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Red Internacional
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África. Crisis en República Democrática del Congo: la milicia a fin a Ruanda toma la ciudad de Goma

La estratégica ciudad de Goma, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), ha quedado en gran medida bajo el control de la milicia M23 respaldada por Ruanda. La guerra de Kivu (región oriental, fronteriza con Ruanda) involucra a muchos países de la región de los Grandes Lagos y es parte de una lucha más amplia por el control de los recursos minerales, que esencialmente enfrenta a Estados Unidos y China entre sí.

Miércoles 29 de enero 22:20

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La ciudad de Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte, fue tomada -este último domingo- en gran parte por el grupo armado M23, tras una ofensiva relámpago de las milicias apoyadas y armadas por el régimen ruandés. La caída de la ciudad se produjo poco después de que la misión de la rendición de varios centenares de soldados del ejército congoleño. Sin embargo, varios distritos de la ciudad siguen bajo el control de las fuerzas armadas congoleñas o de la misión de la ONU en el Congo (MONUSCO), y está en marcha una contraofensiva.

La ciudad, que normalmente cuenta con más de un millón de habitantes, ocupa una posición estratégica en la provincia del este del Congo, fronteriza con Ruanda. La provincia es objeto de una guerra que dura desde el final de la Segunda Guerra del Congo y que constituye, en muchos aspectos, su continuación. Enfrenta, por un lado, al ejército regular congoleño (Fuerzas Militares de la República Democrática del Congo -FARDC-), apoyado en parte por la misión de la ONU en el Congo, contra el M23, pero también contra la milicia Fuerzas Democráticas Aliadas (FDA), afiliada al Estado Islámico, así como alrededor de un centenar de otros grupos armados.

Durante varios meses, el M23 había avanzado lenta pero firmemente en la región, y la caída de Goma era sólo cuestión de tiempo. Las FARDC, extremadamente corruptas, no pudieron competir con las milicias excesivamente armadas apoyadas por Kigali (capital de Ruanda. N de T.), a pesar de la ayuda militar cada vez más importante proporcionada por China al ejército congoleño. La ciudad ya había caído brevemente en manos del M23 en 2012, antes de que la Conferencia Internacional sobre la Región de los Grandes Lagos (CIRGL) obligara al ex presidente congoleño Joseph Kabila a negociar con el grupo armado y obligara al gobierno ruandés de Paul Kagame a dejar de apoyar al M23. El levantamiento del M23 se reanudó desde 2017 y se intensificó en 2022.

¿Hacia una guerra abierta entre la República Democrática del Congo y Ruanda?

En los últimos días, el grupo armado ha realizado un gran avance, capturando varias ciudades fronterizas con Goma, mientras que ayer Kinshasa (la capital de la RDC. N. de T.) retiró a su embajador en Ruanda, argumentando que la ofensiva sobre Goma constituía una "declaración de guerra" por parte de aquel paísi. Según The Guardian, las tropas ruandesas se han concentrado en Gisenyi, a un kilómetro de Goma, al otro lado de la frontera, mientras que algunos soldados ya la han cruzado. Varias fuentes informan también de combates en la propia Gisenyi, lo que confirma que el conflicto se ha extendido a territorio ruandés.

Es probable que el M23 intente consolidar su control sobre la ciudad de Goma, especialmente si el ejército ruandés presta apoyo directo a la milicia. Este escenario podría desembocar en una guerra abierta entre la República Democrática del Congo y Ruanda. Las dos primeras guerras del Congo ya habían servido de escenario para un conflicto regional en el que participaron casi todos los países de la región y de África en general (la "Guerra Mundial Africana", que causó la muerte de casi 6 millones de personas, es la guerra más mortífera desde la Segunda Guerra Mundial), así como potencias imperialistas. Entre estas últimas, Francia, sobre todo a través de la misión Artémis, intentaba restablecer su influencia en la región tras haber visto debilitada su capacidad de injerencia por su apoyo activo al régimen responsable del genocidio de los tutsis en Ruanda.

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El Ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, ha declarado su "firme condena de la ofensiva llevada a cabo por el M23, apoyado por las Fuerzas Armadas ruandesas", en el este de la República Democrática del Congo, "los combates deben cesar y el diálogo debe reanudarse", declaró. Un llamamiento hipócrita, dado que París coopera abiertamente con Ruanda, sobre todo en materia militar, y que Macron trabaja desde 2021 para mejorar las relaciones bilaterales con Kigali.

De fondo está la cuestión geoestratégica de los minerales críticos

La guerra en curso en la República Democrática del Congo se inscribe en una encarnizada lucha por el control de los vastos recursos minerales que abundan en el subsuelo congoleño. Kigali, que retiró oficialmente sus tropas del país tras la Segunda Guerra del Congo, utiliza a la milicia M23 para mantener su dominio sobre las minas congoleñas y organizar el transporte ilegal de recursos a Ruanda. Grandes grupos estadounidenses, como Apple, se abastecen de coltán (mineral metálico que se utiliza para fabricar dispositivos electrónicos. N. de T.) tanto en el Congo como en Ruanda.

La crisis del este de la RDC es, pues, un avatar de la guerra económica que libran las grandes potencias, y más concretamente Estados Unidos y China, en la carrera por el dominio tecnológico en sectores tan variados como la tecnología, los autos eléctricos, el armamento avanzado o la industria de las energías renovables. Todos estos sectores dependen en gran medida de estos «minerales críticos», y la RDC es el primer país del mundo donde estos metales están presentes en mayor abundancia y diversidad. Es el caso, en particular, del cobalto, utilizado en las baterías de los coches eléctricos con baterías NMC (con mayor rendimiento y autonomía. N. de T.) , el germanio (fotovoltaica, armamento, fibra óptica, etc.), el coltán (energía nuclear, eólica, etc.) y otros grandes recursos: cobre, uranio, oro, petróleo, etc.

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Estados Unidos, que controlaba gran parte de la producción minera de la República Democrática del Congo, ha sido suplantado progresivamente por China, que ha invertido masivamente en el sector minero congoleño. En la actualidad, China controla casi el 70% de la actividad minera, una dinámica que Estados Unidos ha intentado frenar, dada la importancia cada vez más estratégica de estos metales raros. En los últimos años, Pekín ha prestado un mayor apoyo a las FARDC, que a cambio se han desplegado masivamente para proteger las concesiones mineras controladas por China.

Por su parte, mientras Estados Unidos y Francia declaran su apoyo al régimen de Tshisekedi (presidente de la RDC, que este último miércoles nombróal general de división Evariste Somo Kakule como gobernador militar de la provincia congoleña de Kivu del norte. N. de T.), respaldan al mismo tiempo al "dictador benévolo" de Ruanda. Recientemente, París y Washington iniciaron un calentamiento de las relaciones bilaterales con Kigali, a pesar de la creciente desconfianza del régimen de Kagame hacia sus aliados franceses y estadounidenses.

La toma de Goma por el M23 no hará sino empeorar una situación ya desastrosa en el este de la RDC. En un momento en que el país vive ya la peor crisis de refugiados internos del mundo, en que las masacres de civiles son recurrentes y las violaciones masivas se utilizan como arma de guerra, el riesgo de guerra abierta con Ruanda es mayor que nunca. Este conflicto es sobre todo responsabilidad de las potencias imperialistas, en primer lugar Estados Unidos y Francia, pero también de China, que en los últimos años ha realizado un importante acercamiento al régimen de Tshisekedi para consolidar su control de los recursos minerales de la RDC, en el marco de la lucha por la hegemonía que la enfrenta a Washington.

Esta región siempre ha sido un mártir de las apetencias de las potencias imperialistas. De hecho, estas rivalidades por la explotación de los recursos del subsuelo congoleño explican en gran medida los sangrientos conflictos de los que el pueblo es la primera víctima. Así pues, si bien es urgente exigir la retirada inmediata de las tropas del M23 de Goma dirigidas por Ruanda, y de las tropas de la MONUSCO que protegen los intereses imperialistas, no puede haber solución duradera al conflicto sin exigir el fin del saqueo de los recursos del subsuelo de la República Democrática del Congo por las multinacionales occidentales y chinas.