El libro El tercer inconsciente del filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi nos presenta un trabajo en donde pretende describir las características sociales del nuevo inconsciente que actualmente nos atraviesa como sociedad. De Freud en los años 30 y pasando por Deleuze y Guattari en los 70, el autor apunta a describir el nuevo régimen social post Covid-19, que se caracteriza por ser la era del pánico, la depresión y en última instancia la psicosis. Según el autor hoy vivimos en la era del bio-info-psicovirus, el nuevo tercer inconsciente.
Publicado por la editorial argentina Caja Negra en febrero del 2022 nos llega la obra de este escritor, filósofo y activista italiano más conocido como “Bifo”. Reconocido por sus aportes críticos a la cultura comunicacional, el cyberpunk y los ensayos sobre el capitalismo postindustrial, es un autor cuyo nombre no deja de sonar en los círculos filosóficos contemporáneos. En los años 70 fue uno de los creadores de Radio Alice, la primera radio comunitaria de Italia. Vivió en París donde se vinculó con Félix Guattari y con Michel Foucault. En 2002 fundó TV Orfeo, la primera televisión comunitaria italiana. Hoy, trabaja como maestro de escuela media en el Instituto Aldini Valeriani, en Bolonia.
El tercer inconsciente. La psicoesfera en la época viral es un libro que en palabras del propio autor busca explorar la mutación en curso del inconsciente social contemporáneo.
Según “Bifo” actualmente estamos habitando “El umbral histórico marcado por la pandemia viral y el colapso catastrófico del capitalismo. Desde este umbral podemos ver delante de nosotros, de manera clara e irrefutable, un horizonte de caos, agotamiento y tendencia a la extinción” [1].
Para el autor, la filosofía y el psicoanálisis, “lejos de entrar en pánico y despotricar contra el caos”, deben asumir el horizonte de caos y agotamiento como punto de partida de su reflexión. Según él es necesario redefinir todo, en particular lo que se desarrolla dentro del espacio interior, en donde se manifiesta el deseo íntimo, la emoción y el miedo.
Afirma “Bifo” que el inconsciente es un ámbito sin historia, pero que es posible escribir una “historia de la psicoesfera de la sociedad” y en ese sentido es posible hablar de un “tercer” inconsciente o, si se quiere: la tercera forma que adopta el inconsciente en el medioambiente mental de la modernidad tardía. Tengamos en cuenta que por psicoesfera el autor se refiere a la manifestación geográfica de una ideología o, si se quiere, lo podemos entender como un espacio en donde predominan determinadas creencias que le dan sentido a la realidad.
El origen del malestar
La “primera” fase fue explorada por Sigmund Freud en 1930 con su obra El malestar de la cultura, en donde afirmó que la normalidad social exigía un alto grado de negación del deseo o represión de la pulsión. La forma burguesa de la “normalidad” dominante a comienzos del siglo XX producía una forma particular de padecimiento, que Freud denominó “neurosis”. De esta forma afirma el autor que Freud concibió el inconsciente como el “lado oscuro del armazón bien ordenado del progreso nacional”.
A medida que avanzó el tiempo y las tecnologías de comunicaciones, para “Bifo” ese fue el comienzo de la intensificación de la estimulación nerviosa, comprometiendo la represión sistémica del deseo y el régimen psicopatológico de la neurosis.
La “segunda” fase del análisis del inconsciente social, afirma el autor, se manifestó en El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari (1972), en donde rechazan esta idea de que el inconsciente es una especie de depósito de las experiencias que no queremos ver, recordar o llevar a nuestra vida consciente.
El inconsciente, como proclamaron Deleuze y Guattari […] es una fuerza productiva, que emana activamente flujos de dinámica y deseo. La potencia creativa del inconsciente consiste, de hecho, en su capacidad para remodelar continuamente las estructuras internas de la mente. La idea crucial de El Anti-Edipo es que el inconsciente no es un teatro, sino una fábrica [2].
Hoy, cincuenta años después de la publicación de dicha obra, “Bifo” nos invita a pensar en ese libro como un arma de doble filo al calor de la nueva realidad neo-liberal: “El futuro utópico de la `liberación del deseo´ y el futuro distópico del capitalismo neoliberal, donde el deseo es celebrado como el impulso al consumo, la competencia y el crecimiento económico, mientras que el placer es constantemente postergado” [3].
Y es por este camino que llegamos al presente. Según el autor, todo el sistema de medios de comunicación ha sido movilizado para expandir las promesas de disfrute, pero esta aceleración del flujo de la información ha sobrecargado la capacidad de atención humana, posponiendo para siempre la posibilidad del placer que terminó por volverse inalcanzable.
La nueva “psicoesfera”
Afirma el autor que “hoy” en la tercera década del nuevo siglo, la fase del segundo inconsciente parece estar llegando a su fin. Todo indica que estamos ingresando en una nueva psicoesfera donde comienza a tomar forma un “tercer inconsciente”. Pero ¿a qué hace referencia específicamente el autor al momento de postular este tercer estadio?: “Cuando hablo de la tercera era del inconsciente, me refiero a un futuro abierto que será moldeado por nuestra conciencia, por nuestra acción política, por nuestra imaginación poética y por la actividad terapéutica que seamos capaces de desarrollar durante esta transición” [4].
Para el autor, “el umbral está aquí, es ahora”; surgió con la llegada del coronavirus al espacio de nuestra conciencia colectiva. De allí la afirmación de que este “bio-info-psicovirus” está cambiando de manera irreversible nuestra vinculación social, nuestras expectativas afectivas y nuestro inconsciente.
Según “Bifo”, después de la globalización neoliberal y la invasión digital de la infoesfera, el inconsciente social explotó, ya que si la neurosis prevalecía en el discurso freudiano, el surgimiento del semiocapitalismo (fusión de dominio financiero, tecnológico y psíquico) movilizó las “energías nerviosas y forzó a una hiperexpresividad”.
Dicho de otra manera: si en la época de Freud la tarea o misión del psicoanálisis era desenmascarar el “abismo del inconsciente” de la sociedad burguesa bien ordenada, aferrada a la represión de las pulsiones, la tarea del psicoanálisis contemporáneo va a consistir en volver a darle forma a un inconsciente disuelto en la velocidad de la hiperexpresión digital. “En la era posmoderna de la hiperexpresión nuestras dimensiones más íntimas han sido excavadas por la aceleración de estímulos nerviosos y arrojadas a la caótica dispersión al descubierto del imaginario mediático” [5].
Las redes y su explotación por parte del capitalismo han producido una aceleración “infonerviosa” que ha propulsado y diseminado todo el material psíquico que alguna vez estuvo oculto. Para “Bifo”, la hiperexpresión psicótica pasó a ocupar el lugar de la comprensión neurótica. Pero valiéndose de la definición de Deleuze/Guattari el autor nos recuerda que el inconsciente “no es un depósito, sino un laboratorio”, por lo tanto la pregunta que guiará este libro es: “¿cómo hará el tercer inconsciente para encontrar una salida de sus propias pesadillas?”.
La locura capitalista
Para “Bifo”, desde el triunfo del neoliberalismo se nos ha inculcado que no existe alternativa al capitalismo, algo así como que este es un límite infranqueable económico y cultural de la historia humana. “Ahora está claro que si este supuesto neoliberal es verdadero, entonces tenemos que resignarnos a la idea de que la extinción es el único futuro que le cabe esperar a nuestra progenie” [6].
No es que el autor sea un pesimista o un catastrofista, pero el umbral de este “tercer inconsciente” está delineado con los síntomas negativos/destructivos de este período temporal. Podemos decir que estamos viviendo el fin del fin de la historia.
El dogma del neoliberalismo se basa en el crecimiento económico: pero el crecimiento en el sentido económico del término no tiene que ver con un aumento de la felicidad social o con la satisfacción de las necesidades básicas de las personas; se refiere a la expansión de ganancias financieras y del volumen global del valor de cambio. Más que un criterio económico para evaluar el bienestar social, el crecimiento es una confirmación de la expectativa del futuro como expansión infinita.
Pero esa expansión infinita, que tanto se divulgaba en los 90, encontró su límite en los años que siguieron a la crisis financiera de 2008; el economista Harvard Lawrence Summers, entre otros, le quiso poner un nombre a la causa de semejante suceso y lo llamó “estancamiento secular”. Según Summers, la causa de semejante estancamiento se debe al atraso técnico “en un período de cambio tecnológico rápido puede tener sentido diferir la inversión por temor a que una nueva tecnología pronto vuelva obsoleta la vieja” [7].
Para “Bifo”, la única manera de lograr el crecimiento (en términos puramente monetarios) es mediante el saqueo financiero de los recursos menguantes de la sociedad y la destrucción de la riqueza creada en el pasado industrial. En resumidas cuentas, la única manera de combatir el estancamiento secular es destruir la sociedad para sostener la ganancia y la acumulación financiera. Y es este punto central donde el autor nos quiere llevar:
Aquí reside la contradicción más importante del capitalismo contemporáneo: mientras que las nuevas tecnologías han aumentado enormemente la productividad del trabajo, esta mejora ha provocado paradójicamente un empobrecimiento de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto. El efecto de la tecnología es que se necesita menos trabajo, por lo que la única solución sería una reducción del tiempo de trabajo sin una baja de los salarios [...] Los salarios caen, la demanda languidece, la deflación reemplaza a la inflación y la depresión acecha en el horizonte. La creación de una esfera semiocapitalista inauguró nuevas posibilidades de expansión, y por algunos años en la década del noventa la economía pudo expandirse eufóricamente. Se creía que esta economía de internet generaría una nueva perspectiva de crecimiento infinito. Pero a la larga resultó un engaño, porque aun si el general intellect es infinitamente productivo, los límites al crecimiento están inscriptos en el cuerpo afectivo del trabajador cognitivo: son los límites de la atención, de la energía psíquica, los límites de una sensibilidad sufriente [8].
Es en ese sentido que “Bifo” afirma que la expansión económica se vuelve imposible cuando se han alcanzado los límites físicos del mundo y los límites neurológicos del cerebro. A partir de ese punto, la aceleración del ritmo de la comunicación y de la vida tiene un efecto destructivo sobre la mente social, ya que el sistema nervioso es perturbado por la “permanente hiperestimulación”. Para el autor: el extractivismo de los recursos físicos del planeta y de los recursos nerviosos del cerebro fue la respuesta neoliberal a la caída tangencial en los índices de ganancia, pero rápidamente llevó al agotamiento de los recursos físicos y nerviosos.
La locura intrínseca del capitalismo quedó expuesta en ese momento: el capitalismo no puede existir sin una veta inagotable de acumulación, aceleración y expansión, por lo que el cerebro colectivo se traba en una lucha contra el caos con el objetivo de dominarlo y someterlo al principio de la valorización [9].
Podemos sintetizar que este es el perfil contemporáneo de lo que “Bifo” denomina el bio-info-psicovirus, que según él no para de proliferar en la forma de un colapso biológico ambiental y financiero, pero sobre todo psíquico.
Mi vida es una película
El malestar contemporáneo en la vida diaria es ejemplificado por “Bifo” con tres películas que en diferentes formas toman esos elementos, todas estrenadas en el 2019.
Sorry We missed you de Ken Loach; un retrato de la “nueva” clase obrera monotributizada en la forma de un repartidor de paquetes que muestra el carácter material de la “revolución logística” del “just in time” y el “stock cero”, en la botella que opera de orinal para el protagonista.
La otra película es Parasite de Bong Joon-ho, la cual recorre los estadios de una frenética lucha por sobrevivir en un mundo de todos contra todos donde cada clase social oprime y pisotea a la clase inferior, hasta que una epidemia de violencia destruye todas las formas de jerarquía.
Finalmente Joker, de Todd Phillips, en donde se narra la difusión del sufrimiento mental en una sociedad propensa a formas de rebelión psicóticas, donde la asistencia pública en salud mental no para de retroceder.
Para “Bifo”, la sociedad en vísperas de la pandemia ya era una sociedad en pleno colapso que daba señales de sus diferentes déficits y límites en todas las manifestaciones de la vida social.
Surgimiento del tecnototalitarismo
La pandemia global que vivimos hace poco tiempo nos recordó los límites, miseria y deficiencias del neoliberalismo. Pero principalmente nos recordó que el dinero no puede comprar lo que no existe: “solo el conocimiento, solo el trabajo inteligente, puede comprar lo que no existe” [10]. Dicho de otra forma: el dinero no puede comprar vacunas que aún no se desarrollan, no puede comprar las máscaras de protección que aún no han sido producidas, no puede comprar las unidades de terapia intensiva desmanteladas por la reforma neoliberal del sistema de salud europeo.
En ese sentido el autor afirma que “la normalidad no va a regresar nunca”; lo que sucederá después está todavía por determinarse y por lo tanto no es predecible. Según “Bifo”, estamos actualmente frente a dos alternativas políticas:
O bien un sistema tecnototalitario relanzará la economía capitalista por medio de la violencia y la hiperexplotación; o bien la actividad humana nos emancipará de las abstracciones del capital, y emergerá una sociedad molecular basada en la utilidad y la igualdad [11].
La pandemia quebró la abstracción capitalista del control absoluto que este tenía sobre el mundo. Pero, en simultáneo, la automatización global está ajustando las tenazas de su red de tecnocontrol digital. Para el autor el remodelamiento tecnototalitario de la vida social, anticipado por la abolición provisional de la libertad individual por razones sanitarias, puede convertirse en la tendencia dominante del tiempo que se avecina.
Pero por otro lado también surge en el horizonte la necesidad de repensar el sistema actual en otros parámetros: “Lo que queda de poder capitalista intentará imponer un sistema tecnototalitario de control sobre la sociedad libre de compulsión a la acumulación y al crecimiento económico, una vida social basada en la frugalidad y la igualdad” [12].
Para “Bifo”, en el futuro próximo “el caos prevalecerá” y nos veremos forzados a renunciar a cualquier deseo de retornar a una normalidad imposible: nos veremos forzados a pensar una creación de una sociedad basada en la producción de lo útil.
Comunismo o extinción
Para “Bifo” el ciclo neoliberal, que duró unas cuatro décadas, fue esencialmente un intento de posponer la gran psicodeflación y diferir el estancamiento económico por medio de la aceleración de la productividad mental (explotación nerviosa) y la devaluación de la productividad física (salarios bajos, precarización): “El colapso llegó en la primavera boreal de 2020, después de la convulsión global que conmocionó al mundo en el otoño boreal de 2019 –de Hong Kong a Santiago de Chile, de París a Quito, de Beirut a Teherán– en un intento trunco de subvertir los poderes establecidos” [13].
Finalmente, para concluir, podemos decir que para el autor el horizonte no está cerrado sino que se abre a nuevas posibilidades ya que “ese supuesto neoliberal no es verdadero, y que existe una alternativa”, que según él se basa en la liberación de la obsesión del crecimiento económico, en la redistribución de los recursos, en la reducción del tiempo de trabajo y la expansión del tiempo que dedicamos a la actividad libre de enseñar, investigar, curar y cuidar.
El virus del Covid obligó a las autoridades mundiales a aceptar que la expansión económica no es infinita, la vida biológica misma se mostró como un límite. El Covid-19 no destruyó al capitalismo, pero nos recordó nuestros límites y forzó una demora que no es una pausa provisoria, sino el “punto de llegada de la carrera moderna”. Ahora el desafío es pensar una alternativa que pueda ser superada, ya que en propias palabras del autor "no veo una tercera vía entre el comunismo y la extinción" [14].
A modo de cierre
El Tercer Inconsciente que nos propone “Bifo” Berardi es una descripción lucida y coherente del malestar general de la cultura en la última década. El nuevo tercer inconsciente está todavía por moldearse, y las herramientas son nuestra conciencia, nuestra acción política (sumamente ninguneada y subestimada por la lógica neoliberal posmoderna) y nuestra imaginación poética.
Su propuesta es una opción, que se encuentra abierta, a un futuro próximo que todavía no termina de estar delineado del todo, pero en donde el relato neoliberal del desarrollo sostenible y pacifico viene siendo refutado principalmente por los nuevos conflictos bélicos que asoman en Europa.
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