La primera visita oficial de Marco Rubio como Secretario de Estado, el principal responsable después de Trump de la política internacional imperialista, será a Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Panamá y República Dominicana, a finales de enero. Esta primera visita es un símbolo de la estrategia política internacional que persigue el nuevo gobierno estadounidense. Ante esta nueva ofensiva imperialista, opongamos un antiimperialismo y resistencia de los de abajo, de los trabajadores y los pueblos pobres de la región.
Martes 28 de enero 22:18
¿Por qué primero Centroamérica y el Caribe?
La primera visita oficial que realizan los Secretarios de Estado es un símbolo que expresa cuáles situaciones políticas internacionales son las de mayor importancia para la estrategia imperialista estadounidense. Así por ejemplo Mike Pompeo en su primer viaje en 2018 visitó Jordania, Israel y Egipto, para discutir la política hacia Irán y hacia Palestina; Antony Blinken en 2021 hizo su primer viaje a Japón y Corea, para preparar aliados contra China y Corea del Norte.
En ese marco, una región del mundo como Centroamérica y el Caribe no parece tener la importancia geopolítica de los estados antes mencionados. Sin embargo, es solo apariencia. En realidad, Centroamérica y el Caribe serán los primeros puntos en el mapa desde los cuales el nuevo gobierno estadounidense procura lanzar su estrategia: la agresiva política de inmigración y deportaciones forzadas de Trump, combatir la incidencia de China en la región con la cuestión del Canal de Panamá de por medio, así como recuperar presencia política en esta parte de su “patio trasero”, buscando acomodar su presencia en el Istmo Centroamericano y el Caribe para desplegar una mejor ofensiva.
La cuestión migrante: una política atroz de Trump
Trump, con su retórica ultraderechista, colocó como chivo expiatorio de los problemas de Estados Unidos a los migrantes de Centroamérica, México, el Caribe, Venezuela y el resto de América Latina, como responsables de la crisis política y social que atraviesa la sociedad estadounidense. De ninguna manera los migrantes de esta región son responsables de la decadencia de EE. UU., de las desventajas de la guerra comercial que arrastra Estados Unidos con China o de la desindustrialización relativa que se llevó adelante en Estados Unidos por parte de los empresarios para obtener mejores ganancias pagando salarios bajos en China y condenando al desempleo a los trabajadores estadounidenses de cuello azul y a la sobreexplotación de la clase trabajadora multiétnica en general.
La retórica de Trump llega al absurdo de no reconocer el descenso en la cantidad de migrantes mexicanos en los Estados Unidos del 10% desde 2008 según datos de la Organización Internacional de Migraciones, además de la hipocresía de no hacerse responsable de la situación política y económica que generan en países de América Latina las diversas políticas imperialistas, como sanciones económicas, intervencionismo, las políticas del FMI, etc.
Sin embargo la política de persecución y repatriación forzada ya ha echado a andar. Las imágenes de migrantes esposados de pies y manos han causado justa indignación generalizada, lo mismo que la persecución en escuelas e iglesias. Así es como pagan los grandes empresarios ricos estadounidenses a la mano de obra que sin derechos laborales les ha producido plusvalía de manera estructural por décadas.
En este sentido, el objetivo inmediato de Rubio en este su primer viaje es avanzar y profundizar los acuerdos migratorios para que los estados centroamericanos reciban las masivas deportaciones forzadas que lleva adelante e incluso que reciban migrantes de otros pases. Bajo la subordinación del imperialismo estadounidense, desde el progresista Arévalo en Guatemala hasta los reaccionarios Bukele de El Salvador, Mulino de Panamá, Chaves en Costa Rica y Luis Abinader de República Dominicana ya han desplegado acuerdos migratorios con los Estados Unidos, haciéndose de la vista gorda del trato absolutamente inaceptable que el gobierno federal estadounidense le da a los migrantes.
“Bailaremos la música que nos pongan” dijo cínicamente el presidente Chaves de Costa Rica al referirse a las orientaciones de Trump. Un ejemplo de este “baile” son las agresivas represalias políticas y económicas que terminaron por doblegar la retórica del presidente colombiano Gustavo Petro, demostrando los límites de todo el “progresismo” latinoamericano.
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Trump y la derecha más rancia de los Estados Unidos asumen que con estos acuerdos el flujo migratorio se detendrá. Pero son las propias políticas de expoliación y brutales planes económicos como los que se implementan de la mano del FMI, que profundizan la miseria, la que empuja la migración en busca de oportunidades de trabajo en el país del norte. Además, la situación estructural de dependencia que las economías capitalistas de la región tienen respecto de los Estados Unidos es demasiado grande como para resolver fácilmente los graves problemas sociales que atraviesan a los pequeños y débiles estados centroamericanos. Por otro lado, el peso de los migrantes como mano de obra dentro de los Estados Unidos es evidente y solo en estos primeros días de Trump se anuncian ausentismo en agricultura e industria en diversos estados como California o New York.
Ahora bien, los acuerdos que busca Rubio son funcionales además para enviar un mensaje a gobiernos regionales. Recuperar presencia política y diplomática en Centroamérica y el Caribe es un mensaje para Sheinbaum en México, para Maduro en Venezuela, para Petro en Colombia, para Canel en Cuba y para Ortega en Nicaragua, y en general hacia el conjunto de los países de América Latina. Es un mensaje para, por un lado, doblegar cualquier oposición a las políticas imperialistas, y por el otro, evitar un mayor acercamiento de estos gobiernos con China y Rusia. Más en general, es un mensaje para la clase trabajadora de la región en el sentido de no enfrentar la permanente agresión imperialista.
China en el trasfondo y el Canal de Panamá
China empezó a establecer relaciones diplomáticas y económicas más profundas en Centroamérica desde 2007, cuando Costa Rica cambia la posición histórica de los países de Centroamérica y del Caribe de reconocer a Taiwán y no a China continental, heredada de la segunda guerra mundial y de la revolución China en 1949.
Desde ese momento, la presencia China con diversas intensidades ha sido tangible en prácticamente todos los países centroamericanos y caribeños, varios de los cuales están dentro de la Ruta de la Seda. Costa Rica y República Dominicana, pero sobre todo Panamá, han tenido un significativo aumento de la presencia china en estos últimos años. Esto permite a China introducir mercancías al mercado estadounidense por los grandes puertos de la costa este y oeste de los Estados Unidos.
América Central, con el Canal de Panamá incluido, es un punto neurálgico en el comercio internacional, que tiende a cobrar más importancia geopolítica por el propósito chino de construir un nuevo canal interoceánico a través de Nicaragua o los llamados canales secos con el desarrollo de una extensa red de carreteras, ferrocarriles y centros logísticos avanzados, aprovechando las ventajas del Istmo.
En Panamá la retórica cínica de Trump busca sin duda instalar un escenario de confrontación con China en la región. No es tan cierta la afirmación de Trump según la cual “China controla el Canal”, ya que las esclusas del Canal son administradas por la Autoridad del Canal de Panamá y, más aún, de los cinco puertos del Canal apenas dos son operados por China a través de empresas radicadas en Hong Kong, las otras tres son operadas por multinacionales de Estados Unidos, Singapur y Taiwán. [1]
En este sentido la posición trumpista de “retomar el Canal” no es más que el objetivo central de controlar un punto estratégico fundamental, y relegar la presencia de China en la región, además de obviamente someter más al pueblo panameño que aún tiene en su recuerdo la invasión militar de 1989.
Ahora bien, si por un lado los Estados Unidos se apoyarán en Guatemala, que sigue reconociendo a Taiwán y no a la República Popular China de manera oficial, por el otro Marco Rubio en general tiene poco que ofrecer a la región. La reciente inversión en el puerto Chancay en Perú, de 1300 millones de dólares iniciales y hasta los 3400 millones previstos, hecha por China, contrasta con la poca inversión que tiene capacidad de realizar en este momento el gobierno federal estadounidense o la burguesía estadounidense en general.
Más aún, la anunciada inversión en tecnología que el gobierno Biden pretendía a través del CHIPS Act, a través del cual se podría desarrollar súper conductores en México y Costa Rica, ha sido puesta en tela de juicio por Trump. Incluso, el partido burgués más importante de Costa Rica, Liberación Nacional, en la pluma de uno de sus jefes (Figueres Olsen), se ha quejado amargamente por la prohibición implícita emanada desde el poder imperialista estadounidense de hacer nuevos negocios con China.
Más en general, para la clase trabajadora y los pueblos de Centroamérica y el Caribe, el conflicto entre Estados Unidos y China no significa nada más que sumisión a poderes internacionales e imposibilidad de independencia política y económica. En este sentido no se puede obviar que China actúa como como un país imperialista en países de alto nivel de dependencia económica o condición semicolonial como lo son los de la región de Centroamérica y el Caribe, de igual manera que lo hace en África apoderándose de activos cuando no pueden pagar, reembolsar los préstamos o inversiones económicas.
Las políticas de los gobiernos de la región y la próxima Conferencia de la Celac en Honduras
La política de Trump busca acomodar la retaguardia, para evitar cuestionamientos más profundos al dominio estadounidense, en el intento de recomponer su hegemonía imperialista, “la edad de oro” que Trump busca. Una fuerte resistencia en Centroamérica y el Caribe sería un duro golpe en la región para la orientación trumpista.
Trump está claramente imponiendo una dura política en la región. El desprecio histórico de los Estados Unidos a Centroamérica y el Caribe se ve en las frases racistas de Trump, que ha insultado a nuestros pueblos de todas las maneras imaginables, mismos pueblos que ha expoliado y oprimido desde el siglo XIX.
Para trabajadores, mujeres, juventud, es claro que ninguno de los gobiernos regionales, sean los derechistas como Bukele o Chaves o los llamados progresistas como Sheimbaum, Petro o Arévalo, representan sus verdaderos intereses, menos de los migrantes que son obligados por las deportaciones forzadas a retornar de donde salieron por no encontrar trabajo o condiciones para vivir dignamente.
Lejos de ello, todos estos gobiernos han terminado aceptando las imposiciones de Trump. En México, por ejemplo, López Obrador desplegó la Guardia Nacional para detener migrantes en la frontera guatemalteca con un despliegue de 6000 efectivos, siguiendo por completo la orientación del primer gobierno de Trump. La retórica de Sheinbaum respecto del conflicto entre Estados Unidos y Colombia termina por ser una política de aceptar sumisamente la política imperialista.
Las clases dominantes de nuestros países centroamericanos y caribeños, junto con sus políticos han sido absolutamente incapaces de resistir el dominio económico y político estadounidense. La historia del siglo XX y el siglo XXI ha demostrado que las clases dominantes de los países latinoamericanos son incapaces de desarrollar una verdadera resistencia a las ofensivas del imperialismo. En este sentido, la cumbre de emergencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) convocada por la presidente hondureña Xiomara Castro, no debe hacer caer en expectativas falsas respecto de los mecanismos para enfrentar la ofensiva trumpista.
Por un antiimperialismo desde abajo, desde los trabajadores y el pueblo pobre de Centroamérica y el Caribe para enfrentar a Trump
Ante la nueva situación que se presenta es imperante que sea la clase trabajadora y el pueblo pobre de Centroamérica y el Caribe quienes tomen la iniciativa en la lucha antiimperialista, organizándose de manera independiente y uniendo fuerzas con los trabajadores de México, Colombia, Venezuela y demás países a nivel regional para enfrentar esta opresión histórica. Esta perspectiva de lucha conjunta contra la opresión y la agresión imperialista puede y debe ser retomada desde una perspectiva internacionalista de la clase trabajadora, uniendo esta pelea contra el imperialismo a las luchas de resistencia que tendrán lugar contra el Gobierno de Trump en el propio Estados Unidos.
Por ello, para enfrentar la agresiva política estadounidense de Trump es necesaria la más amplia movilización de los trabajadores, los grandes sectores populares, campesinos, pueblos originarios en nuestros países. Ya las protestas de jóvenes frente al Canal de Panamá el día de la asunción de Trump son un indicio del camino a seguir. En ese sentido, las direcciones sindicales y la izquierda deben ponerse al frente ante las políticas imperialistas del nuevo administrador de la Casa Blanca.
Es fundamental articular espacios de confluencia de toda la izquierda política, de las direcciones sindicales y de las bases trabajadoras, desde la cual se lleve adelante un plan de lucha consecuente contra las imposiciones de Trump contra nuestros hermanos y hermanas migrantes, es necesario luchar para que todas las personas migrantes tengan todos los derechos. Tal es el llamado que hacemos desde La Izquierda Diario Costa Rica y desde Organización Socialista Revolucionaria de Costa Rica, parte de la FT-CI, con presencia en 14 países de América y Europa.
[1] Así, el Puerto de Manzanillo es operado por la multinacional estadounidense SSA Marine y es el de mayor movimiento de contenedores del país, con más de 2,7 millones de TEU (contenedor estándar de 20 pies) en el 2024, según datos preliminares de la Oficina de Planificación de la Autoridad Marítima de Panamá. El Puerto de Balboa es operado desde 1997 por la empresa Panama Ports Company (PPC), que pertenece desde 2015 a CK Hutchison Holdings, basada en Hong Kong. El Puerto de Colón o Colon Container Terminal (CCT) es parte del Grupo Evergreen de Taiwán. El Puerto de Rodman lo opera PSA Panama International Terminal, que forma parte del Grupo PSA International con sede en Singapur. El Puerto de Cristóbal, al igual que el de Balboa (Pacífico) es operado por la filial de CK Hutchinson Holdings con sede en Hong Kong. A esta última empresa es a la que se refiere Trump, que si bien es cierto tiene mayoritariamente capital chino, también tiene capital canadiense.