Realizadores, trabajadores del medio y críticos reflexionan sobre las mismas preguntas. Acá ofrecemos las opiniones de José Campusano, Gabi Jaime, Lucia Casado, Ana Fraile y Gustavo Alonso. Se suman a las del crítico Roger Koza y los cineastas Benjamin Naishtat, Clarisa Navas, Tatiana Mazu, Patricio Escobar, Ezequiel Radusky, Ximena Gonzalez, Alejandro Rath y Violeta Bruck ya publicadas.
Javier Gabino @JavierGabino
Sábado 3 de julio de 2021 14:02
Este es el cuarto artículo de una serie en la que invitamos a reflexionar sobre el punto límite de “querer hacer cine” en Argentina. Asistimos a un fin de ciclo. La crisis de un esquema de producción sobre el cual la pandemia actuó, acelerando los procesos de transformación que se venían gestando y para los cuales no había plan de contingencia… favorable al cine independiente. Porque las grandes productoras siempre salen bien paradas.
A la crisis histórica de la exhibición y distribución se le sumó la crisis de la producción. En más de un año y medio de un gobierno que había prometido desmontar la herencia macrista, el camino del Instituto de Cine puede considerarse sustancialmente una continuidad de las políticas de ajuste y restricciones del gobierno anterior. Los reclamos y las exigencias del sector no son escuchadas. Aunque sí lo son las grandes ganadoras del momento, las plataformas internacionales de streaming como Netflix.
El plan “Contenidos Argentinos” anunciado en abril por el propio presidente Alberto Fernández junto a Tristán Bauer y Lucrecia Cardoso, entre otros funcionarios, dirigentes gremiales y acompañados por importantes empresarios del sector como Adrián Suar, apunta en ese sentido otorgando exenciones impositivas a las grandes empresas de streaming (Netflix, Amazon, HBO) y orientando así la producción en función de sus intereses económicos y de contenidos.
Quien escribe habla por sí mismo en esta introducción, sin pretender que las opiniones aquí volcadas tiñan las demás respuestas que además son muy claras. En este momento es importante la diversidad de voces y perspectivas, abrir el debate.
Con esta idea convocamos a varios realizadores, críticos y trabajadores del medio a dar sus opiniones. Benjamin Naishtat, Clarisa Navas, Tatiana Mazu, Patricio Escobar dieron su mirada en el primer artículo. Ximena Gonzalez, Alejandro Rath, Ezequiel Radusky y Violeta Bruck lo hicieron en el segundo. Contamos con las reflexiones del crítico Roger Koza en el tercero. En esta entrega ofrecemos las opiniones de José Campusano, Gabi Jaime, Lucia Casado, Ana Fraile y Gustavo Alonso.
Diversidad de formas de producción, de perspectivas, de experiencias atacando los mismos problemas.
Las preguntas que abordamos fueron tres:
- 1) Más allá de la crisis que trajo la pandemia, se puede decir que hay una continuidad del ajuste en el área cinematográfica. Crecen límites a la producción y ni se habla de exhibición y preservación. Esto incluye además la vigencia de la caducidad sobre el fomento que impulsó el macrismo en 2017 y es denunciada ampliamente por distintas asociaciones. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?
- 2) Desde varios sectores de derecha, pero también en los hechos desde la gestión del INCAA, se apunta a que se filmen menos películas y sólo por las grandes productoras, atacando la diversidad y el cine independiente. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?
- 3) Las plataformas de streaming como Netflix, Amazon, HBO vienen ganando espacio, incluso les otorgan exenciones impositivas ¿Cuáles pueden ser las consecuencias culturales, de lenguaje y contenidos de las realizaciones nacionales?
Las respuestas de les participantes se ofrecen completas.
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José Campusano
1) A mi juicio, históricamente el audiovisual ha sido uno de los grandes commodities a nivel mundial. Obviamente nada de lo que suceda respecto a esta área es azaroso, es la herramienta que puede resignificar prácticamente todo. Por eso el diagrama de produccion y difusion global es un tema cerrado por encima del poder de las cancillerías, eso explica que ningún gobierno haya aplicado en forma eficaz las cuotas de pantalla en canales de aire o en salas y que la producción sustentada con fondos del estado no haya fluido libremente por la red de canales regionales. Justamente que la amenaza de caducidad del fomento a nuestra actividad continúe en vigencia lo corrobora.
2) Creo que es tan grave como decir que falta una generación de directores y directoras. Si bien sí hay jóvenes talentos de producción esporádica, entiendo que lo engorroso y oneroso de los engranajes de los fondos concursables y de mantener mínimamente una estructura legal e improductiva que posibilite el rendimiento fiscal (no solo a nivel local) ha resultado altamente expulsivo para la actividad. Por contactos con otros países, sé que resulta muy difícil referenciar a talentos que tengan menos de 40 o 45 años. Algo similar pasa con la música. Los caprichosos factores de legitimación del siglo pasado (fondos nacionales circunscritos a un área minúscula del país, prensa, apoyos internacionales, programación, premiación) tienen la mayor responsabilidad en esta evidente debacle.
3) Por supuesto que las plataformas de consumo audiovisual deberían pagar desde hace años un impuesto que solvente en gran parte a nuestra producción. El entorpecimiento o desidia, en lo que hace a la aplicación de este impuesto, viene a colación de lo expresado en el punto 1 y define quien es quien en este escenario. Y a las consecuencias culturales de este nuevo dominio en las bocas de expendio, las vamos a descubrir juntos.
Gabi Jaime
1) Creo que hay una continuidad evidente de esta gestión con la gestión macrista, de hecho la pandemia sirvió como excusa para la misma, para no mover nada, mejor dicho, para profundizar el ajuste a la producción exhibición y distribución en casi todos los aspectos. Un hecho incontrastable es que la Ley de Caducidad del fomento podrían haberla derogado el mismo día que asumieron, y estamos a casi dos años de gestión y no lo hicieron. Por otro lado, la ley de cine de 1995 ya nace restrictiva, una ley donde nadie sin antecedentes ni casa productora puede filmar, una ley hecha para que filmen los que ya lo hacían, pero desde ese momento con subsidio del estado. Después del 2001, los cineastas surgidos durante todos los 90 en la escuelas de cine comienzan a organizarse y en el 2007 los documentalistas conquistamos mediante la lucha la vía digital de fomento al documental, con jurados democráticos elegidos por las asociaciones y con la figura del realizador/a integral donde le da acceso a que cualquier persona pueda filmar, donde no cuentan sus antecedentes ni casa productora. Esto usando solo un promedio del 3% del presupuesto del INCAA! Este ejemplo es el ejemplo a seguir si queremos realmente democratizar el acceso al fomento, extenderlo a la ficción y a todas las expresiones cinematográficas que surjan.
2) El tema no es solo si se filma menos, es en qué condiciones y quienes filman. Que la tajada más grande del fomento se la lleven las grandes productoras, que sean ellas las que impongan temáticas y lenguajes, que sea este tipo de producción el que ponga el techo del salario de los trabajadores del cine, eso es lo que debemos discutir. A quien se fomenta, quién decide los proyectos a fomentar etc. Mientras el INCAA esté en manos de los que ponen por delante la cantidad de entradas vendidas y la cantidad de pesos recaudados, los planes de fomento van a ser siempre insuficientes para el desarrollo de un cine independiente y diverso.
3) Todas las plataformas de streaming vienen amasando fortunas en los últimos años y con la pandemia más. El consumo privado, individual se contrasta con el hecho colectivo de la sala de cine. Me parece un gran tema el de cómo se está imponiendo un nuevo imaginario, una nueva subjetividad moldeada a través de contenidos (ya hablamos de contenidos y no de historias) que están elegidas y pensadas para que las consumamos como productos descartables, uno detrás de otro. Esto es preocupante, ya que no necesita de espectadores atentos ni críticos, no necesita de cineastas con diversidad de miradas y experimentación.
No alcanza con medidas impositivas, la colonización no es solamente económica sino también cultural. Un cineasta cubano Rapi Diego decía sobre los cineastas de los 70:
"El éxito, tu éxito era la transformación social…tu éxito no era que tu película recaudara tanto, ni que ganara premios en Cannes. … Y si te importaba eras un miserable y un vendido al oro imperialista."
Puede sonar muy setentista, pero sigue la rapiña imperialista por nuestras riquezas materiales y culturales sigue vigente. Tenemos que organizarnos para combatirlos en las pantallas y en las calles.
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Ana Fraile y Gustavo Alonso
1) La caducidad del fondo de fomento en diciembre de 2022 sería, en el caso de que suceda, un golpe muy duro a la industria audiovisual. El alcance de este impacto seguramente generará diversos escenarios. Pero, desde una mirada federal y con perspectiva de género, afectará terriblemente a los sectores de mayor vulnerabilidad. Nuestro país es reconocido mundialmente en materia normativa y por nuestros mecanismos de fomento a la industria audiovisual. Gracias a esto tenemos un lugar destacado en términos de calidad de producción de contenidos. Una de estas herramientas, la de mayor importancia, es el Fondo de Fomento que se nutre de un porcentaje de los impuestos cobrados a las entradas de cine y al ENACOM (Ente Nacional de Comunicaciones). Con este fondo se garantiza la producción de contenido nacional, que no solo forma parte de la industria, sino que es un bien cultural y por lo tanto forma parte de nuestra soberanía y es el ejercicio de un derecho humano.
2) El cine independiente en Argentina ha demostrado a lo largo de las décadas que es parte fundamental de nuestra cultura audiovisual. El cine mainstream también. No veo ningún motivo por el cual sea necesario fomentar el negocio de la exportación y de las grandes producciones de empresas audiovisuales en detrimento del cine independiente. Eso solo demuestra una mirada miope, sin perspectiva cultural o de género, sin visión de futuro o crecimiento de nuestra cultura y, lo que es más preocupante, sin equidad. En el pasado las salas de cine mainstream o independientes podían exhibir un abanico de propuestas y estilos; son estas las que conformaron al cine argentino, las que permitieron su desarrollo, sus quiebres éticos y estéticos y permitieron que artistas independientes y artistas hegemónicos pudieran expresar sus narrativas. Ese choque de propuestas en la arena pública permitió la discusión política, estética, construyó diversidad de audiencias y estimuló el desarrollo de miles de películas argentinas que visitaron centenares de festivales a los largo de los años, proponiendo nuevas narraciones audiovisuales que formaron parte de las transformaciones de diferentes momentos históricos. El cine independiente argentino fue un semillero constante que nutrió a la industria audiovisual y a la sociedad en su conjunto. Ese cine independiente es necesario para el fortalecimiento de nuestra industria y para la construcción de una sociedad con identidad propia que se desarrolle en el tiempo.
Sería muy grave que el INCAA limite la multiplicidad de miradas y formas de producción. Se vería afectada la pluralidad de relatos y el acceso de miles de trabajadores, trabajadoras y artistas a la participación y creación de obras diversas. Por el momento eso es un trascendido, no por eso menos preocupante, que mantiene en vilo al sector audiovisual.
3) Las plataformas cristalizan nuevos modos de oferta y demanda con mayores grados de concentración en todos los eslabones de la cadena productiva y afectan al sector desde el inicio, ya que no tributan al Fondo de Fomento ni pagan por ejemplo derechos de gestión a autores, autoras, directores, directoras, actores, actrices, músicas y músicos. Existe una trampa aspiracional: al admitir a las plataformas como el nuevo modelo de consumo audiovisual a las que el Estado parece no querer condicionar, a contrapelo de lo que pasa en el mundo, que empieza a poner reglas a las plataformas, y bajo la premisa de que generan puestos de trabajo, se termina limitando el acceso a un número acotado de artistas y profesionales para producir contenidos con una línea editorial y estética muchas veces ajena y predeterminada.
Las plataformas transnacionales son un gran supermercado de contenidos manufacturados en serie y a medida, adaptadas a una manera específica de mirar, a una manera de sensibilizar a la audiencia; son empresas que seleccionan contenidos que transmiten “valores” a un público que consume, desde el espacio individual y privado, narrativas audiovisuales. En nuestro país existe hasta el día de la fecha acceso a fondos públicos, comités conformados por personas pertenecientes a la propia industria, que seleccionan proyectos que visibilizan una pluralidad de miradas e intentan ser representativos de diversas realidades, modos de hacer, de pensar y de ver. Pensar en una plataforma per se no es contraproducente, lo que hace de esta opción un espacio nocivo es que se la piense como única opción y sin enmarcarla en la realidad productiva, jurídica y social en la que funciona ya que esto atenta contra la producción y soberanía cultural al reducir posibilidades y no ampliarlas.
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Lucía Casado
1) La caducidad del Fondo de Fomento votada durante el macrismo es la frutilla del postre de una política general que se viene dando desde hace tiempo, de concentración en manos de las grandes productoras y en detrimento del cine independiente. Un claro ejemplo es el plan de fomento de Cacetta, con un claro perfil comercial orientado al mainstream (puntaje, vías según audiencia, asignación directa para las grandes productoras), que Puenzo mantuvo sin modificaciones desde su asunción. El único bastión del cine independiente sigue siendo la vía digital documental y los comités de evaluación de documental, con independencia política de la gestión, los que además de ser nombrados cada vez más espaciadamente vienen recibiendo históricamente presiones para reducir la cantidad de proyectos aprobados. Adicionalmente, hay cientos de proyectos parados con cuotas pendientes de cobro mientras el balance de la gestión habla de un superávit de 600 millones de pesos en 2020. Ese superávit es un escándalo, porque es una subejecución de 600 millones de ́pesos en un contexto de crisis, desempleo y parálisis. Esta situación se agrava si se tiene en cuenta la contracara de les miles de realizadores y trabajadores que se quedaron sin ingresos durante la pandemia y que no recibieron ningún tipo de ayuda del Instituto ni del Ministerio de Cultura.
Desde el punto de vista de la exhibición, el Instituto no da ningún tipo de apoyo ni respuesta, y sigue entregando las salas a las grandes productoras y las majors estadounidenses, que desembarcan con cientos de copias y no dejan lugar par el cine independiente, no se aplican las cuotas de pantalla y el sistema de salas estatales es muy deficiente.
2) La tendencia a la concentración del fomento en menos películas de mayor presupuesto es una política que explicita el macrismo pero que también estuvo presente en todos los gobiernos, y que por supuesto Puenzo, uno de los autores de la Ley de Cine que establece esa misma orientación, no modificó. Con el pretexto mercantilista de producir unos pocos tanques nacionales que compitan con los tanques estadounidenses, se destina el fomento a garantizar las ganancias de las grandes productoras, en lugar de alimentar la producción de un cine independiente que aporte diversidad de miradas, temáticas y propuestas estéticas. Un cine entendido como bien social y cultural. El INCAA debe destinar sus fondos mayoritariamente a subsidiar ese cine; el cine que persigue objetivos políticos, culturales y artísticos. Un cine que hable sobre las luchas del pueblo trabajador, de las mujeres, de los pueblos originarios. Que cada vez más sectores y realizadores puedan acceder a fondos públicos para contar sus historias, y que esas historias lleguen a cada vez más espectadores. Ahí es donde una política audiovisual no puede pensarse sin una fuerte presencia de la etapa de la exhibición.
3) Este tema pone de relieve un debate con varios aspectos. En primer lugar, la pregunta sobre qué contenidos producen estas empresas multinacionales. Los objetivos de las plataformas de streaming empalman directamente con los de las grandes productoras nacionales y, en ese sentido, con la orientación que se le viene intentando dar al plan de fomento: la producción de contenidos con fines netamente mercantiles, con la consiguiente homogeneización de formatos y discursos. Lo mismo que pasaba y pasa con Hollywood pasa con las grandes productoras de contenidos para streaming, se establecen fórmulas que responden a estudios de mercado, tendencias de consumo, clics, perfiles, segmentación, etc. Es una gran producción en serie. La industria cultural en su máxima expresión. Se agregan temáticas sobre violencia de género, o sobre discriminación racial sólo en tanto vendan y con ese único oibjetivo. Si hoy la lucha del movimiento de mujeres, por poner un ejemplo, logró poner en agenda la violencia machista y patriarcal, el mercado lo digiere, le quita su contenido y lo integra como un producto más. No hay intención creadora, voluntad transformadora, hay voluntad de vender. Además, este tipo de producciones, que ya se vienen realizando en Argentina en los últimos años a través de productoras locales que Netflix contrata, se realizan sobre la base de un ataque a las condiciones de trabajo y contratación de les técniques. No respetan los convenios y sobreexplotan a sus trabajadores con jornadas imposibles y reprimendas a quienes se resisten y buscan organizarse. Lógicamente todo esto con la complicidad de las burocracias de SICA y SAT. En ese sentido, el plan Contenidos Argentinos -que lejos de cobrar impuestos a los ingresos extraordinarios de las plataformas de streaming, les regala exenciones impositivas- no es más que la institucionalización y el aval político de parte del Gobierno y los sindicatos a una situación de precarización laboral y pulverización de los ingresos de les trabajadores, que se encuentran entre los más bajos de América Latina.
Respecto a las consecuencias culturales, tiene que ver con pensar un plan de fomento como una totalidad desde la producción hasta la exhibición y la preservación. Se trata de destinar los fondos públicos al cine que narra las historias de nuestro pueblo, y cuidar que esas películas no queden a merced de una lucha desigual por conseguir pantallas para acercarse al público.
Javier Gabino
Nació en Santa Rosa, La Pampa, en 1972. Grupo de Cine Contraimagen. Codirector, guionista y montajista de La internacional del fin del mundo (2019), la serie Marx ha vuelto (2014), Memoria para reincidentes (2012) y diversos materiales audiovisuales sobre revoluciones y luchas obreras.