Nuevamente Clarín, mediante la pluma del editorialista Ricardo Roa, hace apología de lo inmejorable que es una educación “meritocrática”, o, en otras palabras, elitista.
Sábado 16 de julio de 2016
El señor Roa simplifica el debate educativo y presenta dos argumentos para explicar al lector que la educación es sólo para un sector privilegiado que haga “méritos” para alcanzar una carrera de grado.
Roa, para ocultar el debate que quieren imponer en la universidad de ingresos restrictivos, nos avisa que el problema de ingreso restricto o irrestricto es un debate ochentista (lucha dada por esa militancia estudiantil, docente y de la sociedad que él mismo cuestiona) y pone el eje en que “solo 1 de cada 100 que empiezan la primaria, termina la universidad”.
Este argumento cuantitativo es rematado con un planteo cuasi fascista adornado de sensibilidad social, “los pobres cuyos hijos no llegan a la universidad deben pagar igual los impuestos para sostener instituciones de una calidad dudosa”, una clara definición de épocas de ajustes presupuestarios y no de una verdadera preocupación por mejorar la educación.
Los Ceos en la educación
A pedido de los CEOs, Roa saluda las medidas de extender la obligatoriedad del nivel inicial y la necesidad de la extensión de la doble jornada, en donde confiesa como algo menor “sin conocer la propuesta pedagógica”, una lógica que se extiende independientemente de los gobiernos (menemista, aliancista, Kirchnerista o macrista) en donde la calidad se mide por la cantidad de egresados, de horas en clase, de días, etc. Un discurso necesario para ocultar que existe una necesidad del sistema de explotar a más trabajadores y durante más horas, por un salario menor.
Tanto docentes como otros trabajadores se ven obligados a trabajar más horas para lograr un llegar a fin de mes, estos trabajadores con hijos se ven obligados a buscarles, desde muy pequeños, “guarderías” o jardines maternales. La necesidad de jardines y primarias de jornada completa -que van de 6 a 8 hs, casi una jornada de trabajo- no radica en la búsqueda de una excelencia académica, sino en una necesidad laboral de no dejar a sus hijos solos.
Roa saluda, por parte de los Ceos, esta obligatoriedad del nivel inicial y la jornada completa no por fines pedagógicos o académicos, sino más bien por la posibilidad que les dan a los empresarios y al Estado de poder explotar más a sus trabajadores y bajar su ausentismo.
Del falso debate a un congreso educativo
Ni los Roa, ni el actual ministro de educación Bullrich tienen una verdadera preocupación en la educación, sus conceptos centrales son “gestión” y “resultados”.
Es incluso el propio Ministerio de Educación y el Consejo Federal de Educación quienes presionan, anulan y persiguen a la docencia de todos los niveles, por medio de los ministerios provinciales y de las supervisiones escolares que buscan diariamente esconder debajo de la alfombra los problemas sociales y materiales que viven a diario los estudiantes y los docentes en las escuelas.
Una muestra clara es el distrito más rico, la Ciudad de Buenos Aires, que desde hace más de 8 años no escapa a esta realidad nacional, en donde lo pedagógico, los contenidos, están relegados ante premisas claves como “la contención” y la valoración del rendimiento según las estadísticas de los rendimientos docentes y de estudiantes, algo que apunta claramente las evaluaciones estándares.
Los docentes son privados de toda discusión real sobre pedagogía, curriculum educativo y contenidos. Si los docentes somos los responsables, entonces la respuesta lógica sería que tengamos un congreso educativo con representación mayoritaria docente para discutir estos problemas y planificar las salidas para el futuro de nuestro país.
Roa y la omisión del negocio educativo
Roa cae en serios problemas al plantear la preocupación de los pocos egresados de grado que hay, y no centrarse en su formación por no deschabar el negocio existente en la formación superior, en donde se ha degradado el titulo de grado para favorecer el negocio de los postítulos, las maestrías y doctorados pagos.
Hoy un joven profesional para obtener un trabajo dignamente remunerado tiene que acceder a poder pagar una maestría y luego el doctorado. Es por esto que encontramos jóvenes de 30 años doctorados o magister que buscan sumar al curriculum laboral, sin que esto al final del camino le reditué laboralmente (una situación que se vive también en Europa).
A las claras muestra la farsa que la educación permite el ascenso social y que hoy es un gran negocio económico degradar los títulos, vaciar los contenidos educativos, para obligar a los que lleguen a pagar a buscar becas para obtener un doctorado. En cierta forma el problema no es lo irrestricto o lo restricto, dado que en los últimos 20 años el sistema a encontrado otras formas más complejas y sutiles de excluir, de filtrar el acceso a la educación y al ejercicio del poder.