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¿Desgaste o lucha?

RESCATES: ROSA LUXEMBURG

LUXEMBURGO
Ilustración: @marcoprile

¿Desgaste o lucha?

Ideas de Izquierda

Publicamos una nueva traducción, directa desde el original en alemán, de este trabajo, especialmente hecha para IdZ y para ser publicada en la compilación de obras escogidas de Rosa Luxemburg, Socialismo o barbarie, que próximamente lanzará Ediciones IPS. Por fuera de esta versión, este texto no se encuentra en castellano actualmente en internet.

Este trabajo, aparecido en una serie de artículos en la revista teórica de la socialdemocracia alemana Die Neue Zeit, dirigida por Karl Kautsky, se trata de una polémica precisamente contra este último autor. Se enmarca en un duradero debate sobre la huelga de masas como método de lucha para Alemania y para los países de Europa Occidental que se remonta, por lo menos, a los primeros textos críticos desde el ala izquierda de la socialdemocracia que escribió Alexander Parvus en los últimos años del siglo XIX, se continúa con la polémica de Rosa Luxemburg sobre la huelga por el derecho al sufragio igualitario en Bélgica en 1902, se continúa con su texto de 1906 Huelga de masas, partido y sindicatos (como teoría de la aplicación de ese método en la Revolución rusa de 1905), las polémicas en los congresos, por un lado, el de Colonia de la central sindical (1905) y, por el otro, el de Jena del Partido Socialdemócrata alemán (1906). Esta polémica se reaviva en 1910. En ese año, producto de una crisis económica, se dan muchos conflictos económicos en empresas y fábricas, al mismo tiempo que en el Parlamento prusiano se discute un proyecto de reforma electoral. El Reino de Prusia conformaba la mayor parte, en territorio y población, del Imperio alemán, a la vez que los Junker del territorio al Este del río Elba, la casta aristocrática terrateniente y militar conservadora típica de Prusia, detentaba la hegemonía estatal. A diferencia de otras regiones de Alemania, donde había formas de sufragio más democráticas, en Prusia el voto era, por un lado, exclusivamente masculino y desde los 25 años de edad (¡la mayoría de la población trabajadora masculina empezaba su vida laboral a los 15 años, y cumplía con el servicio militar a los 17, pero recién entre ocho y diez años después podía votar!) y, además, calificado. Era conocido como “derecho electoral de tres clases” según ingresos y posición social, buscando distorsionar la composición del Parlamento regional y del nacional, el Reichstag, a favor de las clases dominantes y sus partidos, y en contra de la socialdemocracia que era en ese entonces el partido de la clase trabajadora. Por añadidura, el voto tampoco era secreto, lo cual también tenía un efecto de amedrentamiento hacia quienes votaban a la izquierda, ya que lo debían hacer en forma pública. El canciller liberal Bethmann-Hollweg envía un proyecto al Parlamento que propone reformas que servían solo a las dos clases superiores estipuladas por el derecho, pero reforzaban las medidas contra los votantes de la clase obrera y los sectores de bajos ingresos. La socialdemocracia se opone a esta reforma y vuelve a exigir el sufragio igualitario y para ambos sexos. A su vez, las luchas económicas confluyen con la pelea que da la bancada socialdemócrata en el Parlamento, haciendo que las huelgas fueran tomando cada vez más un carácter político. Las enormes movilizaciones son vistas por Rosa Luxemburg como la punta de lanza para pasar a la ofensiva y desatar un poderoso movimiento obrero que pudiera triunfar. Sin embargo, esta perspectiva se chocó con la de la mayoría de la dirección de la socialdemocracia, empezando por Bebel y Kautsky, donde este último le dio cobertura teórica a la postura conservadora de contener al movimiento obrero y contentarse con una lucha puramente parlamentaria y legal, esperando a las elecciones siguientes de 1912 y a un aumento de la bancada socialista.
Este debate se hizo conocido como el de “las dos estrategias”, ya que Kautsky, al buscar darle cobertura teórica a su posición pasiva, expectante, de “nada más que parlamentarismo”, creó la idea, tomando términos de la historia militar únicamente como metáfora, de que la clase trabajadora debía seguir una “estrategia de desgaste”, que esquivara los golpes de la burguesía en vez de presentarles batalla, mientras que Rosa Luxemburg sería, supuestamente, la representante de una “estrategia de aniquilamiento”, de ataque revolucionario frontal en todo momento, y que, para ponerlo en términos de los debates posteriores en el marxismo de la década de 1920, supuestamente buscaría dar peleas parciales con métodos más propios de la guerra civil.
Hoy en día, intelectuales ligados a sectores de la izquierda norteamericana como los DSA (Democratic Socialists of America) y que escriben en la revista Jacobin reivindican en forma explícita el legado de la teoría de Karl Kautsky previa a 1914 y de su “estrategia de desgaste”. Este trabajo de Rosa Luxemburg, inhallable hasta hoy en internet, es una de las contribuciones más importantes en ese debate.]

***

Mayo-junio de 1910

I

Llego considerablemente tarde para responder al camarada Kautsky debido a mi campaña de agitación presencial [1]. Pero si mi artículo sobre la huelga de masas [2] y mi agitación de abril [3] simplemente logran que se haya abierto una discusión detallada de los problemas tácticos y que se haya roto la prohibición de la discusión sobre la huelga de masas, especialmente en nuestro órgano teórico, Die Neue Zeit, entonces me puedo considerar completamente satisfecha. Se trataba sobre todo de oponerse al incomprensible intento de impedir una discusión pública en la prensa del partido sobre cuestiones que suscitan el más profundo interés en los círculos amplios del partido. Después de todo, mi artículo sobre la huelga de masas no solo había sido rechazado por nuestro órgano central, Vorwärts, sino también por Die Neue Zeit –incluso al principio fue aceptado y estaba por entrar a imprenta– porque no sería deseable una discusión sobre la huelga de masas en la prensa del partido.

Lo absurdo de esto salta a la vista si consideramos que no se trata para nada de una discusión caprichosa, ni de la idea de una sola persona, como dice el camarada Kautsky, hablando exclusivamente de mí y de mi agitación en todo su artículo, que comienza con la frase: “La camarada Luxemburg ha puesto en discusión el problema de la huelga de masas por medio de un artículo en el órgano de nuestro partido que se publica en la ciudad de Dortmund” [4]. Antes de que publicara mi artículo, la cuestión de la huelga de masas ya estaba en la agenda de varios organismos y periódicos importantes del partido. Los camaradas de Halle y el distrito de agitación de Hesse-Nassau habían sugerido formalmente al ejecutivo del partido que se tratara la cuestión de la huelga general. Los camaradas en Königsberg, en Essen, en Breslau, en Bremen, habían decidido organizar conferencias con discusiones sobre la huelga de masas. En Kiel y en Frankfurt ya se habían llevado a cabo con gran éxito huelgas masivas de protesta de media jornada [5]. El camarada Pokorny del sindicato de mineros había prometido, en una reunión pública en Essen, que se iría a la huelga de masas, y dijo que esperaba que los mineros desempeñaran el papel dirigente en las grandes luchas políticas que se avecinaban; incluso nuestros delegados en la Cámara de Representantes prusiana ya habían amenazado con la huelga de masas. Hasta qué punto la discusión de la huelga de masas se correspondía simplemente con el estado de ánimo y las necesidades de la mayoría de los miembros del partido lo demuestra el hecho de que mi artículo fue reimpreso en gran parte por toda la prensa de la sección prusiana del partido y por algunos periódicos por fuera de Prusia, lo demuestra aún más el hecho de que en las dieciséis grandes reuniones en las que participé durante abril en Silesia, Kiel, Bremen, Frankfurt am Main, en el distrito industrial de Renania-Westfalia, y el Primero de Mayo en Colonia, la consigna de la huelga de masas recibió, sin excepción, la aprobación más entusiasta. Según he notado, solo hay otra consigna que despierta en la actualidad una aprobación igual de clamorosa entre la mayoría del partido en Alemania: el fuerte hincapié en nuestro punto de vista republicano, una consigna que, lamentablemente, no pueden plantear ni el Vorwärts ni Die Neue Zeit, y en lo que una parte de nuestra prensa provincial –desde el Dortmunder Arbeiterzeitung hasta el Breslauer Volkswacht– también tiene su cuota de responsabilidad.

Las amplias masas del partido tienen una actitud de lucha tan fuerte, una voluntad tan decidida de proseguir hasta la victoria la pelea que se ha iniciado por el derecho electoral, incluso de ser necesario mediante la presión de las masas en las calles, así como un intenso interés por la idea de la huelga de masas como nunca antes se ha visto en Alemania. Nuestro órgano central, el Vorwärts, que hasta ahora no ha dicho una sola palabra a propósito de todo el debate que existe sobre la huelga de masas en la prensa del partido, debate que una parte de sus miembros ignora por completo, como los camaradas berlineses, que se informan por el Vorwärts sobre el estado de ánimo y la vida espiritual del partido a lo largo del país. Sí, el órgano central, en su estricta observancia de la directiva que ha recibido, está trabajando tan diligentemente que incluso se suprime cada pequeña mención a la huelga de masas en los informes de las asambleas celebradas en Berlín; también en la reseña del Vorwärts sobre la reunión partidaria en Frankfurt am Main del 17 de abril –el mismo informe que apareció visiblemente “sin editar” en otros periódicos del partido– se eliminó cuidadosamente la frase: “La oradora provocó una aprobación tempestuosa de la multitud allí reunida sobre la propagación de la huelga de masas”. El camarada Kautsky probablemente también sacó del Vorwärts su información sobre los puntos de vista de los círculos del partido en todo el país, ya que consideró que era posible impedir una discusión pública sobre la huelga de masas en tales circunstancias.

No es la primera vez, por cierto, que se ha intentado prohibir el debate público sobre la huelga de masas, e incluso el repetido fracaso de estos intentos debería, en mi opinión, haber demostrado suficientemente la inutilidad de ese intento. En 1905, el Congreso Sindical de Colonia había prohibido la “propagación de la huelga de masas” en Alemania. La preconferencia de los camaradas del partido de la Austria alemana, antes del Congreso de Salzburgo en 1904 [6], también había decidido que no se debía discutir ni mencionar la consigna de la huelga de masas en el Congreso. Pero ambas decisiones fracasaron por el simple hecho de que la socialdemocracia no es una secta formada por un puñado de alumnos obedientes, sino un movimiento de masas. Los problemas que se discutan en su interior llegarán, de una forma u otra, a la opinión pública, lo quieran o no.

Por lo tanto, lo desgraciado no es el intento en sí de frenar la discusión sobre la huelga de masas en este caso puntual –en mi opinión, hay que aceptar tales prohibiciones con serenidad, más que con indignación– sino la visión general de la huelga de masas que subyace a ese intento. Si se escuchan los argumentos que se utilizan para fundamentar por qué la discusión pública de la huelga de masas en el momento actual sería algo nocivo, se podría creer que las enseñanzas de la Revolución rusa y todo el rico tesoro de las experiencias de ese período que fue trascendental para la evaluación de la huelga de masas y de las tácticas de lucha del proletariado en general han pasado sin dejar rastro, y todavía estamos en los buenos tiempos de los debates con Domela Nieuwenhuis [7] y Cornelissen [8].

Si eso ocurre en público –es decir, la discusión de la huelga de masas, dice el camarada Kautsky–, significa que le estamos enseñando al enemigo los puntos débiles de nuestra propia posición. Toda la discusión sería tan apropiada como celebrar un consejo de guerra frente a las narices del enemigo para decidir si librar una batalla o no [9].

La huelga de masas sería así un golpe de Estado inteligentemente concebido, que el “consejo de guerra” de la socialdemocracia –es decir, el ejecutivo del partido y la Comisión General de los Sindicatos– tramarían secretamente en una conspiración a sala cerrada, tomando así al enemigo –la sociedad burguesa– por sorpresa. Ya en 1906 me dediqué a escribir, contra este punto de vista, todo un folleto sobre la huelga de masas [10] por encargo de los camaradas de Hamburgo, por lo cual no me queda más que repetir lo que allí decía:

Sobre la misma base de un enfoque abstracto y ahistórico, hoy se encuentran aquellos que quieren organizar la próxima huelga de masas en Alemania en un determinado día del calendario mediante una resolución de la dirección, así como aquellos que, al igual que quienes participaron del Congreso de Sindicatos de Colonia, quieren eliminar el problema de la huelga de masas mediante la prohibición de su “propaganda”. Ambas orientaciones se basan en la idea común, puramente anarquista, de que la huelga de masas es un medio de lucha puramente técnico que se puede “decidir” o “prohibir” a gusto y de modo estrictamente consciente, una especie de navaja que se puede guardar en el bolsillo “para toda ocasión” o que se puede desplegar y utilizar según propia decisión [11].

Me parece que no hay mejor respuesta a los temores del camarada Kautsky –que tienen su origen en este punto de vista– respecto a que la discusión pública de la huelga de masas delataría al enemigo “los puntos débiles”, que las palabras del camarada Pannekoek, que ya ha esclarecido la mayoría de los puntos débiles de la posición de Kautsky en el Bremer Bürgerzeitung [12]:

Lo falaz de esta comparación técnico-militar –escribió Pannekoek– lo demuestra el hecho de que el partido nunca ha hecho otra cosa más que discutir sus puntos fuertes y débiles en forma totalmente pública. Esto se debe simplemente a que la socialdemocracia no es un pequeño grupo cerrado, sino un movimiento de masas. No hay nada que podamos hacer con planes secretos. La fuerza y la debilidad aquí dependen de las condiciones políticas y sociales generales, frente a las cuales nada se puede mantener en secreto, y que tampoco pueden desarrollarse ni retroceder apelando al secreto. ¿Cómo podríamos delatar nuestras debilidades ante el enemigo? Las conoce tan bien como nosotros. Y si no las conoce, si se engaña respecto a nuestras fuerzas y a las suyas, también se debe a condiciones histórico-sociales necesarias que el secreto no puede cambiar.

Pero el camarada Kautsky también sugiere que un debate público tendría otras consecuencias perjudiciales.

Sería lamentable –escribe– que el artículo de la camarada Luxemburg provocara un debate en la prensa del partido, en el que una de las partes contrapusiera las razones por las cuales considera que una huelga de masas, en la actualidad, sería inútil. Se puede tener razón o no, pero un debate de este tipo no fomenta en modo alguno la acción [13].

Me resulta totalmente incomprensible este punto de vista, puesto que la socialdemocracia nunca lo ha planteado antes. Nunca hemos tratado de “fomentar la acción” con ilusiones y encubriendo los hechos verdaderos frente a las masas. Si quienes se oponen a la huelga de masas aciertan en los motivos que los llevan a ver la inutilidad de tal acción, entonces es saludable y necesario que escuchemos sus razones y acordemos con ellos. Si están equivocados, entonces es saludable y necesario que sus razones sean reconocidas públicamente como infundadas. Lo único útil es la discusión más profunda para contribuir a la clarificación del partido y llamar la atención sobre las debilidades de nuestro movimiento sobre las tareas prácticas más urgentes de agitación y organización que tenemos ante nosotros.

Pero si el camarada Kautsky está pensando en el peligro de que mi agitación escrita y oral ponga en escena a los dirigentes sindicales dirigiendo sus cañones contra de la idea de la huelga de masas, entonces este temor es, en mi opinión, una sobreestimación del poder de los dirigentes, lo cual solo puede explicarse por la concepción un tanto mecánica de la huelga de masas como un plan de sorpresa ideado y ordenado por el “Estado Mayor”. En realidad, los dirigentes sindicales no pueden impedir un movimiento de huelga de masas si este se desprende de las condiciones, de la intensificación de la lucha, del estado de ánimo de las masas proletarias. Si en tales situaciones los dirigentes sindicales están en contra de las aspiraciones de las masas, lo que está en juego no es el estado de ánimo de las masas, sino la autoridad de los dirigentes sindicales. De hecho, ya existe un ánimo de lucha tan vivo entre los trabajadores que si el Estado Mayor de los sindicatos quisiera actuar como un freno, no tendría otra consecuencia que la de despertar críticas y protestas dentro de las propias filas de los miembros del sindicato. Por lo tanto, en aras de “alentar la acción”, nada podría ser más deseable que los dirigentes sindicales aparecieran finalmente en escena con sus “grandes cañones” para que se puedan juzgar sus argumentos a la luz del día, y para que se pueda establecer hasta qué punto los dirigentes han quedado rezagados con respecto a las masas en sus sentimientos y pensamientos.

El hecho de que el camarada Kautsky, como teórico del radicalismo, les ahorre a los dirigentes sindicales este vergonzoso esfuerzo resistiéndose primero a la discusión pública y, si esto resultara en vano, apareciendo en público para desviar la discusión y el interés en la huelga de masas hacia las próximas elecciones del Reichstag [14], ciertamente habrá causado la enorme satisfacción de la Comisión General de Sindicatos, pero me parece dudoso que tenga un “efecto alentador sobre la acción”.

Entonces, ¿qué fue lo que impulsó al camarada Kautsky a hacer sonar su llamado de atención? ¿Cuáles eran los peligros de los que había que salvar al partido? ¿Acaso alguien pensó en organizar una huelga de masas de la noche a la mañana, o existía el peligro de que el partido creara ilusiones infundadas sobre el efecto milagroso de la huelga de masas y, por lo tanto, condujera con toda liviandad a las masas a esperar que con una determinada acción, de un solo golpe, se encontrara una solución a todos los problemas? No me consta que nada de esto haya surgido en las reuniones o en la prensa. Por mi parte, no dejé lugar a duda alguna al respecto.

Una huelga de masas –escribí– como disparada por una pistola, “hecha” por un simple decreto del partido una buena mañana, no es más que una fantasía infantil, una alucinación anarquista. Sin embargo, una huelga de masas que se produce a partir de un movimiento de protesta de enormes masas de trabajadores que dura meses y cuyas dimensiones aumentan hasta llegar a una situación en la que un partido de tres millones de personas se encuentra ante el dilema de, o bien avanzar a cualquier precio, o bien la acción de masas se derrumba sin éxito. Una huelga de masas así, nacida de la necesidad interior y de la determinación de las masas que están en movimiento y, al mismo tiempo, de una situación política que se agrava, está justificada y tiene garantía de eficacia en sí misma.

Es cierto que la huelga de masas no es un medio milagroso para garantizar el éxito en todas las circunstancias. En particular, la huelga de masas no debe ser considerada como un medio artificial y puro de presión política que pueda ser aplicado según determinadas reglas y órdenes, de un solo golpe y en forma mecánica. La huelga de masas es apenas la forma externa de acción, que tiene su desarrollo interno, su lógica, su intensificación y sus consecuencias en la relación más estrecha con la situación política y su progreso ulterior. La huelga de masas, entendida como una breve manifestación única, no es ciertamente la última palabra de una pelea política en marcha. Pero es sin duda su primera palabra en el estadio actual. Y si el rumbo, la duración, el éxito inmediato, incluso los costos y las bajas de esta pelea no se pueden computar de antemano con un lápiz sobre un papel, como se hace el cálculo de costos de una operación bursátil, hay sin embargo situaciones en las que existe el deber político de un partido que dirige a millones de personas, que consiste en plantear la única consigna que pueda hacer avanzar la lucha que ha comenzado [15].

Y, para concluir, dije claramente lo que creo que es lo más importante:

Sin embargo, no es de esperar que un buen día la dirección suprema del movimiento, el ejecutivo del partido y la Comisión General de Sindicatos, “den la orden” de ir a la huelga de masas. Los organismos que tienen responsabilidad sobre millones de personas son naturalmente reticentes en cuanto a las decisiones que otros deben implementar. Sumado a esto, la decisión de tomar medidas inmediatas por parte de las masas solo puede venir de ellas mismas. La liberación de la clase obrera solo puede ser obra de la clase obrera misma –esa expresión señera del Manifiesto Comunista [16]– también implica, particularmente, que incluso dentro del partido de clase del proletariado todo gran movimiento decisivo no debe provenir de la iniciativa de un puñado de dirigentes, sino de la convicción y determinación del grueso de los miembros del partido. Incluso la decisión de llevar al triunfo la lucha actual por el derecho a voto en Prusia “por todos los medios” –según las palabras del Congreso de la sección prusiana del partido– es decir, echando mano de la huelga de masas, solo puede ser tomada por los más amplios círculos del partido. Corresponde a los miembros del partido y a los sindicatos, en cada ciudad y en cada distrito, tomar posición sobre los problemas de la situación actual y expresar su opinión y su voluntad de una manera clara y abierta, para que se pueda escuchar la opinión de las masas trabajadoras organizadas en su conjunto. Y una vez hecho esto, nuestros dirigentes estarán a salvo como lo han estado hasta ahora [17].

Se trataba, entonces, de que las masas discutieran el problema de la huelga de masas y adoptaran una postura al respecto. Si era posible, apropiada y necesaria una huelga de masas, dependería entonces de la situación y de la actitud de las masas. Frente a eso es curiosa la postura del camarada Kautsky, precisamente desde la concepción de Marx. El propio camarada Kautsky basa toda su teoría de la “estrategia de desgaste” en el hecho de que puede que no nos veamos obligados a aplicar la huelga de masas ahora, sino después de las elecciones al Reichstag en los próximos años. El propio camarada Kautsky admite además que “algún acontecimiento repentino, como un baño de sangre después de una manifestación callejera” [18], puede hacer que la huelga de masas se vuelva espontáneamente necesaria. Sí, él mismo escribe al final: “Desde que existe el Imperio alemán [19], las contradicciones sociales y políticas internacionales nunca han estado tan tensas como ahora; es muy posible que haya sorpresas que, incluso antes de las próximas elecciones al Reichstag, conducirán a choques violentos y catástrofes, en los que el proletariado deberá echar mano de todas sus fuerzas y medios de poder. Una huelga de masas en tales circunstancias podría barrer con el régimen existente” [20].

Pero si esto es así, si existe siquiera una posibilidad de que se aplique la huelga de masas en Alemania en un futuro próximo, entonces no hace falta decir que es nuestro deber hacer que las masas tomen conciencia de todas estas contingencias, despertar la simpatía por esta acción en los círculos más amplios posibles del proletariado, para que los trabajadores no sean tomados por sorpresa, para que no entren en la acción a ciegas, de puro arrebato, sino con plena conciencia, con un sentimiento seguro de su propia fuerza y de la forma más concentrada posible. Las propias masas deben estar preparadas para todas las contingencias políticas y determinar sus propias acciones, pero no deben esperar “en el momento oportuno” la señal del bastón de mando desde arriba, “confiando en su magistrado, quien piadosa y exaltadamente protege al Estado con un gobierno cortés y altamente sabio”, mientras que siempre es apropiado que las masas del partido “mantengan la boca cerrada” [21]. El punto de vista marxista consiste precisamente en respetar a las masas y su conciencia como el factor determinante en todas las acciones políticas de la socialdemocracia. Al fin y al cabo, en el espíritu de este punto de vista, la huelga política de masas –como toda la campaña por el derecho al voto– es solo un medio para esclarecer a la clase y organizar las más amplias capas del proletariado. Cómo es posible entonces pensar en llevar a cabo tales acciones en un futuro próximo y al mismo tiempo prohibirle a las masas que traten este problema como si se tratara de jugar con fuego, algo con lo que las masas no deben experimentar. Esto es desconcertante precisamente desde el punto de vista de la doctrina de Marx, y todas las estrategias modernas y antiguas de la guerra son incapaces de explicar este rompecabezas.

II

Estrechamente relacionada con esta concepción de la huelga de masas como una acción comandada por la batuta del Estado Mayor, está también la embarazosa distinción que hace el camarada Kautsky con respecto a las diversas variedades de huelgas: huelga demostrativa, huelga forzada, huelga económica, huelga política. El camarada Kautsky exige que se separen estrictamente, porque si la propaganda no es suficientemente clara, las masas pueden malinterpretarnos y en lugar de la huelga demostrativa que pretendemos realizar, pueden llevar a cabo inadvertidamente una “huelga forzada” inapropiada, porque mezclar las exigencias económicas e incluso un movimiento por la jornada de ocho horas con el movimiento por los derechos electorales solo perjudicaría a este último.

Ahora bien, tales categorizaciones y esquemas estrictos de la huelga de masas según los tipos y subtipos pueden existir en el papel y ser suficientes para la cotidianeidad parlamentaria. Sin embargo, tan pronto como comienzan las grandes acciones de masas y los tiempos de la política se vuelven más tempestuosos, esas categorías terminan confundidas en la vida misma. Por ejemplo, esto fue llevado a su punto máximo en Rusia, donde las huelgas demostrativas y las de combate se alternaron incesantemente, y donde la constante interpenetración de la acción económica y la política fue precisamente la característica de la lucha revolucionaria rusa y la fuente de su fuerza interior. El camarada Kautsky, sin embargo, rechaza el ejemplo de Rusia, porque “en Rusia en ese momento dominaba la revolución” [22]. Dado que los eventos rusos pertenecen al rubro de “la revolución”, las lecciones de la lucha rusa no deben aplicarse a otros países. Pero cuanto más nos acercamos a tiempos de choques tempestuosos entre el proletariado y la reacción gobernante en Alemania, más se aplican los fenómenos de la situación revolucionaria a nuestras propias condiciones.

Pero ni siquiera necesitamos mirar a Rusia para ver la inaplicabilidad de ese esquematismo sin vida. De hecho, la historia de la lucha por el derecho electoral en Bélgica, donde no hubo ni guerra ni revolución, nos muestra exactamente lo mismo. El camarada Kautsky dice: “El transcurso de la lucha hasta ahora… ha sido muy puntilloso” [23] en cuanto a mantener la lucha económica y la política estrictamente separadas, al menos “en las luchas electorales de Europa Occidental, el momento económico y político han estado estrictamente separados” [24]. El camarada Kautsky está equivocado.

El movimiento por el derecho electoral en Bélgica comenzó en 1886, a partir de luchas económicas convulsivas. Al principio fue una huelga elemental de los mineros la que dio la señal del ascenso. A la huelga de los mineros le siguieron otras en casi todas las ciudades e industrias, en las que las reivindicaciones salariales fueron el tema principal. De estas luchas puramente sindicales nació en Bélgica el movimiento de masas por el sufragio universal. A las reivindicaciones salariales se sumó pronto en todas partes la demanda de sufragio universal y, aprovechando el gran entusiasmo de la lucha económica, la joven socialdemocracia belga pudo celebrar su primera manifestación de masas por el sufragio universal en Bruselas el 15 de agosto de 1886. Lo mismo se repitió más tarde. La gran huelga política de masas de 1891, que obligó al gobierno a conceder el derecho al voto, surgió vinculada con la lucha por la jornada de ocho horas, es decir, bajo el impulso directo de las celebraciones del Primero de Mayo, y como producto de una serie de acciones sindicales. Fue nuevamente una gran pelea salarial de los mineros, seguida de huelgas en las fábricas de hierro y acero, y luego de huelgas de trabajadores de la madera, ebanistas, estibadores y otros. A partir de estas huelgas industriales, bajo la audaz y firme dirección de los dirigentes de entonces del partido belga, tuvo lugar la primera huelga de masas por el sufragio y también obtuvo su primera victoria. Después de que esta huelga política de masas culminara ante la concesión del gobierno, los mineros de Charleroi continuaron su huelga para obtener una reducción de las horas de trabajo y un aumento de salarios. A lo largo de 1892 se produjo una crisis latente en la industria belga, que causó gran agitación entre los trabajadores, se realizaron varias huelgas para evitar reducciones salariales y, a finales de año, el desempleo generalizado. El 8 de noviembre de 1892, día de la apertura de las sesiones del Parlamento, el partido organizó una huelga demostrativa de masas en todas las fábricas de Bruselas, pero en diciembre de ese mismo año los socialdemócratas belgas tomaron la causa de los desempleados y organizaron magníficas manifestaciones. Así, en una constante interacción de manifestación y “huelgas forzadas”, de acción económica y política, se preparó la siguiente gran huelga de masas por el derecho electoral y la lucha decisiva de 1893 [25]. Si el camarada Kautsky ahora, curiosamente, intenta reducir esta victoria señalando que “Bélgica todavía no tiene el derecho de voto igualitario” [26], este hecho bien conocido sería un argumento en contra de cualquiera que considerara a la huelga política de masas como una panacea milagrosa para lograr todas las victorias a la vez, siguiendo la receta anarquista. Sin embargo, por el momento, de lo que se trata es del hecho de que la huelga de masas fue, en cualquier caso, un excelente medio para permitir al proletariado belga entrar al Parlamento por primera vez y conseguir una quinta parte de todos los escaños en las primeras elecciones, y mostró que las luchas económicas desempeñaron el papel más importante en este movimiento por el derecho al voto, constituyendo el punto de partida y la base de la huelga política de masas.

Pero también nuestras propias experiencias previas contradicen la suposición del camarada Kautsky. Tenemos la gran lucha del sindicato de la construcción en este momento [27]. Según el esquema anterior, tendríamos que separar estrictamente esta lucha económica de nuestro movimiento por los derechos electorales, y hubiera sido mejor si esta lucha, tan perjudicial para los intereses de este movimiento, se habría podido evitar. En realidad, es imposible llevar a cabo este divorcio, y si lo hiciéramos sería la mayor tontería. Por el contrario, los lockouts patronales en la industria de la construcción son mencionados naturalmente en cada asamblea de la campaña por el derecho a voto, y quienes sufren esos lockouts forman parte de nuestra audiencia en cada asamblea y manifestación, y bajo el influjo de la brutalidad del capital en la industria de la construcción, cada crítica de las condiciones existentes encuentra un eco más vivo en las masas. En una palabra, la prueba de fuerza en la industria de la construcción ayuda a elevar el ánimo de la lucha por el derecho al voto, y a la inversa, la simpatía general, la agitación general de las masas en la lucha por el derecho al voto beneficia a los trabajadores de la construcción.

De la misma manera, ya hemos pecado contra este esquematismo al vincular la lucha por el derecho al voto con la celebración del Primero de Mayo, es decir, con la lucha por la jornada de ocho horas, al convertir esta celebración directamente en una manifestación por el derecho al voto. Todo el mundo entiende que este vínculo es un simple imperativo de las tácticas socialdemócratas, y que es precisamente este vínculo con las manifestaciones del Primero de Mayo del socialismo internacional lo que ha dado a nuestra campaña electoral prusiana el marco adecuado como lucha de clases proletaria.

Este es precisamente el punto principal del problema. Si queremos dirigir nuestro movimiento por el derecho electoral prusiano en el espíritu del liberalismo burgués y como una lucha constitucional puramente política, entonces se requiere una estricta separación de este movimiento de todas las luchas económicas contra el capital. Sin embargo, la huelga de masas estrictamente política también está condenada al fracaso desde el principio como recurso a medias, como lo demuestra el destino de la huelga de masas belga de 1902 [28], que podría ser la explicación que pide el camarada Kautsky sobre por qué, “por otra parte, Bélgica sigue sin tener el derecho al voto igualitario”. Si, por el contrario, queremos llevar a cabo la lucha por este derecho en el sentido de una táctica puramente proletaria, es decir, como una manifestación parcial de nuestra lucha de clases socialista general, si pretendemos que su fundamento sea una crítica abarcativa de las relaciones económicas y políticas de clase en su conjunto y que se apoye únicamente en el poder y la acción de clase del propio proletariado, entonces es evidente que parece inapropiada, incluso imposible, una “separación estricta” de los intereses económicos y las luchas del proletariado. Esto paralizaría artificialmente el poder y el impulso del movimiento por los derechos electorales, empobrecería su contenido si no quisiéramos asimilar todo dentro suyo, si no quisiéramos que incorpore todo lo que afecta a los intereses vitales de las masas trabajadoras, todo lo que vive en el corazón de ellas.

El camarada Kautsky habla aquí precisamente de esa visión mezquina y estrecha de miras del movimiento por el derecho electoral que ya nos ha perjudicado antes.

Cuando en 1908 [29] y 1909 [30] fuimos testigos de la primera oleada de manifestaciones del movimiento por los derechos electorales en Prusia, los trabajadores experimentaron los horrores de la crisis económica. En Berlín había una enorme tasa de desempleo y se expresaba en agitadas concentraciones y manifestaciones. En lugar de conducir este movimiento de desempleados a la vorágine de la lucha electoral, en lugar de combinar la reivindicación del trabajo y el pan con la reivindicación del sufragio igualitario, se separó estrictamente la causa de los desempleados de la causa del sufragio igualitario, y el Vorwärts hizo todo lo posible por despegar a los desempleados del empuje del movimiento político electoral. Según el esquema del camarada Kautsky, se trató de una sabia “estrategia de desgaste”; en mi opinión, fue una violación del deber más elemental de una auténtica táctica proletaria y un medio para detener rápidamente el movimiento de protesta de ese momento.

Al abogar ahora por la estricta separación del movimiento electoral de las grandes luchas económicas de masas, el camarada Kautsky apoya teóricamente ese espíritu que hay en la socialdemocracia del cual se desprende la tendencia de nuestros círculos dirigentes que prefieren planificar manifestaciones solo con gente organizada. Ese espíritu que ve en el conjunto del movimiento por los derechos electorales una maniobra realizada bajo el mando estricto de las instancias superiores según un plan y una reglamentación precisos en lugar de ver en él un gran movimiento histórico de masas, una pieza de la gran lucha de clases que se nutre de todo lo que constituye la contradicción actual entre el proletariado y el Estado de la clase dominante.

En una palabra, el camarada Kautsky apoya teóricamente esos prejuicios y limitaciones de nuestros círculos dirigentes que son, en todo caso, un obstáculo para cualquier acción política de masas más grande y audaz en Alemania, y que el interés inmediato del movimiento actual por el derecho al voto exige superar.

III

Vayamos al grano.

El camarada Kautsky trata de plantear sobre la base amplia de una teoría general de las estra-tegias el problema de si podría considerarse en este momento una huelga de masas en Alemania. Hasta el levantamiento de la Comuna de París, el factor decisivo para las clases revolucionarias habría sido la “estrategia de aniquilamiento”, pero desde entonces la “estrategia de desgaste” ha ocupado su lugar. Fue gracias a esta estrategia de desgaste que la socialdemocracia alemana ha logrado todo su crecimiento y sus brillantes éxitos hasta hoy, y no tendríamos ninguna razón para abandonar esta estrategia victoriosa ahora con una huelga de masas para pasar a la estrategia de aniquilamiento. Los argumentos del camarada Kautsky sobre las dos estrategias y las ventajas de la estrategia de desgaste son obviamente el pilar más importante de su argumento. En particular, el camarada Kautsky cubre con la mayor autoridad a su postulado declarando que su “estrategia de desgaste” es directamente el “testamento político” de Friedrich Engels [31]. Desafortunadamente todo el argumento se basa en una nueva palabra, una nueva etiqueta para cosas viejas y conocidas. Pero si se deja de lado este nuevo y engañoso nombre, entonces lo que estamos discutiendo tiene muy poco que ver con Friedrich Engels. ¿Qué hay, específicamente hablando, detrás de la supuesta “estrategia de desgaste” que el camarada Kautsky tanto alaba, y a la que la socialdemocracia alemana debe sus brillantes éxitos hasta la fecha? La utilización de los medios parlamentarios del Estado burgués para la lucha de clases cotidiana, para el esclarecimiento, el reagrupamiento y la organización del proletariado. Por cierto, ya se habían colocado los cimientos de esta “nueva estrategia” no solo desde la Comuna de París, sino particularmente en Alemania casi una década antes, a través de la agitación de Lassalle, quien, como dice Engels, fue simplemente un ejecutor de las directrices del Manifiesto Comunista. Esta táctica en efecto es recomendada y justificada por Friedrich Engels en su famoso prefacio a Las luchas de clases en Francia. Sin embargo, en lugar de elaborar esquemas generales de estrategias, como hizo el camarada Kautsky, Engels dice muy claramente en qué consiste la táctica que recomienda, pero en particular –contra qué otra táctica se dirige.

Todas las revoluciones hasta ahora han dado como resultado la supresión de la dominación de una clase instalando otra, pero todas las clases dominantes hasta ahora han sido pequeñas minorías frente a las masas dominadas. De esta manera, una minoría gobernante era derrocada, mientras otra minoría tomaba el timón del Estado en su lugar y remodelaba las instituciones del Estado de acuerdo a sus intereses [32].

Dado que todas estas sacudidas fueron en realidad revoluciones minoritarias, se producían por medio de golpes de mano. Se esperaba que la revolución socialista de 1848 se iniciara de la misma manera, con una minoría revolucionaria dando ese golpe.

La historia, dice Engels, nos demostró a nosotros y a todos los que pensaban igual que estábamos equivocados. Ha dejado claro que el nivel de desarrollo económico del continente en ese momento estaba lejos de ser lo suficientemente maduro como para eliminar la producción capitalista (que) en 1848 era imposible llegar a la revolución social por un golpe de mano [33].

Se hizo evidente que solo en el largo proceso de desarrollo de la sociedad burguesa se podían sentar las bases objetivas para la transformación socialista, y solo en una larga y dura lucha de clases diaria podía el proletariado estar preparado para su misión en esta transformación.

El tiempo de los golpes de mano, de las revoluciones llevadas a cabo por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de masas inconscientes ha terminado. Cuando se trata de una transformación completa de la organización de la sociedad, las propias masas deben participar, deben haber comprendido ya de qué se trata, qué es lo que deben defender. Esto es lo que la historia nos ha enseñado en los últimos cincuenta años. Pero para que las masas entiendan lo que hay que hacer, se requiere un trabajo largo y persistente, y es precisamente este trabajo el que estamos haciendo ahora, y con un éxito que está llevando a la desesperación a nuestros enemigos [34].

Y ahora Engels hace hincapié en el arma más destacada en este sentido: el uso del sufragio universal. “Con esta utilización exitosa del sufragio universal entró en vigor una forma completamente nueva de la lucha del proletariado, y se desarrolló rápidamente” [35]. Por otro lado, Engels muestra cómo al mismo tiempo las posibilidades de golpes revolucionarios al viejo estilo también habrían disminuido enormemente. “Porque aquí también las condiciones de la lucha han cambiado considerablemente. La rebelión al viejo estilo, la lucha en las calles con barricadas (énfasis de R.L.), que tenía la última palabra en todas partes hasta 1848, quedaba significativamente anticuada” [36]. Después de que Engels esclarece el costado técnico-militar de la lucha de barricadas en las condiciones modernas, dice:

Sostener este crecimiento (de la socialdemocracia alemana, gracias al uso del sufragio universal –R.L.) continuamente en marcha hasta que se imponga por sí solo por sobre el sistema de gobierno actual, esa es nuestra principal tarea. Y solo hay un medio por el cual el constante aumento de las fuerzas socialistas en Alemania podría detenerse hoy e incluso retroceder por algún tiempo: un enfrentamiento a gran escala con las fuerzas militares, una sangría como en París en 1871 [37].

Por lo tanto, la burguesía, desesperada, busca provocarnos para que hagamos eso. La prueba: el proyecto de ley contra los golpes de Estado [38].

Este es el “testamento político” de Friedrich Engels, tal y como fue publicado hace quince años, en el momento en que apareció el proyecto de “Ley de la Cárcel” [39]. Critica de forma clara y concreta al socialismo utópico de 1848, que pretendía iniciar la realización del objetivo final mediante una lucha de barricadas, y lo contrapone a la lucha socialdemócrata moderna de la época, que explotaba en particular el parlamentarismo.

Y ahora pregunto: ¿Qué puede tener que ver este “Testamento” de Engels con la situación actual y con nuestra discusión sobre la huelga de masas? ¿Alguien ha pensado en una súbita introducción del socialismo a través de la huelga de masas? ¿O se le ha ocurrido a alguien desarrollar la lucha de barricadas, hacia “un enfrentamiento a gran escala con las fuerzas militares”? O finalmente, ¿alguien pensó en oponerse al uso del sufragio universal, en oponerse a la utilización del parlamentarismo?

Está claro: al sacar a relucir el “Testamento” de Engels contra la consigna de la huelga de masas en la pelea actual por el derecho al voto en Prusia, el camarada Kautsky vuelve a triunfar peleando en el aire contra el espectro anarquista de la huelga de masas, y es claro que es el sonido congelado en el tiempo de las trompetas de Domela Nieuwenhuis lo que lo ha puesto en guardia en forma repentina como para iniciar su campaña [40]. Sin embargo, el “Testamento” de Engels, en tanto que critica la anticuada táctica del golpe de mano, se dirige a lo sumo contra el propio camarada Kautsky, quien considera a la huelga de masas como un golpe de mano urdido en secreto por el “Consejo de Guerra”.

Hay una circunstancia feliz que demuestra lo poco que tiene que ver en realidad la “estrategia de desgaste” defendida por el camarada Kautsky con el “testamento político” de Engels. Al mismo tiempo que el camarada Kautsky, en Sozialistische Monatshefte Eduard Bernstein se pronuncia en contra de la consigna de la huelga de masas en la situación actual [41]. Con los mismos argumentos, a veces casi literalmente de acuerdo con el camarada Kautsky, Bernstein dice que hay que separar en forma estricta a la huelga de protesta de la “huelga de fuerza” así como la huelga sindical de la política, y despotrica contra los “irresponsables” que ahora lanzan a las masas la peligrosa consigna de la “huelga de fuerza”. Esa táctica no era apropiada “para los representantes del movimiento obrero, el cual es consciente del progreso social que trae consigo y, por lo tanto, considera que el medio más seguro de realizar ese progreso en Alemania ha resultado ser la incesante labor de organización [42]. Frente a los peligros de una huelga de masas, “no hay realmente ninguna razón para que el movimiento obrero alemán deba abandonar el camino observado hasta ahora, por el cual ha progresado en forma lenta pero firme, y con seguridad [43]. Aquí es Bernstein, no Engels, quien defiende la “estrategia de desgaste” del camarada Kautsky. Pero esta estrategia de desgaste significa algo muy diferente al “Testamento” de Engels.

La huelga de masas, tal como se la discute actualmente en la lucha por el sufragio prusiano, no fue ni es concebida por nadie como una antítesis del parlamentarismo, sino como su complemento, es decir, como un medio para conquistar derechos parlamentarios. No como una antítesis del trabajo diario de formación, esclarecimiento y organización de las masas, sino como un excelente medio para promover precisamente la formación, esclarecimiento y organización de las masas proletarias. Ahora bien, como el camarada Kautsky se opone a la huelga de masas pensada de esta manera, y le opone nuestra táctica parlamentaria consagrada, lo que recomienda en realidad, para este momento y para la situación actual, es sencillamente nada más que parlamentarismo [Nichtsalsparlamentarismus]; no en oposición al socialismo utópico de las barricadas como hizo en su momento Engels, sino en oposición a la acción socialdemócrata de masas del proletariado para conseguir y ejercer derechos políticos.

De hecho, el camarada Kautsky, –y aquí está la piedra angular de su estrategia de desgaste– nos señala en forma enfática las próximas elecciones del Reichstag. De estas elecciones se esperan todas las bendiciones. Por cierto que nos traerán una victoria abrumadora, crearán una situación completamente nueva, nos darán una base más amplia para la lucha, pueden producir las condiciones bajo las cuales podemos pensar en una “estrategia de derrocamiento” –digamos, más bien una acción de masas– causarán “una catástrofe de todo el sistema de gobierno actual”, y ya hoy depositan “en nuestros bolsillos la llave de esta excelente situación histórica” [44]. En una palabra, para nosotros los socialdemócratas, el cielo de las próximas elecciones del Reichstag está tan lleno de violines que cometeríamos una imprudencia criminal si pensáramos en una huelga de masas ahora, teniendo en vista una victoria futura que tenemos asegurada “en los bolsillos” gracias a la papeleta electoral.

No creo que sea bueno y apropiado para el partido pintar nuestra futura victoria en las elecciones del Reichstag con colores tan brillantes. Creo más bien que sería más aconsejable prepararnos para estas elecciones, como siempre, con todo el celo y la energía, pero sin expectativas exageradas. Si ganamos, y hasta qué punto ganamos, es algo que ya veremos. Saborear de antemano las futuras victorias no está en la naturaleza de los partidos revolucionarios serios, y estoy totalmente de acuerdo con el camarada Pannekoek en que sería mejor que ni siquiera mencionemos perspectivas fantásticas como la duplicación de nuestro número de votos.

Pero sobre todo: ¿qué tiene que ver la futura victoria electoral en el Reichstag con la lucha por el derecho electoral en Prusia en la actualidad? El camarada Kautsky cree que el resultado de las elecciones del Reichstag crearía “una situación completamente nueva”. Pero en principio no queda claro en qué consistirá esta nueva situación. Si no estamos a la altura de la fantástica esperanza de que de repente obtengamos la mayoría de los cargos parlamentarios, si nos mantenemos en la realidad e incluso contemplamos un crecimiento de nuestra bancada hasta unos 125 diputados, entonces esto, por el momento, todavía no constituye en absoluto una revolución en las condiciones políticas. Seguimos siendo una minoría en el Reichstag, que tiene en frente una mayoría reaccionaria compacta, y es probable que el camarada Kautsky mismo no crea que nuestra victoria electoral vaya a tener un efecto tan abrumador sobre la reacción prusiana como para que esta nos conceda de repente el sufragio igualitario en Prusia por su propia voluntad. Por lo tanto, la “nueva situación” solo puede consistir en una cosa: en un golpe de Estado, en la anulación del derecho al voto en el Reichstag. En ese caso, el camarada Kautsky piensa que deberemos proceder por todos los medios, incluyendo la huelga de masas. La “estrategia de desgaste”, que polemiza contra la necesidad de emprender una acción de masas de mayor alcance en el momento actual, se vincula con una especulación sobre un golpe de Estado, que se supone que es lo único que nos permitiría tomar medidas importantes. Esta especulación sobre el futuro tiene en común con todas las especulaciones de que es simplemente… música del futuro. Si no ocurre ningún golpe de Estado, sino que nuestro desarrollo sigue progresando en zigzag –el propio camarada Kautsky debe admitir que este resultado de las elecciones del Reichstag es el más probable– entonces se derrumbará toda combinación entre la “nueva situación” y nuestras grandes acciones. Pues bien, si nuestra táctica no apunta a la llegada de un momento crítico entre las elecciones al Reichstag y un golpe de Estado, si no queremos prepararnos en absoluto para ciertas combinaciones futuras, entonces para qué preocuparnos de si ganaremos más o menos escaños en las próximas elecciones o si ocurrirá un golpe de Estado. Si cumplimos con nuestro deber en cada momento de la actualidad de hacer todo lo posible para despertar e iluminar a las masas en todo momento y estar al nivel de la situación y sus demandas, entonces nuestra política se verá validada siempre en el curso de los acontecimientos. Si, por el contrario, como el camarada Kautsky, fundamentamos toda una “estrategia de agotamiento” para hoy con la perspectiva de grandes acciones en el marco de una “estrategia de aniquilamiento” para el próximo año, haciendo depender a esta última también de un posible golpe de Estado, entonces nuestra “estrategia” tiene un cierto parecido con la de los demócratas pequeñoburgueses de Francia, que Marx caracterizó tan brillantemente en su 18 Brumario. Solían consolarse de sus propias medias tintas y derrotas en el presente esperando grandes hazañas en la próxima ocasión. “Alrededor del 13 de junio se consolaban con la profunda frase: ¡Ah, pero si se atreven a atacar el sufragio universal, entonces... entonces mostraremos quiénes somos! ¡Nous verrons [Ya veremos]!” [45].

IV

Por otro lado, la protesta del camarada Kautsky en nombre de la “estrategia de desgaste”, que pone todas sus esperanzas en las próximas elecciones del Reichstag, llega muy tarde. Su exhortación no debería haber estado dirigida contra la presente discusión de la huelga de masas, sino ya contra las manifestaciones callejeras, más aún, contra todo el marco del movimiento por el sufragio en Prusia planteado por el Congreso del partido prusiano en enero [46]. En este Congreso se formuló con insistencia el punto de vista principal de toda la campaña por el sufragio, a saber, que la reforma electoral prusiana no podía lograrse por medios parlamentarios –es decir, ni por la actividad dentro del Parlamento ni por las elecciones parlamentarias, por muy brillantes que fueran–, sino únicamente por una fuerte acción de masas extraparlamentaria en todo el reino. “Es necesario poner en pie un movimiento popular formidable”, declaró el orador entre vivos aplausos, “de lo contrario las masas, desposeídas de sus derechos, serán engañadas y estafadas. Y, peor aún, nosotros mismos seríamos los culpables de ese engaño” [47].

De antemano se habían presentado al Congreso del partido cinco propuestas –las de las regionales de Breslau, Berlín, Spandau-Osthavelland, Frankfurt am Main y Magdeburgo– que exigían el uso de medidas más duras, como las manifestaciones callejeras y la huelga de masas. La resolución, que fue aprobada por unanimidad, plantea la posibilidad de utilizar en la lucha por el sufragio “todos los medios disponibles”, y el orador hizo el siguiente comentario en su discurso: “Mi resolución se ha abstenido expresamente de mencionar las manifestaciones callejeras o la huelga política de masas. Pero esta resolución pretende significar –deseo que el Congreso del partido lo tome como tal– que estamos decididos a usar todos los medios que tengamos disponibles”. Cuándo utilizar estos medios es algo que dependerá siempre “del grado de enardecimiento que haya aflorado en las masas gracias a nuestra clarificación y agitación. Hay que insistir en el hecho de que se debe trabajar sobre todo para lograr este enardecimiento de las masas en la lucha por el sufragio” [48].

Por lo tanto, las manifestaciones que se iniciaron a partir del Congreso del partido prusiano fueron pensadas, desde el principio, en relación con la consigna de una eventual huelga de masas como un medio para lograr ese grado de “enardecimiento de las masas” en el que se podrían aplicar esos medios de lucha más duros. Así pues, estas manifestaciones ya se salían decididamente del marco de la “estrategia de desgaste” hacia al ámbito de la “estrategia de aniquilamiento”, dirigiéndose en forma directa a esta última.

Hay una razón más para lo que decimos. Si se actúa en el marco de la “estrategia de desgaste”, que evita, en el sentido del testamento de Engels de 1895, cualquier eventualidad de un choque con el poder militar, entonces las manifestaciones callejeras por sí solas, incluso más que la huelga de masas, son ya una ruptura con esta “estrategia”. Por eso es aún más extraño que el camarada Kautsky, por su parte, abogue sin embargo por estas manifestaciones; en efecto, admite que es necesario “sobre todo seguir utilizando la manifestación callejera, no cejar en ella, al contrario, hacerla cada vez más poderosa” [49]. Pero lo que quiere son manifestaciones que no intensifiquen, que no lleguen a un punto crítico. Las manifestaciones deben ser “cada vez más potentes” pero no deben “avanzar a cualquier precio”, no deben “cejar” pero no deben llegar a un punto crítico. En una palabra: las manifestaciones no deben avanzar ni retroceder.
Ahora bien, se trata de una concepción puramente teórica de las manifestaciones, de la acción de masas en general, que no tiene mucho en cuenta las condiciones prácticas reales, o sea, la realidad viva. Cuando llamamos a manifestarse en las calles a las grandes masas proletarias; cuando les explicamos que la situación es tal que solo a través de su propia acción de masas, y no a través de la acción parlamentaria, se puede lograr el objetivo; cuando logramos enardecer cada vez más a esas masas; cuando las manifestaciones callejeras se vuelven cada vez más potentes y el ímpetu y el ánimo de lucha crecen cada vez más y, al mismo tiempo, aumentan cada vez más el inevitable recrudecimiento de las relaciones con el poder estatal con el posible enfrentamientos con la policía y los militares, entonces entre las masas se plantea como algo natural: ¿Y ahora qué? Las manifestaciones no tienen la solución; son el principio, no el fin de la acción de las masas; al mismo tiempo crean un recrudecimiento de la situación por sí mismas. Y si el movimiento de masas que hemos encendido demanda más directivas, más perspectivas, debemos mostrarle estas nuevas perspectivas, de lo contrario –si no podemos hacerlo por tal o cual razón– tarde o temprano el movimiento de protesta también debe derrumbarse.

El camarada Kautsky lo niega. Toma como referencia a Austria:

La lucha por el sufragio ha durado allí más de una docena de años; ya en 1894 el uso de la huelga de masas fue contemplado por los camaradas austríacos y, sin embargo, hasta 1905 lograron mantener su espléndido movimiento de masas sin ninguna intensificación y sin llegar a un punto crítico... Los camaradas de Austria nunca fueron más allá de las manifestaciones callejeras en su lucha por el sufragio y, sin embargo, su vigor no desapareció, su acción no se derrumbó [50].

El camarada Kautsky se equivoca sobre los que pasó en Austria, como se equivocó sobre los hechos de la lucha por el sufragio en Bélgica.

Los camaradas en Austria fueron tan poco capaces de mantener “su espléndido movimiento de masas” durante más de una docena de años que ese movimiento de masas, por el contra-rio, estuvo completamente paralizado desde 1897 hasta 1905, es decir, durante ocho años. Tenemos un testimonio fiable de esto: todos los congresos partidarios de los camaradas aus-tríacos durante este período. De 1898 a 1905, las quejas por el colapso de la acción de las ma-sas, por el fracaso de la lucha por el sufragio, fueron la nota dominante todo el tiempo en todos los congresos del partido. Ya en el Congreso del partido en Linz en 1898 el camarada Winarsky criticó el hecho de que el documento sobre la táctica del partido “no dice casi nada sobre el sufragio universal” y declaró: “hay que volver a asaltar este bastión” [51]. Las mismas demandas y quejas pueden verse en el Congreso del partido en Brünn en 1899 [52]. En el Congreso del partido en Graz en 1900, Emmerling dice: “Desde el año 1897 hemos cesado completamente la lucha por el sufragio universal” [53]. Skaret piensa “que hoy nos toca a nosotros forjar un movimiento por el derecho electoral a partir del Congreso del partido” [54]. Pölzer comparte: “Los camaradas dicen que desde que tenemos la quinta curia [55] es como si nuestros generales estuvieran hipnotizados, nada se mueve. Por eso, opino que deben celebrarse manifestaciones por el sufragio universal en todas partes”. Bartel declara: “En el manifiesto de los representantes del partido y de la asociación se emitió un tímido llamado a la lucha por el sufragio. Suspiramos de alivio por dentro, pensando que por fin algo iba a suceder. Sin embargo, no pasó nada, y estamos donde estábamos antes del manifiesto” [56]. Todos los oradores expresaron los mismos sentimientos. Las mismas quejas se repitieron en el Congreso del partido en Viena de 1901, en el de Aussig de 1902, y de nuevo en el de Viena de 1903. Por fin, en el Congreso del partido de Salzburgo en 1904 hubo una enorme disconformidad por el estancamiento del movimiento por el sufragio. Pölzer gritó: “Entonces, ¿qué va a pasar realmente?... Camaradas, esto no puede continuar. Si amenazamos con hacer algo, pues debemos cumplirlo... Debemos intervenir con todas nuestras fuerzas, ya que por mucho tiempo solo hemos proferido amenazas” [57]. Schuhmeier afirma: “No se puede negar que en nuestras filas el ánimo ha disminuido, que el fuego del entusiasmo de la lucha ha disminuido” [58]. Tan grande fue el abatimiento general, tan baja la moral, que Schuhmeier declaró en Salzburgo, un año antes de la tormenta victoriosa de noviembre de 1905: “Estoy convencido de que hoy estamos más lejos que nunca del sufragio universal [59]. Freundlich afirma que “prevalece entre las masas una desesperanza y una apatía hacia la vida política... como no se ha observado antes” [60]. Pernerstorfer dijo que ni siquiera había condiciones para hacer manifestaciones en la calle: se exigía “que saliéramos a la calle, que llamáramos a los camaradas del partido para que iniciaran algún tipo de manifestación, como antes. Pero ahora pensamos sinceramente que una acción así terminaría en un fiasco” [61]. Winarsky dice expresamente: “Hemos esperado siete años, y creo que es necesario que este período de espera termine en interés del partido” [62].

El “espléndido movimiento de masas” que se habría desarrollado en Austria durante doce años y el ímpetu que no habría decaído se veían más bien pobres. Es cierto que la culpa no fue de la dirección del partido. Adler ya había demostrado exhaustivamente la causa real en el Congreso de Linz:

Ustedes exigen... que se ponga en marcha un movimiento por el derecho al sufragio... un movimiento con la misma determinación que el que tuvimos hace varios años. Frente a esto, digo que no podemos hacerlo hoy, tal vez tengamos que hacerlo mañana, no lo sé. Pero está claro que no podemos hacerlo hoy. Tales movimientos no se ponen en marcha porque uno así lo quiera; deben surgir como una necesidad inherente a las condiciones que existen.

Y desde entonces se ha repetido lo mismo en cada Congreso del partido, pues el “mañana” en que se hizo posible nuevamente un movimiento de masas por el sufragio en Austria no surgió sino hasta 1905 [63], cuando, bajo la presión inmediata de la huelga de masas triunfante en Rusia, que había arrancado el manifiesto constitucional del 30 de octubre, los camaradas reunidos en el Congreso del partido interrumpieron las sesiones para salir a la calle, decididos a “hablar en ruso”, al igual que diez años antes se habían decidido a hablar en “belga”.

Mientras que, en realidad, el proletariado austríaco solo ha conseguido la reforma electoral por medio de los dos tormentosos intentos del movimiento de masas que tuvieron lugar a principios de la década de 1890, bajo el impulso de la huelga de masas belga, y en 1905 bajo el impulso de la huelga de masas rusa, el camarada Kautsky rechaza tanto el ejemplo belga como el ruso para Prusia, con el fin de señalarnos como modelo ese período intermedio de ocho años en Austria durante el cual el movimiento por el derecho electoral estuvo en realidad completamente paralizado en lo que a acciones de masas se refiere. Y en ambos casos, tanto en el logro de la curia de Taaffe con sufragio universal, así como en el logro de la reforma electoral más reciente, el movimiento de masas en Austria estuvo firmemente vinculado con la determinación de llevar adelante una huelga de masas. En 1905, como bien sabe el camarada Kautsky, los preparativos para la huelga de masas se hicieron de la manera más seria. La única razón por la que la huelga de masas no tuvo lugar fue porque en ambos casos el gobierno, que tendía a la adopción de una reforma electoral, muy pronto otorgó dicha concesión. Es significativo que también en Austria, cuando en el sombrío período intermedio se buscaron medios para revivir el movimiento de masas, apareciera una y otra vez la consigna de la huelga de masas. En el Congreso partidario de Graz como en el de Salzburgo, el debate sobre el movimiento por el sufragio se convirtió en un debate sobre la huelga de masas. Todos los camaradas sentían lo que expresó Resel en Graz: “Un movimiento por los derechos electorales solo se puede iniciar si uno tiene la determinación de llevarlo a cabo hasta el final” [64]. Por supuesto, la determinación por sí sola no alcanza, ya que ni las huelgas ni las manifestaciones de masas se pueden lanzar en forma artificial si la situación política, por un lado, y el estado de ánimo de las masas, por el otro, no han experimentado un avance de forma correspondiente. Pero no hay que hacerse la ilusión de que, por el contrario, se pueden mantener un movimiento de masas y manifestaciones durante años sin ir escalando y sin la determinación de una lucha más pronunciada.

El ejemplo por la negativa lo demuestra el curso de nuestro propio movimiento por el sufragio en Prusia hasta ahora. Es un hecho bien conocido que hace dos años el primer movimiento de protesta que había comenzado se detuvo poco tiempo después, aunque el impulso de las masas proletarias no iba en absoluto en descenso. Pero este año, también, el movimiento acusa los mismos rasgos en algunos aspectos. En cada gran manifestación celebrada en Berlín, uno tenía la sensación de que se hacía pensando: “¡Aquí termina todo!”. Pero después de la magnífica manifestación en el Tiergarten el 6 de marzo [65], que supuso un gran paso adelante con respecto a la del 13 de febrero [66], la moral de las masas en Berlín era tan elevada que si el partido estaba realmente preocupado por hacer que las manifestaciones fueran “cada vez más potentes”, debería haber aprovechado la próxima oportunidad para organizar una nueva manifestación aún más impactante. Entonces se le presentó una oportunidad espléndida: el 18 de marzo, o al menos el domingo posterior a esa fecha. En lugar de esto, y para evitar esta manifestación, se convocó a varias decenas de actos separados en Berlín el 15 de marzo que, en vista del estado de ánimo de las masas después de la movilización del 6, significaron una miserable retirada.

El 18 de marzo había adquirido una importancia y actualidad para el movimiento de masas como en ningún otro año antes, por ser el aniversario de la Revolución alemana [de 1848] y de la Comuna de París [de 1871], fechas que se podían explotar en forma grandiosa para despertar a las masas, en cuanto a las lecciones políticas y el análisis histórico, para la crítica despiadada a los partidos burgueses. Sin embargo, el 18 de marzo no se celebró nada en absoluto en Berlín. Ni una manifestación, ni siquiera reuniones masivas, ni un folleto conmemorativo; apenas un lánguido editorial en el Vorwärts, y ni siquiera una sola línea en Die Neue Zeit.

Esta fue la forma en que se percibió la gran oportunidad y el excelente estado de ánimo de las masas para llevar a cabo “manifestaciones cada vez más potentes”. Y esto es bastante lógico. Si no se abordan las manifestaciones con una clara determinación de impulsar el movimiento sin retroceder ante sus consecuencias, se producen esas vacilaciones que llevan a preferir evitar la posibilidad de cualquier manifestación más tumultuosa.

Las reuniones del 15 de marzo en Berlín, que dieron un golpe de muerte al 18 de marzo, fueron sencillamente un paso atrás, si se mide el estado de ánimo de las masas en Berlín y el de los camaradas en el interior del país. Si el ánimo de lucha y la determinación no hubieran sido tan grandes aquí –donde los camaradas también aprovecharon el 18 de marzo en la medida de lo posible y donde la consigna de la huelga masiva se volvió cada vez más fuerte– es seguro que no habríamos tenido la manifestación del 10 de abril [67]. Hay otra circunstancia que demuestra la certeza de lo dicho. Poco después de que lográramos, el de 10 de abril en Berlín, la gran victoria sobre la reacción, el derecho a manifestarse en la calle [68], lo que significaba de nuevo un paso adelante más allá del 6 de marzo –algo que era sin duda un fruto del 6 de marzo mismo–, surgió para el partido el claro deber, si realmente quería continuar las manifestaciones y volverlas “cada vez más potentes”, de aprovechar al máximo el derecho a las calles recién conquistado. La siguiente oportunidad para esto fue el Primero de Mayo. Aquí, sin embargo, vimos un hecho desconcertante: mientras que en todo el país, incluso en las ciudades más pequeñas, se organizaron manifestaciones callejeras de algún tipo para conmemorar el Primero de Mayo, mientras que en los centros más grandes –en Dortmund, Colonia, Magdeburgo, Frankfurt am Main, Solingen, Kiel, Stettin, Hamburgo, Lübeck– las manifestaciones callejeras de ese día superaron en su número y su moral a todas las manifestaciones anteriores de esa celebración y constituyeron un verdadero paso adelante tanto para el movimiento por el sufragio como para los propios actos del Primero de Mayo, en Berlín no se produjo ninguna manifestación callejera, ni permitida ni no permitida; ni siquiera se lo intentó. Lo que hubo fue una multitud de reuniones separadas en las que el espléndido ánimo de lucha de la clase obrera de Berlín se hizo añicos de nuevo.

Aunque el tratamiento parlamentario del proyecto de ley electoral –el ida y vuelta entre la Cámara de los Señores [Herrenhaus] [69] y la Cámara de Diputados prusianas– todavía demandará un mes y brinda la oportunidad de realizar manifestaciones, y aunque el estado de ánimo de las masas no muestra el más mínimo reflujo, pareciera como si ya nos dirigiéramos hacia un encantador “receso de verano” en el que nos empiezan a acosar otras preocupaciones –el camarada Kautsky ya nos señala las próximas elecciones del Reichstag– y en el que seguramente se adormecerá al movimiento de protesta. Esa es la lógica inevitable de las cosas. No es culpa de mi agitación criminal que el partido se enfrente a un dilema, como piensa el camarada Kautsky, sino que es el estado objetivo de las cosas. Si se quiere poner en pie “un movimiento popular formidable” y hacer realidad el lema de que “no haya paz en Prusia” y que las manifestaciones sean cada vez más potentes, entonces hay que abordar el asunto con la determinación de ir hasta las últimas consecuencias, de no eludir el punto crítico de la situación que pueda surgir, explotar todos los grandes conflictos económicos para el movimiento político, y luego también hay que poner en el orden del día la consigna de la huelga de masas, hacerla popular, porque solo así se mantendrá a largo plazo la confianza en las propias fuerzas, la combatividad y el coraje de las masas. Pero si solo se quiere realizar unas cuantas manifestaciones como pequeños desfiles bien ordenados, para luego retroceder de la lucha cuando es necesario intensificarla y finalmente retirarse a la preparación consagrada de las elecciones del Reichstag durante un año, entonces es mejor no hablar de un “movimiento popular formidable” ni anunciar en el Congreso del partido que se van a emplear “todos los medios disponibles” ni montar una escena de un ruidoso duelo de esgrima en enero en el Vorwärts ni tampoco amenazar en el Parlamento con la utilización de la huelga de masas. Por consiguiente, no debemos engañarnos pensando que mantendremos a largo plazo las manifestaciones y que haremos que se vuelvan cada vez más potentes. De lo contrario, corremos el riesgo de parecernos un poco al relato que hace Marx de la democracia francesa en su 18 Brumario:

Las amenazas revolucionarias de la pequeñoburguesía y sus representantes democráticos son meros intentos de intimidación al adversario. Y cuando han llegado a un callejón sin salida, cuando se han comprometido lo suficiente como para verse obligados a llevar a cabo sus amenazas, lo hacen de una manera que simplemente elude los medios necesarios para obtener el fin y que busca pretextos para la derrota. La obertura estridente que proclamaba la batalla se pierde en un rezongo apagado tan pronto como debe comenzar esta última... y toda la trama se desploma como un globo pinchado con una aguja.

V

¿Cuál es entonces el estado de las cosas en general? Por primera vez en Alemania tenemos por fin un activo movimiento de masas, por primera vez hemos ido más allá de las meras formas de lucha parlamentaria y hemos logrado mover el Aqueronte [70]. Al contrario de lo que ocurrió en Austria durante casi una década, no nos enfrentamos a la dura tarea de poner en pie por la fuerza una acción de masas en medio de la apatía general, sino que más bien tenemos la tarea grata y sencilla de explotar el ánimo combativo y el entusiasmo de las masas para brindarles las consignas políticas, para transformarlos en esclarecimiento político socialista, para dirigir a las masas a lo largo del camino, para conducirlas hacia adelante. De esta situación se desprende, de la manera más natural, que la consigna de la huelga de masas ha pasado a primer plano, y es deber del partido discutirla en forma abierta y clara, como una forma de lucha que debe emerger tarde o temprano del creciente movimiento de protesta y de la resistencia obstinada de la reacción. No estamos hablando de ordenar que se haga, de repente, una huelga de masas en Prusia de un día para el otro, ni de "intimar" a una huelga de masas para la semana próxima, sino de dejar claro a las masas, histórica, económica y políticamente, en relación con la crítica de todos los partidos burgueses y el esclarecimiento de toda la situación en Prusia y Alemania, que no se debe depender de los aliados burgueses [71] ni de la acción parlamentaria, sino simplemente de las propias fuerzas, de su propia acción de clase decidida. No es que estamos pregonando la consigna de la huelga de masas como un medio sofisticado y patentado para lograr victorias, sino como la formulación, la síntesis de las lecciones políticas e históricas de las condiciones que hay en Alemania hoy en día.

Una agitación de este tipo a favor de la huelga de masas brinda la posibilidad de aclarar de la manera más profunda toda la situación política, el agrupamientos de las clases y los partidos en Alemania, de hacer madurar políticamente a las masas, de despertar el sentimiento de su fuerza, su entusiasmo de lucha, de apelar a su idealismo, de mostrar nuevos horizontes al proletariado. La discusión de la huelga de masas se convierte así en un excelente medio para despertar a las capas indiferentes del proletariado, para atraer hacia nosotros a los proletarios que siguen a los partidos burgueses, especialmente del Centro [72], para preparar a las masas para todas las eventualidades de la situación y, por último, para entrenarlas de la manera más eficaz para las elecciones del Reichstag.

Si el camarada Kautsky comienza ahora su pelea contra esta agitación, declara que la discusión de la huelga de masas es peligrosa y trata de dirigir todo el movimiento por el sufragio a las próximas elecciones del Reichstag como única meta, lo que hace es simplemente limitar el movimiento del partido –que ya ha hecho gratificantes progresos yendo por estos nuevos carriles– al viejo y trillado camino del parlamentarismo puro.

Pero el camarada Kautsky vuelve a llevar búhos a Atenas [73] cuando nos predica el optimismo parlamentario y la acción parlamentaria en Alemania. En cualquier caso, desde hace décadas ya hemos establecido en nuestra vida partidaria que las elecciones al Reichstag son la acción principal, y nuestras tácticas están suficientemente influenciadas por consideraciones con respecto a las elecciones parlamentarias. Se reprenden las disputas periódicas sobre las tácticas señalando las próximas elecciones del Reichstag. En 1907, considerando las elecciones del Reichstag, el Vorwärts siguió una política completamente equivocada de dirigir todas sus armas contra el liberalismo y no tener en cuenta al Centro por estar en la oposición parlamentaria. Solo logramos mantener nuestra posición porque nuestra prensa provincial, en el distrito occidental, no siguió este ejemplo y luchó despiadadamente contra el Centro. En cualquier caso, la principal atención de la dirección de nuestro partido se dirige a las elecciones del Reichstag, y aunque, por ejemplo, en cada elección se considera normal que se desarrolle una agitación incansable en todo el país, se concentran todos los oradores, se celebran innumerables reuniones en todos los pueblos y ciudades; ahora, durante el movimiento por el sufragio, no se hace nada de eso. La agitación que se lleva a cabo por medio de actos y folletos es mínima. Desde el punto de vista parlamentario, entre otras cosas, este año no se utilizó el 18 de marzo para la agitación: las reuniones ordenadas para el 15 de marzo en Berlín debían estar relacionadas con la tercera sesión [del tratamiento del proyecto de ley de reforma electoral] de la Cámara de Diputados de Prusia, en lugar de estarlo con la revolución [74]. Por último, en consideración al parlamentarismo y a los hábitos parlamentarios la agitación republicana está muy descuidada en nuestro partido, justo ahora que se la necesita con más urgencia que nunca.

¿Entonces, lo que nos hace falta justo ahora en Alemania es realmente una intensificación aún mayor de toda nuestra táctica hacia las elecciones al Reichstag, una fascinación aún mayor de las masas con las elecciones parlamentarias?

Me parece que no. Los “peligros” contra los que es necesario discutir solo pueden existir en la imaginación de aquellos que no pueden librarse de las concepciones anarquistas de la huelga de masas. El efecto real de la intervención del camarada Kautsky, por lo tanto, se reduce a proporcionar una cobertura teórica a aquellos elementos del partido y de los sindicatos que se sienten incómodos ante el desarrollo imprudente del movimiento de masas, que desean mantenerlo bajo control y que prefieren retirarse lo antes posible a los viejos y cómodos carriles de la vida parlamentaria y sindical cotidiana. Al apelar a Engels y al marxismo, el camarada Kautsky ha dejado a estos elementos con la conciencia tranquila respecto a su actividad y, al mismo tiempo, en cuanto a ese mismo movimiento de protesta que él quiere potenciar cada vez más, ha proporcionado un medio para volver a estrangularlo en el próximo período.

Pero está claro que ahora las perspectivas del movimiento por los derechos electorales, por el contrario, requiere precisamente una continuación y un desarrollo más poderoso de la acción de las masas. El colapso parlamentario del proyecto de ley de sufragio significa la bancarrota del gobierno y del bloque clerical-conservador [75]. La acción de nuestros enemigos ha dado, por el momento, todo lo que podía dar de sí; la acción del proletariado debe comenzar con más fuerza. El enemigo está en retirada, la ofensiva es nuestra. No son reconfortantes las expectativas de la grandiosa venganza dentro de un año y medio en las urnas, sino que lo que hace falta es devolver golpe tras golpe ahora mismo; no apostar al desgaste, sino a la lucha en toda la línea, eso es lo que necesitamos. Y repito, cuando la masa de los camaradas del partido entienda y sienta esto, entonces nuestros dirigentes también estarán en sus puestos. “La multitud lo hace” [76].

Por último, una pequeña reminiscencia histórica, que, sin embargo, no deja de tener amables paralelismos con el presente. El camarada Kautsky rechaza para Prusia los ejemplos de otros países en los que se ha aplicado recientemente la huelga de masas. Rusia no sirvió de ejemplo ni Bélgica, ni siquiera Austria. En general, “no es apropiado referirse al ejemplo de otros países para la situación actual en Prusia” [77]. El propio camarada Kautsky, sin embargo, para buscar el modelo correcto para nuestras tácticas, se remonta a los antiguos romanos y a Aníbal. Aquí encuentra el ejemplo con el cual el proletariado alemán debe edificarse, se trata de Fabio “El Postergador” con su “estrategia de desgaste” supuestamente victoriosa. Me parece un poco exagerado volver a los antiguos romanos, pero ya que el camarada Kautsky lo hace, me gustaría al menos afirmar que aquí también los hechos no son del todo correctos. La fábula de la estrategia necesaria y victoriosa del Cunctator (“Postergador”) ya ha sido destruida por Mommsen, quien ha probado que “el uso natural y apropiado” de la fuerza militar romana habría sido un ataque firme y decidido desde el principio, y que la actitud dilatoria de Fabio, que Mommsen llama “ociosidad metódica”, no era la expresión de ningún plan estratégico profundo dictado por las circunstancias, sino una consecuencia de toda la política conservadora y vetusta del Senado. “Quintus Fabius”, dice Mommsen:

Era un hombre ya muy entrado en años, de una parsimonia y resistencia que a muchos se les aparecía como procrastinación y terquedad; como un celoso adorador de los buenos viejos tiempos, de la omnipotencia política del Senado y de la dominación de la diarquía, esperaba conjugar la salvación del Estado con los sacrificios y las demandas de la conducción metódica de la guerra.

En otro lugar dice:

Debe haber hecho falta un estadista que condujera y que pudiera controlar las circunstancias del contexto (…) en todas partes había o bien muy poco o bien demasiados acontecimientos. Ahora que la guerra había comenzado y se le había permitido al enemigo determinar su momento y su lugar, a pesar del sentimiento bien fundado de superioridad militar se encontraban desconcertados en cuanto al objetivo y el curso de las siguientes operaciones. El ataque en España y África era la primera exigencia de la táctica, pero se descuidó la exigencia de mantener una posición ventajosa no menos que el honor. Se podía prever con mucha seguridad que por culpa de esa tardanza los aliados españoles de Roma serían sacrificados por segunda vez, de la misma manera que la propia tardanza se podría haber evitado evitar fácilmente (…) Por muy prudente que fuera, desde el lado romano, mantenerse a la defensiva y tener la esperanza de que el principal éxito proviniera de cortar los medios de subsistencia del enemigo, como sistema defensivo y de derrota del enemigo por hambreamiento, la verdad es que era bastante extraño, ya que el enemigo se dedicaba a asolar sin impedimentos todo el centro de Italia bajo la mirada de un ejército romano igual en número y se aprovisionaba en forma ordenada, a gran escala, lo bastante como para pasar el invierno (…) Finalmente, en cuanto al ejército romano, no se puede decir que se requirieran comandantes para dirigir esta guerra; estaba formado en parte, es cierto, por reservistas movilizados, pero su núcleo estaba formado por las legiones de Arminio, con experiencia militar, quien, lejos de desalentarse por sus últimas derrotas, se amargaba por la tarea menos honorable que su comandante [Quintus Fabius Cunctator], “el lacayo de Aníbal” [78], le asignaba, y exigía a viva voz que se enfrentara al enemigo. En las asambleas de ciudadanos se produjeron durísimas discusiones contra este testarudo anciano.

Y luego Mommsen continúa en la misma línea un largo trecho de su texto. “No fue el ‘Postergador’ quien salvó a Roma”, dice en pocas palabras, “sino la firme unión con sus aliados, y quizás no menos el odio nacional con el que los occidentales recibieron a los fenicios”. Esto era tan evidente que al final incluso “la mayoría del Senado, a pesar de la cuasilegitimación que los recientes acontecimientos habían dado al sistema de postergación del combate de Fabio, ya tenían la firme resolución de apartarse de esta forma de conducir la guerra, que estaba destrozando al Estado en forma lenta pero segura” [79].

Tal es la victoriosa “estrategia de desgaste” de Fabius Cunctator. En realidad se trata de una leyenda que se enseña a los jóvenes en nuestras escuelas para instruirlos en un espíritu conservador y advertirles contra los “impacientes” y los “subversivos”, para inculcarles como espíritu de la historia el lema de nuestros ejércitos de reserva: “Siempre despacio hacia adelante”. Que esta leyenda se aplique ahora al proletariado revolucionario, hoy en día, en esta situación… es una de las vueltas inesperadas del destino.

Sea como fuere, el tipo de gente que se parece al noble Fabius Quintus, que espera salvar al Estado conduciendo metódicamente la guerra, además de los sacrificios y necesidades propias de lo militar, está, creo, demasiado representado en nuestro Senado supremo del partido y de los sindicatos. Hasta donde sé, no hemos tenido muchos problemas en la dirección del partido por carecer de prudencia, por exceso de confianza juvenil e impaciencia. Como dijo el camarada Adler en el Congreso del partido austríaco en Graz:

El látigo siempre hace bien, y confieso que prefiero las quejas del Congreso partidario de que se hace demasiado poco a las declaraciones que aconsejan prudencia y paciencia. Ya nos hemos armado de paciencia, tal vez demasiado. No necesitamos que nos pongan los frenos [80].

Creo que pasa algo más o menos parecido en nuestro partido. Que el camarada Kautsky preste su pluma y su conocimiento histórico para la defensa de la estrategia del Cunctator es un desperdicio, por decir lo menos. Camarada Kautsky: no necesitamos que usted nos ponga los frenos.

Fuente original: „Ermattung oder Kampf?“, Die Neue Zeit, 28. Jahrgang, 1909/10, Zweiter Band, I und II: pp. 257–266, III-V: pp. 291-305. Traducido a partir del texto publicado en Rosa Luxemburg, Gesammelte Werke, Bd. 2, Berlín, Dietz Verlag, pp. 344–377.

Traducción: Guillermo Iturbide

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NOTAS AL PIE

[1En su artículo „Was nun?“ ("¿Y ahora qué?") en Die Neue Zeit, Kautsky había rechazado las demandas de Rosa Luxemburg sobre la huelga política de masas y la república democrática.

[2Rosa Luxemburg, „Was weiter?“ ("¿Cómo seguir?"), Dortmunder Arbeiterzeitung, 14-15 de marzo de 1910.

[3Entre el 3 y el 18 de abril de 1910, Rosa Luxemburg dio conferencias sobre la huelga política de masas en Alta Silesia, Bremen, Kiel, Dortmund, Essen, Düsseldorf, Solingen, Barmen, Frankfurt am Main y Hanau.

[4Karl Kautsky, „Was nun?“, Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 33.

[5El 23 de febrero hubo una huelga política de medio día en Frankfurt por el derecho democrático al voto en Prusia, en la que participaron unos 25.000 trabajadores; en Kiel, 10.000 trabajadores de los astilleros se declararon en huelga el 15 de marzo por el mismo objetivo.

[6El Imperio austro-húngaro (1867-1919) tenía por ese entonces una composición plurinacional, por lo cual al territorio de la actual República de Austria se lo llamaba la “Austria alemana”, debido a que su población hablaba dicha lengua. El Congreso de Salzburgo del Partido Socialdemócrata austroalemán transcurrió entre el 26 y el 29 de septiembre de 1904.

[7Bajo la dirección del socialdemócrata holandés Domela Nieuwenhuis se formó un grupo semianarquista en la Segunda Internacional, que exigía que el proletariado respondiera a cada declaración de guerra con una huelga general y rechazara el servicio militar. En el Congreso Obrero Internacional de Bruselas (agosto de 1891) estas opiniones fueron rechazadas por la abrumadora mayoría de los delegados.

[8Christiaan Cornelissen, también holandés y compañero de ideas de Domela Nieuwenhuis, consideraba a la huelga general como el único medio para derrocar el dominio de clase capitalista. La victoria de la huelga general pondría fin a la explotación capitalista de un solo golpe. Cornelissen subestimaba la necesidad de la preparación ideológica y organiza para la revolución.

[9Karl Kautsky, „Was nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 33.

[10Huelga de masas, partido y sindicatos.

[11Ídem.

[12El Bremer Bürgerzeitung era uno de los más importantes diarios socialdemócratas de Alemania a comienzos del siglo XX, publicado en la ciudad noroccidental de Bremen. Era un órgano de la izquierda del partido, donde escribían Anton Pannekoek, Johann Knief y el bolchevique Karl Radek, entre otros. Durante la Primera Guerra Mundial todos ellos formaron parte de la corriente conocida como la “izquierda radical de Bremen”, opuesta la dirección socialdemócrata, y funcionó como el único diario socialdemócrata de gran tirada vocero de los internacionalistas. Los izquierdistas de Bremen luego se unificarían con la Liga Espartaco para fundar el Partido Comunista alemán.

[13Karl Kautsky, „Was nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 33.

[14Karl Kautsky, „Was nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 33.

[15Rosa Luxemburg, „Was weiter?“, en RL, Gesammelte Schriften, Tomo 2, pp. 294-295.

[16En realidad, el origen de esta frase está en los Estatutos provisorios de la Asociación Internacional de los Trabajadores, octubre de 1864. Ver K. Marx y F. Engels, „Provisorische Statuten der Internationalen Arbeiter-Assoziation“, en Marx-Engels-Werke 16, Berlín, Dietz Verlag, 1962, pp. 14-16.

[17Rosa Luxemburg, „Was weiter?“, en RL, Gesammelte Schriften, Tomo 2, p. 299.

[18Karl Kautsky, „Was nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 40.

[19Es decir, desde 1871, luego de la guerra franco-prusiana, que es cuando se funda el Imperio o Segundo Reich.

[20Karl Kautsky, „Was nun?“, in Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 33.

[21Las últimas dos frases entre comillas de esta oración son una cita de Heinrich Heine, „Erinnerung aus Krähwinkels Schreckenstagen“, en Heinrich Heine, Werke und Briefe in zehn Bänden, Bd. 2, Berlín, 1962, p. 241.

[22Karl Kautsky, „Was Nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 35.

[23Ídem.

[24Ídem.

[25En abril de 1893, por primera vez en la historia del movimiento obrero internacional, tuvo lugar en Bélgica una huelga general política por el sufragio universal, en la que participaron unos 250.000 trabajadores. Como resultado de esta huelga, la ley electoral belga tuvo que ser ampliada sustancialmente.

[26Karl Kautsky, „Was Nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 37.

[27El 15 de abril de 1910, unos 160.000 trabajadores de la construcción habían comenzado la lucha contra un lockout patronal en la industria de la construcción, con el fin de impulsar sus demandas de aumentos salariales, reducción de las horas de trabajo, convenios colectivos locales y libertad de agitación. La huelga duró hasta principios de julio en algunas grandes ciudades.

[28El 14 de abril de 1902 se inició una huelga de masas en Bélgica, en la que participaron más de 300.000 trabajadores. El Consejo General del Partido Obrero belga la levantó el 20 de abril, aunque la demanda de la modificación del derecho electoral y la enmienda constitucional fue rechazada por el Parlamento belga el 18 de abril.

[29En enero de 1908, se celebraron en Berlín numerosas reuniones de desempleados y manifestaciones por el derecho al voto democrático, las que fueron atacadas brutalmente por la policía.

[30De enero a marzo y hacia finales de 1909, decenas de miles de personas se manifestaron en muchas ciudades alemanas contra el antidemocrático sistema prusiano de votación de tres clases y exigieron el sufragio universal, igual, directo y secreto para todas las personas mayores de 20 años.

[31En su artículo „Was nun?“, Karl Kautsky se refiere a la introducción de Friedrich Engels de 1895 a la obra de Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, a la cual malinterpreta para justificar sus puntos de vista. Hay que señalar que ese texto de Engels fue alevosamente modificado por Kautsky, su editor, para su publicación, eliminando los pasajes donde se hacían referencias a una pronosticada vuelta de la revolución y la necesidad de la utilización de la violencia y la ilegalidad en ella. Kautsky ejerció este acto de censura argumentando que esos pasajes podrían causar una nueva ilegalización de la socialdemocracia. Engels protestó contra esto, pero poco después murió. En la época de esta polémica entre Luxemburg y Kautsky aún no se conocía el texto original de Engels sin censura. Puede leerse el texto de Engels sin recortes, señalando cuáles fueron los pasajes omitidos por Kautsky, en K. Marx y F. Engels, Revolución (compilación), Buenos Aires, Ediciones IPS-CEIP, 2018, p. 77.

[32Friedrich Engels, „Einleitung zu Marx’ Klassenkämpfe in Frankreich 1848 bis 1850“ (1895), K. Marx y F. Engels, Werke, Bd. 22, p. 509–527, aquí p. 513.

[33Ibídem, p. 515.

[34Ibídem, p. 523.

[35Ibídem, p. 519.

[36Ídem.

[37Ibídem, p. 524.

[38El proyecto de ley, que tenía por objeto la supresión de la socialdemocracia, fue presentado en diciembre de 1894 y tenía por objeto sustituir a la “Ley Anti-Socialista” que había expirado en 1890. Debido a protestas masivas fue rechazado en el Reichstag en mayo de 1895.

[39El 20 de junio de 1899, el gobierno alemán presentó un proyecto de ley “para la protección de las relaciones laborales”, el llamado proyecto de “Ley de la Cárcel”, que convertía en delito la formación de piquetes de huelga. Ante las protestas masivas, solo los conservadores votaron a favor. Dado que el texto de Engels es de cuatro años antes, de la época en que se estaba discutiendo el proyecto de ley de golpe de Estado en el Reichstag, en este texto Rosa Luxemburg aparentemente confunde ambos hechos.

[40Es interesante, por cierto, conocer la posición de los anarquistas actuales sobre la huelga de masas en Alemania. En su reciente Congreso en Halle durante la fiesta de Pentecostés –parece que todavía hay algunas docenas de este tipo en Alemania– dispensaron la siguiente sabiduría, según el informe del Berliner Tageblatt: “Según la opinión predominante en el anarquismo, una mera huelga de protesta es absolutamente censurable. Pero una huelga política de masas seriamente emprendida, en la que no se debe reanudar el trabajo hasta que se haya alcanzado la meta fijada, significa el comienzo de la gran revolución. En las condiciones actuales, sin embargo, esto significaría la desgracia para todo el proletariado, pues las clases dominantes no descansan... Pero difícilmente se llegaría a eso, pues la socialdemocracia carece de material humano para una huelga de masas seria, ya que la Comisión General [de Sindicatos] no está dispuesta a ello, y lo que esta no quiera hacer el partido no lo puede llevar a cabo... Todos los delegados tenían claro que una huelga de masas seria en la actualidad solo podría provocar un empeoramiento de la situación social del proletariado, mientras que una huelga de protesta contradice los principios del anarquismo”. Es el razonamiento típico de los anarquistas: la huelga de masas como una gran huelga que se da de una sola vez, la “gran revolución”, cuya ejecución depende de si “la Comisión General” está “dispuesta” o no. Y desde tal concepción se llega hoy a declarar que la huelga de masas sería “una desgracia” para el proletariado. [Nota de RL].

[41Eduard Bernstein, „Die Potenz politischer Massenstreiks“, en Sozialistische Monatshefte (Berlín), 1910, 1. Bd., pp. 428–488.

[42Ibídem, p. 486.

[43Ibídem, p. 487.

[44Karl Kautsky, „Was nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., pp. 77-78.

[45Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, (1852).

[46Se refiere al Congreso Regional de la socialdemocracia del Reino de Prusia (Alemania era un imperio que unía a un conjunto de reinos, entre los cuales Prusia abarcaba la mayor parte del territorio) que tuvo lugar en Berlín entre el 3 y el 5 de enero de 1910.

[47Heinrich Ströbel sobre la lucha por el derecho electoral, en Protokoll über die Verhandlungen des Parteitages der Sozialdemokratischen Partei Preußens, abgehalten in Berlin vom 3. bis 5. Januar 1910, Berlín 1910, p. 224.

[48Ibídem, p. 228.

[49K. Kautsky, „Was nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 71.

[50Ibídem, p. 70.

[51Verhandlungen des Parteitages der deutschen Sozialdemokratie Österreichs, abgehalten zu Linz vom 29. Mai bis einschließlich 1. Juni 1898, Viena, 1898, p. 62.

[52El Congreso del Partido Socialdemócrata de la Austria de habla alemana sesionó del 24 al 29 de septiembre de 1899 en Brünn, nombre alemán de la actual ciudad checa de Brno.

[53Verhandlungen des Parteitages der deutschen Sozialdemokratie Österreichs, abgehalten zu Graz vom 2. bis einschließlich 6. September 1900, Viena, 1900, p. 79.

[54Ibídem, p. 74.

[55En Austria, como en Prusia y la mayoría de los países europeos a comienzos del siglo XX, no había sufragio universal general; el voto era calificado, dividiendo a la población entre distintas “curias” o clases electorales según ingresos, dando una representación desproporcionada a los sectores más altos. Debido a las huelgas y manifestaciones del proletariado austríaco por el sufragio universal, el gobierno se vio obligado a hacer concesiones. En 1896 entró en vigor una reforma de la ley electoral basada en un proyecto presentado por el primer ministro Eduard Taaffe en 1893. Se introdujo una quinta clase electoral (curia), además de las cuatro existentes, que tenía como base el sufragio universal. Así, por primera vez la socialdemocracia tuvo la oportunidad de obtener un representante al Parlamento. Rosa Luxemburg comentó esta reforma de la siguiente manera: “La quinta curia se introdujo en 1896 bajo la presión del movimiento por el sufragio. En la primera curia, 5.431 grandes terra-tenientes eligen 85 miembros del Parlamento; en la segunda curia, 591 comerciantes e indus-triales eligen 21 miembros; en la tercera curia, 493.804 electores de la población urbana eligen 118 miembros; en la cuarta curia, 1.595.406 electores de la población rural eligen 129 miem-bros; mientras que en la quinta curia, 5.004.222 electores eligen 72 miembros (Rosa Luxemburg, „Was wollen wir? Kommentar zum Programm der Sozialdemokratie des Königreichs Polen und Litauens“, en Rosa Luxemburg: Gesammelte Werke, Bd. 2, pp. 37–89, aquí nota al pie de la p. 59).

[56Ibídem, p. 76.

[57Protokoll über die Verhandlungen des Parteitages der deutschen sozialdemokratischen Arbeiterpartei in Österreich. Abgehalten zu Salzburg vom 26. bis 29. September 1904, Viena, 1904, p. 101.

[58Ibídem, p. 104.

[59Ibídem, p. 105.

[60Ídem.

[61Ibídem, p. 107.

[62Ibídem, p. 122.

[63En septiembre de 1905 tuvo lugar la primera huelga política de masas por el sufragio universal en el Imperio Austrohúngaro. Los movimientos de protesta constantes forzaron al gobierno austríaco a presentar una ley de introducción del sufragio universal en enero de 1907.

[64Verhandlungen des Parteitages der deutschen Sozialdemokratie Österreichs, abgehalten zu Graz vom 2. bis einschließlich 6. September 1900, Viena, 1900, p. 77.

[65Para el 6 de marzo de 1910, la socialdemocracia berlinesa habían llamado a una campaña por el sufragio democrático en Treptower Park, que tuvo que ser desviada hacia el Tiergarten debido a la intervención de la policía. A pesar de la prohibición dictada el 13 de febrero de 1910, el evento resultó ser una impresionante manifestación con unos 150.000 participantes.

[66El 13 de febrero de 1910 se produjeron grandes manifestaciones por el sufragio en Berlín y en muchas ciudades de toda Alemania desencadenadas por el anuncio del jefe de la policía, Traugott von Jagow, que prohibía las manifestaciones callejeras bajo la amenaza de intervención militar.

[67El 10 de abril se produjeron manifestaciones masivas por el sufragio democrático en toda Prusia y en otras zonas de Alemania, después de que los trabajadores, en muchos casos, recuperaran el derecho a reunirse al aire libre.

[68El movimiento obrero, llevando a cabo las manifestaciones masivas anteriores, no autorizadas, había obligado al gobierno a autorizar las del 10 de abril.

[69La Herrenhaus prusiana estaba basada en el modelo de la Cámara de los Lores británica, es decir, compuesta por “señores” (Herren), la nobleza, y funcionaba como una especie de cámara alta.

[70Virgilio, Eneida, Libro VII, línea 312: “Si no puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los del Aqueronte (el infierno)”.

[71Esto es una referencia, particularmente, al punto principal por el que fue derrotada la huelga de masas belga de 1902 por el derecho al voto igualitario.

[72El Partido Católico que además tenía su propia central sindical.

[73Es un dicho alemán que proviene de Las aves de Aristófanes. Significa hacer algo innecesario, redundante.

[74Se refiere a las conmemoraciones de la revolución de 1848 y de la Comuna de París de las que habló más arriba.

[75Durante el debate sobre la reforma financiera de 1909, el anterior bloque del canciller Bülow se desintegró y fue sustituido por el bloque de los conservadores y del Partido del Centro, presidido por Bethmann-Hollweg como canciller, quien continuó en ese puesto hasta julio de 1917.

[76Una referencia al poema de Heinrich Heine que lleva ese mismo título, “Die Menge tut es”. Más adelante, en medio de la guerra (1916), Luxemburg escribe un artículo sin firma, “Die Menge tut es”: “La liberación de la clase obrera solo puede ser obra de la clase obrera misma, dice el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Mientras los millones de trabajadores de todos los países no entiendan que deben liberarse, no habrá fin a la explotación, a la miseria y a la matanza mutua de los pueblos. Pero las masas trabajadoras, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, están empezando a entender esto. Por eso, nuestro poeta de la libertad, Heinrich Heine, cantó hace casi cien años: ‘Le aconsejo que tenga cuidado. / No se rompe todavía, pero se agrieta / La multitud lo hace [Die Menge tut es]’”.

[77K. Kautsky, „Was nun?“, en Die Neue Zeit, 28. Jg. 1909/10, 2. Bd., p. 36.

[78Aníbal era el general del ejército fenicio enemigo.

[79Theodor Mommsen, Römische Geschichte, 3. Aufl., 1. Band, 1856, pp. 551–577.

[80Verhandlungen des Parteitages der Deutschen Sozialdemokratie Österreichs, abgehalten zu Graz vom 2. bis einschließlich 6. September 1900, p. 83.
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