La decisión de Biden de abandonar la carrera presidencial ha impulsado las perspectivas electorales de los demócratas.
Jimena Vergara @JimenaVeO
Lunes 22 de julio 21:08
Tras la renuncia de Joe Biden a pelear por la reelección, la vicepresidenta Kamala Harris consiguió este lunes el respaldo de más de los 1.976 delegados necesarios para ganar la nominación en la primera ronda de votación de la Convención Demócrata y ser coronada como la candidata oficial. El partido planea hacer una reunión virtual de delegados que termine a más tardar el 7 de agosto para no esperar a la Convención Nacional Demócrata que se iba a realizar en Chicago recién el 20 de agosto y podría generar problemas legales en los estados que envían boletas por correo de manera anticipada.
Por primera vez desde 1968, el presidente en funciones que ocupa su primer mandato no se presentará a la reelección. La decisión de Joe Biden llega apenas tres semanas después de su pésimo desempeño en el primer debate presidencial, semanas que estuvieron marcadas por una intensa crisis dentro del Partido Demócrata (PD). Si bien al principio, líderes del partido como el expresidente Barack Obama y Nancy Pelosi respaldaron públicamente a Biden, entre bastidores los funcionarios del partido reconocieron que el actual presidente no podía vencer a Donald Trump en las elecciones de noviembre.
El dinero dejó de fluir a la campaña (incluidos los donantes de grandes empresas que retuvieron sus contribuciones hasta que Biden aceptara hacerse a un lado) y varios miembros del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes y el Senado instaron públicamente a Biden a que dimitiera. El New York Times emitió una declaración del Consejo Editorial instando al presidente a "servir a su país" abandonando la carrera.
Mientras tanto, mientras el PD se sumía en el caos, la campaña presidencial de Donald Trump ganaba impulso. Justo después de que el intento de asesinato contra Trump sacudiera la política estadounidense, recibió el apoyo de varios altos funcionarios. Además, un sector de Silicon Valley, que antes estaba en la órbita del Partido Demócrata, anunció contribuciones millonarias a la campaña de Trump. Como escribió Allison Morrow de CNN:
El Área de la Bahía ha sido, y sigue siendo, durante mucho tiempo un bastión hippie de los demócratas que votaron abrumadoramente por Hillary Clinton en 2016 y Joe Biden en 2020. Pero hay una pequeña y poderosa secta de multimillonarios de Silicon Valley que están abriendo camino para los partidarios de Trump y los curiosos de MAGA (la sigla en inglés de “hacer América grande de nuevo”) en el mundo tecnológico.
Durante el fin de semana, grandes nombres como Elon Musk, David Sacks, los gemelos Winklevoss, Marc Andreesen, Doug Leone y Joe Lonsdale volcaron su apoyo político y miles de millones a la campaña de Trump.
Y mientras el Partido Republicano (PR) realizaba una convención exitosa y le otorgaba a Trump la nominación oficial como candidato presidencial, el número de aliados clave de Biden en los medios y el establishment político que abandonaban su campaña aumentó a una velocidad alarmante. Una vez que Barack Obama, Chuck Schumer, Hakeem Jefferies y Nancy Pelosi comenzaron a hacer sus movimientos, el destino de Joe Biden quedó sellado.
Trump el “guerrero”
Joe Biden hizo su anuncio tres días después del final de la Convención Nacional Republicana (RNC), marcada por el intento de asesinato a Donald Trump el sábado anterior y una celebración de los republicanos ante lo que parecía una victoria segura en las elecciones. El efímero sentimiento de unidad nacional invocado por demócratas y republicanos inmediatamente después del intento de asesinato se desvaneció de los labios de Donald Trump, quien se presentó ante la RNC con lo mejor de su repertorio: un discurso xenófobo, y la misma política reaccionaria que ha presentado desde 2015.
El Partido Republicano estaba en plena campaña durante la Convención Nacional Republicana, una convención gobernada por el MAGA (“hacer América grande nuevamente” según sus siglas en inglés), en la que Trump eligió a un joven representante del movimiento, el senador de Ohio de 39 años JD Vance, como su candidato a vicepresidente. Sin duda, Trump eligió a Vance en un momento de fortaleza, envalentonado por las consecuencias de un intento de asesinato que lo hizo aparecer ante el público como un “guerrero”, presentándose como el ganador de las elecciones. Sin embargo, la elección tiene importantes defectos.
Vance se ha ganado una doble reputación. Por un lado, se ha convertido en un firme partidario de Donald Trump y en un poderoso agitador entre la base social del expresidente; es uno de los agitadores favoritos del movimiento MAGA. Sin embargo, Vance también es visto como uno de los intelectuales de la Nueva Derecha cuya visión va más allá del proyecto de Trump y encarna una agenda conservadora radical que apunta a remodelar las bases del régimen estadounidense. Según Ian Ward del sitio Politico, los oponentes de Trump dentro del Partido Republicano consideran a Vance una “encarnación singularmente amenazante del ’autoritarismo peligroso’ que se ha apoderado de la derecha estadounidense”. Sin embargo, para los aliados más conservadores de Trump, Vance se ha convertido en “un avatar cada vez más atractivo de un Partido Republicano post-Trump, y un heredero muy rumoreado del movimiento político de Trump”.
Por otra parte, si bien JD Vance sin duda atrae a la base electoral incondicional de Trump, partidaria del MAGA, y al casi inamovible 33 por ciento de apoyo que se ha cristalizado a lo largo de los años, es difícil venderlo al electorado centrista republicano o a los ex votantes de Trump que aún no se han decidido por quién elegirán en noviembre. Estos votantes desconfían de Vance y de la posibilidad de alejarse del conservadurismo tradicional en favor del fortalecimiento de la “Nueva Derecha” que él representa.
Lograr que Vance sea aceptable para un sector del Partido Republicano y del electorado centrista no es el único desafío que Trump y el PR tienen por delante. Los cambios y desafíos del Partido Republicano no sólo se disputan entre conservadores y ultraconservadores; un sector de la burocracia sindical también busca fortalecer su relación con el partido.
Continúa la lucha por el voto de la clase trabajadora
El presidente de los Teamsters (sindicato de Camioneros), Sean O’Brien, habló en la Convención Nacional Republicana defendiendo los "empleos estadounidenses" y los sindicatos ante una audiencia algo confundida. Después de haber elogiado a JD Vance anteriormente, O’Brien calificó a Trump de "hijo de puta duro" y abogó por un Partido Republicano más pro-sindicatos.
Al día siguiente, el candidato a vicepresidente JD Vance dijo en la convención: “Necesitamos un líder que no esté en el bolsillo de las grandes empresas, sino que responda ante el trabajador, sindicalizado o no sindicalizado por igual”. Trump y Vance, en una operación inusual para torcer la historia, quieren presentar al Partido Republicano como un partido a favor de los trabajadores. Si bien el trumpismo refleja la frustración de una parte significativa de la clase trabajadora estadounidense (principalmente hombres blancos de antiguas regiones industriales que Trump ha llevado a la órbita del Partido Republicano, aunque la campaña de 2024 está atrayendo más apoyo de personas negras y morenas, en su mayoría hombres), es una cuestión diferente incorporar una agenda pro-sindical en la plataforma del Partido Republicano.
El resurgimiento del movimiento obrero en los últimos años, sumado a la crisis del régimen y de ambos partidos, ha revitalizado la burocracia sindical, que ahora tiene que tratar de mantener bajo control al movimiento obrero. O’Brien, de los Teamsters, y Shawn Fain, de la UAW (sindicato de los trabajadores de la industria automotríz), han emergido como las dos figuras que de alguna manera expresan los cambios en la conciencia del movimiento obrero y que compiten por un lugar privilegiado como interlocutores del régimen bipartidista y del nuevo gobierno.
Ambos han visto crecer el trumpismo entre sus filas y ambos están comprometidos a liderar el movimiento obrero en una nueva situación económica y política. Entre los Teamsters, Trump tiene partidarios no sólo de los sectores tradicionales del sindicato, sino también de los trabajadores precarios y racializados de los almacenes de distribución de UPS. No es sólo el trumpismo lo que preocupa y moldea a esta nueva burocracia. El movimiento obrero tiene una nueva generación de activistas que se sindicalizan, luchan por democratizar los sindicatos existentes y movilizan a los trabajadores no sólo por demandas básicas, sino también contra la opresión de género y racial e incluso contra el genocidio en Palestina. O’Brien, desde la derecha, y Fain, desde la izquierda, se disputan qué estrategia va a sacar el máximo partido de ello.
Con la renuncia de Biden, las posibilidades de una campaña por votar el “mal menor” han mejorado
Queda por ver cómo reaccionará el Partido Republicano a la retirada de Joe Biden, aunque Trump, fiel a sí mismo, ya ha declarado que es más fácil derrotar a Kamala Harris que a Biden. El control de Trump sobre el Partido Republicano no es barato: esta nueva relación de fuerzas dentro del partido se logró mediante la polarización constante en el esfuerzo por imponer una agenda no mayoritaria. No todos los sectores del Partido Republicano —incluidos importantes líderes— y su base comparten la agenda trumpista.
Si bien Trump ha conseguido la nominación, es una cuestión completamente distinta imponer su agenda a nivel nacional. El trumpismo (populismo nacionalista de derecha) no desaparecerá en el corto plazo, ya que está arraigado en el imperialismo estadounidense decadente. El trumpismo surgió de los fracasos del neoliberalismo y el sector que integran entre otros el candidato a vicepresidente JD Vance está avanzando presentándose como oponentes del neoliberalismo que pueden restaurar los empleos y los valores estadounidenses tradicionales. Sin embargo, Trump puede no tener lo que se necesita para llevarlo al siguiente nivel, ya que perdió las elecciones de 2020 y el Partido Republicano tuvo un desempeño inferior en las elecciones intermedias de 2022. Si bien sigue siendo el favorito en este momento, la certeza de la victoria se ha desvanecido y una derrota en noviembre trastocaría el partido y generaría disensión y crisis.
Con Joe Biden fuera de la disputa electoral, el rechazo al trumpismo, la lucha por frenar el avance de la Nueva Derecha, la sed de defender derechos democráticos básicos como el aborto y el miedo a los gestos más autoritarios de Trump, pueden constituir un desafío lo suficientemente grande como para costarle la elección a al candidato del Partido Republicano. Ahora dependerá de Kamala Harris —la candidata a reemplazar a Biden hasta este momento— unir al partido en un esfuerzo por derrotar a Trump.
El apoyo a su candidatura por parte de Joe Biden y la maquinaria del partido ha sido positiva y el dinero ha estado fluyendo. Ex fiscal de California, fue responsable del encarcelamiento de miles de personas negras y latinas. No es de extrañar que el movimiento contra el racismo en general y el movimiento por las vidas negras en particular la vean como una “policía”. Si bien un sector del Partido Demócrata ya está celebrando a Harris como la primera mujer de color en postularse a la presidencia, el partido tendrá cuidado de no abusar de la carta “progresista” para no asustar al electorado centrista. Además, el partido tratará de presentarse como duro o incluso más duro que Trump en materia de inmigración y la relación con Israel.
Kamala Harris no es especialmente popular y ha tenido un perfil bajo como vicepresidenta. Una candidatura presidencial liderada por Harris es principalmente el resultado de la determinación de Biden de presentarse a un segundo mandato y permanecer en la carrera hasta ahora. El Partido Demócrata tiene tres o cuatro opciones viables y nombres potencialmente mejores que Harris. Sin embargo, ella era la mejor opción considerando que al Partido se le está acabando el tiempo para cualquier tipo de elección primaria (según el establishment del partido), y ella está en una posición privilegiada para aprovechar la energía del “cualquiera menos Biden” y hacer suyos los logros presidenciales de él.
Del lado de los Demócratas, resulta irónico que los partidarios más acérrimos de Biden fueran los progresistas del partido liderado por el senador Bernie Sanders y Alexandria Ocasio Cortez (AOC). Esto reveló mucho más la debilidad de Biden que la fortaleza de los progresistas, ya que se les dio un lugar en la mesa cuando no había nadie más que se sentara y se uniera a ellos. AOC y Sanders desempeñaron el triste papel de defender a un candidato claramente no apto cuyo legado será el apoyo de Estados Unidos al genocidio llevado adelante por Israel en Gaza. Sanders -y en menor medida el sector de referentes que tienen un discurso a la izquierda del partido, conocido como el Squad- contribuyeron significativamente a la victoria de Joe Biden en 2020 y fueron recompensados con la presidencia del Comité de Presupuesto del Senado. Un partido unificado en torno a Harris no necesariamente sería tan "amigable" con ellos como lo ha sido Biden.
En tiempos electorales, todos los políticos de la burguesía mienten. Donald Trump y JD Vance intentarán convencer al electorado de que el Partido Republicano es un partido favorable a los sindicatos y que ellos representan al “ciudadano común” mientras reciben millones de dólares de los superricos y famosos capitalistas antisindicales, como Ellon Musk. Lo mismo ocurre con los Demócratas que ni siquiera aprobaron la Ley PRO e intervinieron para aplastar la huelga ferroviaria a favor de las corporaciones.
Si finalmente la disputa se da entre Donald Trump y Kamala Harris, podemos esperar una fuerte ofensiva antiinmigrante y un continuo apoyo incondicional a Israel y al genocidio en Gaza. Confiar en que el Partido Demócrata pueda poner freno a la extrema derecha y defender los derechos democráticos es una ilusión que mostró sus límites cuando la Corte Suprema anuló el caso Roe v. Wade (un fallo judicial que durante años permitió el aborto legal) y ante el centenar de leyes aprobadas en los últimos dos años contra los derechos trans y los derechos reproductivos.
La extrema derecha surgió en primer lugar como reacción a años de política neoliberal, tanto en el Partido Demócrata como en el Republicano. El futuro de la lucha de clases, la derrota de la extrema derecha y el surgimiento de una organización política de la clase trabajadora residen en el nuevo movimiento obrero, el movimiento en solidaridad con Palestina, el nuevo movimiento estudiantil, la juventud que lucha contra el cambio climático, por los derechos de las personas trans y LGBTQ+ y contra el imperialismo.
Jimena Vergara
Escribe en Left Voice, vive y trabaja en New York. Es una de las compiladoras del libro México en llamas.