El 14 de julio de 1789 estalló la revolución que cambiaría para siempre a Francia y en cierta manera al mundo. Todo lo que tenés que saber sobre esta historia.
Claudia Ferri @clau.ferriok
Miércoles 14 de julio de 2021 14:00
Eugène Delacroix, La libertad guiando al pueblo, pintura que representa a Francia en la revolución de 1830.
Lo primero que tenemos que preguntarnos es ¿por qué estalla una revolución? Muy simplificadamente podemos decir se produce cuando los de arriba –los poderosos- ya no pueden gobernar como antes y al mismo tiempo los de abajo, el pueblo, ya no quieren vivir como hasta ese momento. Y esto pasaba en Francia a fines del siglo XVIII.
Gobernaba una monarquía absoluta, incuestionable, incluso se decía que tenían poderes divinos y que el rey hasta curaba enfermedades y la tartamudez. Tenía como aliados a la nobleza y el clero que representaban el 3% de la población, mientras que el 97% restante formaban el Tercer Estado que agrupaba: los comerciantes y profesionales que eran la pequeña y mediana burguesía cada vez más influyente, campesinos, los artesanos y pobres de la ciudad.
Francia había gastado todas sus reservas en la guerra de independencia de Estados Unidos, jugando contra Inglaterra (su histórico rival). Al mismo tiempo el campo atravesaba una sequía muy fuerte dejando hambre en la población.
Con el Estado estaba quebrado, Luis XVI aumentó los impuestos sin anestesia, un 65%, y claro pagaban todos menos el clero y la nobleza, lo que generaba un odio terrible.
Explotaron motines por todos lados, con las mujeres como protagonistas centrales porque el precio del pan se había disparado en las ciudades.
Presionado, el rey convocó a los Estados Generales – una especie de Congreso con representantes de las tres órdenes de la nación que ya nombramos (la nobleza, el clero –socios del rey-y el Tercer Estado). Se reunieron después de más de 170 años en Versalles el 5 de mayo de 1789.
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Los defensores de la monarquía querían reformas tibias pero la burguesía en representación del Tercer Estado se rebeló planteando un voto por cabeza en lugar de un voto por cada orden. También reclamaron derechos individuales y la sanción de una constitución.
El rey fingió aceptar esta nueva forma de gobierno que limitaba sus poderes mientras preparaba un golpe de estado, pero el pueblo parisino se enteró saliendo masivamente a las calles y explotó todo. Se tomó la famosa Bastilla, una cárcel que era símbolo del poder y el autoritarismo real el 14 de julio de 1789.
Ese fue el inicio de la Revolución que cambiaría para siempre a Francia y en cierta manera al mundo.
La burguesía quería liberarse por las trabas jurídicas, económicas y comerciales propias del sistema feudal con el fin de potenciar las fuerzas del capitalismo, que gracias a la revolución industrial inglesa iniciada en 1760 alcanzó extensión mundial.
Por eso necesitaban, por un lado, cambiar las reglas de la propiedad de la tierra para que haya libre acceso a los que puedan comprarla y las usen productivamente. Y por el otro que los campesinos rompan los lazos de servidumbre para que vayan a trabajar a las ciudades.
La Revolución francesa fue una revolución nacional y burguesa porque justamente fue esta clase social –poderosa económicamente- la que disputaba el poder político con la monarquía. Claro que por sí sola no hubiese podido lograrlo, necesitaba del pueblo que fue el verdadero motor de la revolución pero al estar disperso y desorganizado, la burguesía lo utiliza como de presión pero ¡ojo!, controlándolo, cosa que no siempre pudo lograr y fue un conflicto constante.
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Pasó a gobernar una monarquía constitucional, controlada por un parlamento y a la vez se abolió el feudalismo y los títulos de nobleza, se confiscaron tierras a la Iglesia y se eliminó el diezmo.
Un dato interesante es que en este momento surgió la división política entre la izquierda y de derecha. En agosto de 1789 los diputados decidían si el rey podía vetar las leyes y decisiones que ellos tomaban. Salvando las grandes distancias, es una poder que hoy mismo tiene el presidente pudiendo vetar las leyes sancionadas por el Congreso. De lo más retrógrado y antidemocrático de la política.
Para votar en aquella sala se dividieron. Los que estaban a la derecha votaron a favor del veto real, los girondinos, y los ubicados a la izquierda, los jacobinos, votaron en contra y pedían además que gobierne una república.
Así la derecha quedó asociada históricamente a quiénes quieren mantener el orden y la izquierda a quiénes quieren cambios sociales y políticos profundos.
La herencia de la Revolución francesa se vio también en el campo de las ideas. La “libertad, igualdad, fraternidad” no fue para todos, de hechos las mujeres se quedaron afuera, los habitantes de las colonias del imperio francés también; pero igualmente fueron ideas que influenciaron y mucho. En la primera revolución de esclavos triunfante, en Haití en 1804, en las revoluciones de independencia latinoamericanas incluida la argentina y -entre 1830 y 1848- en las revoluciones de los países europeos.
Incluso los estados nacionales tal como los conocemos hoy mucha de su liturgia: los himnos, las banderas, la idea de “patria”, surgieron en este momento. Además de que las revoluciones posteriores, entre ellas la rusa, la estudiaron mucho y buscaron reflejarse en ella con cambios y continuidades.
Si bien la monarquía volvió a reinar en Francia las cosas no volvieron a ser como antes, nunca más volvió el feudalismo que fue reemplazado definitivamente por el sistema capitalista y la burguesía se convirtió en la clase dominante.
Queda por decir que los revolucionarios franceses demostraron que en momentos claves la acción de las masas puede dar vuelta la historia, como ocurrió en Francia hace 232 años, tirando abajo instituciones que estaban arraigadísimas desde hacía siglos y siglos en la sociedad. Una enseñanza más que importante para todas las generaciones que le siguieron.
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.