Como no podía ser de otra manera las editoriales de este domingo tienen en el centro de la discusión el dilema de derogadores versus continuistas. Continuidad con cambio o cambio dentro de la continuidad. Palabras un poco vacías que miran la realidad desde el ArSat-1.
Domingo 19 de octubre de 2014 11:04
El Papa es mío, mío, mío
Morales Solá se empecina una vez más (y van…) en desmentir toda relación política entre el kirchnerismo y el papado. No deja de asombrar su tesón en insistir en un alejamiento que nadie, ni el mismo Francisco, confirma. Se pregunta, con un candor casi infantil “¿acaso alguien supone que el Pontífice conocía, por ejemplo, a los dirigentes de La Cámpora que rodearon a la Presidenta en el Vaticano?”.
Resulta obvia la respuesta. Sí. Si no los conocía de manera directa, alguien se lo habrá dicho. La sola idea de que el Papa y la Iglesia –una institución que es parte del statu quo dominante desde hace miles de años- hayan sido “burlados” por Cristina y el Cuervo Larroque resulta, como mínimo, risible.
Morales Solá nos quiere presentar un Papa muy cerca de Dios y muy lejos de la política local. Pero fue Francisco –que es Bergoglio- el que lanzó la consigna “cuiden a Cristina”. Además, el nuevo Código Civil y Comercial se aprobó a velocidad record, a pocos días de aquella “bendita” entrevista. Morales Solá escribe para su público “cautivo”. Como las sectas religiosas, repite sus propios argumentos para auto-convencerse.
Clarín y el balde de bosta
Hace pocos días Lanata había insultado abiertamente al conjunto de la oposición. “No juntan ni un balde de bosta entre todos” se le escuchó decir. Sanz y Binner, cual perritos falderos, corrieron a darle la razón como se registra aquí.
Pero, en una suerte de continuidad de la dialéctica entre el amo y el esclavo, este domingo Clarín “pide más”. Eduardo Van Der Kooy, en una de sus aburridas columnas, vuelve a repetir que el verdadero temor del kirchnerismo son las investigaciones por corrupción en EEUU (y ahora en Uruguay) que impulsan los Fondos Buitres. Pero además fustiga a la oposición por su negativa a tomar abiertamente esta denuncia. Leemos: “los aspirantes a la sucesión presidencial (…) parecieran ocupados en atender el conflicto con los buitres desde un sólo costado: el que atañe al perjuicio económico y social. Ninguno se atreve aún a correr el velo e indagar si las denuncias de los holdouts son sólo humo o esconden alguna verdad”. Para Van Der Kooy debe ser verdad porque no lo pone en duda. Ahora bien, si lo dice Clarín, ¿por qué la oposición no lo repite? Como diría el juez Griesa, acá “hay desacato”.
Derogadores y moderados
El enojo de Van Der Kooy no hace más que graficar la crisis de una oposición patronal estanca y con tendencias centrífugas: la UCR intentando hacer negocios por provincia –como lo muestra el acuerdo Morales-Massa en Jujuy-, el UNEN discutiendo a capa y espada entre diversas posiciones y siempre a punto de quebrarse con escándalos permanentes en su “Meca Santafesina”, Massa sin lograr avanzar y convertirse en la nueva “esperanza blanca”. Sólo Macri pareciera escalar.
Por su parte, el “relato” K es cada vez más efímero. El kirchnerismo adhiere cada vez con más ahínco a la agenda de la derecha: pagadores seriales, endeudamiento externo, devaluaciones, ajustes, entrega del petróleo y una extensa agenda de endurecimiento represivo. Las distancia entre “las palabras y las cosas” en esta especie de peronismo posmoderno, sucumbe ante las fuerzas. El slogan “Patria o Buitres” se desvanece y Vanoli no deja lugar a dudas. En enero, será “Buitres o Buitres” y el endeudamiento nacional, la gran gesta patriótica. El mismo funcionario le dice hoy a Página12 que “las reservas están para ser usadas.
El Gobierno no tiene ningún temor, en una situación tan particular como la actual, en pagar deuda con reservas”. Roberto Dromi podría asesorar nuevamente al gobierno y aportar un nuevo slogan, tal vez “todo lo que no deba empeñarse, será empeñado”.
Esta semana la oposición hizo jugar el discurso de las “derogaciones” que hará cuando llegue al poder en una suerte de servilismo ante las grandes patronales, empezando por Clarín. Aparece así, servida en bandeja por una oposición sicótica, el nuevo relato de campaña K que podríamos llamar el de “derogadores seriales”. La oposición construye así un discurso que termina fortaleciendo al gobierno y dándole un aire progresista que está lejos de ser real.
El gobierno contrataca con la táctica del miedo a “lo que se perderá” y una parte de la oposición debió retroceder. Es que, como dice esta columna de Tiempo Argentino, “serán conservadores pero no comen vidrio”.
Pero lejos de ser la izquierda política y social, el kirchnerismo actúa como el ala moderada de los conservadores. El “vamos por todo” se transformó en un tácito “más vale malo conocido que malo por conocer”.
En este afán de “continuidad conservadora”, la editorial de Horacio Verbitsky hace caso omiso al ajuste conservador en curso cuanto menos desde enero, y junto a Mario Wainfield dan cátedra de realpolitik, haciendo de Scioli un “gran compañero”. La sobrevida de la épica camporista, ata su suerte al pejotismo conservador. Y acá no ha pasado nada. Sobre derogar, por ejemplo, la Ley Antiterrorista, aún no hemos leído nada. Se ve que algunos consensos quedan.
Mientras tanto, se entusiasma con el satélite made in Argentina. Tal vez desde ahí arriba, puedan encontrar alguna pista de la tan ansiada burguesía nacional. Y si le queda tiempo, alguna sobre qué pasó con los aportes jubilatorios, licencias, aguinaldo, asignaciones familiares, y cobertura social para las familias de más de 400 científicos becarios que en la UBA denuncian sus condiciones precarias y salarios de $5.800.
Por su lado Zaiat, trata de mantener esperanzas izquierdistas, y luego de once años se ilusiona con que un gobierno en retirada y franco giro conservador, adopte cierto monopolio de la comercialización de granos. Es la ilusión del anciano que en el ocaso de la vida cree aún ser joven y capaz de proezas que ni soñó en sus años mozos.
Los límites de la restauración
La preocupación profunda de quien parece pre destinado a encabezar la coalición oficialista, muestra que esa “oposición social” invisibilizada o deformada a través de los Moyano, agrega en la agenda dos fechas antes y después del tan ansiado enero: el miedo a los desbordes a fin de año y las paritarias docentes. En el miedo, muchas veces se descubren verdades. Y el gobierno reconoce a través de él, lo que indican los denostados índices de la OIT y las encuestas que indican contra todo relato, que en la existencia real del pueblo trabajador pesan el desempleo y la inflación en segundo y tercer lugar de preocupaciones.
Tanto la oposición como el gobierno tienen un obstáculo en la relación de fuerzas social y cultural conquistada en estos años y que, como señala Fernando Rosso, se refleja en la conciencia de millones.
El discurso derogacionista de la oposición patronal tiene ese límite. Pero vale también para el gobierno que está obligado a recurrir a la mística de “Patria o Buitres” a pesar de que declara que pagará en enero.
Ese límite es el que imponen los trabajadores que resisten despidos y suspensiones como los de Lear o Donnelley en provincia de Buenos Aires, o las miles de mujeres que tan solo hace una semana debatieron cómo seguir la pelea por sus derechos ante el servilismo eclesiástico del gobierno.
Es sobre esta realidad, que ni el relato kirchnerista ni el relato opositor desean ver, que crece una oposición social y política que entre los trabajadores y la juventud que cada vez se referencia más en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores. El desafío está planteado.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.