La riqueza de los milmillonarios se incrementó en dos billones de dólares en 2024, tres veces más rápido que en el año 2023 según un informe de Oxfam presentado antes del Foro de Davos. Publicamos una nota de Sebastián Sayago, docente de la UNPSJB, que aborda y pone en discusión, desde una perspectiva anticapitalista, el derecho a la herencia.
Miércoles 22 de enero
En el capitalismo, la herencia es la consagración de la propiedad privada en tanto asegura un derecho de posesión y usufructo que trasciende el límite de la vida de las personas. Pero, además, es la principal causa de asimetría social, porque consolida una clase capitalista cada vez más rica y, por lo tanto, con mayor capacidad para imponer condiciones a los gobiernos nacionales, fortalecer las relaciones de explotación y, así, ampliar sus posibilidades de acumulación.
En un informe reciente, la ong Oxfam Intermón afirma que el año pasado surgieron 204 nuevos milmillonarios en el mundo, es decir, más o menos cuatro milmillonarios por semana. Mientras tanto, en el nivel global la pobreza no ha disminuido e incluso en países como Argentina siguió creciendo, condenando a millones de personas al hambre y la desesperación. Esto confirma algo que todos sabemos: el capitalismo tiende a la concentración de la riqueza y al aumento de la desigualdad social
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Según los cálculos de esta ong, el 60% de la riqueza de esos milmillonarios es heredada, es decir, es la continuidad intergeneracional de una desigualdad estructural. Ahí está la ventaja inicial con la que cada milmillonario joven parte para seguir aumentando su riqueza. El caso de Elon Musk es emblemático.
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La cuestión de la herencia también es uno de los flancos a través de los cuales se puede criticar este sistema global. Por un lado, permite refutar con sencillez el argumento meritocrático capitalista que establece una relación cuasi natural entre cualidades individuales y estatus económico. Esa idea que se expresa sintéticamente en frases como “Cada uno tiene lo que se merece” o “El pobre es pobre porque quiere” y alcanza un grado mayúsculo de ridiculez en la caracterización mileísta de los millonarios como “héroes” o “los verdaderos benefactores de la humanidad”. Tal argumento supone que, si una persona es rica, es porque lo merece, dado que la riqueza es el indicador inapelable de su gran cualidad humana. Y lo mismo vale para sus herederos y los herederos de sus herederos.
Pero ese razonamiento manifiesta su debilidad ante una pregunta muy simple: ¿Qué mérito tiene un niño para nacer millonario o para nacer pobre? La respuesta resulta obvia: Ninguno, no hay mérito. Entonces, resulta evidente que hay injusticia.
De esto se desprende también que un obrero o una obrera no deben sentir vergüenza por tener un hijo o una hija en lo que se denomina hogar pobre (“empobrecido”, sería un adjetivo más adecuado). No es su culpa que su salario alcance para muy poco. Tampoco lo es si no tienen trabajo estable y se ven obligados a realizar changas por poca plata. Es la injusticia estructural del capitalismo. Sí, es comprensible que sientan bronca e indignación porque su hijo padece las restricciones de la pobreza mientras hay niños que nacen en hogares millonarios, rodeados de lujos y cuidados de todo tipo.
Por otro lado, limitar la herencia es poner un freno en la lógica de acumulación capitalista. Hay, al menos, dos modos de hacerlo: instaurar impuestos progresivos o imponer un límite máximo. Un impuesto progresivo podría establecer un porcentaje que se incremente en relación directa con el monto de la herencia: mientras mayor sea el capital, mayor sería el porcentaje a tributar. Esta opción no afecta la naturaleza de la propiedad privada, pero permitiría al Estado obtener ingresos para distribuir parcialmente la riqueza y disminuir las desventajas iniciales. La otra opción, al ser un límite fijo, sí afecta la propiedad privada, porque repercute en la posesión de empresas, paquetes accionarios y otros bienes. El fallecimiento de un multimillonario conllevaría la confiscación estatal de sus propiedades. Ese límite podría tener una movilidad histórica y debería garantizar que los herederos tengan cubiertos los gastos suficientes para cubrir las demandas de vivienda, salud y educación hasta la adultez. Para tener una idea, en este momento podríamos pensar en un máximo de 300 o 400 mil dólares por persona, salvo condiciones excepcionales (por ejemplo, la atención de un cuadro clínico complejo). Claramente, el límite de herencia no afectaría a la gran mayoría de la sociedad. No son muchos los padres que pueden dejar en herencia medio millón de dólares a cada hijo. Estamos hablando de una élite que hasta ahora goza impunemente de sus privilegios.
Por supuesto, el impuesto a la herencia o el establecimiento de límites suponen una gran complejidad legal y administrativa, además de un cambio profundo en el pensamiento social. Y no se nos escapa el hecho de que se estaría realizando una modificación que aspira a ser radical en el contexto de un derecho burgués, construido para mantener el statu quo y garantizar los privilegios de los grandes capitalistas. Como otras cosas que se proponen desde la izquierda, muy posiblemente sea un objetivo que no pueda ser logrado en este estado de cosas, pero su postulación es útil para delinear el horizonte socialista y anticapitalista hacia el que caminamos.
Cuestionar el derecho a la herencia de los multimillonarios es una manera de denunciar la hipocresía y la injusticia sistémica del capitalismo.
Sebastián Sayago
Docente UNPSJB Comodoro Rivadavia