“Espero estudiar más en la próxima vida”. La frase, escrita por un joven estudiante, no contiene ningún mensaje encriptado. No es una historia de animé. Es la vida real. Es, literalmente, parte de una nota suicida.
Cerca de 2.000 estudiantes se quitan la vida cada año en Corea del Sur. Pertenecen a todos los niveles educativos. El “milagro surcoreano” se forja con sangre y dolor. La tasa nacional de suicidios se encuentra entre las más altas del mundo.
Aquella franja de la península coreana donde se proclama un “régimen libre” –en contraposición al norte– mide bajo en términos de felicidad social. El gobierno de la dinastía Kim, con su ausencia de libertades y sus rasgos mesiánicos, necesita menos presentación.
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Corea. Dos caras extremas de una misma Nación [1], fue escrito a cuatro manos por Julián Varsavsky y Daniel Wizenberg. El libro pone luz sobre los dos mundos que habitan el suelo único de la península coreana.
Los autores escriben cuestionando aquello que las democracias capitalistas presentan como políticamente correcto. La lupa no está puesta solo en Kim Jong-un y su régimen. Muy al contrario, las críticas más agudas caen sobre el país que preside actualmente el moderado Moon Jae-in.
Suelo sagrado
Daniel Wizenberg hizo lo que (muy) pocos argentinos. Pisó suelo norcoreano. La primera parte de Corea. Dos caras…, ilustra su breve deambular por un Estado dirigido, de manera totalitaria, por una burocracia híper-personalista en cuanto a las formas.
La crónica periodística confirma y niega. Su corta estadía pone al desnudo los rasgos de un sistema político basado en el culto al líder y en la represión permanente de las libertades democráticas. Ese culto incluye la momificación de los predecesores de Kim Jong-un. Así, una de las jornadas del tour estará destinada a “encontrarse” con los fallecidos Kim Il-sung y Kim Jong-il.
El relato permite acercarse a la realidad de una pequeña nación, sobre la cual ha habido una sobreproducción de mitos a escala global.
“–Y sobre los cortes de pelo… ¿es cierto que hay 17?” –interroga el cronista.
“–Cada uno se puede cortar el pelo como quiera, lo que no se permiten son los cortes raros” –responderá elusivamente el señor Jong, uno de los guías del controlado tour.
Al norte del paralelo 38, las penurias de un país acosado por la presión imperialista se sufren en los huesos. El frío obliga a comer con un gorrito de lana. La ausencia de calefacción y los cortes de energía son una constante.
“En toda la semana del tour solo pude bañarme dos veces, y con agua fría. La única forma de calentarse en todo el hotel es metiéndose en la cama al abrigo de unas mantas eléctricas conectadas a 220 voltios. Cuando la ciudad pestañea, la cama también”, relatará el viajero (23).
El Sur también existe
“El 2 de diciembre se dan conocer oficialmente los resultados y el implacable ranking final. Una semana después se saben las primeras cifras de estudiantes suicidados” (82).
El Suneung funciona como una verdadera picadora de carne humana. Consagración o desastre. El examen que se realiza en noviembre de cada año constituye el filtro hacia las universidades. Establece una suerte de ordenamiento social en función de los resultados. En 2016, llevando la idea al extremo, un alto funcionario del Ministerio de Educación propuso establecer un sistema de castas.
Alrededor del Suneung se ordena la vida de millones de personas. Es, además, el locus de un fabuloso negocio que tiene por centro los institutos de formación privada (hagwones).
El sistema educativo surcoreano es inescindible de un régimen aceitado en función de las necesidades del gran capital. La infelicidad que reina en el mundo de los estudiantes compite con la que cruza el mundo del trabajo. Allí, la clase obrera es sometida a un despotismo infernal en función de la pura obtención de ganancia.
“Ha sido sofocante trabajar en Samsung Electronics Service. Me resultó doloroso porque estoy desesperadamente hambriento. Ha sido terrible ver a otros sufrir como yo… pero tomé esta decisión. Espero que ayude a otros” (133). La nota suicida fue escrita por Choi Jong Beom en 2013. El hombre tenía solo 31 años.
El “milagro surcoreano” arrasa vidas jóvenes. El imperio Samsung, al igual que el conjunto de los grandes conglomerados capitalistas (chaebols), está edificado sobre la base de la súper-explotación obrera.
Ya en el tramo final de su trabajo dirán los autores que las dictaduras militares fueron “una condición necesaria entre otras, para aplicar una política de tasas altísimas de explotación laboral” (164).
Historia, tensiones y geopolítica
“Corea es una sola pero la mitad está invadida” (58). La frase pertenece, otra vez, al señor Jong.
La división de la península coreana nació en la segunda posguerra, de la mano de las tensiones entre la URSS y EE. UU. Los años siguientes, Revolución china mediante y Guerra de Corea (1950-1953), la consolidaron.
El poder con capital en Pionyang se erigió, inicialmente, como un Estado obrero degenerado, un régimen social donde la expropiación de la burguesía derivó en la consolidación de una casta burocrática. Las décadas posteriores empujaron al régimen a una apertura al capital –esencialmente chino– en diversas áreas. Actualmente, el régimen seudodinástico combina formas tradicionales de legitimación y las estructuras de un Estado totalmente burocrático.
Corea del Sur emergió como el contrapeso norteamericano en la región. El permanente apoyo imperialista a los regímenes dictatoriales debe explicarse por esas razones geopolíticas.
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Corea. Dos caras…, fue publicado a fines de 2017. En la parte final de su trabajo los autores señalan que “los regímenes del norte y del sur parecen apuntar, al menos hasta ahora, a profundizar su hegemonía interna y las tensiones con el vecino” (190).
Los pocos meses transcurridos han mostrado una evolución parcialmente distinta de los hechos. Las amenazas militaristas de Kim Jong-un y las tensiones políticas internas del régimen surcoreano empujaron el camino de la negociación entre ambas naciones. Los Juegos Olímpicos de Invierno, celebrados en la región de PyeongChang, se convirtieron en el primer paso de un camino de deshielo en las relaciones entre ambos Estados. El pasado 27 de abril ambos mandatarios estrecharon manos en la región fronteriza. Este sábado repitieron el gesto, ejerciendo presión en dirección a EE.UU.
Es que el acercamiento entre las dos Coreas abrió la posibilidad de un encuentro entre Kim Jong-un y Donald Trump. El cónclave, que de realizarse tendría el status de histórico, había sido fechado para el 12 de junio. El pasado jueves fue cancelado por el mandatario norteamericano. Sin embargo, apenas un día más tarde, enunció que la misma podría llevarse a cabo. La geopolítica mundial sigue pendiente de las tensiones que cruzan la península coreana.
En una era de creciente inestabilidad internacional y tensiones entre las grandes potencias, las fichas que se mueven en aquel territorio dependerán de múltiples factores. Muchos ajenos a su geografía.
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La primera dinastía gobernante de la península coreana remonta sus orígenes unos 2.300 años antes de Cristo. En esa larga historia, su división por razones geopolíticas cruza apenas los últimos 70 años. Sobre esas dos temporalidades echa luz el libro de Julián Varsavsky y Daniel Wizenberg. Eso amerita recomendar su lectura.
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