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La guerra y la juventud en el cine. Detrás de escena de la guerra de Vietnam

Repasamos algunas películas que dan cuenta del impacto de la guerra en la vida de la sociedad estadounidense y la juventud en particular. Para esto, retomamos las investigaciones del historiador Christian G. Appy que muestran la composición de clase y racial de los soldados enviados a los frentes de batalla.

Martes 12 de mayo de 2020 23:31

Hace unos días se cumplieron 45 años de una la las derrotas más significativa y traumáticas que tuvo Estados Unidos ante un país “tercermundista” que se imponía militarmente con la ocupación de Saigón el 30 de abril de 1975 por parte del pueblo vietnamita, ante una potencia imperialista que hasta el momento se mostraba invencible.

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El trauma de la guerra fue tan grande para la sociedad norteamericana que las grandes productoras de Hollywood vieron una veta comercial en la misma, explotada al máximo en la década del 80. En ese sentido, Apocalypse Now (1980) fue una de las producciones cinematográficas más ambiciosas, reflejo de un clima de época, en donde las historias de la guerra llamaban la atención de un público juvenil cada vez más reacio a los enfrentamientos militares y escéptico del imperialismo.

Con una delirante filmación, Apocalypse Now, presenta la decadencia del ejército norteamericano a partir de la historia de un soldado a quien le encomiendan ir a buscar a la zona neutral del Camboya al coronel Kurtz, que aparentemente enloqueció y escapó del ejército para formar su propia tropa de resistencia con nativos.

Por su parte unos años después y ya en otro contexto, Full Metal Jacket (1987), es el film más logrado a la hora de transmitir de manera cruda el terrible proceso por el cual tienen que pasar los conscriptos que son entrenados para ir a la guerra. Sin ánimos de spoiler, también allí es donde se exponen las graves consecuencias psicológicas, que devienen de estos malos tratos ejercidos por los militares en las vidas de los jóvenes reclutados.

Estas películas retratan las atrocidades de la guerra de Vietnam desde una postura crítica hacia el gobierno y el ejército de EE.UU. que habían emprendido la contienda. A su vez, también intentan reflejar las vida de los jóvenes soldados que eran enviados, en la mayoría de los casos contra su voluntad, a morir en una guerra injusta.

Sin embargo, hay algunos detalles no tan pequeños que, en general, están ausentes de las tramas de estas películas y otras muy conocidas. Por ejemplo: ¿Qué tienen en común prácticamente todos los films sobre esta guerra? Aunque podemos encontrar algunos personajes de origen “afroamericano”, es evidente que los protagonistas de todas las cintas son hombres blancos y sobre lo que se profundiza poco es en sus orígenes sociales.

¿Quiénes ponen en juego sus vidas en las guerras?

Pese a la falta de datos oficiales y de investigaciones exhaustivas al respecto, el historiador Christian G. Appy realizó un trabajo muy interesante acerca de la composición de quienes verdaderamente protagonizaron estos horrores, retomaremos algunos de sus postulados para analizar la composición social y racial de los jóvenes soldados. [1]

Este autor plantea que “no puede hacerse un estudio totalmente preciso de las clases sociales en las fuerzas estadounidenses, pero yo creo que lo que sigue es una estimación razonable: los hombres enrolados en Vietnam eran pobres en un 25 por ciento, de clase obrera en un 55 por ciento, y en un 20 por ciento de clase media, con un número estadísticamente insignificante de clase alta”.

¿Por qué se dio esto? Sin dudas detrás de estas cifras no hay puro azar. Existió un Estado y un gobierno que buscó materializar la desigualdad estructural del capitalismo también en el terreno militar. Utilizando con este objetivo los mecanismos institucionales, como el sistema de servicio selectivo, para condicionar la composición social y racial de los enrolamientos y por ende, de quienes iban, en gran medida, a morir en la contienda bélica.

Appy nos muestra en su trabajo cómo los enrolamientos se daban de manera planificada en un sentido geográfico y de clase, en donde se ponderaba el reclutamiento de jóvenes de los suburbios y ciudades pobres, donde el peso obrero y la presencia de población negra era mayor. También pone sobre la mesa un dato olvidado respecto a la participación de conscriptos de territorios estadounidenses menos conocidos como Puerto Rico, Guam, las Islas Vírgenes estadounidenses, la Samoa estadounidense y la Zona del Canal de Panamá.

Otro de los mecanismos de selección se dio a través del otorgamiento de prórrogas especiales para profesionales y estudiantes universitarios, que tenían permiso de recurrir a las mismas para no ir a pelear a los frentes de batalla. En este punto encontramos una clara diferenciación de clase, porque en general, quienes tienen acceso a ese tipo de estudios son una minoría de la población, y en el caso de Estados Unidos es aún más desigual que en otros países de esa época, ya que la mayoría de los establecimientos de educación superior son privados (aún en la actualidad).

Aunque entre 1962 y 1972 se triplicara la inscripción en las carreras cortas de dos años, dictadas en instituciones educativas que eran más asequibles para la población, el acceso a este nivel de instrucción seguía siendo restringido. Sobre esto último, Appy agrega que “había muchas más posibilidades de que los estudiantes universitarios que fueron a Vietnam provinieran de estas instituciones que de las instituciones de élite, es decir, las universidades privadas con carreras de cuatro años o más. Una encuesta de la clase de Harvard de 1970, por ejemplo, descubrió que sólo dos hombres habían servido en Vietnam”. [2]

Del movimiento antibélico a la lucha por los derechos civiles

Volviendo a las investigaciones de Appy. La impronta clasista y racista en los reclutamientos, se expresa también en la siguiente cifra que arroja el autor cuando menciona que “al comienzo de la guerra, los negros eran más del 20 por ciento de los muertos estadounidenses en combate, dos veces más que la proporción de negros dentro de la población de los Estados Unidos”. [3]Este dato en sí mismo ya es brutal, pero si además le sumamos el de las legislaciones vigentes que discriminaban a los afrodescendientes con el aval del Estado norteamericano, se entiende porqué en la primera línea del movimiento antibélico, también se encontraban los negros y las negras que peleaban por sus derechos en este contexto.

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Ya que nos referimos al movimiento que se desató en contra de la guerra, no podemos olvidarnos de uno de los factores fundamentales que le imprimió mucho dinamismo/, que es la composición extremadamente juvenil que había entre las reclutados. Muchas películas hacen hincapié en este hecho y en cómo la guerra trastoca las vidas de millones de jóvenes que se chocaban con esta cruda realidad.

Recuerdo la desgarradora escena de Inocencia Interrumpida (1999), en donde la guerra no es más que el telón de fondo de la vida de una joven Winona Ryder que se entera por televisión del reclutamiento de su amante, Jared Leto, al ver salir su número de documento en el sorteo del ejército que es anunciado, justo cuando él la va a buscar al hospital psiquiátrico para huir juntos a Canadá y escapar de la guerra.

O cómo un grupo de amigos hippies en Across The Universe (2007), que protagonizan el film en honor a los Beatles, buscan las formas de sortear y adulterar los exámenes médicos realizados por los militares para el reclutamiento.
En esa época, el voto en Estados Unidos estaba habilitado a partir de los 21 años, es decir, que ni siquiera tenían derecho a votar muchos de los jóvenes que perdieron sus vidas en esta guerra imperialista. Tal como lo expone Appy, “en la guerra de Vietnam, la mayoría de los voluntarios y los enrolados tenían menos de 20 años, la edad promedio era 19”. [4]

Todo este descontento de la juventud que era excluida de las decisiones que destrozaban sus propias vidas, se potenció con las luchas de las mujeres y disidencias que tomaban la calle en lo que se conoció como segunda ola feminista, y también se dio junto a los afrodescendientes que retomaban, en esos años, las mejores tradiciones del movimiento por los derechos civiles contra la segregación racial en el país. Este cóctel abrió un proceso de radicalización política en la sociedad norteamericana que tendrá como emblema a las y los jóvenes que se pusieron a la cabeza del movimiento antibélico en todo el mundo. Ellas y ellos cumplieron un papel muy importante a la hora de desafiar la hegemonía del imperio estadounidense, que se presentaba ante el mundo como invencible y que recibió un duro golpe con la derrota de Vietnam.

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Excediendo el sentido del presente artículo el desarrollo de un balance, cabe puntualizar que los movimientos sociales en Estados Unidos durante la década del 70 presentaron enormes potencialidades pero también varios límites, en relación con el rol que jugaron los partidos políticos Demócrata y Republicano a la hora de cooptar y desviar esas enormes movilizaciones.

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Actualmente a las y los jóvenes se nos presentan nuevos desafíos en un mundo atravesado por la pandemia. Los revolucionarios podemos retomar las luchas antiimperialistas y contra el militarismo burgués en la perspectiva de levantar las mejores banderas de los sectores de izquierda de los distintos movimientos sociales que tuvieron a la juventud como protagonista en los 70. Mientras en la izquierda norteamericana no prima una delimitación política del imperialismo, que desde el gobierno de Estados Unidos lleva adelante masacres en medio oriente, apoya golpes de estado como en Venezuela y Bolivia, o pone sanciones económicas en medio de la pandemia a diversos países. Hoy no podemos ser indiferentes.


[1Christian G. Appy. “Vietnam: una guerra de clase”, en Fabio Nigra y Pablo Pozzi (comps.), Huellas imperiales Historia de los Estados Unidos 1929-2000 – De la crisis de acumulación a la globalización capitalista. Editorial Imago Mundi, Buenos Aires, 2003.

[2Op cit

[3Op cit

[4Op Cit

Brenda Hamilton

Profesora de historia (UBA). Miembro del comité editorial del suplemento Armas de la Crítica.

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