Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, feminista, antiimperialista e independiente de todos los gobiernos. A sus 94 años Nora Morales de Cortiñas deja un legado inconmensurable. Contra la represión y la impunidad, enfrentó junto a otras Madres a quienes buscaron impunidad y reconciliación con las Fuerzas Armadas. Su amor irrenunciable por la libertad, la verdad y la justicia la llevó a comprometerse con las luchas de la clase obrera, las mujeres, los pueblos originarios, el ambientalismo y todos los oprimidos. Homenaje a una imprescindible.
Daniel Satur @saturnetroc
Jueves 30 de mayo 23:10
Foto Enfoque Rojo
El diálogo, breve y circunstancial, podía salir de cientos de bocas cada 24 de Marzo en Plaza de Mayo. Palabras similares también podían escucharse en la Patagonia o en la Mesopotamia, cuando alguna comunidad originaria la invitaba a apoyar sus reclamos ancestrales. O en alguna fábrica del Conurbano donde un grupo de obreros necesitara sumar fuerzas para resistir despidos y otros ataques patronales. O al pie de una montaña donde el ambientalismo denunciara un nuevo saqueo a la madre tierra. O en la puerta de comisarías y cárceles, exigiendo la liberación de los presos políticos de esta “democracia”. O acompañando a otras madres, hermanas, padres y amigos de las víctimas del gatillo fácil.
Para no hablar, claro, de tantos juicios de lesa humanidad que la encontraron en primera fila recordándoles a los verdugos genocidas que Gustavo, su querido hijo, y todas y todos los 30 mil estaban más presentes que nunca.
En alguna nueva marcha o piquete habrá quien pregunte, con naturalidad, si esta vez también vendrá Norita. No será por desinformación, sino más bien por la necesidad de su presencia. Y aunque ella ya no concurra, su nombre y su legado seguirán presentes allí donde un derecho humano sea mancillado o un reclamo de verdad y justicia deba levantarse.
Jueves, 18:41 horas. La familia de Norita confirma que murió. No hay “sorpresa” en los mensajes que corren a toda velocidad por grupos y listas, pero nadie quería que llegara este momento. Las redes de cientos de militantes empiezan a poblarse de anécdotas personales con Norita, “la madre de todas las batallas” que no le negaba una foto sonriente a nadie, aún cansada y con ganas de volver a casa.
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Saber quién fue Norita y qué hizo para merecer tanta admiración y cariño popular, está al alcance de un clic en cualquier buscador. Lo que sigue es apenas una arbitraria compilación de palabras claves y momentos emblemáticos de una trayectoria sobre la que difícilmente nos alcancen los espacios y los tiempos para contarla completa.
Pañuelo inclaudicable
Norita tenía 47 años recién cumplidos cuando Gustavo, su hijo mayor, fue secuestrado por un grupo de tareas del Ejército mientras esperaba el tren en la estación de Castelar. Estaba por cumplir 25, era encuestador del Indec, estudiaba Económicas en la UBA y militaba en la Villa 31 con sus compañeros de la juventud peronista. Aquel 15 de abril de 1977 esperaba el tren para ir a trabajar. Los genocidas nunca lo dejaron llegar.
Como se relató acá, en los tiempos previos al golpe de Estado de 1976 a Norita ya le preocupaba lo que podría pasarle a su hijo. Como tantas otras madres, no censuraba la militancia de Gustavo pero sí le pedía que se cuidara mucho, especialmente en las movilizaciones. Ya habían sufrido en 1974 la muerte del cura Carlos Mugica, con quien Gustavo militaba en la villa de Retiro y cuyo crimen a manos de la Triple A de Perón y López Rega se produjo el día que él cumplió 22.
La misma Norita que le pedía a su hijo que evitara marchar fue la que, poco después y en plena dictadura, salió a las calles a encontrarse con otras madres, hasta entonces desconocidas pero con una necesidad común: exigir la aparición de sus hijos, hijas, nietas y nietos secuestrades. Eran los inicios de una lucha emblemática, ejemplo a nivel mundial de defensa de los derechos más elementales de la humanidad.
El largo recorrido de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora la tuvo entre sus caras más visibles. Nunca dejó de levantar bien alto la bandera de los 30 mil. En cada Ronda de los Jueves en la Plaza de Mayo, durante 47 años denunció las represiones y las impunidades, de ayer y de hoy. Con claridad meridiana, junto a Madres como Mirta Baravalle, Elia Espen y varias más, mantuvo siempre su independencia política de los gobiernos patronales de turno. Incluso de los más “progresistas”, que con sus gestos lograron cooptar a otras y otros referentes históricos del movimiento.
En cada Ronda, en cada Marcha de la Resistencia y en cada 24 de Marzo, Norita se plantó por el juicio y castigo a todos los genocidas. Por que los condenados fueran a cárcel común y efectiva. Por que se abran los archivos de la dictadura, tanto los del Estado como los de las empresas y la Iglesia católica. Por la restitución de las y los 400 nietes que aún resta recuperar. Y por supuesto, denunció a milicos como César Milani, comprobados miembros de la dictadura reciclados y puestos a conducir el Ejército de la “democracia”.
Y en ese camino Norita se hizo antiimperialista, denunciando cada guerra lanzada por Estados Unidos y la OTAN. Y gritó bien fuerte contra cada genocidio, como el que perpetra el Estado de Israel sobre el pueblo palestino.
Y se sumó a la enorme marea verde que el movimiento feminista desató en Argentina y contagió a otras latitudes. Participó en muchos Encuentros de Mujeres. En 2018, cuando se trataba el proyecto de legalización del aborto, Gabriela Michetti le impidió entrar al Congreso para presenciar el debate. Fue la noche en la que el Senado votó en contra. En una tribuna abierta publicada por La Izquierda Diario , sentenció con su moral en alto: “No pedimos, avanzamos”. El 2020 la encontraría nuevamente en las calles, con su pañuelo blanco en la cabeza y con el verde en su muñeca.
En 1980 viajó a Roma junto a otra madre, Angélica Sosa de Mignone. Habían conseguido una entrevista con Juan Pablo II y querían pedirle que el Vaticano intercediera en Argentina por los desaparecidos. El papa sólo les respondió que tuvieran “fe y paciencia”. Cuarenta años después, al escuchar a los obispos hacer campaña contra el derecho al aborto, no dudó en exigirles que se callaran la boca.
Pañuelo coherente
“No reconocer en Argentina lo que fue el terrorismo de Estado es ser muy ignorante o querer ahuyentar la responsabilidad que tiene mucha gente de esa época. No intenten dar ni un paso hacia la reconciliación, no lo van a conseguir. La reconciliación con los asesinos y sus cómplices no va a venir del pueblo argentino, acá queremos verdad, justicia y memoria”.
Esas palabras suyas no son de las últimas semanas. Corría agosto de 2016. Gobernaba Mauricio Macri y su neoliberal grupo de tareas (entre ellos Luis Caputo y Federico Sturzenegger) hacía estragos. Como afiliada del PAMI, Norita se atendía en el Hospital Posadas de Haedo. Ese año la dirección del nosocomio (funcionarios macristas), además de atacar al personal quiso festejar el Día de la Niñez al son de la banda del Colegio Militar. Norita estalló de bronca. Ante la consulta de La Izquierda Diario , ésas fueron sus palabras contra el plan reconciliador de Cambiemos.
Cuatro años después cuestionaría de igual manera al Frente de Todos, cuando Alberto Fernández relativizó el genocidio perpetrado en Argentina, hablando de “inconductas” de algunos militares y pidiendo “dar vuelta la página”. Norita le dijo entonces a este diario que el del Presidente fue un claro “gesto negacionista”, que las Madres iban a seguir “en las calles reclamando por Memoria, Verdad, Justicia” y que Alberto, puesto allí por designio de Cristina Kirchner, “nunca estuvo vinculado a la defensa de los derechos humanos”. También denunciaría lo mugriento que resultaba tener de ministros a personajes como Felipe Solá e nivel nacional o Sergio Berni en la provincia de Buenos Aires.
Nunca dejó de denunciar el negacionismo y las propuestas de reconciliación con los genocidas. El 19 de diciembre de 2023 tuvo una de sus últimas apariciones en público. Javier Milei y Victoria Villarruel llevaban nueve días en la Casa Rosada. En la Cámara de Diputados la bancada del Frente de Izquierda encabezada por Myriam Bregman había convocado a legisladores, referentes de derechos humanos, sindicales, sociales y políticos a una audiencia pública para denunciar la ilegalidad de las políticas de Patricia Bullrich englobadas en su “Protocolo de Orden Público”. Y allí fue Norita.
“Salgamos a las calles a reclamar con una sonrisa y no con cara de amargados. Que todo el veneno que nos tiran lo recojamos y lo devolvamos con amor. Argentina es un país rico, que tiene para vivir sin pedirle a nadie. Marchemos contra el ajuste. Todo ese odio que ellos tienen, nosotros tenemos que transformarlo en amor, mirarnos con una sonrisa. Pensarán ‘pobre madre, mirá las ilusiones que tiene todavía’. Pero no. Vamos a triunfar, no pasarán, seguiremos adelante, creciendo como el país que soñaron los 30 mil”.
Es que Norita nunca entendió la lucha por su hijo Gustavo y por los 30 mil como algo del pasado o como algo que debía ser ajusticiado y nada más. Siempre supo que las luchas presentes de la clase obrera y los sectores populares es la misma, en esencia, que la que libró la generación setentista de luchadoras y luchadores. Liberar a esta sociedad de las cadenas del capitalismo. Torcerle el brazo al imperialismo, con sus guerras y sus hambrunas planificadas.
“Una cosa que me obsesiona es que de una vez por todas echemos al Fondo Monetario Internacional a patadas en el culo”, dijo en diciembre durante aquella audiencia en Diputados. De igual manera había repudiado el acuerdo con el FMI firmado en 2022 por el gobierno peronista. “La historia siempre señalará a los traidores que votaron ese pacto”, sentenció sin perder su calma.
Pañuelo obrero, feminista, originario, ambientalista
Fue a ella a quien en 2002 el entonces gobernador bonaerense Solá le dijo que Maximiliano Kosteki y Darío Santillán habían muerto porque los piqueteros “se mataron entre ellos”. Su testimonio fue central en el proceso penal que aún se les sigue a los responsables políticos de la Masacre de Avellaneda.
Fue ella la que marchó por los “nuevos” desaparecidos, los de esta democracia para ricos. Junto a Adriana Calvo, Bregman y demás referentes exigió en 2006 la aparición de Julio López y nunca dejó de denunciar el encubrimiento de la Policía Bonaerense por parte de todos los gobiernos. Lo mismo hizo en 2009 por Luciano Arruga, en 2011 por Daniel Solano, en 2017 por Santiago Maldonado, en 2020 por Facundo Castro y Luis Espinoza. Y por tantos otros.
En 2011 se sumó a la denuncia contra el Proyecto X con el que la Gendarmería espiaba a organizaciones y militantes durante el kirchnerismo. Estuvo en cada marcha contra el gatillo fácil y la represión del Estado. En 2019 viajó a Chile para sumarse a las protestas contra la criminal represión del gobierno de Sebastián Piñera.
Hace quince años acompañó el largo acampe en la Avenida 9 de Julio de la comunidad qom de Formosa. Habían llegado a Buenos Aires a pedirle al Estado nacional que intercediera para que dejaran de matarlos y quemarles sus territorios en la provincia gobernada por Gildo Insfrán. Fue ella la que denunció en 2011 que un grupo de militantes de La Cámpora, a las órdenes de Andrés Larroque, se acercó a dar la única respuesta que tenía para dar el gobierno peronista: aprietes para que levantaran todo y se volvieran a sus tierras.
Fue ella la que, lejos de la cooptación, hace casi veinte años denunció la violenta intervención del Indec a manos de Guillermo Moreno y las fuerzas de choque de UPCN. Y la que apoyó luchas como la de las trabajadoras y trabajadores del Casino de Cristóbal López o de la multinacional Kraft-Terrabusi (hoy Mondelez). La que junto a Osvaldo Bayer, otro imprescindible, acompañó a los petroleros de Las Heras perseguidos por luchar y condenados a perpetua.
La lista de luchas en las que Norita no dejó de estar es interminable. Su solidaridad se hizo fuerte con los despedidos de PepsiCo y con los de Lear. Con los obreros de Donnelley que ocuparon la gráfica de Garín tras la huida de la patronal y la pusieron a producir bajo el nombre de Madygraf, al igual que con los ceramistas de Zanon de Neuquén. Con los mineros de Río Turbio y con los ferroviarios tercerizados del AMBA.
La misma coherencia con la que se solidarizaba tanto con los qom y wichí en el norte como con los mapuche en el sur era la que la llevaba a denunciar el ataque del Estado contra quienes reclaman una vivienda en las grandes urbes. Así lo hizo ante el violento desalojo en Guernica por parte del gobierno de Axel Kicillof, Berni y Larroque. Y también ante el violento desalojo en la Villa 31 por parte del gobierno porteño de Horacio Rodríguez Larreta.
Podríamos seguir hasta el infinito. Siempre Norita presente. Acá y más allá. Como diría Aníbal Troilo, siempre volviendo. Marchó, cantó, gritó, abrazó y sonrió hasta que su pequeña osamenta se lo permitió. La vimos en la última Marcha de la Resistencia de diciembre y también este 24 de Marzo. Y como se dijo más arriba, apenas asumidos Milei y Villarruel quiso estar en una audiencia de Diputados para repudiar los protocolos represivos de Patricia Bullrich.
En una de las tantas conversaciones con este diario, Norita le dijo a nuestra compañera Andrea López que es necesario seguir tomando las banderas de lucha de sus hijos e hijas. “Ése es el gran compromiso que tenemos, reivindicar las luchas que hubo, hay y habrá para hacer de este mundo un lugar que merezca ser vivido, donde quepamos todos y todas, que esta vida merezca ser vivida”. Corría 2021 y las Madres cumplían 44 años de rondas. Allí decía también que “la plaza sigue siendo un lugar de resistencia, de nuestros 30.000, donde seguiremos exigiendo el juicio y castigo para todos los genocidas. Tenemos mucho tramo por delante”.
No mentía. La lucha sigue siendo la misma y hasta por momentos parece más dura, en medio de una profunda crisis económico-social y con un Gobierno negacionista, proimperialista, progenicida y saqueador. “Si dejamos de pagar la deuda se termina el hambre”, le dijo el año pasado a otro cronista de La Izquierda Diario , cuando aún no se preveía la llegada de un gobierno de ultraderecha.
“Salgamos a las calles a reclamar con una sonrisa”, nos pedía Norita en diciembre. “Vamos a triunfar, no pasarán, seguiremos adelante”, insistía. No hay mejor homenaje que hacerle caso. Como decías vos, Norita, “¡hasta la victoria siempre, venceremos!”
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).