El martes 28 de junio se realizó en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata la presentación de Socialismo o barbarie, la antología de Rosa Luxemburg publicada el año pasado por Ediciones IPS. Participaron de la charla Guillermo Iturbide, parte del Comité Editorial de IdZ y quien tradujo, compiló y prologó esta obra, junto con Hernán Ouviña, docente de la UBA y autor del libro Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política. El debate fue extenso y polémico y versó sobre diversos temas. Presentamos aquí el video completo de la charla y también la transcripción de la primera intervención de ambos panelistas, a las que agregamos una serie de subtítulos para poder seguir mejor los temas.
Primera intervención de Hernán Ouviña
Buenas noches a todes. Agradezco a les compas que organizaron esta presentación, de la Juventud del PTS, de la Cátedra Libre y de Tesis XI, bienvenidos todos estos nombres, en especial “La imaginación al poder”. Me parece fundamental traer al presente a Rosa, planteando esta articulación entre imaginación y poder, desde la centralidad de la Tesis XI [de Marx sobre Feuerbach], muchas veces malinterpretada como practicismo, como mera transformación de la realidad. Hay que celebrar que exista una cátedra que se proponga reflexionar desde un espacio militante que reivindica la praxis, porque finalmente Marx planteaba la unidad entre teoría y acción, entre ciencia y política en un sentido más revolucionario, así que qué mejor que estar conversando a propósito de este libro con ustedes.
Lo primero que quería hacer es felicitar a todo el equipo que produjo este libro, acá está Nora Dragún y está Guillermo, aunque sé que fue todo un colectivo de trabajo militante el que hizo posible esta compilación, que además es bella también en términos estéticos. Decía José Carlos Mariátegui que hay que luchar por la conquista del pan, pero también por la conquista de la belleza, así que es para celebrar que el IPS pueda editar toda una serie de materiales políticos con un denodado cuidado estético, que incluye un hermoso arte de tapa y una diagramación interior también rigurosa, es decir, que resulta armónico tanto en forma como en contenido. No es el primer libro en torno a Rosa, hay todo un recorrido en términos de publicaciones, en primer lugar la biografía de Paul Frölich, un material fundamental a nivel biográfico y militante, la biografía ilustrada de Kate Evans, el libro en dos tomos de Pierre Broué que si bien estaba disponible en castellano solo se podía leer parcialmente uno de los tomos, incluso en una edición española muy vieja. En fin, pensando estrictamente en Rosa, al mismo tiempo está también este otro material hace un tiempito, en torno a la Primera Guerra Mundial, tan actual en este contexto de guerra. No es que la invasión de Rusia a territorio ucraniano inaugure una coyuntura de guerra, ya que hay decenas en diferentes regiones del mundo, pero sí cobra mayor trascendencia porque se produce en las entrañas mismas de Europa. Ahora, sabemos que los conflictos armados, las guerras se vienen sucediendo y ahí también Rosa es sumamente vigente para pensar la inevitabilidad de los procesos bélicos en el capitalismo, de la necesidad de la violencia guerrerista y del militarismo, en un contexto donde la crisis orgánica, civilizatoria, se exacerba, ya que la pandemia no la origina, sino que, en tal caso, la agudiza.
El espantajo luxemburguista
Bienvenido también el título de este libro Socialismo o barbarie. Me parece que hoy se trata de asumir la barbarie no como una posibilidad remota, sino en tanto exacerbación de la normalidad burguesa, como algo que palpamos, que lamentablemente padecemos a nivel cotidiano y que nos obliga a plantear no solo la urgencia, sino la necesidad, la posibilidad concreta, aquí y ahora, de recrear el proyecto socialista. Recrearlo también revisitando otras tradiciones marginadas o marginales, y creo que Rosa Luxemburgo es parte de un marxismo marginalizado, es decir, de una constelación que fue eclipsada desde comienzos del siglo XX, que tal vez tuvo una resonancia y una radicalidad muy fuerte en la coyuntura de comienzos del siglo XX, pero que, sin embargo, con el transcurrir del tiempo terminó siendo algo peyorativo hablar de luxemburguismo. Decir luxemburguismo, hasta hace muy poco, era sinónimo de una diatriba hacia la militancia de izquierda. Desandar, pues, en los imaginarios de las izquierdas, estos epítetos en torno a la estigmatización de lo que implicó el luxemburguismo, que en general históricamente fue construido como sinónimo de anti-organización, de espontaneísmo, de internacionalismo abstracto, en fin, de semi-menchevismo, ya que existen un montón de caracterizaciones que terminaron sedimentándose en una cultura política que implicó desatender a alguien como Rosa que, a mí modo de ver, tiene espesor, densidad y radicalidad propia. Yo diría que hay toda una tradición subterránea en torno al luxemburguismo, incluso al espartaquismo en un sentido más amplio, que es preciso reconstruir y actualizar. Es decir, la historia del luxemburguismo, sobre todo en el Sur Global, y en particular en América Latina y el Caribe, es una historia que aún no es Historia. No es historia porque contemporáneamente, en estos días agitados, estamos viviendo dos semanas de huelga política de masas en Ecuador, y sabemos que en el 2019 también se desplegaron, entre octubre y noviembre, huelgas políticas de masas en Chile, Ecuador y Colombia. Dinámicas que nos reenvían a ese gran debate que supo plantear Rosa a comienzos del siglo XX, en la década de 1910, y en la coyuntura de la Revolución Rusa de 1905. Entonces, no es historia porque hoy late en el presente y si hay un fantasma, entre tantos que hoy recorren América, ese es el de Rosa Luxemburgo. Pero tampoco es historia aún debido a que falta ser sistematizada, o sea, tenemos que poder reconstruir y recrear esas recepciones, las diversas traducciones y apropiaciones críticas que se hicieron durante el siglo XX, no solo en un sentido filológico-lingüístico como es este caso. Desde ya bienvenido que se hayan tomado la tarea de poder traducir directamente del alemán muchos escritos inéditos, así como libros enteros, que si bien han circulado tiempo atrás, la verdad es que vale la pena tenerlos de conjunto en un mismo volumen, para poder contar con una mirada más amplia y más político-estratégica respecto de lo que planteaba Rosa, tanto en su coyuntura histórica como más allá de ella, pensando en los desafíos de nuestro presente, en función de un ejercicio de traducibilidad de tipo gramsciano. Antonio Gramsci hablaba de la traducibilidad de lenguajes filosóficos y políticos, algo que viene a cuento al preguntarnos en torno a cómo resignificar aquellos planteamientos de Rosa, sus hipótesis estratégicas y su reinterpretación del marxismo. Por eso un primer ejercicio que me parece valioso al momento de abordar un material como este es, obviamente, leer a la realidad latinoamericana desde Rosa, pero también leer a Rosa desde nuestra realidad latinoamericana y el territorio específico que habitamos. No es lo mismo que leerla desde Alemania, desde Europa o Estados Unidos, no es lo mismo que leerla en el territorio de Kurdistán, por ejemplo, donde Rosa también está siendo releída al calor de un proceso revolucionario muy sugerente y original. Leerla desde Nuestra América, desde este continente en ebullición y revuelta, signado también por una coyuntura de crisis y contraofensiva de ultraderecha, es más urgente que nunca, por esa ambigüedad y esas lógicas de inestabilidad que priman, donde la barbarie asola y al mismo tiempo irrumpe la urgencia de la revolución, de una apuesta emancipatoria que es más necesaria que nunca.
El trotskismo y Rosa
También es importante reconocer que el trotskismo ha sido una corriente que intentó rescatar del olvido a Rosa. Arrancando por el propio León Trotsky, que tiene varios escritos de los años ’30, como “Fuera las manos de Rosa Luxemburgo” o “Luxemburgo y la Cuarta Internacional”, donde trata de reivindicar y de ponderar a Rosa en una coyuntura en la que el estalinismo estaba no solo atacando sistemáticamente a la disidencia trotskista, sino también combatiendo con igual esmero lo que en la propia Alemania se caracterizó como el “bacilo sifilítico luxemburguista”. Desterrar esos planteamientos de Rosa en el contexto de los años ’30 y ‘40, fue algo que acometió el estalinismo por un lado y también a su modo la socialdemocracia, manipulando algunos escritos, entre ellos el borrador acerca de la Revolución Rusa. Ahora bien, en América Latina, si bien en los años ‘20 y ‘30 hubo corrientes y activistas que intentaron traer al presente a Rosa, sobre todo fueron feministas y activistas de izquierda las que mantuvieron viva la obra de Rosa. En Argentina, por ejemplo, hay que destacar a Rosa Scheiner, una de las pocas mujeres que podía firmar con nombre propio sus publicaciones, o Nydia Lamarque, traductora también, que por esos años dio amplia difusión a la vida y obra de Luxemburgo. El propio Mariátegui, publicó escritos de y sobre Rosa en la revista Amauta, a quien llegó a definir abiertamente como una intelectual y militante política excepcional. Ya en los años ’50, en el caso de Brasil, Mário Pedrosa, un militante disidente que va a adscribir en parte al trotskismo pero que también va a pensarse desde el luxemburguismo, aporta a su vez una lectura original que permite revisitar a Rosa, traerla a la realidad latinoamericana y construir incluso una apuesta política heterodoxa en aquel entonces. Pero más allá de estas y otras posibles referencias, diría que es sobre todo en la década del ’70, no casualmente a partir de la irrupción de una huelga política de masas como la que se produce con el Cordobazo, lo que obliga a releer a Rosa en clave revolucionaria. No es aleatorio que, en toda América Latina, la primera vez que se traduce y publica en castellano Huelga de masas, partido y sindicatos es en Córdoba, al año siguiente de la insurrección vivida a finales de mayo de 1969. Es decir, releer ese planteamiento de Rosa al calor del Cordobazo y de los sucesivos “azos”, casi todos ellos con un carácter espontáneo, pero donde el activismo popular tiene un protagonismo central y las masas desbordan a las burocracias sindicales, planteando una dinámica de auto-activación desde abajo muy fuerte, de luchas callejeras donde se articula la dinámica de reivindicaciones económicas con un proceso de enorme politización y de lucha antidictatorial, habilita a releer a Rosa y traerla al presente. En ese contexto, quisiera destacar a Mary-Alice Waters, que es una militante trotskista, feminista norteamericana, que hace una traducción y una publicación de escritos de Rosa en dos tomos en inglés, que va a ser a su vez traducida al castellano por militantes del PST [Partido Socialista de los Trabajadores de Argentina] en una coyuntura tan adversa como la de 1976, a tal punto que cuentan, anecdóticamente, que sale de imprenta y no puede ser distribuido ese material, prácticamente, debido a que sobreviene el terrorismo estatal y la dictadura. Un núcleo de militantes se va al exilio, y bueno, en esto de los exilios productivos, terminan en Colombia editando esas Obras escogidas, y es lo que habilita también a la difusión de parte de los escritos luxemburguistas y a la discusión de su actualidad, ya en la segunda mitad de los ‘70 y durante los ‘80 en la propia Colombia. Menciono esto porque, de alguna manera, esas relecturas o esa doble traducibilidad del alemán al inglés, y a su vez del inglés al castellano, está motivada por una traducibilidad política en el sentido gramsciano, de pensar la vigencia de Rosa en la década del ’70, en pleno auge de las luchas, algo que luego terminó siendo eclipsado por los procesos de terrorismo estatal y paramilitar. A mi modo de ver, a partir de lo que llamamos junto a otra compañera un ciclo de impugnación al neoliberalismo en América Latina, se abre una nueva fase de relectura crítica de Rosa, un largo ciclo que se inicia también con revueltas espontáneas y populares, la primera de ellas el Caracazo en 1989, pero inmediatamente a posteriori, en 1990, con el primer levantamiento de Inti Raymi en Ecuador. Lo destaco porque ahora se está viviendo allí justamente un paro plurinacional, que protagonizan los hijos e hijas de aquel primer levantamiento. Ahí empiezan a sucederse un conjunto de levantamientos populares y resistencias que implican una apropiación activa de Rosa, durante un período de ascenso y agudización de la lucha de clases a finales de los años ’90. Y me parece que este material que hoy presentamos, aún cuando se enmarca dentro de una lectura trotskista, se inscribe en un diálogo más amplio, generado en el marco de una nueva izquierda anticapitalista que trata de recuperar corrientes eclipsadas u opacadas dentro del marxismo crítico, desde una óptica que reniega tanto de las lógicas reformistas como del dogmatismo más tradicional de los partidos comunistas. Por eso resulta valioso que en él se repongan libros enteros como ¿Reforma social o revolución?, de enorme actualidad para esta coyuntura de debate político acuciante, donde se evidencia el declive o cierre de lo que fue todo un ciclo gubernamental a escala continental, llamado genéricamente de gobiernos progresistas, libro que nos permite pensar la dialéctica reforma / revolución desde una perspectiva emancipatoria y no meramente de integración subalternizada a las lógicas estatales. Bienvenido también el traer al presente otro libro que es clave y que ya mencionamos, Huelga de masas, partido y sindicatos, que hoy está siendo releído por diversas organizaciones territoriales y por colectivas feministas, pensando el paro internacional de mujeres y disidencias, apostando a los paros migrantes, todos ellos en función de una lógica transfronteriza e internacionalista de despliegue de huelgas políticas, que confrontan con la tendencia al cierre de fronteras y de ensimismamiento estatal, de crecimiento de la xenofobia, la misoginia y el chovinismo. Y también se incluye en esta compilación un material menos conocido quizás, La crisis de la socialdemocracia alemana, producido por Rosa en la cárcel, que por cierto no es el primero, ya que Rosa produce mucho al interior de la cárcel como presa política, pero sí es cierto que este es un material sumamente sugerente. Por un lado, porque allí aparece la consigna que da título a esta compilación, Socialismo o barbarie, según Rosa retomada de Engels, no se sabe a ciencia cierta de dónde la extrajo, hay toda una polémica acerca de esa frase que le atribuye a Engels. Al margen de esta discusión, siempre es bienvenido el ejercicio de traducibilidad o creación de consignas releyendo a los clásicos. Rosa plantea allí fuertemente esta consigna estratégica y hace además un balance autocrítico muy interesante y frontal. Este punto, la autocrítica como un ejercicio necesario e imprescindible de la militancia de izquierda, nos parece algo a rescatar en estos tiempos sinuosos.
Quisiera destacar por último algo que es un aporte clave en la compilación, que son el conjunto de artículos redactados por Rosa a partir de la coyuntura que se abre en noviembre de 1918 en Alemania, con el derrumbe del Imperio y la politización de masas al calor de un proceso revolucionario inédito hasta ese entonces. Recordemos que Rosa es liberada en ese momento, después de vivir buena parte de la Primera Guerra Mundial entre rejas, y allí empieza a redactar una serie de artículos muy interesantes, que por cierto son de intervención en la coyuntura, pero que sin embargo brindan pistas para pensar nuestra realidad contemporánea. Los escribe al compás de un contexto inestable y con altos niveles de movilización popular y de lucha, hasta que ocurre su asesinato, que a mí me gusta pensarlo como un femicidio. Incomodaba pensarlo de esta manera hasta no hace mucho tiempo, pero lo cierto es que, si bien el asesinato de Rosa y el de Karl Liebknecht se dan en simultáneo, a quien desaparecen durante casi seis meses, a la que arrojan al río ya ultimada es a Rosa, y no es casual que se hayan ensañado así con su cuerpo. Desde ya que no es exclusivamente por su condición de mujer, aunque ese sea un factor fundamental. Rosa fue, además, migrante, polaca y judía, fue una revolucionaria anticapitalista frontal en un contexto muy incómodo, donde el quehacer político era de hecho un monopolio casi exclusivo de los varones. Y el chovinismo masculino, como lo denomina Raya Dunayevskaya, era lo que primaba incluso en las filas de la socialdemocracia. Era una mujer muy muy incómoda y urticante, no solo para la derecha, sino también para el reformismo, e incluso dentro de las filas del propio espacio revolucionario en el que militaba. Por lo tanto, creo que es esa múltiple condición subalterna la que hace que se ensañen con su cuerpo-territorio; por eso lo llamamos femicidio a su asesinato, en tanto constituye un crimen político y de Estado, instigado por la socialdemocracia en el gobierno, y acometido por militares de ultraderecha que la ultiman físicamente.
El debate sobre la organización revolucionaria
Asumimos que toda edición, y esta no es la excepción, implica una lectura intencionada y la producción de un discurso. Acá no vamos a leer solo a Rosa, vamos a leer una interpretación de Rosa, más allá de que exista o no una introducción de Guillermo. Bienvenida sea esa introducción, no tengo más que felicitaciones por esa relectura que abre la compilación, que ancla políticamente al libro a nuestra realidad contemporánea. Me interesa problematizar la lectura política, insisto, de intencionalidad militante, que se plantea sobre todo en la introducción y en la selección de escritos que involucra esta compilación. En particular, compartiendo interrogantes, ciertos desacuerdos, así como coincidencias plenas en determinadas afirmaciones de Guillermo en la propia introducción y en la selección y el recorte del material que deciden publicar en formato de libro. Así que, en ánimo de propiciar un debate no solo con Guillermo y con les compas que editaron este material tan valioso, si no ante todo para abrir también una discusión colectiva aquí, ya que somos muches, voy a plantear algunos matices o, por lo menos, problematizar determinadas interpretaciones que aparecen en torno a materiales o textos emblemáticos de la propia Rosa. Partimos de una hipótesis común: Rosa tiene densidad analítica, claridad teórica, precisión política y propuesta estratégica, por lo que hay un acuerdo pleno en su crítica al reformismo y en su perspectiva anticapitalista, que abreva en un marxismo revolucionario original. Ahora bien, como ese es un piso común desde el que nos paramos, pasemos a explicitar una primera cuestión problemática: así como para el reformismo es sumamente incómodo y maldito ¿Reforma social o revolución?, otro texto de Rosa también incómodo para la militancia más de izquierda y revolucionaria es “Problemas de organización de la socialdemocracia rusa”. Es un artículo que polemiza abiertamente con el Lenin del ¿Qué hacer?, y sobre todo con Un paso adelante, dos pasos atrás. O sea, el debate que se cuela por allí es en torno al 2° congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, pero no necesariamente lo que estructura la polémica, a pesar de lo que se construyó historiográficamente, es la escisión bolchevismo-menchevismo. A mi modo de ver eso parte de un relato historiográfico que termina empobreciendo una discusión que es mucho más rica y nutrida que lo que hoy pensamos. Entonces, creo que no hay que leer a Rosa tanto en función de cómo se posicionó históricamente en esa coyuntura, porque si vamos al caso casi la totalidad salvo Lenin se posicionan a favor del menchevismo, incluido el propio Trotsky, quien además escribe un libro entero que es otro material maldito para las izquierdas, que es Nuestras tareas políticas, un libro de 170 páginas que lamentablemente no ha sido reeditado, hasta donde sé, por prácticamente ninguna de las organizaciones trotskistas, y que vale la pena releer porque allí hay una crítica furibunda, en sintonía con el planteamiento de Rosa, respecto del formato organizativo ultra centralista, burocrático, sustitucionista y jacobinista que propone Lenin. Para polemizar, reproduzco lo que Guillermo dice en su introducción: “Los reparos de Rosa estaban mal dirigidos contra Lenin”. Yo creo que, más bien, es Lenin el que reformula su perspectiva errónea, porque hay una gran revolución en Rusia, que es la de 1905, que lo obliga a rectificar su concepción organizativa previa, que efectivamente era ultra centralista, burocrática, sustitucionista, en buena medida jacobina al viejo estilo de un partido conspirativo, con el cual polemiza la propia Rosa. Entonces, si bien poco más tarde hay un acercamiento entre Lenin y Rosa, y en eso coincido con lo que plantea Guillermo en la introducción, ya que efectivamente Rosa se aproxima el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y al sector bolchevique a posteriori de la revolución de 1905, ello no ocurre porque Rosa rectifica sus posiciones; al contrario, es porque Lenin mismo reconoce lo erróneo de sus planteamientos previos en torno al tipo de estructura organizativa, al vínculo entre sectores organizados y no organizados, al dilema de la posibilidad o no de una autoconciencia de clase. Lenin planteaba una “muralla”, así textual, férrea, entre el activismo conspirativo y quienes quizás no estaban todavía encolumnados a nivel organizativo dentro de las filas del partido. Y el problema es que Lenin, en esa coyuntura de 1902 hasta 1904, ¿contra quién combate principalmente?, Pues contra la espontaneidad. O sea, el problema es la espontaneidad. Según él, hay que literalmente “combatir a la espontaneidad”. Y el inconveniente es que la revolución de 1905 genera una dinámica donde la iniciativa autónoma de las masas y la espontaneidad crean, desde abajo y sin titula alguna, incluso organismos revolucionarios como los soviets, y habilitan la posibilidad de que haya una autoconciencia colectiva, una capacidad autoemancipatoria del proletariado, que en el ¿Qué hacer? solo era incorporada desde afuera por parte de los revolucionarios profesionales externos a la clase obrera. Entonces, por ahí introduciría como mínimo un matiz. Yo diría que hoy nos sirve más en términos de debate organizativo y de qué tipo de estructura tenemos que darnos a nivel latinoamericano las izquierdas, un texto como “Problemas de organización de la socialdemocracia rusa” que un libro como el ¿Qué hacer?. Porque hay una discusión no menor, que es la relación entre organización y conciencia, que está presente en el libro, pero creo que hay que problematizar un poco más esta idea de la “conciencia desde afuera”, de una intelectualidad externa a la clase obrera, que de alguna manera es la única capaz de dotar de conciencia socialista, de politizar a una clase obrera que, al menos hasta 1905, para Lenin no puede tener sino conciencia tradeunionista, no puede tener sino conciencia corporativa o sindical. La conciencia socialista le viene incorporada desde afuera. Esto Lenin lo deja atrás, fundamentalmente en una serie de escritos, al final de 1905, y en 1906 publica Doce años, que es una especie de prólogo a todos escrito de 1897 a 1904-05, donde admite que no eran principios programáticos los del ¿Qué hacer? y los de Un paso adelante, dos pasos atrás, que hay que relativizar esos posicionamientos y que es preciso abrir el partido a las masas y pensarlo de manera mucho más elástica, dinámica, más en la clave de un partido de masas. Entonces, el primer punto a discutir es en qué medida este planteamiento de Rosa hoy tiene más vitalidad y vigencia que los planteamientos de ese Lenin de principios del siglo XX, ya que el ¿Qué hacer? o Un paso adelante, dos pasos atrás terminaron convirtiéndose casi en dos manuales de organización política. Entonces, ahí hay una discusión interesante que vale la pena traer al presente.
La cuestión nacional en Rosa
Hay un segundo punto que es muy recurrente en la construcción del luxemburguismo como epíteto: “Rosa Luxemburgo no entendió el problema de la cuestión nacional”, “Rosa Luxemburgo fue una internacionalista abstracta”. En rigor, Rosa nació en un territorio colonial. Vive su infancia y adolescencia en una Polonia fracturada entre tres imperios, entonces el problema de la cuestión nacional para ella es casi existencial, un dilema que arrastraba con su corporalidad, que signaba su propia identidad. Además, era de dos pueblos-nación sin Estado: el judío y el polaco. Y eso le brinda una potencialidad enorme, porque le permite asumir sin ataduras al internacionalismo y cuestionar las lógicas de las fronteras estatal-nacionales y las identidades chovinistas o xenófobas. Esa identidad transfronteriza y migrante habilita a Rosa a cuestionar, desde una perspectiva materialista, la viabilidad o no de la construcción de un Estado polaco independiente del resto del territorio ruso, y la respuesta no la da en función de lo que había dicho Marx décadas atrás, sino que ella hace un estudio riguroso, que es su tesis en la universidad, su primer gran trabajo de investigación militante, sobre la cuestión industrial en Polonia, tratando de dar cuenta el entrelazamiento entre el territorio polaco con alto desarrollo socio-económico y los estrechos vasos comunicantes con el resto del territorio ruso, infieriendo de ahí la inviabilidad de la emancipación nacional y de la construcción de un Estado exclusivamente polaco. ¿Significa esto que no entienda las aspiraciones del pueblo polaco? No, en absoluto. Porque ella sí pide la autodeterminación territorial, es decir, autonomía y autogobierno, aunque sin secesionismo completo del pueblo polaco, pide escuelas propias que puedan hablar lengua polaca, un parlamento local compuesto por polacos y polacas, y no por funcionarios rusos, etc. En fin, exige algo muy cercano a lo que hoy es la plurinacionalidad de un montón de pueblos indígenas en el territorio latinoamericano, que no implica necesariamente monoculturalidad, separación en términos de, por poner un ejemplo, un Estado aymara disociado del resto del territorio y las naciones que cobija lo que hoy es Bolivia. Actualmente está mucho más cerca nuestro el planteamiento de Rosa Luxemburgo en torno a la existencia de Estados plurinacionales, con un horizonte anticapitalista, de cuestionamiento del Estado liberal representativo, racista, monocultural y monolingüe. Después podemos discutir esa dinámica y cómo asume un carácter ininterrumpido en el marco de un proceso transicional, pero la exigencia de plurinacionalidad en Rosa está presente en muchas realidades, y ahí sí establecería otro matiz o contrapunto, con respecto a lo que se afirma en la introducción, donde se dice que “la oposición de Rosa Luxemburgo a la independencia de Polonia se generaliza posteriormente como oposición a la autodeterminación nacional en general”. Rosa, por ejemplo, reivindica la autodeterminación nacional en el caso del Estado turco. O sea, no generaliza en términos absolutos. Pero sí entiende que, en el caso polaco, esa postura involucra enormes peligros, como efectivamente después ocurrió. El partido socialista con el que confronta Rosa, que aboga por la liberación nacional, es un partido que después termina gobernando y generando una dictadura atroz en la década del ’20 hasta mediados del ‘30 en Polonia. Una dictadura cuasi fascista, si se quiere. Por eso Rosa advierte la inviabilidad en el caso específico de Polonia y de algunas otras realidades del vasto Imperio Ruso de la autodeterminación nacional, lo cual no significa que desoiga las reivindicaciones, incluso a nivel cultural y educativo, del pueblo polaco, del pueblo lituano, de Letonia, de un montón de otros pueblos. Ahí por ejemplo hay que leer un documento político elaborado por ella, lamentablemente no traducido al castellano, que se llama ¿Qué queremos?, que es el programa que escribe después de la revolución de 1905 para la organización en la que milita. Rosa va con un tren y clandestinamente ingresa a territorio ruso-polaco, para participar en la revolución y elabora en ese contexto un programa revolucionario. Allí hay, entre las muchas reivindicaciones que plasma, varios planteamientos vinculados a una autodeterminación nacional no centrada en el secesionismo, en la separación tajante, en la construcción de un Estado polaco monocultural. Menciono esto porque se sigue repitiendo que Rosa desatiende o no contempla jamás la cuestión nacional. No es el caso de esta compilación. Pero sí vale la pena recordar que casi 40% de la producción de Rosa está en polaco y una gran parte de ella ni siquiera está traducida al castellano. Se acaba de traducir, por ejemplo, un texto sobre la Constituyente, que recomendamos leer, donde Rosa en la cárcel redacta una propuesta de Asamblea Constituyente al calor de la Revolución Rusa de 1905 de gran actualidad. Estaba inédito en castellano, y es importante porque releer a Rosa implica también exhumar materiales y cotejar su vigencia para nuestros días. Pero, ¿por qué es importante redescubrir a Rosa? Porque como dijimos, se ha construido una especie de espantajo vulgarizador de los planteamientos de Rosa en torno a determinadas cuestiones: la cuestión organizativa, la cuestión de la autodeterminación nacional o del problema nacional. Rosa era histórica, analizaba la realidad desde la perspectiva de totalidad y hacía un análisis concreto y situado de ella. No planteaba principios programáticos abstractos respecto a la cuestión nacional, pero sí entendía que en el contexto barbárico e imperialista del desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, había que reforzar el internacionalismo; era clave batallar contra las lógicas chovinistas que se ensimismaban en una dinámica centrada en defender, o bien construir, Estados-nación o identidades pequeñas que obturaban el internacionalismo de clase y la hermandad de las luchas anticapitalistas.
El borrador acerca de la Revolución Rusa
Por último, abordemos la lectura que Rosa realiza respecto a la Revolución Rusa de 1917-1918. Es muy sugerente el texto Sobre la Revolución Rusa, por lo general presentado como un borrador. Se insiste demasiado en su carácter de “borrador”, y eso ya resulta sospechoso; no insistimos tanto en que El capital es en un 80-90% un borrador, que los Cuadernos de la cárcel de Gramsci están en un estado embrionario e inconcluso, que La ideología alemana es también un manuscrito arrojado por Marx “a la crítica roedora de los ratones”. En fin, hay infinidad de libros que hoy leemos, con los que nos formamos, que en realidad son borradores. Entonces, no es el estado de borrador, el carácter inacabado o provisorio, lo que debilita la fuerza teórico-política de este escrito de Rosa. Porque, además, no fue un texto apresurado ni primigenio en torno a la Revolución Rusa. Antes de este borrador, Rosa escribe un artículo que pide que se publique dentro de las Cartas de Espartaco. En efecto, se lo publican. Ella estaba presa. ¿Qué ocurre? Se decide darle difusión, aunque con unos comentarios que le adicionan sus compañeros espartaquistas, porque era un texto en contra de la Paz de Brest-Litovsk, y Rosa está en contra del Acuerdo firmado por los bolcheviques, por lo que escribe un texto explícitamente para que circule, salga clandestinamente de la cárcel y se publique en lo que se conocía como Cartas de Espartaco, una especie de material propagandístico que circulaba en la coyuntura de creciente descontento en torno a la Primera Guerra Mundial, en este caso ya en diálogo fraterno con el proceso revolucionario abierto en Rusia. Lo concreto es que le hacen algunos señalamientos complementarios a la publicación, y Rosa protesta, diciendo que va a escribir otro folleto más duro todavía sobre la coyuntura en Rusia. Lo envía para que se lo publiquen, pero eso no ocurre. Ahí Paul Levi, compañero de su organización y abogado personal de Rosa, va a visitarla a la cárcel y se pone a debatir con ella en torno al proceso en Rusia. Y ella le comenta que va a escribir este borrador, justamente para esclarecer, para afinar la polémica que estaban teniendo en términos políticos, de cara a la discusión abierta dentro del espartaquismo. Entonces, no es que escribió un borrador y no le interesaba, o como dicen algunos “estaba mal informada”. Hoy sabemos que contaba con abundante información, y está muy bien planteado también en la introducción de Guillermo que ese no es el eje de debate. En tal caso, podemos estar o no de acuerdo con las hipótesis que plantea Rosa, pero sin duda es un debate fraterno con una revolución que reivindica, es decir, ahí sí toma distancia con el kautskismo, y con el reformismo socialdemócrata a nivel más general, que plantea una interpretación etapista de la revolución, es decir, la imposibilidad de que se desencadene en Rusia un proceso revolucionario de carácter socialista. En eso acompaña al bolchevismo, y por ello creo que el texto es de apoyo crítico, más bien ante él, y apoyo pleno a la Revolución Rusa como apuesta emancipatoria, mal llamada muchas veces “revolución bolchevique”; se sigue repitiendo esa idea de que fue una revolución bolchevique, cuando en rigor fue una revolución popular, proletaria y campesina, soviética, la podemos denominar de mil maneras, pero no necesariamente bolchevique. Porque ahí también hay un exclusivismo interpretativo en los sujetos e instancias organizativas que intervienen y participan protagónicamente en el proceso.
La polémica en torno a la Asamblea Constituyente
Creo que lo interesante, por último, es plantear la discusión en torno a la Asamblea Constituyente, que es uno de los ejes que también aparece fuerte, sobre todo en contraposición a lo que interpreta a Rosa en Alemania: la dicotomía consejos / Asamblea Constituyente en el medio de la Revolución Alemana. Suena molesto y lo voy a decir provocativamente: el bolchevismo es muy pragmático e instrumental respecto a la Asamblea Constituyente. Después del triunfo de la insurrección de Octubre participa activamente de la campaña electoral de la Constituyente, de manera incluso enfervorizada. Lo que ocurre es que los resultados terminan siendo adversos. Triunfa en Petrogrado, pero cuando le empiezan a llegar los resultados de las provincias se encuentra con un resultado no previsto. Es que el sector de los socialrevolucionarios de izquierda, no logra conseguir la cantidad de votos prevista y el grueso de la población rural termina votando a los socialrevolucionarios más conservadores, los que no se habían incorporado al gobierno coalicional soviético. Ante los hechos consumados, está la anécdota de que se realiza una reunión del Comité Central bolchevique, donde Lenin ni siquiera interviene, azorado, y se debate qué hacer frente a la Constituyente. Y ahí había posiciones disímiles. No se dice en bloque “esta es una asamblea burguesa”, sino que Lenin recién un mes después de los resultados instala las tesis del carácter burgués de la Asamblea Constituyente y la necesidad del poder soviético como poder exclusivo. Lo menciono porque el planteamiento de intervención respecto de la disolución de la Asamblea de parte del bolchevismo, es más bien pragmático y táctico, a posteriori, en función de los resultados adversos. Aunque no es posible saberlo con certeza, si el resultado hubiese sido otro, tal vez la Asamblea podía fructificar. ¿A qué voy con esto? A que en el caso de Rosa también hay una cierta intervención táctica más que estratégica respecto de la Asamblea Constituyente, si se puede articular o no, si vale la pena intervenir y participar o no. Y creo que esa es una de las cuestiones más valiosas también de la compilación, traducir y hacer públicos en castellano materiales, artículos periodísticos redactados por ella en caliente, al calor de una coyuntura donde Rosa polemiza con ciertas lecturas que tratan de recostar la dinámica de la relación de fuerzas en la institucionalidad estatal de viejo cuño en Alemania, y no en el poder obrero de los consejos. Ahora, un problema no menor de los consejos, que irrumpen y proliferan en Alemania desde finales de 1918, es que en buena medida su composición era reformista en términos de quienes los integraban, delegados cuya afiliación en su mayor parte era a los partidos tradicionales. Es decir, terminan cediendo el poder voluntariamente y no planteando un reforzamiento y una radicalización de ese embrión de poder dual. Entonces, ahí hay un debate que me parece que es interesante y que tiene que ver con el siguiente interrogante: ¿en qué medida es articulable o no, resulta incompatible o no, en la dinámica de un proceso revolución, una Asamblea Constituyente y un poder soviético, consejista, o un poder popular revolucionario? ¿Hasta qué punto se puede pensar en una lógica que articule sufragio universal con poder popular y con otras instancias que no sean exclusivamente proletarias? Rosa está pensando, por ejemplo, en el nivel de crisis aguda y de descomposición social rusa, donde hay millones de desocupados, de sectores pequeñoburgueses desclasados, y de un campesinado heterogéneo, que tal vez tiene vetado en los hechos el derecho a la participación en el sistema soviético, y que sin embargo hay que contemplarlo, porque no hay que hacer de la necesidad, virtud, va a decir ella.
El marxismo como constelación y la revolución como un arte de las masas
Para ir cerrando, planteo una hipótesis adicional. ¿Para qué nos sirve hoy Rosa? Pues para desuniversalizar la estrategia bolchevique, no para cuestionar la realidad concreta y situada de Rusia y las opciones que fue asumiendo el bolchevismo en ella, sino para entender y reconocer que Rosa es parte de una constelación más amplia, que desde su originalidad nos aporta a construir una estrategia revolucionaria acorde al siglo XXI, ya que a mí modo de ver, sin caer en el eclecticismo, necesitamos de ciertos aportes de Trotsky y de Lenin, necesitamos por supuesto de Marx, pero también necesitamos de Rosa Luxemburgo, de Mariátegui, de Gramsci, así como de toda una pléyade de revolucionarios y revolucionarias eclipsados, para reconstruir y potenciar una estrategia emancipatoria mucho más radical y acorde a los enormes desafíos de nuestro tiempo histórico. Por eso, quisiera retomar y problematizar una afirmación que está presente en la compilación, en torno a la concepción de revolución de Rosa. En la introducción se dice que es “algo fatalista” la concepción revolucionaria de Luxemburgo. Y yo diferenciaría fatalismo, de un carácter ineludiblemente mayoritario y autoconsciente que, según ella, debe distinguir a las revoluciones socialistas. O sea, Rosa pone fuerte énfasis, y no es una redundancia, en el protagonismo popular y en la madurez en la clase trabajadora al momento de impulsar, dinamizar, desencadenar un proyecto revolucionario, incluso una situación revolucionaria. A contramano de lo que se piensa, que siempre se la cataloga como espontaneísta, ella postula la necesidad de la preparación. Por eso estuvo en contra de que, durante diciembre de 1918 y enero de 1919, se lancen las masas a la confrontación abierta en la lucha callejera en Berlín. En esa coyuntura de alza, advierte que no están maduras todavía las masas, a pesar de lo cual se sigue repitiendo que era una espontaneísta, que por eso fracasó lo que además aun se cataloga como “revolución espartaquista”, cuando en rigor el espartaquismo fue minoritario en esa dinámica de ebullición, no así el proletariado y otros tipos de activismo mucho más amplios. Por eso considero que hay que releer y complejizar la concepción de revolución de Rosa. Contrastarla, incluso, con la concepción revolucionaria de un Lenin, mucho más vinculada a metáforas maquínicas. ¿De quién copia Lenin la dinámica organizativa, sobre todo en sus primeros años de vida, aunque en buena medida la mantenga, más allá de que la recree y la trate de ampliar? Pues de la fábrica y del ejército. Él mismo lo admite en más de una ocasión. Es decir, esa disciplina y rutina violenta creada por la fábrica, incluso por el ejército burgués, es la que habilita un nivel de organización, de centralidad y disciplinamiento en la clase obrera, para construir un proyecto revolucionario. Rosa lo que le va a decir es que esa disciplina del ejército, esa disciplina de la fábrica, no es para nada la que necesitamos. Se requiere forjar una disciplina de otro tipo, una disciplina autoconsciente, una disciplina voluntaria, construida con otros parámetros, no la de la técnica, la obediencia y la jerarquía burguesa. Aquí hay un problema de enorme relevancia, y es que, en general, Lenin tiene una concepción mucho más moderna, en el sentido maquínico, de la organización política, mientras que Rosa apela a metáforas más de la naturaleza, entre otras cuestiones porque amaba la botánica. Y creo que hoy en estos tiempos, de colapso civilizatorio, donde la crisis también es socioambiental y ecológica en la clave del Capitaloceno, pensar la revolución a partir de metáforas de la naturaleza, no necesariamente organicistas, pero sí en función de una temporalidad más ligada al cultivo, la siembra, la cosecha y la labranza, que son de más largo plazo, pero al mismo tiempo implican un aquí y un ahora enraizado en los territorios, cobran más importancia que nunca. Creo además que Rosa también concibió como un arte a la revolución. Sería un error decir que solamente los bolcheviques, Trotsky y Lenin, por ejemplo, pensaban a la revolución como un arte, y que Rosa lamentablemente no, debido a su supuesta concepción espontaneísta, como una insurrección general que se daba de manera casi automática en el devenir histórico. Rosa decía que hay un trípode ineludible, que es “conciencia, organización y lucha”. Y si en algo militó de manera casi cotidiana es en la formación, era educadora popular en la escuela de partido en Berlín. Tres o cuatro veces por semana, hasta que la meten en cana, batalló durante años de forma ininterrumpida por la formación política y siempre estuvo enmarcada en en organizaciones revolucionarias. Entonces, lejos estaba de abogar por una dinámica espontánea o una catástrofe que hiciera colapsar el capitalismo sin necesidad de una intervención activa de las clases subalternas. O sea, la supuesta teoría del colapso y de la catástrofe, implicaba el intervencionismo político, la militancia revolucionaria, la capacidad de iniciativa consciente por parte de las masas. Factores subjetivos sin los cuales esa crisis podría derivar en contrarrevolución triunfante, como efectivamente ocurrió en Alemania. Lo que sí rechaza de manera tajante es la conspiración de minorías. Polemiza con la perspectiva conspirativa porque entiende que el blanquismo, como cultura política e imaginario revolucionario, todavía permeaba a ciertas organizaciones de izquierda. Entonces, se requería para ella y se requiere hoy más que nunca una revolución de las mayorías. Pero cuidado, dice Rosa, no de mayorías que ejecuten algo que una minoría elucubra y planifica, porque ahí seguimos en el blanquismo, continuamos en una lógica jacobina y sustitucionista. Si algo tiene de interesante y sugerente Rosa, es que problematiza también la división del trabajo dentro de las organizaciones de izquierda y del campo popular. Por ello otra cuestión que aparece en la introducción del libro y que habría que problematizar un poco, es que no es cierto que Lenin advierte el problema material de la burocratización de las organizaciones obreras y Rosa no. Rosa en Huelga de masas, partido y sindicatos da cuenta de la materialidad de la vida social de los sindicatos y partidos socialdemócratas en Europa y en Alemania en particular, y cómo esa defensa de lo adquirido termina operando en clave de una inercia, de un conservadurismo que redunda en pensar a la negociación, dice Rosa, como lo estratégico, en la medida en que los puestos burocráticos y el sostenimiento de la organización devienen un fin en sí mismo. Entonces, hoy, que tenemos un montón de organizaciones sindicales y de la economía popular, profundamente integradas a los engranajes estatales y que hacen de esa defensa de ciertas conquistas parciales un pivote casi exclusivo de su práctica cotidiana, por lo cual ese planteamiento de Rosa en torno a las bases materiales que hacen posible la burocratización y el conservadurismo creciente, es más vigente que nunca. Cierro ahora así con algo que plantea Rosa: no hay infalibilidad del partido revolucionario, y me parece que esta afirmación tiene una vigencia enorme. Sí está a favor ineludiblemente de la autoorganización de las y los explotados, de les oprimides. Ahora, los formatos organizativos que asume la clase como partido en el gran sentido histórico del término, pueden variar, pueden ser diversos en función del territorio, la dinámica de la lucha y la realidad específica en los que se forjen, y de hecho en la tradición revolucionaria de Nuestra América ha implicado que triunfen varias revoluciones, pero que ninguna requiera de un partido en el sentido estricto del término para poder triunfar. ¿Significa entonces que no necesitamos en la actualidad de partidos? No necesariamente. Sí supone que necesitamos organizarnos, pero que los formatos que asuma esa dinámica de autoorganización, popular, revolucionaria, de izquierda, clasista, anticapitalista, antiimperialista, antipatriarcal y anticolonial, va a tener que ver con dinámicas exploratorias, ya que para Rosa la organización por lo general no precede a la lucha, sino que es un producto genuino de ella, y a veces incluso debe reinventarse al calor de irrupciones espontáneas e imprevistas, como las que vienen ocurriendo en América Latina. Que politizan e instalan nuevas discusiones, propiciando un relevo generacional, de género, étnico y de clase. Recrear al marxismo revolucionario como constelación es una tarea urgente pero aún pendiente. En este caminar colectivo, Rosa es una de las estrellas que más brilla en el firmamento utópico, así que bienvenido este material, porque sin duda va a oficiar de potente brújula para orientar nuestro andar revolucionario. Es un libro también para militar activamente en términos de lectura grupal, de fomento de debates estratégicos e intervención política en esta coyuntura por la que transitamos, no solamente en Argentina, sino en América Latina y a nivel mundial. Muchas gracias.
Primera intervención de Guillermo Iturbide
Bueno, primero, agradecerle a Hernán por la buena onda, por venir acá y charlar también a partir de las diferencias. Con él ya desde antes teníamos cierto intercambio a partir de las cosas que él ha escrito sobre Rosa, como su libro, Rosa Luxemburgo y la reinvención de la política, del cual yo hice una reseña bastante crítica, un libro que, con las diferencias y todo, me parece que es una buena introducción, sobre todo porque hay poco escrito, hay poca circulación de Rosa Luxemburgo en el mundo hispanohablante y particularmente en Argentina, poca investigación.
En primera instancia, voy a tratar de trazar una apropiación de Rosa Luxemburgo que nunca es “mía” en términos puramente individuales sino que tiene que ver con una cultura militante también. Incluso el prólogo al libro tampoco es algo que se me ocurrió exclusivamente a mí sino que tiene que ver con reflexiones colectivas del Semanario Ideas de Izquierda, donde soy parte del Comité editorial. También voy a apelar a distintos ejemplos de cómo en determinados momentos Rosa Luxemburgo nos influyó como militantes trotskistas a los que somos militantes del PTS.
Quería también comentar que este fue un libro que se hizo en gran medida en La Plata. No solo yo, sino Nora Dragún que está entre el público, que fue la editora; Rossana Cortez que está por allí, que fue correctora; Laura Esquibel que está por ahí que fue correctora; Milagros Lamberti que también estuvo corrigiendo. Es un libro muy platense.
¿Por qué una nueva traducción de Rosa Luxemburg?
También quería decir algunas palabras como traductor. Me resultó un placer muy grande poder trabajar directamente con Rosa Luxemburgo en su fuente original. Y además también había una cosa que a mí me apasionó mucho, porque las ediciones de Rosa Luxemburgo que ha habido históricamente en Argentina han tenido muchos contratiempos. Incluso lo que mencionaba Hernán recién sobre las ediciones que había en los ’70, como las que sacaba el PST, casi en medio de la clandestinidad. Y producto de eso, lógicamente, tenían algunos problemas, que hoy en día obviamente en otro momento, en otras circunstancias, además con muchísimo más recursos, es mucho más fácil subsanar. Pero eran problemas que merecían restablecer algunas cuestiones donde, por ejemplo, en traducciones al castellano de libros icónicos como Reforma social o revolución había conceptos científicos imprecisos, que particularmente además para un idioma como el alemán, que es un idioma muy preciso, es problemático, porque además es una de las lenguas cardinales de la tradición filosófica occidental; es como que se cae un poco la argumentación con esas imprecisiones. Entonces mi intervención como traductor fue tratar de salvar ese tipo de cosas. También lo que busqué hacer es algo parecido a una edición crítica, por ejemplo en el punto de meterme en la cabeza de Rosa Luxemburgo y rastrear su acervo cultural. Por ejemplo, había un montón de cuestiones en los textos que no estaban explicitadas en las fuentes, un montón de frases al pasar que incluso en las ediciones alemanas tampoco estaban porque se suponía que había una cultura compartida [entre los germanoparlantes] donde se supone que todo el mundo lee determinadas alusiones implícitas y sabe a qué se está refiriendo, pero obviamente en una traducción a culturas como la latinoamericana y nuestro bagaje cultural acá por ahí son desconocidas. Por ejemplo, hay un montón de alusiones a la Biblia, que no estaban muy explícitas, producto de que, en Alemania, el socialismo tiene una tradición que viene inclusive de las guerras campesinas de la Reforma Protestante, donde efectivamente había una cultura religiosa, incluso de poetas de las guerras campesinas que cita mucho Rosa Luxemburgo. Entonces había ese tipo de referencias, había referencias a óperas, a la cultura de la antigua Grecia, a Goethe, a Schiller, a Lessing. Incluso, paradójicamente, Rosa Luxemburg, como migrante, como polaca, se mete en discusiones culturales en esa época alrededor de esa cultura nacional que había en Alemania, y discute también con la apropiación que hay, producto de que el Imperio Alemán era un Estado relativamente joven entonces y también había una utilización de esa cultura nacional en función de un relato político que ella también cuestiona, que discute en ensayos que tiene sobre temas culturales que son muy buenos [1]. Rosa Luxemburg además era traductora, ella tradujo [del ruso al alemán] a Vladímir Korolenko, que era un escritor ucraniano de lengua rusa que participó, que estuvo en la Revolución Rusa, sus memorias, que se llaman La historia de mi contemporáneo, la autobiografía de Korolenko.
La memoria de Rosa Luxemburg hoy: un catalizador de las peleas actuales
Rosa Luxemburg nos sigue hablando en el punto en que, por ejemplo, cada año se siguen haciendo, desde hace un siglo, las manifestaciones en dirección a Friedrichsfelde, que es el cementerio donde están los restos de Rosa Luxemburg, aunque en realidad no están allí, porque en su momento los nazis destruyeron ese cementerio, para acabar con las tumbas y que los restos se perdieran. Entonces, hoy en día lo que hay allí son en realidad placas simbólicas. Allí hay una piedra que dice “Los muertos nos advierten”, ese enorme monolito en homenaje a Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Y todos los años se hace esa manifestación alrededor del 15 de enero, por caso, yo estuve en una de ellas hace algunos años. En la procesión de 2003 pasó que se transformó en una movilización de cien mil personas, en vísperas de la guerra de Irak, y fue una marcha contra esa guerra. Es decir, [esa marcha] es un catalizador, todos los años esas procesiones en homenaje a Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht son como catalizadores de los descontentos, de las peleas que da la clase obrera alemana, de la lucha antiimperialista, donde la clase obrera alemana hoy, a diferencia de hace cien años, es multirracial, con una presencia enorme, por ejemplo, de turcos y de kurdos hay en esa manifestación. Así que, evidentemente, sigue habiendo algo en Rosa Luxemburg que nos sigue llamando para ser ese catalizador de todas las broncas todos los años.
Táctica y objetivo final o “Y además opino que este Estado debe ser destruido” [2]
Quería destacar varios aportes de ella. ¿Reforma social o revolución? es el texto que más recomiendo como introducción. Donde discute contra el revisionismo, que era una tendencia que trataba, a comienzos del siglo XX, de ser como una expresión de sinceramiento de la práctica del movimiento obrero de ese entonces. En ese momento, el último grito de la revolución había sido la Comuna de París, y el capitalismo había tenido un desarrollo enorme [desde entonces]. Al mismo tiempo, en las ciencias sociales surgen todas las corrientes positivistas, y entonces hay toda una concepción del desarrollo social que tiende a una visión de la sociedad como armonía. Todo eso impacta también en el movimiento socialista y al mismo tiempo este movimiento va ganando peso y atrayendo también a otras capas sociales, y se lo ve incluso como una especie de gran aparato que atrae todo eso, mientras que [Eduard] Bernstein [líder de la corriente revisionista] se había inficionado mucho del espíritu de los fabianos ingleses, porque se había exiliado en Inglaterra durante la persecución a los socialistas. En Inglaterra, con un movimiento obrero muy domesticado, él había traído de alguna manera las lecciones de ese país y quería trasplantarlas en Alemania. Entonces, por ejemplo, Bernstein planteaba en ese momento que el marxismo estaba caduco como teoría porque sus principales pronósticos no se habían verificado. Por ejemplo, la tendencia a la catástrofe no se verificaba, la tendencia a la desaparición de las clases intermedias tampoco. Para él, todo eso ponía en cuestión ese pronóstico, sobre todo de la marcha del capitalismo, donde Engels, en un texto no muy conocido de 1887, había pronosticado casi con exactitud matemática la Primera Guerra Mundial, la cual obviamente nunca llegó a ver, pero había pronosticado una catástrofe europea, una guerra con millones de muertos, que casi matemáticamente se correspondía después con lo que fue la Primera Guerra Mundial. Entonces, Rosa Luxemburg se basaba en eso para plantear las tareas para las cuales los socialistas se tenían que preparar. Ese pronóstico intentaba ser científico, un estudio basado en el desarrollo de las tendencias, y entonces en función de eso, el socialismo para Rosa Luxemburg se volvía una necesidad objetiva. Bernstein lo que pone en cuestión es esto, que el socialismo no es una necesidad objetiva. Si no se verifica esta tendencia a la catástrofe, el socialismo es simplemente una opción moral. Y así es que Bernstein planteaba una crítica a la dialéctica hegeliana, el método de entender la realidad como contradicción. Planteaba que la dialéctica revolucionaria ya no operaba porque no se verificaba con esta ralentización del desarrollo social. Es interesante porque Luxemburg polemiza con esta idea, llamada revisionista porque apuntaba a revisar el programa y todas estas perspectivas del marxismo. Y yo dije que los revisionistas son como una corriente honesta, que intenta mostrarse como, “bueno, nosotros sinceramos nuestra práctica”. Pero más tarde, Rosa Luxemburg va a tener una polémica también con un tipo parecido que son los centristas, cuando se pelee con Kautsky, que precisamente es una polémica mucho más pérfida porque se trataba de gente que, por lo menos en la teoría, eran ortodoxos, o sea, juraban por la ortodoxia marxista, pero en la práctica hacían algo no muy distinto de lo que hacía el revisionismo, pero bueno, eso vendrá después. Rosa opinaba que la igualdad formal en el capitalismo no puede resolver los antagonismos, porque es un modo de producción que está guiado por la lógica de la obtención de ganancias. Y entonces polemiza contra la realpolitik, esa palabra que hoy en día se sigue utilizando, la gente que dice, bueno, yo soy un político realista, yo hago realpolitik, la idea de una política no utópica, que también es una forma de designar al oportunismo. Y entonces, por ejemplo, esa política sacrificaba a los intereses socialistas, los intereses del objetivo final en función de supuestas ventajas. Digamos, saquémonos de un poco de encima los principios, que los principios nos molestan, somos demasiado “principudos”; entonces obtengamos reformas y dejémonos de seguir hablando del objetivo final porque eso es una traba para nuestra pelea cotidiana. Es interesante, porque Rosa Luxemburg demuestra cómo esas supuestas ganancias son completamente ilusorias. Hay una parte muy interesante en ¿Reforma social o revolución?, que es el apéndice, que es buenísimo y que en algunas traducciones no aparece, que es la polémica con Max Schippel, un revisionista que tenía una política de “compensaciones”. Él decía, por ejemplo, entreguemos nuestros principios, y entonces, ¿qué problema tenemos en votarle el presupuesto militar al gobierno? Hagamos un trueque, a cambio el gobierno nos puede dar algún tipo de reformas. Un quid pro quo de esa manera, total, decía él, ¿a los obreros qué les importa el militarismo?, a los obreros no los afecta en nada, el militarismo, la política mundial, todo eso es una cosa que el obrero no la ve, no la come, no la siente. Esa política puede llegar a tener un mínimo rédito inmediato, si es que lo tiene, pero está anulando todos sus éxitos futuros, porque básicamente lo que está haciendo es votarle el presupuesto del aparato represivo, y el presupuesto del aparato colonial. Y entonces hay una relación entre la política colonial y la política interna. Dicho sea de paso, paréntesis, todas las tropas contrarrevolucionarias que intervinieron en la Revolución Alemana, que mataron obreros y a Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht se foguearon en las guerras coloniales alemanas, en la guerra contra el pueblo de los hereros [en Namibia]. Tomando a Carl Schmitt, la guerra civil fue la aplicación en terreno europeo de las guerras coloniales, un trasplante de la lógica de esas guerras coloniales a la metrópoli. Entonces, eso que parecía no importarle a los obreros porque en realidad se supone que lo único que les importaría son cuestiones “del pan y la manteca”, bread and butter issues, cómo se dice en inglés, en realidad eran fundamentales porque estaban fortaleciendo al Estado capitalista y a su vez dándole las armas a los policías y al ejército para reprimir las futuras huelgas.
No hay política verdaderamente realista sin política revolucionaria
Entonces bueno, ahí Rosa Luxemburg acuña un concepto que a mí me gusta muchísimo. Ella escribe un texto en un aniversario de la muerte de Karl Marx, en 1903, donde ella dice que lo que lo que hay que poner en pie hoy en día es una realpolitik revolucionaria, discutiendo contra esta lógica del realismo político. Entonces, lo que todo el mundo llama realpolitik, es lo menos realpolitik de todo, porque es rifar el futuro del movimiento obrero fortaleciendo al Estado. La única verdadera realpolitik es la revolucionaria. Porque implica pelear por derechos democráticos de una manera tal donde se prefigura, y acá tomo algo que Hernán muchas veces también lo toma de esa manera, la idea de la prefiguración, que uno tiene que dar las peleas cotidianas de tal manera que los fines últimos se traduzcan en ellas. Acá tomo también otro concepto interesante que no es de Rosa Luxemburgo sino de Ernest Mandel, un viejo dirigente trotskista, que en la década de 1990 planteó un concepto interesante que es el de la dialéctica de las conquistas parciales. Rosa Luxemburg me parece que se refiere a esto. Este concepto significa que el reformismo-revisionismo pone un muro entre la conquista de reformas y la revolución, en función de las reformas, entonces eso provoca un cierto patriotismo de las reformas que se vuelve en contra del movimiento obrero. Porque la clase obrera va conquistando espacios y reformas que después se pueden volver en su contra, porque en realidad la clase obrera es un ejército que se va formando en el medio de la lucha, no está formado a priori, sino que se va entrenando, se va autoeducando en medio de la lucha, y entonces esas trincheras que va conquistando tienen que estar puestas, articuladas en función de una estrategia de fines últimos.
Conciencia teórica y latente y estrategia
Y acá tomo una frase que también me gusta mucho de Rosa Luxemburg, que viene de Huelga de masas, partido y sindicatos, que dice que el movimiento obrero alemán tiene dos tipos de conciencia: una conciencia teórica y latente y una conciencia práctica y activa. La conciencia teórica y latente es el resultado de la suma en el terreno de las ideas de las luchas sindicales, incluso las luchas electorales, entonces todo eso la configura de conjunto. Yo creo que ahí hay algo de una cierta reflexión en torno a la estrategia, si bien no se hablaba en esos términos todavía. Incluso la estrategia remite a una terminología militar. El segundo marxista alemán, después de Engels, que plantea estudiar los problemas de estrategia es Franz Mehring. Hay una idea de estrategia ahí en el sentido de una articulación de distintos medios para llegar a un fin. El fin de la estrategia es imponer mi voluntad al enemigo. Entonces, como dice también Hernán, contra esa visión común que hay de “Rosa la espontaneísta”, esa conciencia teórica y latente es un partido, es una organización, no es algo que flota en el aire, sino que se expresa en una estrategia política partidaria. Y al mismo tiempo también dice que esa conciencia se vuelve práctica y activa en el despliegue de la lucha de clases.
Y por otro lado, Rosa decía que había que superar ese patriotismo de las reformas porque desde el comienzo el movimiento obrero se tenía que preparar para ese colapso, para esa catástrofe. Bueno, hay una discusión ahí si Rosa era catastrofista, colapsista, o no. Y entonces Bernstein en un momento le dice a Rosa, usted está pensando en un gran colapso económico, y Rosa le responde que no necesariamente, puede ser una catástrofe política. La Primera Guerra Mundial no es solamente una cuestión de colapso y de crisis económica, sino que también tiene un componente político. En función de la preparación para este escenario de catástrofe, si uno se olvida de ese escenario, se olvida que todas esas conquistas van a ser puestas en juego en función de ese fin estratégico en un momento. Entonces, por ejemplo, eso se verificó durante la Primera Guerra Mundial. El Partido Socialdemócrata alemán decidió no dar ninguna pelea contra la guerra porque eso implicaba poner en peligro los cerca de 800 periódicos que tenían por todo el país, los sindicatos con sus fondos, etc. Entonces todo eso se terminó volviendo recontra conservador: ¿Por una guerra vamos a lotear todo eso? Entonces, esa es la dialéctica de las conquistas parciales. Esta era una época todavía de desarrollo capitalista, por eso después la Tercera Internacional en sus comienzos va a tener un desarrollo más interesante respecto a esta unión de lo cotidiano y lo estratégico. De ahí se va a desarrollar la idea del programa transicional, que después Trotsky lo va a retomar en 1938 en el Programa de transición.
Después de la Revolución Rusa, la revolución mundial está a la orden del día, entonces esta dialéctica es mucho más visible. Yo creo que Rosa Luxemburg anticipa esto. Opino que ahí está la génesis de esta lógica de cómo intervenir. De cómo construir un puente entre la conciencia de las masas y las necesidades objetivas. Muchas veces pasa que las crisis económicas y las crisis políticas van muy por delante, y entonces por el contrario, la conciencia, dice Trotsky en la Historia de la Revolución Rusa es lo más conservador que hay. Se trata de cómo hacer un puente entre la conciencia atrasada de los trabajadores y las masas respecto a lo que pasa en la realidad, que plantea un escenario de crisis mientras la clase obrera arrastra todavía ilusiones reformistas de un período previo. Se busca, por ejemplo, en la Tercera Internacional, con consignas como el control obrero ante las crisis capitalistas y los cierres de fábricas, dar una respuesta militante activa que esté a la altura de la crisis económica y política. Yo creo que hay un atisbo de eso en Rosa.
El trabajo de la estrategia como ampliación de la libertad de acción de la clase obrera y los oprimidos
Me interesa también mucho su intervención alrededor de la huelga de masas. Ya que veníamos hablando de estrategia, hay una definición que me gusta mucho, que la realizó un tipo muy reaccionario, un general francés que se llamaba André Beaufre. Él decía que el trabajo de la estrategia es ampliar la libertad de acción. Es decir, la clase que combate tiene el objetivo, en la lucha cotidiana, tiene que implicar una apertura de la libertad de acción de la clase obrera, que no se ate las manos. Cuando Rosa discute la huelga de masas en 1906, en medio de la revolución comenzada en 1905, se refiere a dos cosas. Efectivamente, es un método de lucha en sí mismo, pero también tiene otra connotación, que es más bien una estrategia. Piensen ustedes, ¿cuáles serían las hipótesis estratégicas entre la Comuna de París de 1871 y la Revolución Rusa triunfante de 1917? Entre esas dos fechas, que es toda la época donde centralmente vive Rosa era muy difícil pensar las hipótesis de la revolución. Entonces yo creo que acá Rosa tiene una hipótesis muy interesante que es la de la huelga de masas, que ya se venía discutiendo de antes en la socialdemocracia alemana. Que es que la revolución es como un proceso que va recorriendo a toda la clase obrera, que va recorriendo lugares de trabajo, donde se va autoeducando. Yo lo veo muy ligado a la posición estratégica que tiene la clase obrera en la economía y en el Estado. Está presente en los resortes fundamentales. Eso implica potencialmente la capacidad de derrotar al Estado y a las fuerzas represivas. Entonces la huelga de masas como estrategia a largo plazo es ese proceso de toma de conciencia de la clase trabajadora que después puede tener distintas manifestaciones. Rosa Luxemburg empieza su folleto haciendo como una división de las distintas formas de huelgas que hay, por ejemplo las huelgas demostrativas, polemiza con los anarquistas, polemiza contra la idea de la huelga de masas como la panacea, como una cosa que ocurre en un solo acto, que derrumba todo.
¿Contra quién discute Rosa Luxemburg en 1906?
Aquí también, el problema es contra quién discute allí. Porque este debate sobre la huelga de masas viene poco después de la polémica con Lenin. Hace poco leía a un autor, Peter Hudis, que es un marxista norteamericano que es traductor y publica las obras completas en inglés de Rosa Luxemburg en EEUU, que plantea que es un libro contra Lenin, por el hincapié que hace en la espontaneidad, en la autoeducación de las masas. Yo opino que ese tipo de lecturas están muy proyectadas hacia atrás desde cosas que ocurrieron después, incluso desde la misma crítica que le hace Rosa Luxemburg posteriormente a los bolcheviques. Para mí, al contrario, es un gran folleto contra la burocracia sindical, contra la idea de que al movimiento obrero se lo puede dirigir a lo maestro de escuela por dirigentes burocráticos, todopoderosos. Y entonces esta idea de la autoeducación también implica para mí esta idea de lo prefigurativo. Que la autoeducación implica construir organizaciones democráticas, para el ejercicio de la clase obrera incluso como futura clase dominante, contra una idea de partido-maestro de escuela, de partido-educador. Contra la idea en última instancia de que el socialismo es solamente “crear conciencia”. Muchas veces se dice que la gente no tiene conciencia socialista, no tiene conciencia de clase. Para Rosa Luxemburg, por el contrario, la educación proviene fundamentalmente por medio de la acción.
El problema de la organización partidaria y la revolución
También opino que acá opera la idea de Rosa Luxemburg del partido como un proceso, algo que critico en la introducción a la antología. Por las cosas que también plantea Hernán, a mí me parece que lo fundamental allí es que Rosa Luxemburg ve como cierta continuidad entre la lucha económica y la conciencia socialista, donde una decanta en la otra, algo que Lenin no ve de esa manera, opinaba que era más complejo. Y estamos hablando de un folleto del cual Lenin dice que es el mejor libro escrito en lengua alemana sobre la Revolución Rusa de 1905. Pero hay operando detrás esta idea de que la conciencia socialista nacería naturalmente desde dentro de la propia lucha económica. Y entonces, en este sentido, con lo de “introducir la conciencia socialista desde afuera”, lo que Lenin quería decir no me parece que tenga que ver tanto con la intelectualidad como portadora sino que más bien se refiere al “afuera” de la lucha económica. Es decir, la conciencia socialista no es un producto natural de la lucha de clases. De ahí que la tarea del partido, de la organización, es aportar esa conciencia. Por eso ahí me parece que Rosa Luxemburg es pasible de la crítica que le hace Gramsci, que es poco conocida. En los Cuadernos de la cárcel le dedica unas líneas críticas a Huelga de masas, partido y sindicatos, donde también le plantea cierto economicismo, le dice. Para mí algo de razón hay en esa crítica al pasaje de la lucha económica a la conciencia socialista medio sin problemas. Aquí también hay un cierto “hegelianismo”, como lo llama Daniel Bensaïd en un viejo texto; esta idea de una contradicción relativamente simple y donde hay un sujeto que se va formando como si fuera la Idea hegeliana. Entonces, yo creo que ahí hay algo problemático con eso. Pero de todas maneras, me parece un folleto espectacular porque ahí Rosa Luxemburg descoloca todo en cuanto a la idea de que para emprender una gran acción de masas primero hay que tener una tremenda organización; lo que nos dicen los sindicatos todo el tiempo, “no compañeros, los paros se construyen”, etc. Dice incluso que la acción revolucionaria crea nuevas organizaciones. Acá también hay una cosa particular: ¿cuáles son esas nuevas organizaciones? Para Lenin la organización central que surge son los soviets, los consejos obreros de 1905. Organizaciones que combinan, de alguna manera, aspectos relacionados a lo sindical pero también políticos, porque no había sindicatos en Rusia, pero surgen desde la fábrica en lo económico y van hacia lo político. Donde las grandes masas se incorporan a la lucha revolucionaria fundando organismos de democracia directa que tienen funciones políticas. Juan Dal Maso, en su libro Hegemonía y lucha de clases, tiene una idea muy interesante para esto: dice que en Rusia en el imperio zarista había una estatalidad simétrica. Es decir, tomando un poco cuando Gramsci habla de que en Oriente, es decir en Rusia, el Estado era todo y la sociedad civil era nada, la idea de que era un país muy autoritario y atrasado, ese Estado, que era por un lado tan fuerte, por el otro era débil, porque era muy externo a la sociedad civil, entonces frente a ese Estado tan autoritario los soviets surgen casi casi a la par, casi como un contrincante al mismo nivel, es decir, hay una simetría o cierta simetría, aunque después obviamente son derrotados los soviets. La simetría es entre el poder de los soviets de ejercer funciones estatales y el poder estatal zarista. Ese momento, cuando surgen los soviets, este tipo de organismos, es el momento cuando se avizora la guerra civil, porque es algo que no se puede mantener indefinidamente. Ningún Estado puede soportar que haya dos poderes simultáneamente, porque eso es una crisis de Estado, un Estado necesita el monopolio de la fuerza, el monopolio de la violencia. Entonces el surgimiento de los consejos obreros implica una dislocación de ese Estado. Entonces, ese es el momento fundamental de la revolución. En Rosa Luxemburg casi no aparecen los soviets en Huelga de masas, partido y sindicatos, salvo una pequeña mención al soviet de Moscú. ¿Por qué no aparecen? Yo tengo mi hipótesis: que en realidad escribe para los obreros alemanes. Alemania, por el contrario, tenía una saturación de organizaciones, entonces por eso se llama Huelga de masas + partido + sindicatos. Yo le hubiera puesto “huelga de masas, partido y soviets”, pero no soy Rosa Luxemburg. Ella le puso como le puso porque pensaba, ¿cuál es la traducción de la revolución rusa para Occidente? No veía que viniera por el lado de los soviets porque la clase obrera alemana tenía otro tipo de organizaciones. Pero posteriormente, ella le va a empezar a dar más peso a los soviets.
Intervención de Hernán Ouviña: Paréntesis, la primera edición en Alemania la destruye un sector de los sindicatos más burocratizados. La tienen que reeditar matizando algunas cuestiones porque era tal el odio enfervorizado en función de lo que dice Guillermo, que da cuenta de la radicalidad de ese texto.
Los congresos de Basilea y Stuttgart y el Folleto Junius. La “lucha revolucionaria por la paz” como la continuación de la lucha de clases por otros medios
Continúa Guillermo Iturbide: Avanzando un poco más, otra cosa que me parece muy actual de Rosa Luxemburg es el tema de la guerra, también lo dijo Hernán. Y hay unos textos que yo no incluí en este libro pero que están en Marxistas en la Primera Guerra Mundial. No los incluí en Socialismo o barbarie porque en realidad son en coautoría, los manifiestos de emergencia de los congresos de Basilea y de Stuttgart de la Segunda Internacional, dos manifiestos contra la guerra. Cuando ya se empieza a ver a comienzos de la década de 1910 una tendencia a la guerra, Rosa Luxemburg, Lenin y también Yuli Mártov, este último era el principal dirigente de los mencheviques, de su ala izquierda, los tres forman un ala internacionalista para hacer un polo para presionar, porque veían que la Segunda Internacional ya tenía muchas presiones a hacer lo que después hizo que fue abandonar el internacionalismo. Entonces, veían que la guerra ya era un peligro cada vez más inminente, y que había que prepararse. Entonces ahí hay algo muy interesante, en contra incluso de cualquier pacifismo, que muchas veces a Rosa se le adjudica, ahí dicen que si llega a sobrevenir la guerra el deber de todos los socialistas es intervenir en ella para acelerar las contradicciones que desata esa guerra y acelerar la caída del capitalismo. Heavy metal es eso… no sé si lo dimensionan. Está diciendo que hay que utilizar la guerra para terminar con el capitalismo. No está diciendo que se hagan conferencias de paz. La guerra era una tendencia irrefrenable del capitalismo. No era sentarse a condenar la guerra moralmente desde afuera sino intervenir. Dicho sea de paso, por esos años, Karl Liebknecht decide fundar la juventud de la socialdemocracia alemana con una idea impresionante. El Partido Socialdemócrata alemán era uno de los pocos partidos de la Segunda Internacional que no tenían una organización juvenil. Karl Liebknecht propone fundar esa juventud haciendo una campaña antimilitarista entre los jóvenes. Ir a discutir con los jóvenes que hacían la conscripción. Es decir, crear células en el ejército entre los jóvenes que tenían que hacer el servicio militar obligatorio para ir formando, para ganarse a los futuros soldados, porque en ese momento los ejércitos eran de masas, de conscriptos, no ejércitos profesionales como es hoy por ejemplo el ejército argentino. Los marxistas ya habían visto que eso traía unas contradicciones enormes en sí mismo, porque se iba a ir a la guerra con ejércitos de masas de obreros y campesinos y entonces eso era una bomba de tiempo porque la lucha de clases no se detiene. Es muy difícil detenerla incluso dentro de los ejércitos. Entonces Liebknecht pensaba que había que ganarse a esos jóvenes para que, en el futuro, aprovechen las armas. En ese punto tenían algunas diferencias Lenin y Rosa Luxemburg, pero en lo esencial la política era la misma. En la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburg plantea una lucha revolucionaria por la paz. Lenin plantea otra cosa, dar vuelta los fusiles y transformar la guerra mundial en guerra civil. El énfasis era muy distinto, pero la política era esencialmente bastante parecida. Es decir, la lucha revolucionaria por la paz, de contenido, implicaba, por todas las medidas que planteaba Rosa Luxemburg, “dar vuelta los fusiles”, continuar la lucha de clases en medio de la guerra.
La guerra de Ucrania hoy y el internacionalismo
Después, en el Folleto Junius, que lo mencionó Hernán, oficialmente llamado La crisis de la socialdemocracia alemana, para mí es de mucha actualidad porque ahí habla contra la política de los hechos consumados y de la sorpresa. Vieron que ahora en la guerra de Ucrania hay toda una discusión, incluso hay sectores de la izquierda, por ejemplo, un sector muy chico que está con Rusia, sobre todo algunos viejos partidos comunistas porque se comen el verso de Putin de que es una lucha contra el fascismo en Occidente, como si Putin fuera una especie de aliado antiimperialista, y después hay un sector mayoritario de la izquierda que está con la OTAN, que dicen que es una guerra del “bárbaro” Putin contra la libertad de Occidente, se viene el “imperialismo ruso” y esa es la próxima pelea. Eso es un desastre, y esas posturas son las mayoritarias en este momento, pero lo que pierden de vista ahí es la idea de la totalidad; para intervenir en instituciones como la guerra hay que tener en cuenta que el sistema capitalista es una totalidad, donde se ven cuestiones parciales como un país que es atacado por otro y el discurso que tienen los distintos bandos en pugna para autojustificarse. Rosa Luxemburg dice que hay que salir de eso. Por otro lado, la guerra de Ucrania se vino preparando durante mucho tiempo por las contradicciones entre, por un lado, la OTAN y el imperialismo norteamericano y, por el otro, China, donde Rusia es más bien como un “escudo” de China. En la época de Rosa Luxemburg, el marxismo ya había previsto desde hacía muchos años esas tendencias. Si bien se trata de dos tipos de guerra distintas la Primera Guerra Mundial y la actual en Ucrania, hay que tratar de ver en las guerras en dónde uno se puede apoyar en un sector progresivo o progresista, y en cuál no. Bueno, en la Primera Guerra Mundial no había ningún sector progresista, era una guerra interimperialista. Bueno, en la guerra de Ucrania hoy en día para mí tampoco hay eso. Pero eso se puede ver a partir de un análisis profundo, de la totalidad y de ese tipo de contradicciones. Por eso es muy actual el Folleto Junius.
Los consejos obreros y la Revolución Alemana
Yendo a las revoluciones rusa y alemana, empezando por esta última. En el libro incluimos casi cien páginas de textos, algunos habían sido traducidos previamente pero muchos otros, no. Incluimos los trabajos de los últimos dos meses de vida de Rosa Luxemburg, su intervención en la Revolución Alemana. Para mí esos textos son un paso más, un paso adelante en sus reflexiones. Empieza a tener una teoría política alrededor del Estado. En la Revolución Alemana surgen consejos de obreros y soldados bastante parecidos a los soviets rusos. Y entonces Rosa Luxemburg ve que ahí está la clave de un futuro gobierno obrero y socialista. Entonces apuesta con todo a ellos y está incluso la discusión de la Asamblea Constituyente. El gobierno alemán tratar de terminar con los consejos obreros apostando a la democracia formal. Entonces el gobierno plantea su provisoriedad, que la clave de la nueva forma de Estado es la Asamblea Constituyente y que los consejos obreros son únicamente provisorios. Rosa Luxemburg dice que eso es una trampa, porque es tratar de sacar a las masas de la calle, tratar de arrebatarle el poder a las masas. La revolución alemana, desde que comienza el 9 de noviembre de 1918, todos los días es una constante de cómo tratar de sacarle el poder a los trabajadores, el poder que conquistan que surge de la fábrica, y que trasciende hacia un poder político. Los consejos obreros eran consejos políticos. Entonces, la lucha de la burguesía y la socialdemocracia en el gobierno era trata de quitarle ese poder a los trabajadores y devolvérselo a las pequeñas burocracias, sobre todo en el ejército.
Un diálogo entre la experiencia de la Revolución Alemana y el folleto sobre la Revolución Rusa
Entonces, también traté de hacer un diálogo entre esos textos y el borrador sobre la Revolución Rusa. Este último es un folleto crítico. Acuerdo con que allí Rosa Luxemburg se ubica como una simpatizante crítica de la Revolución Rusa y de los bolcheviques. Yo voy a bancar muchas cosas de ese folleto. Hay varias cosas que son discutibles, criticables. Lo de la cuestión nacional, por ejemplo, no me extendí mucho en el prólogo, porque si bien no estoy de acuerdo con lo que dice Rosa Luxemburg, hoy en día la cuestión nacional en América Latina me parece que es un tema que más bien hay que estudiarla y pensarla desde aquí, desde referencias teóricas como Mariátegui, etc, más que transpolar a Rosa Luxemburg, más allá de que en un sentido, como decís vos [a Hernán], ella estaría de acuerdo [con una visión sobre la cuestión indígena como la de Mariátegui]. Pero me parece que Rosa Luxemburg en su folleto hace algo que la Revolución Rusa necesitaba, que era tener una crítica revolucionaria desde Occidente, donde Rosa advierte sobre ciertos peligros, sobre ciertas tendencias, en una revolución en un país atrasadísimo. Eso generaba fenómenos terribles. Entonces era muy necesaria una crítica como la de Rosa Luxemburg. Más allá de las críticas puntuales hacia la Paz de Brest-Litovsk, hacia el reparto de la tierra a los campesinos. Incluso el tema de la Constituyente, ahí es problemático porque hay cierta contradicción en Rosa entre la Constituyente y, al mismo tiempo, negarse al reparto de la tierra entre los campesinos, porque ese reparto era algo que muy probablemente surgiera de la Constituyente porque era una tarea democrática, no socialista. Entonces hay una cuestión ahí algo contradictoria con la lógica. Pero, más allá de eso, lo que normalmente se toma de ese folleto es un modelo de una teoría política de Rosa Luxemburg. Por eso yo quería poner en diálogo la experiencia de la Revolución Alemana y el folleto sobre la Revolución Rusa. Porque ahí parece plantear que un poder revolucionario democrático debería surgir de una combinación entre los soviets y la Asamblea Constituyente. Combinar organismos de naturaleza distinta, de clases sociales también distintas, con lógicas distintas. Pero en la Revolución Alemana plantea algo muy distinto. Más bien contrapone un organismo a otro. Ha habido distintas interpretaciones. Algunos dijeron que Rosa Luxemburg no estaba muy informada de lo que pasaba en Rusia, entonces después cuando salió de la cárcel se enteró y cambió su opinión o la convencieron. Yo opino que eso no fue así y fundamento en el prólogo por qué no, que ella siguió manteniendo la misma opinión. Algunos dicen que, tal vez, lo determinante era que Rusia era un país atrasado y entonces Rosa pensaba que todavía necesitaba de alguna manera cierta combinación de esas formas democráticas, de ese híbrido entre lo socialista y lo democrático, en cambio en Alemania no, porque era un país mucho más adelantado.
¿Qué es una política luxemburguista? La postura de Nicos Poulantzas
En la actualidad se ha construido cierta lógica de intentar buscar una teoría política alternativa revolucionaria, donde yo menciono por ejemplo el caso de Nicos Poulantzas. En una polémica que tuvimos con Hernán, porque él lo mencionaba también a Poulantzas, más allá de eso voy a hablar solo de Poulantzas, porque Hernán me decía un poco como que yo estaba forzando su posición. Pero bueno, Poulantzas fue un teórico del eurocomunismo o ligado al eurocomunismo, y en su momento planteaba que la clave de una política socialista democrática revolucionaria era esa combinación de la que hablaba antes. Planteaba una cosa interesante, que la clave de la transición socialista no era, como decía Marx o como decía Lenin, la destrucción del Estado burgués y la construcción de un Estado obrero transicional sino más bien la continuidad, que debía haber continuidad de las formas institucionales del orden capitalista y del orden socialista. Entonces para Poulantzas el Estado no era más bien un organismo, un comité ejecutivo de los asuntos comunes de la clase capitalista, sino que más bien era el resultado de una relación social que se expresaba en una relación de fuerzas. Entonces la clave era que se expresara esa relación de fuerzas, como una lucha de clases dentro del Estado, y entonces combinar ese tipo de instituciones. Yo cuestiono eso porque es una idea para mí de una revolución muy diplomatizada, de una revolución ingenua, medio light. Donde de alguna manera se institucionaliza esta idea de los dos poderes de clases sociales contrapuestas como una cosa permanente, y eso para mí termina llevando a neutralizar o a hacer nulo el poder obrero, que de alguna manera es lo que pasó en Alemania, y entonces la revolución se termina muriendo, y en muchos casos luego la reacción va con todo y termina en una contrarrevolución violenta. Entonces, para mí es peligroso ese tipo de ideas.
La crítica de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe a Rosa Luxemburg y el ciclo de revueltas y su institucionalización en clave progresista en América Latina
Pensaba en algunas críticas contemporáneas que hay a Rosa Luxemburg. Pensaba en la crítica de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia socialista, el libro fundador de la tradición “posmarxista”, donde parten de una crítica a Rosa Luxemburg. Plantean ellos que la clase obrera es absolutamente heterogénea y no puede tener ninguna unidad más que en una unidad imaginada. Entonces Rosa Luxemburg imaginaba esa unidad. A partir de esa crítica ellos plantean una teoría política que es una teoría del conflicto, producto de que para ellos esa clase obrera no es una clase “heroica”, una clase revolucionaria como veía el marxismo, sino una clase muy heterogénea, y que hay que construir un tipo de teoría que se base menos en el poder de la clase obrera y que se base más bien en la idea de construir una democracia más radical. Resumiendo una crítica que es mucho más larga y más compleja, ellos plantean que hay que suavizar las aristas de la lucha de clases y transformar el antagonismo de clases en una forma “agonística” de conflicto. En una forma de confrontación que no es tan profunda, donde la lucha de clases no sale del cauce y se institucionaliza. Entonces, ese tipo de teorías están muy de moda y buscan encorsetar la revolución, institucionalizarla, con una idea de una transición pacífica, que también, pensando en cómo leer América Latina desde Rosa Luxemburg, hay procesos que tienen hoy aspectos de esta idea de huelga de masas. Pero en muchos de estos procesos a lo largo de todos estos años ha habido como un círculo vicioso, donde las direcciones que están en muchos de esos procesos terminan canalizándolos hacia este tipo de proyectos tipo democracia radical y fundando gobiernos llamados posneoliberales, progresistas, etc, que terminan muchas veces en desastres, como el caso de Boric en Chile, en este momento, que es una calamidad. Entonces, ¿cómo hacer para que la fuerza de la huelga de masas, para que la fuerza de ese desarrollo político de las masas no se termine transformando en un insumo que después termina institucionalizándose en gobiernos que ni siquiera tiene muchas ganas de reformar? Ahí hay que quebrar eso, a mí me parece que la huelga de masas como estrategia busca tratar de no ser institucionalizada, pero hay una idea de congelarla, de transmutarla en este tipo de regímenes donde el conflicto y la lucha de clases son algo diplomático, parlamentarizado.
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