Julio Frutos, tutor del joven abusado en 2008 por el capellán del Servicio Penitenciario Bonaerense, detalla los puntos centrales del caso y exige a monseñor Víctor Fernández que deje de encubrirlo.
Daniel Satur @saturnetroc
Jueves 7 de febrero de 2019 23:00
Monseñor Víctor "Tucho" Fernández
El último domingo este diario informó que un nutrido grupo de madres y padres del Colegio Nuestra Señora del Carmen del barrio platense de Tolosa logró evitar que el sacerdote Eduardo Lorenzo desembarcara en la institución procedente de una parroquia de Gonnet.
El rechazo a la llegada de Lorenzo a Tolosa (materializado en una nota presentada ante el Arzobispado de La Plata acompañada de dos mil firmas) estuvo motivado en denuncias que pesan sobre él desde hace años por abusos sexuales y otros malos tratos.
Leé también Juntaron dos mil firmas y frenaron la llegada de un cura abusador a un colegio de Tolosa
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Durante semanas las familias tolosanas solo recibieron mensajes de confrontación por parte de la Curia platense. Pero el último viernes, el propio Arzobispado sorprendió a propios y extraños anunciando que finalmente Lorenzo se quedaría en Gonnet. Y lo hizo a través de un “acting” que, pese a lo burdo, fue milimétricamente planificado.
Simultáneamente publicó en su web institucional y en el diario El Día dos “cartas”. En una, Lorenzo le anunciaba al arzobispo su renuncia al traslado. En la otra, el Arzobispo le aceptaba con dolor y tristeza la renuncia al cura.
Para las madres y los padres de los estudiantes de Tolosa esas cartas confirmaban el éxito de su lucha. Pero hubo quienes interpretaron esas esquelas como una provocación.
Se trata, nada menos, que de los tutores del joven que fue abusado por Lorenzo hace poco más de una década y que, en su representación, encararon una denuncia penal y una denuncia en sede canónica contra el sacerdote. Denuncias que rápidamente serían “archivadas” y le permitirían a Lorenzo seguir haciendo de las suyas.
La carta que este diario reproduce a continuación fue escrita por el licenciado Julio César Frutos, quien junto a su esposa apadrinan desde hace quince años al muchacho que, siendo un adolescente extremadamente vulnerable, sufrió los ataques del párroco en tiempos en que se encontraba alojado en el hogar Los Leoncitos de Gonnet. La pareja escribió estas líneas, indignada tras leer las “cartas” que se enviaron mutuamente Lorenzo y Fernández.
Vale decir que Lorenzo, además de párroco de la iglesia Inmaculada Madre de Dios de Gonnet, es desde hace más de dos décadas capellán general del Servicio Penitenciario Bonaerense. Es decir, es un peso pesado dentro del organigrama eclesiástico platense y provincial. Quizás por eso el diario El Día, pese a los reiterados intentos de Frutos, hasta el momento se ha negado a difundir esta carta, concediéndole el elemental y democrático derecho a réplica.
Carta abierta al señor arzobispo de La Plata Monseñor Víctor Fernández por una denuncia contra un sacerdote por abuso sexual de menores
La Plata, febrero de 2019
Leyendo las cartas que intercambiara con el Pbro. Eduardo Lorenzo en ocasión de la infortunada asunción del mismo en la comunidad de Tolosa, he sentido la imperiosa necesidad de escribirle, rogándole permita que me sume al esfuerzo que vienen haciendo por entender esta antipática situación.
Se muestra Ud. sorprendido por la finalidad que podrían perseguir aquellos que motivan reclamos de este tipo, y coincide con el Pbro. Eduardo en que son causados por un marcado espíritu de difamación y voluntad de calumniar e injuriar su trayectoria sacerdotal y su buen nombre.
Aún cuando no he participado de los reclamos públicos y recolección de firmas, no puedo desconocer que soy el autor de ambas denuncias que pesan contra el presbítero, una judicial y otra eclesiástica.
Tampoco diré que desde que ocurrieran los hechos que las motivaron no haya hablado de los mismos con cuanta persona me haya preguntado o haya mostrado interés sobre esta problemática. Sacerdotes, obispos, religiosos, laicos y seglares han recibido, oportuna e importunamente noticia de lo sucedido. Siempre en términos objetivos, brindando datos y no opiniones, que como sabemos, suelen estar impregnadas de una alta subjetividad.
Ya a más de una década de todo ello, debo decirle que me resulta una pesada carga, de la que en más de una ocasión quise desprenderme. Pero simultáneamente se plantea el dilema moral de cómo hacerlo, ya que huir de la verdad nunca es neutro y uno termina sintiéndose peor que antes. No nos fue grato a los involucrados en este problema acusar a un sacerdote. Menos siendo laicos comprometidos con trabajo pastoral. Es como hacerse violencia contra uno mismo.
Pero debo decirle que cuando leo como el canónigo Eduardo le sugiere la forma de sanar la coyuntura en bien de la tarea evangelizadora que debe realizar, se me ocurrió pedirle que como Padre común de ambos (él denunciado-yo denunciante), me regale a mi también el consejo apostólico para mi situación. Con mi esposa integramos una pastoral diocesana y llevamos a cabo desde hace quince años una intensa labor evangelizadora a la que aplicamos nuestros talentos y nuestros recursos. Me pregunto cómo debiéramos continuarla, sobre todo en aquellas comunidades en que sus sacerdotes, confundiendo el ambón con una tribuna, nos tildan de mentirosos y calumniadores, actuando más como barrabravas de la fe antes que pastores de la verdad y la caridad. Peor aún, cuando quienes los escuchan acrecientan su curiosidad y sus preguntas sobre el tema.
El trabajo lo llevamos a cabo con esfuerzo y alegría, pero es cierto que puede verse muchas veces, empañado por la situación personal que nos atraviesa. Si bien la alegría la obtenemos de anunciar y no de denunciar, las denuncias se hacen de una vez y para siempre, salvo que uno advierta que estuvo equivocado en cuyo caso puede y debe ser reparada por todos los medios necesarios, pidiendo el perdón correspondiente a los afectados.
Cuanto más hemos recorrido, hablado y escuchado, más confirmamos nuestra postura. Y entonces la tarea evangelizadora se da de patadas con la obligación de vivir en la verdad y terminar apareciendo como un desestabilizador, un difamador o un vengativo. Esta grave dicotomía no admite un irenismo tranquilizador que lleve este problema nuevamente bajo techo. Esta disputa ha quedado a la intemperie y quizá sea mejor que no vuelva a ser un asunto manejado privadamente y en voz baja, sino una solución alcanzada a la luz del día.
Su consejo apostólico mucho puede colaborar a enriquecer también a aquéllos, que sin ser parte directa de este problema, lo observan con atención. Siempre me he preguntado con persistente inquietud, cómo nos miran todas aquellas personas no practicantes o increyentes, que llevan una vida ética regida por los valores fundamentales del bien, la belleza, la bondad, la solidaridad y el respeto. Qué pensarán de nosotros cuando nos ven filtrar el mosquito y tragar el camello.
Le ruego me aconseje, me corrija fraternalmente, me oriente para no quedar entrampado en la necia postura de los criticones ni en la censurable de los hipócritas.
Desde que Ud. ha llegado a la diócesis hemos intentado los afectados por este problema hablarle del mismo, contarle cuanto sabemos y escuchar su orientación. A varios sacerdotes les hemos pedido que le transmitan esta inquietud, porque es algo que nos preocupa, por eso celebro esta oportunidad y este pedido, sabiendo que aplicará además para todos aquellos que quisieran denunciar en el futuro situaciones de esta especie.
Las víctimas de abuso sexual son personas arrojadas a un pozo ciego existencial. Depresión, adicciones y tentativas de suicidio serán algunos de sus compañeros de camino. Uno de los grandes impedimentos que encontrarán para salir de ello, será la falta de credibilidad que le ofrecemos generalmente. No ser creídos es uno de los principales motivos de la revictimización. En tensión con ello aparece el reclamo de los acusados acerca de su buena fama, que generalmente confirmamos con mayor facilidad y rapidez. Ya no es solo un abusado, ahora es también un mentiroso y un dañino provocador de la buena fama de personas valiosas. No es raro que respondan con silencio y automutilación.
Como mantengo la promesa bautismal de morir dentro de la madre Iglesia, me permito hacerle este entrañable pedido de ayuda –que ningún imbécil debiera confundir con un airado reclamo-: Dígame Monseñor su consejo pastoral y paternal.
Para que discierna y juzgue, le arrimo la información del caso, consistente en datos y no en opiniones. De su veracidad y comprobación me hago responsable para disipar tanta confusión publicada y publicación confusa.
DE LAS CAUSAS POR ABUSO SEXUAL:
Denuncia ante el Arzobispado: 11 de Mayo de 2008
Denuncia ante Fiscalía: 20 Agosto de 2008
Archivo causa 26501: 9 de enero de 2009
DE LAS PRUEBAS EN LA CAUSA PENAL:
DE LA RESOLUCION DE LA CAUSA PENAL:
DE LAS PRUEBAS EN LA CAUSA ECLESIASTICA
DE LA RESOLUCION DE LA CAUSA ECLESIASTICA POR ABUSO:
Con fecha 6 de setiembre de 2018 el Tribunal Interdiocesano Platense me informa que:
DEL MENOR VICTIMA:
Aguardo esperanzado su respuesta, que mucho le agradeceré sea por este mismo medio, para evitarme el costo de una nueva publicación.
Con respetuoso afecto lo saludo y encomiendo.
Lic. Julio César FrutoS
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).