Antes de la Guerra de Malvinas, el 2 de abril ya había marcado la historia argentina cuando en 1963 las Fuerzas Armadas se enfrentaron entre sí en las calles y en destacamentos militares para resolver diferencias internas. Fue el último y más fuerte de una serie de choques entre 1962 y 1963 que pasarían a ser conocidos como la guerra entre “Azules y Colorados”.
Claudia Ferri @clau.ferriok
Viernes 2 de abril de 2021 00:00
En los juegos de guerra el color azul se usa para identificar a las fuerzas propias en el campo de batallas mientras que el colorado es para las enemigas. La madrugada del 2 de abril de 1963 empezaron a jugarse las fichas en el tablero cuando grupos militares sublevados se movilizaron en distintos puntos de Buenos Aires y ocuparon estaciones de radio desde donde emitiendo un mensaje que declaraba al comandante retirado Benjamín Menéndez como el nuevo presidente y Jefe de las “fuerzas de Tierra, Mar y Aire”. Este intento de golpe de Estado era contra el presidente radical José María Guido y contra las fuerzas que se mantenían aún “leales”: los Azules. Mientras esto ocurría servicios de inteligencia colorados intentaron asesinar fallidamente con un disparo a una de las cabezas azules, Osiris Villegas. Este sería el último y más fuerte de una serie de choques producidos entre 1962 y 1963.
Del Ejército se sublevaron varios destacamentos de Buenos Aires, Córdoba, la Patagonia y Jujuy, aunque ninguno con peso central a diferencia de lo que había ocurrido en los enfrentamientos del año anterior. En Mar del Plata los Colorados tomaron el municipio y los medios de comunicación principales. Cerca de La Plata sus aviones navales bombardearon tropas azules provenientes de Campo de Mayo, destinadas a retomar el control de la ciudad. Pero los enfrentamientos más violentos y sangrientos se dieron a 100 km del centro porteño, en la localidad de Magdalena.
El regimiento al mando de Alcides López Aufranc fue atacado por vía aérea y terrestre por la cercana base naval de Punta Indio cuándo éste no aceptó sumarse a la revuelta. Los asaltantes colorados ametrallaron las instalaciones con aviones Panther desde los que también se tiraron cohetes y hasta bombas de napalm, conocidas por su extendido uso en Vietnam. El cuartel quedó completamente destruido.
Al día siguiente las fuerzas de López Aufranc coincidieron con las tropas de Campo de Mayo y con tanques de guerra reprimieron en conjunto la base rebelde de Punta Indio que terminó rindiéndose, como también ocurrió en Bahía Blanca y los otros focos levantados en el transcurso de los tres días que duró la contienda. Así se cerró este episodio que dejó 30 muertos y cientos de heridos (1).
¿Por qué se enfrentaron Azules y Colorados?
Con semejante nivel de violencia en las calles podría pensarse que las diferencias entre ambos eran insalvables pero la cosa no era tan así. Compartían mucho más de lo que los dividía pero la situación que el país atravesaba en 1962 los llevó a tener una visión diferente sobre el rol coyuntural que debían cumplir las Fuerzas Armadas y sobre qué hacer con el peronismo y con la clase obrera, protagonista de la Resistencia.
La situación en el país era muy inestable porque el régimen de la "Libertadora" no había podido terminar de imponerse a pesar de numerosos intentos. Ese año había comenzado con la anulación de las elecciones luego de que el peronismo ganara en 8 de 14 provincias, y siguió con el derrocamiento de Arturo Frondizi. Lo reemplazó el vicepresidente del Senado José María Guido en medio de una profunda crisis de gobernabilidad arrastrada desde el golpe de 1955 y agravada por una fuerte recesión, fuga de capitales y un aumento considerable de la desocupación. Se sumó una oleada antisemita en junio y en agosto fue secuestrado el joven metalúrgico peronista Felipe Vallese, con fuerte malestar obrero. En esta situación tan crítica aparecieron diferencias entre sectores de la clase dominante para imponer el modelo de país que consideraban más adecuado. Y las Fuerzas Armadas no fueron la excepción si tenemos en cuenta el poder acumulado. Sus diferencias podríamos pensarlas cómo las que pueden surgir al interior de un partido político, solo que se resolvían directamente a los tiros (y bombas).
Azules y Colorados eran profundamente anticomunistas por igual, formados en técnicas y preceptos antisubversivos en el marco de la Guerra Fría. También eran antiperonistas los dos, la diferencia radicaba entonces en qué actitud tener frente a este movimiento y al accionar obrero.
Los Azules, también llamados “legalistas”, buscaban una integración progresiva al sistema político del peronismo y de la dirigencia sindical porque consideraba que era una fuerza nacional y cristiana que podía actuar como barrera de contención para la clase trabajadora y así evitar su radicalización. Tengamos en cuenta que la amenaza que había representado la toma del frigórifico Lisandro de la Torre por sus trabajadores y apoyados por el barrio unos años antes, era un recuerdo aún demasiado presente.
Según Alain Rouquie era una visión compartida por la mayoría de los industriales y la gran patronal (2). Además consideraban que había un serio problema de anarquía e insubordinación en la cadena de mando y, tanto para gobernar como para cumplir el rol de “guardianes de los valores occidentales” en Plena Guerra Fría, primero había que resolver ese problema.
Los Colorados, o “gorilas”, querían un gobierno militar y proscribir permanentemente al peronismo porque decían que su accionar le abriría las puertas al comunismo. Ambos fueron apoyados por sectores de la sociedad civil que incluía desde partidos políticos como la UCR, sindicalistas y empresarios.
En su libro Bajo el poder de la Caballería, Daniel Mazzei cuenta que los colorados al principio tenían influencia en el sector de Infantería del Ejército aunque fue perdiéndose tras el pasado a retiro de muchos oficiales por iniciativa de los Azules, a fines del 62. Su poder se concentraría en la Armada que se levantó prácticamente en su totalidad en abril del año siguiente. Entre sus dirigentes estaban el responsable del bombardeo y la masacre en Plaza de Mayo en junio de 1955, Isaac Rojas, el General Federico Toranzo Montero quien fuera el primer colorado en sublevarse en Jujuy en agosto de 1962 y también contaban entre sus filas a nada menos que Jorge Carcagno que paradójicamente sería nombrado como Comandante en Jefe de las fuerzas en 1973 por el tercer gobierno peronista.
Los Azules concentraron su poder en el Ejército en torno a la Caballería y Artillería, con bastión en Campo de Mayo. A los dirigentes López Aufranc y Villegas se sumarían dos militares que nadie podría negar su “esencia gorila”: Agustín Lanusse y Juan Carlos Onganía.
El “legalismo” de los Azules
En septiembre del 62 hubo un fuerte choque entre estas facciones aunque sin los niveles de violencia a los que se llegó en abril del 63. Los enfrentamientos duraron cuatro días y hubo luchas en Plaza Constitución, Parque Chacabuco y Parque Avellaneda. En aquel momento los que se sublevaron fueron los Azules desde Campo de Mayo y quienes iban a reprimirlos eran los colorados. Pero luego de tensas negociaciones el Presidente Guido terminó aliándose con el bando azul.
Su asociación con el “legalismo” se consiguió en ese momento, cuando hicieron una campaña de acción psicológica para convencer a la sociedad de que eran el bando oficial, osea las “fuerzas propias”. Lo hicieron bombardeando con propaganda radial cada media hora contra los colorados y con el llamado Comunicado n° 150 redactado por el periodista Mariano Grondona, donde los Azules exigían el llamado a elecciones y en el orden interno, disciplina y orden. Y cuando llegaron los combates de abril de 1963 ya ambos bandos estaban uno asociado a lo legal, y el otro al golpismo.
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos de los meses y años siguientes llevaría a que ninguno de los proyectos se realicen como lo habían previsto debido a la permanente inestabilidad social, los resquemores de algunos militares azules que se empezaron a inclinar también por un golpe y por los realineamientos e intereses políticos de las clases dominantes.
Entre las consecuencias directas del combate entre Azules y Colorados encontramos que la Caballería pasó a tener predominio sobre el Ejército y que la Armada perdió por varios años el peso y poder político adquirido desde 1955. Además Onganía surgió como figura militar de relevancia que, como veremos en los años siguientes, su supuesto “legalismo” no era tal cuando fue el encargado de derrocar a Arturo Illia en 1966 e imponer una dictadura autoritaria y proscriptiva que duraría 7 años. Como veremos en el transcurso de las décadas del 60 y del 70, ambas facciones dejaron de lado sus diferencias coyunturales (más allá de algún enfrentamiento menor) para unirse en la verdadera tarea que les correspondía como garante de los intereses del Estado y de la clase que lo dirige: combatir la insurgencia obrera y popular, la verdadera amenaza al orden capitalista y en eso no había debate.
1. Ver en Bajo el poder de la Caballería de Daniel Mazzei. EUDEBA 2012.
2. Ver en Poder militar y sociedad política en la Argentina II 1943-1973. Página 213, Emecé 1978.
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.