Hernán Camarero es historiador, docente y director de la revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda. Autor de “Tiempos rojos. El impacto de la Revolución rusa en la Argentina”, entre otros.
Liliana O. Calo @LilianaOgCa
Viernes 13 de diciembre de 2019 00:00
LID: De algún modo se puede leer la historia del país a través del periodismo y al periodismo como un registro de la historia. ¿Qué momentos de esta relación destacaría en la historia nacional?
Hernán Camarero: Sin duda, casi toda la historia argentina puede registrarse a través del periodismo y de sus mutaciones. Como la constitución del propio país se articula a partir de comienzos del siglo XIX, el impacto de la prensa periódica estuvo presente desde los propios inicios, lo cual puede observarse en el papel que cumplieron los órganos en papel en la Revolución de Mayo, en la conformación de las tendencias políticas unitarias y federales, en el despliegue de la Generación del 37 o en la propaganda oficial y la impugnación a ésta durante el régimen rosista, por mencionar algunos ejemplos de las primeras décadas. A 150 años de su fundación, también puede entenderse la apuesta estratégica que para el mitrismo, y en buena medida una parte de la clase dominante, tuvo la aparición del diario La Nación en enero de 1870, u otros como La Prensa o La Razón de los Gainza Paz o los Peralta Ramos. Fueron (y en parte lo son aún en algunos casos) diarios constructores de la hegemonía burguesa en la Argentina. No hay que esperar a la salida de Clarín, en 1945, para entender el rol que jugaron y juegan esos medios periodísticos, asociados a otros soportes, como radio, televisión, internet, etc., como constructores de un sentido común a favor del poder y de la reproducción del orden capitalista imperante. Ello ocurre incluso, cuando algunos de esos medios, parecieron ejercer una cierta autonomía o instancias de conflicto con las autoridades estatales, como fue el caso de Crítica en la década de 1930 o La Opinión en los setenta, que, al decir de su director, debía ser “de derecha en economía, de centro en política y de izquierda en cultura…”
En un sentido opuesto operó la prensa obrera en la Argentina, que tuvo una historia extraordinaria. Fue uno de los elementos claves para el movimiento obrero y las izquierdas, un instrumento privilegiado, no sólo para la comunicación, la agitación y la propaganda, sino para su propia constitución y desarrollo, incluso de su identidad misma, operando como canal para la “contrainformación” y el despliegue de una opinión pública proletaria, fuera del radio de las grandes empresas periodísticas. Si bien había otros modos de difusión escrita muy empleada por el movimiento obrero, como las proclamas, los volantes, las octavillas, los folletos y los carteles, la prensa periódica fue esencial.
LID: ¿Qué trayectoria tuvo la prensa obrera - política y gremial - en la historia del país? ¿Qué experiencias rescataría? ¿Qué influencia lograron?
Hernán Camarero: La prensa obrera, la mayoría de las veces hecha por militantes-periodistas, se erigió no sólo como páginas de denuncias y reclamos de derechos sino también como instancia de concientización y con objetivos pedagógicos. Como solía autopresentarse, estaba lista para “despertar las conciencias obreras”. Claro que uno destaca mucho los periódicos elaborados por los agrupamientos político-ideológicos conectados con el mundo de los trabajadores en su primer medio siglo de historia, entre los que es inevitable mencionar al más importante de todo, La Vanguardia (el diario del Partido Socialista, que tuvo un desarrollo casi constante entre 1894 y 1958), o el anarquista La Protesta (con cuatro décadas de trayectoria) o el comunista La Internacional (de 1917 a 1936).
También hubo ejemplos notables entre los de raigambre específicamente gremial (editados por sociedades de resistencia, sindicatos, federaciones, centrales, comisiones de fábrica o cuerpos de delegados). Y una extensa variedad de otros conformados en torno a problemáticas culturales, femeninas, juveniles, infantiles, barriales, de asociaciones de trabajadores migrantes, de comités de solidaridad o de bibliotecas obreras, actuantes en el mundo del trabajo. Es apasionante reconstruir los modos de elaboración de estos periódicos, quiénes eran sus redactores, corresponsales y difusores, cómo se diagramaban y publicaban, cuál era su tirada, su localización espacial, periodicidad y duración temporal, qué alcances tenía su distribución y cómo era su universo de lectores, aportantes y simpatizantes. Eso da cuenta precisa de los niveles de consistencia del movimiento obrero y las izquierdas. Hay un cambio decisivo hacia mediados de siglo XX en la Argentina en cuanto a este tipo de prensa, cuando avanza decisivamente el proceso de burocratización del movimiento obrero, y por ello la financiación de muchos de estos órganos quedan asegurados a partir de su nueva relación con el Estado.
Una experiencia que siempre me resultó muy interesante, y aquí la quiero volver a rescatar, es el de la elaboración y difusión de pequeños periódicos por fábrica o empresa, escritos y repartidos por los distintos organismos de base del movimiento obrero y las izquierdas, que permite entender la inserción concreta de ellos en los sitios de trabajo. Estudié con mucho detalle el caso de los periódicos de fábrica de las células obreras comunistas de las décadas de 1920 y 1930. Eran clandestinos. Ninguna nota aparecía firmada con nombre, sino con una anónima referencia: “un obrero”, “un trabajador organizado”, “un observador”, “una explotada” o “una mujer progresiva”. Los únicos nombres eran los de los capataces, jefes, gerentes o dueños, para descargar sobre ellos las más gruesas acusaciones, burlas, insultos o amenazas. Estaban presentes de modo cristalino los sentimientos de pertenencia y exclusión que definían una identidad proletaria en oposición a la de los capitalistas y sus servidores. Una forma de distribución era en las puertas mismas de la empresa por militantes partidarios anónimos. El otro modo era que los propios operarios comunistas de la empresa los repartiesen a sus compañeros de labor más confiables, en lugares ocultos (el vestuario, el depósito de herramientas o el baño de la fábrica), o los dejasen allí para que cada trabajador los tomara por su cuenta y luego dejara sus comentarios. El pequeño tamaño de estas hojas colaboraba a estas formas de circulación. Los periódicos se entregaban de manera gratuita o tenían un precio muy bajo para lograr que fueran adquiridos por la mayor cantidad posible de obreros interesados en la prédica comunista o en los asuntos que incumbían a su lugar de trabajo. Esto planteaba el problema de su financiamiento. En general, la edición se solventaba con los fondos monetarios recabados por la propia célula, con aportes de los afiliados y listas de suscripción entre los trabajadores.
Un recorrido general por estos periódicos permite apreciar algunas de las características básicas que definen la identidad y cultura obreras: una contraposición marcada entre el “nosotros” proletario y el “ellos” de la clase dominante, de sus representantes y de sus servidores, aquel “mundo de los jefes”. Existía una delimitación de campos y una construcción de imágenes muy precisa acerca de quién era el enemigo, que se expresa en la denuncia implacable a los gestores de la disciplina fabril, la cara rival más visible y odiada por los trabajadores. Esto se convirtió en una de las temáticas más recurrentes: siempre podían encontrarse alusiones al mal trato de los capataces, jefes, inspectores, gerentes y dueños de las empresas, y la convocatoria a enfrentarlos. Se apelaba a un lenguaje agresivo y radical. En estos periódicos, aparecen una serie de valores y nociones –como la valentía, la honradez, la dignidad, la humillación que se sufre del poderoso, el ser portador de la justicia–, que operan a manera de construcciones imaginarias que conforman al “mundo de los obreros y obreras”; el atropello, el vocabulario soez y despectivo, la arbitrariedad, la alcahuetería, la discriminación racial y contra las mujeres, junto a la explotación, son las características del mundo de “ellos”, de los jefes y capitalistas. En ocasiones, esas imágenes se volvían explícitas. Así, era frecuente que en los periódicos también aparecieran pequeños cuentos o dibujos de picardía de carácter político-social. Su contenido sarcástico apuntaba siempre a contrastar la miseria obrera a la opulencia del capitalista, presentada como irracional y parasitaria. Eran comunes las ilustraciones que mostraban a trabajadores de mameluco, famélicos, al lado de obesos empresarios con un habano en la boca, encabezadas con frases como “El porvenir del obrero en la actual sociedad”. Por supuesto, el gran tema de estos periódicos era la crítica a las situaciones laborales que experimentaban los trabajadores en los establecimientos. Muchas de estas denuncias aparecían en secciones tituladas “Cartas de obreros” o “Cómo nos explotan”, que consistía en artículos o notas enviadas por los trabajadores en donde se describían las iniquidades de la vida en la empresa.
LID: Desde los inicios de la prensa, pensemos en Mariano Moreno, ha sido constante la tensión entre Estado y el derecho a la libertad de expresión, de información, la independencia económica y las formas de financiamiento. ¿Cómo definiría, en ese sentido, el panorama actual del periodismo y la prensa?
Hernán Camarero: En este régimen social, más allá de las apariencias, no existió ni existe la verdadera libertad de expresión e información, es decir, esta última se encuentra doblemente limitada por las restricciones económicas y de ausencia de autonomía que imperan tanto en los medios privados como en los de financiamiento estatal. Para los/las periodistas hay miles de formas de sometimiento o control directo, indirecto o implícito, condicionamientos que los disciplinan y obligan a informar u opinar conforme a los lineamientos ideológicos, políticos y de intereses de los dueños o controladores del medio al que pertenece. Por otra parte, muchas corrientes de opinión e ideas carecen de la posibilidad de hacer escuchar sus voces, para no hablar de las enormes dificultades en poder estructurar medios propios, con financiamiento, continuidad e igualdad en las posibilidades de recursos con respecto a los que cuentan los grupos de medios de los grandes empresarios o el Estado. Por eso debe apoyarse cada esfuerzo que se haga en pos de levantar y dar continuidad a medios alternativos e independientes del apoyo de tal o cual gobierno o los engranajes del lucro y presión capitalista. Debe exigirse que los recursos públicos estén al servicio de sostener una auténtica pluralidad de opiniones y formas de información.
LID: Compromiso político, explosión informativa, nuevas redes sociales, ¿cómo ve a La Izquierda Diario?
Hernán Camarero: Creo que la experiencia de La Izquierda Diario es muy meritoria. Se convirtió en una potente usina de información, opinión e ideas desde la izquierda, no sólo en este país, sino en muchos otros a través de todo su sistema. Confieso que tenía mis prevenciones con la propuesta de editar un diario en versión on line, pues me sentía más próximo al tradicional formato del papel. Pero reconozco que este soporte permitió un nivel de difusión y alcance que entiendo es bastante extraordinario. También la variedad de notas y secciones lo asemejan a esas tradicionales propuestas de periódicos de izquierda “integrales”, que buscaban abarcar todas las problemáticas asociados a las necesidades e intereses de la clase trabajadora y sectores populares y al mundo de las izquierdas, desde las cuestiones que hacen a las luchas y la organización de los explotados, como a las que hacen a la dimensión política más general, tanto en información como en ofrecimiento del punto de vista propio. Tiene una muy buena sección de Economía. Además, es un portal que asume muchas discusiones teóricas, problemáticas vinculadas al arte y la cultura, de reflexión histórica, acerca de los combates del feminismo y las disidencias sexuales, de las luchas ambientalistas, se cubre muy bien el marco internacional, etc. Y en estos años mostró un nivel de apertura y pluralismo que es muy sano dentro de la cultura de izquierda. Valoro mucho el esfuerzo por hacer un diario de nivel en su contenido, presentación, gráfica e imágenes, con interacción con videos y otros recursos, a la vez que manteniendo un posicionamiento comprometido desde la perspectiva anticapitalista y por el socialismo.
La prensa obrera en la Argentina tuvo una historia extraordinaria. Fue uno de los elementos claves para el movimiento obrero y las izquierdas, un instrumento privilegiado, no sólo para la comunicación, la agitación y la propaganda, sino para su propia constitución y desarrollo, incluso de su identidad misma, operando como canal para la “contrainformación” y el despliegue de una opinión pública proletaria.
Acerca del entrevistado
Hernán Camarero es doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Investigador Independiente del CONICET en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (FFyL-UBA). Profesor Regular Asociado de Historia Argentina III en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Posee un centenar de publicaciones, entre libros, capítulos de libros y artículos en revistas especializadas del país y del exterior, en especial, acerca de la historia del movimiento obrero y de las izquierdas. Algunos de sus libros son: Tiempos rojos. El impacto de la Revolución rusa en la Argentina (Sudamericana, 2017), A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935 (Siglo XXI, 2007) y, en coedición, El movimiento obrero y las izquierdas en América Latina: experiencias de lucha, inserción y organización (The University of North Carolina Press, USA, 2018) y El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo (Prometeo, 2005). Director de la revista académica Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda y del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI).
Liliana O. Calo
Nació en la ciudad de Bs. As. Historiadora.