Repasamos uno de los artículos de la revolucionaria alemana Clara Zetkin, «Contribución a la historia del movimiento proletario femenino alemán», recientemente publicado en el libro Mujeres, revolución y socialismo de Ediciones IPS, que estará en las calles este 8 de marzo. Zetkin reflexiona sobre el rol de las mujeres en la sociedad alemana del siglo XIX y las posibles vías para su emancipación en el marco de la lucha por la sociedad socialista.
Lunes 6 de marzo de 2023 21:07
En los últimos años, gracias al avance del feminismo, se redescubrieron muchas historias de grandes mujeres que habían quedado en la penumbra de la historia. Sucedió, por ejemplo, con la figura de Rosa Luxemburgo, cuyas obras fueron traducidas y publicadas nuevamente en varios países. Sin embargo, a menudo se suelen destacar momentos de su vida personal, mientras que sus escritos teóricos y estratégicos quedan –otra vez– en segundo plano. Mujeres, revolución y socialismo, publicado por Ediciones IPS , compila los escritos de grandes revolucionarias marxistas –Eleanor Marx, Alexandra Kollontai, Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Inessa Armand–, junto a reflexiones de Lenin, Trotsky, Marx y Engels sobre la opresión de las mujeres bajo el capitalismo y las vías para su emancipación. Debates sobre la socialización del trabajo doméstico, el cuestionamiento a las instituciones como la familia y el matrimonio, el rol de las mujeres en la revolución; una guía indispensable para inspirarnos a imaginar que es posible otra sociedad, y que vale la pena pelear por ella.
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Contribución a la historia del movimiento proletario femenino alemán
Clara Zetkin fue una revolucionaria alemana y una gran organizadora y agitadora de las mujeres trabajadoras. Su «Contribución a la historia del movimiento proletario femenino alemán» resulta un documento fundamental para entender cómo era la situación de las mujeres en la Alemania del siglo XIX. Zetkin compara el desarrollo y el rol que tuvieron las mujeres en las revoluciones de 1848 en la vecina Francia, con el atraso que veía en las mujeres alemanas, quienes no tuvieron roles destacados en esos mismos eventos. Alemania, a diferencia de las otras potencias, contenía muchas contradicciones: si bien el capitalismo se había expandido a la par que Francia, todavía no había una burguesía fuerte desarrollada a su alrededor. Por lo tanto, el país seguía atado al cadáver viviente del feudalismo, que mantenía sus privilegios y sometía a los campesinos y artesanos a una vida casi medieval. En ese marco, la situación de las mujeres seguía siendo de extrema opresión:
«A diferencia de las combatientes de la revolución francesa, sus seguidoras alemanas no surgieron como figuras independientes, ni siquiera decisivas, en los episodios importantes de la lucha por una Alemania nueva y libre; no dirigieron a las masas femeninas ni dotaron de una voluntad política común a las masas del pueblo, que querían justicia y libertad», escribe Zetkin.
La falta de audacia del incipiente movimiento femenino alemán no era casual. Zetkin retoma los escritos de una de sus referentes, Louise Otto-Peters, fundadora del Periódico de las mujeres en 1849, cuya pluma va más allá y describe cómo vivían las mujeres, especialmente las mujeres trabajadoras, al calor de los estallidos de 1848; ella plantea que hubo intentos de organización, pero que fueron aplastados: «Se crearon aquí y allá asociaciones democráticas de mujeres», escribe Otto, «que, especialmente en el período de la insurrección, después abatida, desempeñaron una obra de sublime abnegación corriendo toda clase de peligros». El aplastamiento de las asociaciones de mujeres, las dudas dentro del mismo bando, sumado a la derrota y el fortalecimiento de un régimen cada vez más reaccionario, fueron para ella las causas de «la desaparición de todas aquellas aspiraciones a las que había dado vida la renovada conciencia del sexo femenino».
«¿Cómo podían las mujeres escapar al destino general que pesaba sobre todos?»
«La clase obrera de Alemania ha quedado atrasada en su desarrollo social y político con respecto la clase obrera de Inglaterra y de Francia en la misma medida en que la burguesía alemana se ha quedado rezagada de la burguesía de estos países», escribe Engels en el artículo Alemania en vísperas de la revolución de 1851. Un país dividido en 36 principados, cada uno con sus leyes y reglas; campesinos que todavía vivían bajo el sistema de la gleba; una industria muy artesanal: «en Alemania, la mayoría de la clase obrera tiene trabajo, pero no en las fábricas de los magnates de tipo contemporáneo (...), sino por pequeños artesanos que tienen por todo sistema de producción meros vestigios de la Edad Media».
La peor parte de este desarrollo desigual la llevaban los eslabones más débiles de la sociedad: las mujeres, jóvenes y niños. Aprovechando la condición de sumisión que predominaba en las mujeres, acostumbradas a la opresión del hogar, Zetkin cuenta que «eran obligadas a trabajar interminables horas día y noche por salarios de hambre −según convenía al afán de lucro y al despotismo de los empresarios−, eran sometidas a condiciones que ni siquiera respetaban los mínimos requisitos higiénicos. Su trato fue vergonzoso».
Louise Otto era consciente de la situación penosa que vivían los sectores más pobres, y buscó, por lo tanto, hablarles no solo a las mujeres de la burguesía, sino fundamentalmente a las mujeres proletarias. En su Periódico de las Mujeres, convocaba a «aquellas de mis hermanas que no son escritoras para que se comuniquen, primero las oprimidas, las trabajadoras pobres, aunque no se sientan hábiles en la escritura estilizada...» a que se acerquen al periódico y expresen sus malestares y demandas. Lamentablemente, el mismo fue censurado en poco tiempo y no logró llegar a los barrios obreros.
Las condiciones de miseria que sufría la clase trabajadora en Alemania serían el caldo de cultivo de la revolución de 1848, donde entrarían en juego todas estas contradicciones políticas, económicas y sociales. La debilidad de la burguesía y su temor a ser sobrepasada por los trabajadores en lucha, sumado a la inexperiencia e inmadurez del proletariado, pusieron un freno a los levantamientos y dieron una sobrevida a la monarquía feudal. Las contradicciones quedarán sin resolverse hasta décadas más adelante, cuando al calor de la primera guerra mundial y la crisis capitalista, volverá a irrumpir la clase trabajadora y con ella la posibilidad de la revolución obrera. Estos hechos encontrarán un movimiento de mujeres mucho más desarrollado, a cuya cabeza se encontrará la autora de estos artículos, Clara Zetkin.
Conferencia internacional de mujeres socialistas, Berna, 1915
La revolución y las mujeres
El rescate de la historia del movimiento femenino proletario alemán, analizado desde una mirada internacionalista, es una contribución fundamental de Zetkin, quien a su vez desarrolló una vida de militancia política alrededor de la organización de las mujeres trabajadoras. Como dirigente de la sección femenina del Partido Socialdemócrata Alemán y luego parte del ala izquierda de ese partido junto a Rosa Luxemburgo, organizó las Conferencias internacionales de mujeres socialistas que reunió a cientos de militantes de toda Europa, y siempre peleó por espacios para las mujeres dentro de los partidos socialistas y comunistas, por el derecho al voto y la libertad de las mujeres de disponer de sí mismas. Zetkin, junto con otras referentes marxistas, verán en las obreras un sujeto con gran potencial revolucionario, a partir del rol destacado que tuvieron en la Comuna de París de 1871 y especialmente luego de la experiencia de la Revolución rusa de 1917, iniciada por una huelga de trabajadoras textiles en el Día de la Mujer. Su potencial, para las socialistas, no residía solamente en la posibilidad de encabezar la lucha por el derrocamiento del régimen capitalista, sino que a su vez serían las creadoras de la nueva sociedad sobre bases socialistas:
«La conquista del poder político por parte del proletariado también debe ser obra de las proletarias comunistas. Este mismo principio sigue siendo válido después de la consolidación de la dictadura de la clase proletaria, para la construcción del sistema de consejos, para la construcción del comunismo. Esta profunda y gigantesca transformación de la sociedad, de su base económica, de todas sus instituciones, de toda la vida moral y cultural, no puede ser posible sin la activa e iluminada participación de las masas de mujeres comunistas», escribe en el artículo «Directrices para el movimiento comunista femenino» en 1920, también publicado en el libro de Ediciones IPS.
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Hoy vemos cómo el capitalismo ha vaciado de significado la palabra libertad; la tinta que recorre las páginas de este libro nos permite recuperarla, en el sentido que le dieron generaciones de mujeres que pelearon por ella. A pocos días de un nuevo 8 de marzo, fecha en la que desde hace 112 años se conmemora el Día Internacional de las Mujeres, vale recordar que esa fecha fue conquistada al calor de los debates de las Conferencias internacionales de mujeres socialistas. Una excusa para revisitar las reflexiones en torno a la liberación de las mujeres de las y los principales referentes del marxismo en el siglo XX, debates que mantienen una gran vigencia en la actualidad y que nos brindan herramientas para cambiar nuestro presente y, por lo tanto, nuestro futuro.
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Con este ya son 7 títulos de la colección Mujer impulsada también por la agrupación internacional Pan y Rosas. Los libros que integran variados temas se pueden consultar en la página web de la editorial adónde van a poder encontrar mucha información, acceder al índice, a las presentaciones y también a reseñas y repercusiones de cada uno de ellos.