando en términos de herencia, los ejercicios teóricos de Aricó demuestran que los grandes dilemas políticos de nuestra época deben ser enfrentados sin concesiones. Por otro lado, porque el itinerario de Aricó, si bien sinuoso o contradictorio, fue uno de los más consecuentes con el esfuerzo por mantener vigente la doctrina marxista. Contrapuesto con la deriva de los otros intelectuales que compartieron con él la gesta revolucionaria contemporánea, la potencia de su legado aumenta día a día.
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