Vladimir Maiakovsky vino al mundo el 7 de julio de 1893. En 1926 estuvo en México.
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Viernes 6 de julio de 2018 20:44
Vladimir Mayakovski (1893-1925), conocido como el poeta de la joven revolución soviética, llegó al puerto de Veracruz a bordo del barco España después de una estancia en París, un viaje a España y una breve estancia en Cuba.
En tren recorrió el trayecto que separa el puerto de la Ciudad de México y en la Estación de Buenavista, lo esperó el pintor Diego Rivera en el frío amanecer del 8 de julio de 1926, ya en la temporada de lluvias.
Eran los días en que Rivera trabajó en los murales de la Secretaría de Educación Pública, a los que Maiakovsky describió como “los primeros frescos comunistas del mundo”.
Pasó en México casi tres semanas, y se encontró con Rivera, que hablaba ruso, casi todos los días. Recorrió la ciudad, visitó sitios de interés artístico, iglesias, museos, cines y teatros. Lo entrevistaron el Excélsior y El Universal.
Relata Raquel Tibol, cronista cultural y periodista, en un artículo publicado en la revista Proceso en 1983 “Le subyugó la naturaleza mexicana ‘No he visto otra tierra como esta y no creía que existiera’, escribió en sus notas junto a bosquejos de paisajes. La hospitalidad y amabilidad del mexicano lo conquistaron, lo mismo que las habituales frases de cortesía”.
Pero no todo fue visitar los lugares más prósperos y a la intelectualidad. Pidió a sus amigos del partido comunista que lo llevaran a recorrer las zonas pobres de la capital mexicana.
“Lo que le gustó de México, pues –las inesperadas bellezas naturales, el revolucionario arte de Diego Rivera, los miembros del partido comunista – no pudo borrar su impresión de la pobreza, la degradación y la miseria que pasaron ante sus ojos, y mucho menos la corrupción moral y política del gobierno de (Plutarco Elías) Calles”, señala William Richardson en su ensayo “Maiakovsky en México”.
Plasmó su visión del México de la década de 1920 en la sección dedicada a México de su libro Moe otkrytie Atneriki (Mi descubrimiento de América), de 1926.
Maiakovsky escribió el poema “Trópicos” durante el viaje en ferrocarril de Veracruz a la Ciudad de México.
Reproducimos la versión publicada en La Jornada, tomada de la revista La Palabra y el Hombre, de 1984, y recogida en Poetas del mundo, Cuadernos de La Palabra, Universidad Veracruzana, 2007. Traducción del ruso: Carlo Antonio Castro y Raymundo Aguas Franco.
Trópicos
Me asomo:
He ahí
los trópicos.
Mi vida entera
suspiré una y otra vez por ellos.
Y el tren
avanza de prisa
entre palmares
entre platanales.
Sus abanicantes siluetas
adoptan figuras que marean:
Otra me parecen sacerdotes,
ora pintores.
¡Ay, ni uno mismo
da crédito a sus ojos!:
Entre el alboroto y el hervor
se yerguen los cactos
cual tiros de samovar.
Y en esas chimeneas las avecillas
lucen más lindas que de ordinario.
En tal sentido
—gorrioncillos
parecen—
cantan claramente. No acabo
de compenetrarme del bosque, el delirio,
el calor
el día,
cuando día
y bosque desaparecen
sin crepúsculo
ni
transición.
¿Dónde está el horizonte?
Toda línea
se ha desvanecido.
Aclárame
¿cuál es la estrella
y dónde
están los ojos del jaguar?
Ni el más hábil
recaudador contaría
las estrellas
del trópico nocturno,
a tal punto
en las noches de agosto
colmadas de luceros
son infinitas.
Me asomo:
No se distingue nada.
Mi vida entera
suspiré por los trópicos.
El tren sigue su marcha
entre el paisaje,
entre el aroma
de los plátanos.
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