La justicia acusó al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, en base a una larga lista de ilegalidades. ¿Podemos esperar los trabajadores y la juventud que la justicia resuelva el problema de la corrupción de Cunha y del país?
Jueves 18 de febrero de 2016
El Procurador general declaró que Eduardo Cunha “ha adoptado, desde hace mucho, posiciones absolutamente incompatibles con el debido proceso legal, valiéndose de su prerrogativa de presidente de la Cámara de Diputados con el propósito de autoprotegerse mediante acciones fraudulentas para impedir la investigación de su conducta tanto en la esfera penal como en la esfera política”.
Se trata de un capítulo más del “show del horror” que viene desarrollándose hace meses, donde el pueblo brasilero asiste a una avalancha de denuncias contra Cunha que no alteran el orden de las cosas. Solo se pueden esperar nuevas maniobras, como la reciente sustitución de uno de los dos diputados responsables de las investigaciones, que le permita seguir ganando tiempo.
La dirección del Partido Laborista Brasileño (PTB) está aliada a Cunha. Sin embargo, Arnaldo Faria de Sá (PTB-SP), representante del partido en la investigación, había declarado que votaría para que Cunha fuese revocado. La dirección partidaria, interesada en la continuidad de Cunha, se comunicó con Faria a fin de que cediera su lugar a Nilton Capixaba (PTB-RO), diputado nacional investigado en la Mafia de las Sanguessugas en el 2006, acusado de participar de un esquema de compra de ambulancias sobrefacturadas que no fue condenado, pues la investigación terminó en nada. Capixaba se presentó para hacer pesar los intereses de la dirección del partido, mientras que Arnaldo Faria obtuvo la promesa de ocupar el cargo de presidente de la Comisión de Seguridad Social. La maniobra, obviamente, benefició a Cunha.
El régimen político está montado para preservar privilegios. Aunque Cunha se vea obligado a retirase o renuncie al cargo, en su lugar asumirá naturalmente su vice, otro reaccionario y corrupto aliado de Cunha, Waldir Maranhão, del Partido Progresista (PP), también investigado por corrupción.
Cunha no es solo corrupto, es un símbolo de lo más reaccionario del país
Eduardo Cunha ya mereció el repudio de la población por sus posiciones políticas. Como presidente de la Cámara alentó votaciones como, por ejemplo, la reducción de la mayoría de edad penal y la negación del aborto a las mujeres incluso en caso de violación.
Pero Cunha, intacto en su cargo con verdaderos “superpoderes”, no tiene límites y es el agente principal del impeachment contra Dilma, apoyado por lo más reaccionario del país, por el PSDB y por la Federación de las Industrias del Estado de San Pablo (FIESP). Cunha se apoya en la insatisfacción popular contra Dilma en lo que se conoce como “malversación electoral”, ya que Dilma ganó las elecciones afirmando que no iba a aplicar ajustes y 2015 fue un año de duros ataques y nuevos escándalos de corrupción. Y el gobierno además no da ninguna respuesta a la legítima insatisfacción de los trabajadores brasileros y al deterioro de las condiciones de vida generada por la crisis económica y política en el país.
Si es verdad que el gobierno de Dilma ha implementado una serie de ataques contra los trabajadores, Cunha, el PSDB y todo el bloque burgués opositor, tampoco son alguna opción, pues representan los intereses de otro sector de la burguesía que ve en la posibilidad del impeachment el modo de abrir aún más a país al capital extranjero a través de nuevas privatizaciones y ataques a los derechos de los trabajadores. Además, como es cada vez más claro, el PSDB y toda la derecha están más que involucrados en los escándalos de corrupción.
Por eso estamos abiertamente contra el impeachment de Cunha y Cía., sin que eso signifique dar apoyo político al gobierno de Dilma y el PT, que vienen descargando la crisis sobre las espaldas de los trabajadores y la juventud.
Un falso régimen democrático
El hecho que el proceso contra Cunha esté en manos de la justicia tampoco es garantía de avance contra la corrupción en el país. Cunha es una de las expresiones máximas de la corrupción que corroe al país pero no es el único. ¿Alguien puede tener confianza en alguno de los dirigentes que pueden sustituirlo? ¿Alguien pone en duda que los tentáculos corruptos de Cunha llegan también a la justicia burguesa?
Frente al descrédito de los políticos, algunos sectores han llegado a pensar que la justicia puede ser una alternativa, como si ésta fuese "neutral". No faltan denuncias de relaciones espurias del poder judicial con los políticos, los capitalistas y las redes de corrupción. Ni siquiera elegimos por medio del voto los cargos de enorme poder en este modelo de gobierno, como ministros, jueces, etc. Es más, no podemos ejercer ningún control de hecho sobre ninguno de ellos. Por un lado, mientras los políticos aprueban los ataques contra los pocos derechos de los trabajadores justificándose en la crisis, por otro lado aumentan sus salarios y permiten una serie de privilegios para ellos mismos.
Por la revocabilidad de los mandatos y contra los privilegios de los políticos y jueces
Los mecanismos del Estado brasilero no dan opciones a los trabajadores que no sean las elecciones, cada dos años vamos a las urnas a elegir intendentes, diputados, gobernadores, presidentes pero son siempre nuevos verdugos que hacen mil promesas que después no cumplen. Todos los partidos aparecen como iguales frente a la población, pues siempre cumplen con el mandato de quienes financian sus campañas, de los capitalistas, y están allí para garantizar sus privilegios. Permanecemos rehenes de figuras como Cunha y otros políticos que no cumplen con el mandato popular de los que lo eligieron.
Si hubiesen mecanismos para que los trabajadores revocasen directamente los cargos de los políticos que no cumplieran con los mandatos que contemplen los interesen del pueblo, Cunha y muchos otros no estarían en el poder. Necesitamos decir “basta” a este falso régimen democrático. Somos nosotros los trabajadores y jóvenes los que tenemos que tener en nuestras manos el poder de revocar a Cunha y a cualquier otro político cuando no cumpla con el mandato popular. No aceptemos el impeachment de la derecha contra Dilma porque está orquestado por figuras mucho más reaccionarias. Si es para revocar una presidenta electa, solamente la población puede hacerlo. Movilicémonos por la revocabilidad de todos los mandatos. Por el fin de los privilegios de los políticos y de los jueces, que todos ganen el salario de una profesora. Por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana impuesta por la fuerza de la movilización para abrir el camino a la reorganización del sistema político y el país sobre nuevas bases.