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Red Internacional
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OPINIÓN. Bebés prematuros: cuando hay que luchar para nacer

Estando de vacaciones leí en La Izquierda Diario una nota sobre las pésimas condiciones en las que trabajan las enfermeras de Neonatología de la Maternidad Brandsen de Quilmes. Muchas emociones me generó leerla, ya que los médicos y las enfermeras de ese sector cuidaron de mi hijo, Fausto, durante 3 meses entre diciembre de 2011 y marzo de 2012.

Celeste Vazquez

Celeste Vazquez @celvazquez1

Martes 23 de febrero de 2016

Fausto nació en la semana 27 de gestación y con apenas 980 gramos. Fue un bebé de los denominados prematuros extremos. Durante tres meses luchó con uñas y dientes para sobrevivir y lo logró. La mayoría de los lectores seguramente no se imaginen todo lo que implica llegar al mundo de manera prematura. Muchos de estos niños tienen que luchar para nacer. ¡Sí, luchar para nacer! Alguna descompensación en el organismo de su madre originó problemas, por lo cual muchísimos niños ya comienzan a luchar desde el vientre materno para nacer con vida.

Pero la angustia no termina cuando estos bebés logran nacer, más bien recién empieza. Nacer con vida es su primera batalla ganada de cientos que vendrán a lo largo de días y meses. Son bebés que, en muchos casos, no gozan ni del más básico derecho de pasar sus primeros minutos de vida en el pecho de la madre. Bebés que no saben lo que es tomar la teta, ni estar en brazos de un humano hasta meses después de haber nacido. Bebés que no conocen a la madre que los parió hasta días o semanas después de haber nacido. Bebés que tienen que acostumbrarse a sonreír con sondas en su boca y nariz. Bebés que tienen que acostumbrarse a que los toquen y le hablen a través de pequeñas ventanas, y en ocasiones solo un par de horas por día. Bebés que durante sus primeros meses, lejos de dormir en cómodas cunas, o en los brazos de sus padres, lo tienen que hacer en frías incubadoras, siempre luminosas y llenas de cables. Y la lista puede seguir con cientos de ejemplos.

¿No hay nada más fácil que parir?

Se considera un bebé nacido a término aquel que nace entre la semana 37 y 42 de gestación. Un bebé prematuro es aquel que nace antes de la semana 37; cuanto antes nacen, más riesgos corren. Según la Organización Mundial de la Salud, nacen 15 millones de bebés prematuros al año, es más de 1 en 10 nacimientos. Más de 1 millón de esos niños mueren y muchos de ellos sufren algún tipo de discapacidad de por vida. La cantidad de bebés que nacen vivos o sobreviven a las complicaciones varían según las condiciones socioeconómicas de las familias y países donde ese niños nacen. En contextos de bajos recursos, la mitad de los bebés nacidos a la semana 32 - o sea 2 meses antes - fallecen por no haber recibido cuidados sencillos y poco costosos. Según un informe de la organización Born Too Soon (nacido demasiado pronto), intervenciones de bajo costo podrían prevenir cada año hasta el 75% de las muertes de bebés prematuros a nivel mundial.

Una vez escuche decir a un médico, estando Fausto internado, que la maternidad es una de las ramas de la medicina en la que menos dinero se invierte, ya que hay un mito según el cual “no hay nada más fácil que parir”. Sin embargo, la realidad dice otra cosa.

Para grandes luchadores, grandes cuidadoras

Durante los 3 meses que Fausto estuvo internado, su papá y yo lo podíamos ver apenas 1 hora por día. Y durante las 23 horas restantes del día, eran las enfermeras de la clínica quienes estaban pendientes de él y sus compañeros. Muchas veces las escuche quejarse de la cantidad de horas que trabajaban, de los bajos salarios, del stress que les generaba tener más cantidad de bebés permitidos conectados a un respirador. Vigilar constantemente a los bebés para que ningún signo vital pase desapercibido, contener a las madres y padres que llorábamos desconsoladamente ahí mismo, en frente de las incubadoras – porque ahí todos llorábamos, ya sea de emoción o de tristeza - , recortar pañales para que se amolden a los cuerpos de los más chiquitos, y cuando digo chiquitos hablo de bebés de 600 gr., eran algunas de sus tareas habituales. Nunca el cansancio, ni las quejas hicieron que redujeran sus cuidados.

Esta nota no tiene grandes pretensiones, solo intenta expresar algunas emociones que sentí al leer que las enfermeras que cuidaron e hicieron lo imposible por mantener con vida a mi hijo estaban “en pie de guerra”, reclamando por su derechos. Y sobre todo destacar enormemente la labor de todos los trabajadores de la salud de neonatología.

Hago memoria y me vienen a la cabeza dos nombres: Raquel y Cristina, no sé si todavía trabajaran. Va mi reconocimiento a ellas y a todas las que, a la par que se organizan y luchan para exigirle a sus patrones y al Estado - hoy comandado por Mauricio y ayer por Cristina -, cuidan con un inmenso amor a esos grandes luchadores que son los bebés prematuros.