A propósito de Cortázar y Antin: Cartas iluminadas (2018), de Cinthia Rajschmir.
Cuando leyó por primera vez la literatura de Julio Cortázar –y fue por azar, en una casa ajena, en una biblioteca que no era la suya–, Manuel Antin decidió que el cine era la forma más audaz de apropiarse de un libro que lo había impresionado de un modo decisivo. Le escribió entonces una carta a su autor radicado en Europa –Cortázar todavía no era, en ese momento, muy conocido–, solicitándole los derechos para filmar uno de sus cuentos. "Había descubierto que Cortázar era el escritor que a mi me hubiera gustado ser y el cine era una manera maravillosa de plagiar a un escritor sin cometer delitos”. Así lo cuenta Antin, tiempo después, sentado en su oficina de la Universidad del Cine, en una de las escenas de Cortázar y Antin: Cartas iluminadas (2018), un documental de Cinthia Rajschmir dedicado justamente a lo que esa primera carta –y aquella primera lectura– desencadenó entre el escritor y el cineasta.
En primer lugar y antes que nada, una profunda amistad concebida a distancia y sostenida por una serie de cartas que demuestran fundamentalmente el afecto y la admiración mutua. Asimismo, un registro elocuente de las distintas contingencias que puede suscitar el ejercicio de colaboración artística que desarrollaron. El intercambio epistolar consigue materializar también eso: las características particulares de un diálogo posible entre la literatura y el cine. Un diálogo no exento de contratiempos, muchas veces problemático y pleno de malentendidos.
Tres largometrajes de la filmografía de Antin, uno de los directores más importantes de la denominada Generación del 60, están basados en cuentos de Cortázar. Los tres, dicho sea de paso, son notables: La cifra impar (1962) [1], Circe (1964) [2] e Intimidad de los parques (1965) [3]. Una breve secuencia de fragmentos de esas mismas películas marca el comienzo del documental de Rajschmir, interrumpida a continuación por una voz que se escucha desde una grabadora. Se trata de una fonocarta enviada por Cortázar desde París que Antin todavía preserva a propósito de Circe, cuyo guion fue escrito entre los dos. Esa voz formula ni más ni menos que una advertencia, una señal inequívoca de una disyuntiva que se manifestará más tarde: “Vas a tener que perdonar mis continuas intromisiones en el campo de la imagen”. El vínculo entre Cortázar y Antin bien podría definirse de esa manera. Un cierto tipo de intromisión –en última instancia, recíproca– que sugiere una tensión latente o no del todo expuesta, aunque finalmente pronunciada con elegancia.
El trabajo de Rajschmir busca reconstruir la trayectoria de un intercambio poco frecuente. Lo hace mediante las cartas ya mencionadas, algunas imágenes de archivo y testimonios diversos. La participación de Graciela Borges es emocionante. Sin embargo, la presencia de Antin constituye lo más valioso del documental. Sus palabras sostienen cada una de las imágenes. Las que pronuncia sobre Cortázar, las que dedica a sus propias películas, las que expresan sus ideas sobre cine y su experiencia como director.
La carta enviada por Cortázar consagrada al tercer largometraje que Antin realiza a partir de dos cuentos del escritor no tiene desperdicio. El intercambio asume aquí la lógica de una discusión irreconciliable. De pronto, surge entre ellos una diferencia decisiva. Cortázar rechaza la interpretación del director sobre uno de los cuentos a filmar. En esa carta aparece por primera vez la palabra “traición”. "Más enojado no podía estar. No le hice nada de caso”, comentará Antin después de leer en voz alta el reclamo de su gran amigo. Una definición precisa, casi una declaración de principios, acerca de cómo enfrentar la adaptación cinematográfica de una obra literaria.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Cinthia Rajschmir
Guion: Cinthia Rajschmir, Alejandra Marino
Fotografía: Pedro Romero
Música: Horacio Straijer
Duración: 66 minutos
Año: 2019
País: Argentina
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