Se cumplen 150 años de una de las peores batallas protagonizadas por el Ejército Argentino.
Jueves 22 de septiembre de 2016
Cándido López refleja el comienzo de la Batalla de Curupayty
Ayer nos preguntábamos cómo sería la efeméride del diario La Nación respecto a la sangrienta derrota militar de los ejércitos aliados, planificada y dirigida por Bartolomé Mitre, fundador del matutino conservador. Ayer mismo, el diario oligárquico nos daba la respuesta. En la pluma del historiador liberal y Capitán de Fragata de la Armada Argentina (RN), Miguel Ángel De Marco, el diario publicó una nota de opinión titulada “Curupaytí, una jornada de luto y de gloria”.
Que fue una jornada de luto no quedan dudas, ya que algunas cifras elevan el número de bajas argentinas y brasileras por arriba de las 9.000, entre muertos y heridos. Mientras que las bajas paraguayas fueron tan solo 92, 26 de ellas fatales.
Si bien, en esta ocasión De Marco no se refiere a las causas de la guerra, es preciso aclarar que la misma fue impulsada por los gobiernos liberales de Argentina y Uruguay, junto al Imperio esclavista del Brasil, con el visto bueno del gobierno británico, y contra el pueblo paraguayo en su conjunto, el cual sobrellevaba un desarrollo económico independiente. Por esto, dudosa es la gloria de Dominguito Sarmiento quien, según nos recuerda el historiador, le escribió a su madre días antes de la batalla en que perdiera la vida, “morir por la patria es vivir”.
Es que la gloria a la cual se refiere De Marco no es la de un pueblo que lucha por un mundo mejor, sino la de una clase que defiende sus intereses de minoría explotadora. Por eso, con una honestidad espasmódica, se lamenta de esa batalla “que acabó con buena parte de una brillante juventud argentina” como Dominguito “Sarmiento y otros muchachos distinguidos”.
La responsabilidad de Mitre
Contradiciendo fuentes directas del combate, como la del Teniente Coronel del Ejército Paraguayo Ingeniero Thompson, que ubica a Mitre en una alejada trinchera; De Marco nos relata un episodio mitológico que al mismo tiempo intenta exculpar al presidente argentino de semejante desastre: “Los batallones se agolpaban, unos sobre otros, sin lograr su objetivo, hasta que el comandante en jefe ordenó la retirada, cuatro horas después. Mitre, que se había opuesto en junta de generales a un ataque frontal, pero finalmente había aceptado la decisión de la mayoría, había estado siempre al alcance del fuego adversario. En un momento dado, tuvo que cambiar de caballo porque el que montaba había resultado herido”.
Este supuesto desacuerdo táctico es sostenido por la historiografía mitrista, pero contrariado no solo por el revisionismo histórico, sino por varias fuentes de la época. Además del ya citado teniente, otro coronel paraguayo que se transformó en cronista, Juan Crisóstomo Centurión, sostiene: “después del triunfo de los brasileros (en Curuzú), parece haberse operado en su ánimo (el de Mitre) una reacción, que le hizo cambiar de idea, alimentando la convicción de que no era por nuestra izquierda sino por Curupayty que podía obligar al Mariscal López a refugiarse con su ejército en la fortaleza de Humaitá, suprema aspiración de los aliados para concluir la guerra. Y la prueba de este hecho es, que se marchó con todo el ejército argentino a Curuzú para dirigir en persona el día señalado el ataque de Curupayty. Hizo todo esto con entusiasmo, en la creencia de que la iniciativa del Mariscal para la conferencia de Yataity-Corá, importaba un acto de desfallecimiento.”
Más allá de esto, aun si le concediéramos a Mitre el desacuerdo inicial, su desempeño durante los hechos posteriores por si solos lo condenan. Veamos.
La oportunidad perdida y el tiempo otorgado
El 3 de septiembre de 1866, cuando las fuerzas aliadas conquistaban el fuerte de Curuzú, por desinteligencias internas perdieron la oportunidad de someter en el mismo acto la fortaleza de Curupayty -ubicada a tan solo 2 kilómetros- que se encontraba desguarnecida. El Mariscal Francisco Solano López, presidente y jefe del Ejército Paraguayo, reconoció la extrema debilidad de sus posiciones y encomendó a uno de sus mejores hombres, el general José E. Díaz que preparase la defensa del campo. Mientras las tropas aliadas desplazaban sus campamentos hacia las inmediaciones de Curupayty y sus generales planificaban el ataque, Solano López pidió parlamentar sucediéndose así la conferencia de Yataity-Corá (1) que le consagró al mariscal un valiosísimo tiempo.
Plano de la batalla
La defensa de Curupayty
Los 5.000 paraguayos dispuestos a defender el fuerte, rotaban en turnos de a tercios para dividirse las tareas. Durante las noches y los días, resistiendo el fuego de artillería que esporádicamente arrojaba la escuadra brasilera, y durante jornadas enteras bajo la lluvia, cavaron largas trincheras y derribaron centenares de árboles añosos para formar los abatíes, unos dispositivos de defensa militar formado por árboles y ramas apuntando al frente enemigo con el fin de detener el ataque y ocultar las posiciones propias. Unos 50 cañones tras estas líneas, más algunos otros al margen del rio conformaban la artillería paraguaya que esperaba el ataque de tres ejércitos, 20.000 hombres, y una escuadra de 22 barcos con más de 100 piezas de artillería.
El tiempo y el mal tiempo
El tiempo no hubiera alcanzado para fortificar lo necesario la defensa. El día 17 estaba planificado lanzar el ataque y, de hecho, las tropas y la flota de guerra se pusieron en movimiento. Pero el Almirante Tamandaré, a cargo de la escuadra brasilera suspendió el ataque por el clima adverso. Efectivamente, a media mañana comenzó una copiosa lluvia que se prolongó hasta el día 19. Esa prórroga les dio a las fuerzas paraguayas el tiempo suficiente para completar la fortificación. El día 21, uno antes al del ataque, el ingeniero Thompson, experto en la materia concluyó que la obra era fortísima y que podría ser defendida con ventaja.
El plan de Mitre y los aliados
El ataque a la fortaleza de Curupayty se iniciaría con un bombardeo de la escuadra brasilera para inutilizar sus defensas y ahuyentar las fuerzas de la trinchera. Después seguiría el ataque de las fuerzas de tierra divididas en 4 columnas, las dos derechas brasileras y las dos izquierdas argentinas, de modo que las dos columnas centrales, las más importantes y que debían asegurar la penetración a las trincheras enemigas, estuvieran compuestas por ambos ejércitos.
El ataque, los imprevistos y el desastre
Pasadas las 7 de la mañana del día 22 la escuadra brasilera se adelantó hasta tomar posición y comenzó un bombardeo que duro 4 horas y descargó cerca de 5.000 bombas. Sin embargo, tamaño ataque poco pudo hacer ya que el terreno, la vegetación y los abatíes dificultaban la visión. Los disparos se hacían por elevación a un blanco indefinido que solo lograron desalojar a los pocos paraguayos que se encontraban en su trinchera de vanguardia. Pasado el mediodía, el Almirante Tamandaré suspendió el fuego contra la fortificación del frente terrestre y se concentró sobre el frente fluvial. Comenzaba entonces el turno del General Mitre quien debía comandar el ataque terrestre.
Las cuatro columnas con miles de hombres hicieron su aparición en campo abierto. La artillería paraguaya comenzó su furibunda descarga que devastaba batallones enteros con certeros cañonazos. Si la confusión sembrada por las explosiones era ya dramática, el sol en lo alto y el fango en el suelo completaban esa imagen tétricamente primaveral que se expone en los cuadros de Cándido López. El terreno, luego de las lluvias era una dificultad extra que hacía lento y tendido de muerte el avance de los ejércitos liberales y esclavistas. Avanzar y avanzar era la orden del General Mitre. Exhaustos y diezmados los primeros pelotones comenzaron a llegar a la línea de abatíes, este hecho lo han comparado con el ridículo atropello del Quijote contra los molinos de viento, más triste fue, ya que sin fuerzas se acercaban a un verdadero pelotón de fusilamiento. El empecinamiento del general, que no pone su cuerpo, queda demostrado en sus propias palabras al redactar el Parte que da cuenta de su fracaso: “la línea de abatíes (…) obstruían el acceso a la trinchera (…) fue necesario reforzar el ataque con la segunda línea de reservas parciales, comprometiendo en las dos columnas de ataque central veinticuatro batallones (…) En esas circunstancias, habiéndonos puesto de acuerdo con el barón de Porto Alegre (…) acordamos mandar replegar simultáneamente y en orden las columnas comprometidas en el ataque” (Mitre a Martínez. Cuartel de Curuzú, 24 de septiembre de 1866. Partes Oficiales)
Ridículo y trágico
Luego de Curupayty, el mando aliado entró en crisis, Mitre dejó la conducción de la guerra y el Paraguay consiguió un prolongado tiempo de gracia hasta que la guerra infame continuara su curso. Un semanario de la época, citado por Centurión da cuenta del descalabro y el papel del general: “Resulta de aquí que hay un ejército sin cabeza, o más bien dicho, con muchas cabezas, haciendo imposible una operación cualquiera. Mitre, jefe in nomine del ejército, está haciendo el papel más ridículo del mundo”.
Cándido López retrata el final de la batalla
Notas.
1. La Conferencia de Yataity-Corá es considerada el último intento por alcanzar la paz. Si bien no se sabe concretamente el contenido de ese diálogo entre Solano López y Mitre, y se suele culpar al emperador del Brasil, Pedro II, por la paz no lograda; lo cierto es que más allá de los alcances y limitaciones que tuvo este encuentro, fue una tregua vital de días para las fuerzas paraguayas.