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[EE. UU.] “La clase trabajadora tiene el poder de detener este genocidio”. Entrevista con un activista sindical trabajador universitario

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[EE. UU.] “La clase trabajadora tiene el poder de detener este genocidio”. Entrevista con un activista sindical trabajador universitario

Julia Wallace

Ideas de Izquierda

Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de mayo en Left Voice, parte de la red internacional de La Izquierda Diario en Estados Unidos. El jueves 15 de mayo, 48.000 trabajadores universitarios del sindicato UAW votaron a favor de llamar a una huelga. Se trata del mayor sindicato de trabajadores universitarios del país en hacerlo. Left Voice entrevistó a Peter Ross, miembro del sindicato local UAW 4811, sobre qué es lo que provocó esta votación histórica y la lucha del movimiento obrero por Palestina.

¿Cómo participaron en la acampada? ¿Estaban presentes otros sindicatos?

Somos de Rank & File for a Democratic Union (“activistas de base por un sindicato democrático”), un grupo del sindicato de trabajadores estudiantes de la Universidad de California, del local UAW 4811, que nos constituimos después de la última huelga, en otoño de 2022. Varios de nuestros afiliados han participado de Students for Justice in Palestine (SJP – “estudiantes por justicia en Palestina”) durante varios años. La UC Divest Coalition es una coalición intercampus de los SJP y otras organizaciones estudiantiles en 5 campus de la Universidad de California (UC) con el objetivo de obligar a la universidad a desinvertir sus miles de millones de dólares en inversiones en contratistas militares y revelar sus activos. Ya colaboramos con ellos en acciones anteriores, como en la ocupación de un edificio en la reunión de los regentes de la UC hace un par de meses, lo que provocó una respuesta policial inmediata y desmesurada. Así que hemos construido profundas relaciones con los SJP y otras organizaciones de la Divest Coalition, y participamos desde el principio en la planificación y el apoyo a la acampada. Somos la única organización sindical que forma parte de la coalición, pero he visto a trabajadores de otros sindicatos, como AFSCME (empleados públicos), SEIU (servicios) y el sindicato de techadores, que vinieron a apoyar la acampada casi al final.

¿Qué relación tienen los SJP con la acampada y la organización en la Universidad de California? ¿Qué opinás del resurgimiento del antisionismo entre los judíos y los jóvenes en particular?

La UC Divest Coalition organizó la acampada y viene dirigiendo las protestas en este campus durante los últimos 6 meses, y también durante los últimos años. Los SJP han desempeñado un papel destacado. El grupo Jewish Voice for Peace (JVP – “Voz judía por la paz”) también es parte de la colación. Había muchos activistas judíos en la acampada; un amigo mío judío dijo que nunca había visto tanta matzá [pan judío] en su vida como en la acampada. Varios miembros destacados del grupo de base también son judíos, entre ellos uno que dirigió la acampada de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y que desempeñó un papel decisivo en el mantenimiento de la unidad y la seguridad de la acampada. Así que está claro que los jóvenes judíos antisionistas están desempeñando un papel importante en el movimiento estudiantil, y creo que esto refleja la creciente radicalización de las generaciones más jóvenes en general.

¿Cómo fue la batalla de la acampada?

Los organizadores estudiantiles estaban al tanto de cómo se habían hecho las acampadas de las otras universidades y entonces estaban bien preparados. Empezamos a armar la acampada a las 4 de la mañana de un jueves para evitar que nos detuviera la seguridad del campus. A las pocas horas empezaron a llegar personas que se manifestaban contra nosotros: gente que entraba, gritaba y nos encaraba, pero estábamos preparados. Ya habíamos armado una barricada y asignado encargados de seguridad que tenían instrucciones de reducir la tensión. Pero creo que el número y la ferocidad de los contramanifestantes superaron nuestras expectativas y, al segundo día, la situación ya era muy tensa y extenuante, mientras intentábamos evitar que decenas de agitadores entraran en el campamento, donde querían grabar videos de los estudiantes o intentar interrogarlos y acosarlos verbalmente. Aun así, las cosas se mantuvieron muy tranquilas por nuestra parte. Tuvimos reuniones y asambleas, hicimos séder de Pésaj, armamos una “Biblioteca Popular” con libros que los acampantes donaban para prestarse unos a otros.

Fue el domingo (28 de abril) cuando las cosas empezaron a dar un giro. Ese día estaba convocada una gran contraprotesta sionista. Los miembros del Movimiento Juvenil Palestino (PYM) acudieron a apoyar el campamento. Las dos protestas se encontraron cara a cara y los contramanifestantes sionistas iniciaron un enfrentamiento físico. Durante dos horas, varones sionistas de gran tamaño se lanzaron contra la cadena humana que habíamos formado, insultando y profiriendo agravios racistas, golpeando a la gente con astas de banderas, tocando bocinas en los oídos de la gente y, en algunos casos, rociando a la gente a quemarropa con gas. Un miembro de nuestro grupo recibió un puñetazo en la cara. Después de eso, el hostigamiento siguió aumentando: descargas de ruido a toda hora, grupos itinerantes de tres o cuatro personas tratando de encontrar una manera de entrar, de traspasar las barricadas y gritando amenazas. Se hicieron presentes los Proud Boys [grupo varonil fascista] y youtubers fascistas, en un caso esgrimiendo un cuchillo. El lunes, un grupo de unos 50 jóvenes intentó tomar por asalto la entrada principal hacia la medianoche. Salimos con pallets de madera y escudos armados con tachos de basura, nos armamos en filas y los obligamos a retroceder. Todo esto fue el preludio de la turba fascista que atacó el martes por la noche.

Alrededor de las 11 de la noche del martes, escuché una explosión fuerte. Unos segundos más tarde, vi cómo salía disparado un fuego artificial directamente contra una carpa y explotaba en el suelo, y cómo los estudiantes que estaban cerca gritaban. Corrí hacia las barricadas que estaban adelante y vi a un grupo grande de sionistas que estaban reunidos justo fuera de la acampada, que parecían haber salido de quién sabe dónde. Estaba claro que se habían organizado bien. La multitud creció rápidamente hasta que llegaron a ser más de 200. Casi todos los acampantes fueron a defender las barricadas, pero nos superaban claramente en número.

Los sionistas empezaron a arrojarnos cosas, a gritar insultos y amenazas, apoderándose de las barricadas. Entre ellos había varias personas con máscaras blancas, amenazantes. Apenas podíamos conjeturar hasta dónde llegarían, o qué armas habían traído. El grupo más numeroso pareció avanzar decididamente, gritando, y me pareció que iban a romper las barricadas y empezar a golpear a la gente. Pero creo que las barricadas eran un poco más resistentes de lo que esperaban y no consiguieron traspasarlas, así que todo se convirtió en un largo forcejeo en el que ellos intentaban arrancar las vallas metálicas y las barricadas de contrachapado o intentaban empujarlas hacia nosotros, y nosotros intentábamos aferrarnos a los trozos de madera sin que nos destrozaran las manos.

Empezaron a estallar pequeñas nubes de gas lacrimógeno aquí y allá, que intentábamos dispersar con paraguas, mientras ellos intentaban aprovechar que nuestra gente tosía y retrocedía para arrancar la madera contrachapada. También se acercaban a los agujeros de la barrera de contrachapado e intentaban disparar gas pimienta directamente a los ojos de la gente. Algunas personas recibieron puñetazos o golpes con postes y sé que unas 25 tuvieron que ir a una guardia médica. Sé de una persona a la que le destrozaron gravemente la mano mientras sujetaba una barricada, alguien a quien le perforaron el pie con un poste, una chica que tenía la cara llena de sangre. Algunos de los peores actos de violencia los sufrieron algunas personas de nuestro bando que defendían las barricadas desde fuera (o que se habían quedado afuera y no habían podido volver a entrar). Sin la protección de las barricadas, los atacaron y golpearon por todos lados, los patearon cuando caían al suelo, etc.

Durante todo ese tiempo, los “contramanifestantes” (yo los llamo simplemente fascistas) gritaban todo tipo de insultos racistas, amenazas, etc. a todo pulmón. Durante tres horas, hasta las dos de la madrugada, los estudiantes -la mayoría de grado, de entre 18 y 20 años- sostenían valientemente su posición, se daban ánimo entre sí, trataban de evitar una escalada y de impedir que los nuestros tomaran represalias. La gente de nuestro bando no paraba de gritar que no respondieran, que no devolvieran nada, etc., y nosotros coreábamos “¡Aguanten por Palestina!”, “¡No tenemos miedo, no nos vamos!”, etcétera. Cuando finalmente la policía entró, dejó que los matones fascistas se marcharan sin problemas.

Leí un artículo en un medio de comunicación del establishment que daba a entender que el ataque fue una especie de estallido espontáneo de ira, pero no me cabe duda de que estaba planeado. Estaban allí para dispersar físicamente el campamento, o al menos para golpear a los acampantes e intimidarnos para que nos fuéramos. No hay duda de que la administración de la universidad era consciente de lo que estaba ocurriendo, y claramente tomaron la decisión de dejar que ocurriera. El administrador de la UCLA, Gene Block, según escuchamos, observó todo durante un buen rato desde una ventana que daba al campamento.

Al día siguiente, la administración de la UCLA anunció que enviaría a la policía para barrer el campamento. La comunidad universitaria dio una gran muestra de apoyo. Alrededor de 1.000 estudiantes se concentraron en las entradas del campamento para impedir la entrada de la policía, que se vio obligada a retrasar la hora de la redada, de las 18:00 hasta la medianoche.

Cuando llegó la policía, logramos contenerla durante varias horas. Cuando la primera oleada de policías se abrió paso por una entrada, se encontraron con una multitud de cientos de personas, y conseguimos expulsarlos completamente del campamento. Otro grupo de policías que intentó entrar por una escalera no pudo hacerlo durante varias horas. Cuando eso no funcionó, enviaron a la Patrulla Vial de California, totalmente equipada con material antidisturbios, para derribar las barricadas. Nos dispusimos en filas, de cinco a seis personas, nos agarramos unos a otros, colocamos “escudos” de madera contrachapada y plástico al frente, y nos pusimos a cantar “¡No les tenemos miedo, no nos vamos!”, e impedimos que la policía antidisturbios entrara durante dos horas, antes de que finalmente traspasaran la barricada. Creo que fue una poderosa declaración de determinación y fuerza por parte de la acampada.

¿Qué motivó la votación de la huelga de los trabajadores universitarios del UAW? ¿Fue una iniciativa de las bases o de los dirigentes?

Las bases han estado a la cabeza, al menos en este campus, desde mucho antes de octubre. En una asamblea de afiliados celebrada inmediatamente después del 7 de octubre, planteamos la necesidad de una respuesta de nuestro sindicato a la inminente invasión de Gaza. Nuestra junta ejecutiva estadual no tardó en publicar una insípida declaración de alto el fuego, pero nosotros argumentamos que no era suficiente y en la siguiente reunión de afiliados, en noviembre, presentamos una resolución de apoyo al movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). En un principio, la mayoría de nuestros dirigentes en la UCLA se opusieron a esta resolución, pero logró el apoyo suficiente de los miembros presentes en la asamblea. Difundimos la resolución, y pronto fue presentada por grupos de base en otros campus de la UC, y consiguió ser aprobada en cinco de ellos, aunque fue bloqueada por la dirección en otros dos. Las resoluciones nunca se dieron a conocer a los afiliados, a pesar de nuestras numerosas peticiones a la dirección para que lo hicieran.

Una de las cosas que incluían las resoluciones era un llamamiento a una campaña educativa y un referéndum sobre el BDS en todo el estado de California. Tuvimos en cuenta el referéndum de BDS de 2014 en nuestro sindicato regional como ejemplo de lo que se podía hacer. Se había llevado a cabo una larga y exhaustiva campaña educativa y se consiguió aprobar un respaldo al BDS, a pesar de una decidida campaña sionista por el no. Pero la dirección nacional del UAW intervino y anuló el resultado. En enero, aparentemente para evitar un referéndum motorizado por las bases, la dirección de nuestro sindicato anunció con poca antelación un referéndum para los dos primeros días a partir del nuevo período de gestión sobre si “ratificar” o no la declaración de la junta ejecutiva que llamaba al cese del fuego. No hubo tiempo para una campaña educativa y probablemente la mayoría de los afiliados ni siquiera sabían que se iba a celebrar el referéndum. El BDS quedó relegado a una nota a pie de página. Aun así, la declaración oficial de cese del fuego tuvo un apoyo abrumador. Durante este tiempo, la agrupación de activistas de base del sindicato, como parte de la UC Divest Coalition, ayudó a organizar las manifestaciones contra el genocidio que se estaban convocando en el campus.

En su haber, aunque la dirección local no participó en la organización de la acampada, algunos de ellos acudieron en apoyo en momentos críticos. Vi a varios dirigentes sindicales de nuestra comisión interna de la UCLA durante la contraprotesta sionista del domingo, y volvieron el martes por la noche para defender el campamento de la turba fascista. Tuve la oportunidad de hablar con ellos después del ataque, incluidos el presidente de la regional y el presidente de la comisión interna. Todos estábamos conmocionados por lo que acabábamos de ver y estuvimos de acuerdo en que el sindicato tenía que tomar medidas inmediatas, incluyendo decidir un llamado a huelga. Así es como fue convocada la huelga por la dirección de nuestro sindicato regional, que merece cierto reconocimiento por ello. Sin embargo, yo diría que la organización llevada a cabo por los activistas de base ha sido fundamental para conseguirlo, aunque no tengamos ningún poder institucional.

Hay mucho desacuerdo entre los grupos de base sobre lo que hace la dirección del sindicato, porque siempre hemos sabido que son oportunistas y que dirigen el sindicato verticalmente. Mi opinión es que la dirección del sindicato, al menos en UCLA, realmente quiere una huelga - una huelga limitada y vertical como siempre, con mucho hermetismo sobre las tácticas a emplear y los objetivos (por ejemplo, nadie había oído hablar de la fecha límite del 30 de junio hasta que vimos las boletas para votar), pero es una huelga al fin y al cabo. En Berkeley, los dirigentes han clausurado por completo la posibilidad de una huelga, a pesar de los esfuerzos organizativos de las bases. La dirección ha llegado incluso a llamar por teléfono a sus miembros para decirles que NO hagan retención de tareas porque no están en huelga. En UCLA, la situación es muy diferente. Somos activistas y estamos listos para ir a la huelga. La dirección no se reunirá hasta mañana para discutir una fecha de inicio, pero si no nos convocan para el lunes (20 de mayo), seguiremos adelante sin ellos.

¿Qué importancia tiene ahora la decisión de ir a la huelga?

El 15 de mayo supimos que la votación sobre la huelga había dado resultado positivo, con el voto de casi 20.000 afiliados, con un 79% a favor. Los resultados se anunciaron en un acto conjunto con los SJP y la Divest Coalition el Día de la Nakba desde las escaleras del Royce Hall, donde había estado el campamento un par de semanas atrás. Es una declaración política significativa, y muestra hasta qué punto se han radicalizado los miembros del sindicato, sobre todo en este campus. Una huelga como esta hubiera sido imposible antes de la acampada, y en particular antes del ataque de la turba fascista, que arrancó la máscara de los “manifestantes” y mostró la verdadera naturaleza del sionismo a muchos de nuestros compañeros en nuestro propio campus.

Esta huelga es significativa por ser una de las primeras veces que el movimiento obrero ha empezado a asumir las reivindicaciones de las protestas estudiantiles, sobre todo la campaña por el boicot a Israel. Esto es muy importante, entre otras cosas porque podría seguir escalando y atraer a más trabajadores. La regional 10 del ILWU [sindicato de portuarios de la costa oeste] ha presentado una resolución sorprendente que llama a todo el ILWU a negarse a embarcar carga militar destinada a Israel. Teamsters Mobilize, un grupo de base de los Teamsters [camioneros], ha emitido una declaración en solidaridad con nuestra huelga llamando a no cruzar nuestros piquetes de huelga, aunque la burocracia de los Teamsters hasta ahora no ha dicho ni una palabra. Los trabajadores técnicos de UPTE también han llamado a no cruzar nuestros piquetes, y también hemos obtenido el apoyo de algunos miembros de la AFT [sindicato docente]. Lo que hace falta ahora es ampliar aún más el movimiento contra la guerra en la clase obrera. La agrupación de activistas de base de la UCLA está planeando organizar una reunión intersindical la semana que viene, para poner en contacto a trabajadores de base de diferentes sindicatos y, si tenemos suerte, formar un comité conjunto de coordinación.

Esta huelga también es significativa porque nos enfrenta directamente al Partido Demócrata. Fue el gobernador de California, Gavin Newsom, quien llamó a la Patrulla Vial para reprimirnos. Sabemos quiénes son los regentes de la Universidad de California y contra quién estamos luchando realmente.

Se atribuye casi exclusivamente la culpa por la actuación policial al administrador de la universidad, Block, pero es impensable que un enfrentamiento de tres horas con una turba violenta en el campus de una de las principales universidades de California pudiera haber ocurrido sin que estuviera enterada la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, o del gobernador Newsom. Sin duda, los sionistas de la Junta de Regentes de la UC hubieran deseado que nos reprimieran antes. Los propios regentes de la UC están formados en gran parte por magnates ultra ricos y agentes políticos, y la UC, como una de las instituciones clave del estado, está estrechamente relacionada con el Partido Demócrata californiano. Cuando planteamos la exigencia de la desinversión contra Israel entramos en conflicto directo con los contratistas militares con sede en Los Ángeles y las empresas tecnológicas de San Francisco, así como con los intereses políticos que gobiernan California.

Los ataques policiales contra las protestas de la Universidad de California forman parte de una implacable represión por parte de la clase política en todo el país. El administrador Block comparecerá ante el Congreso la próxima semana, en el mismo momento en que el campus de la UCLA va a estar en huelga. No cabe duda de que los políticos de derecha que lo van a interpelar le exigirán medidas aún más duras para disolver la huelga.

El propio UAW tiene vínculos con el Partido Demócrata. Su presidente, Shawn Fain, tiene una contradicción. Mientras, por un lado, hace declaraciones solidarizándose con los estudiantes y sus derechos democráticos, por el otro apoya a Genocide Joe Biden a presidente, y vota en contra de la resolución de su sindicato por la desinversión. Los demócratas son los que atacan a los estudiantes. Cuando la universidad despliegue a la policía contra nuestros piquetes y la clase política se manifieste en contra del derecho de los sindicatos a adoptar una postura política, el UAW tendrá que elegir de qué bando estar.

Pero la burocracia del UAW está subordinada políticamente a los demócratas, y nuestros dirigentes regionales -a pesar de que algunos de ellos han mostrado cierto radicalismo en las últimas semanas, incluso tomando la iniciativa de convocar una huelga- siguen formando parte de esa estructura. El poder de las bases es la alternativa al aparato sindical. Lo construimos tomando los asuntos en nuestras manos, educándonos y organizándonos, y construyendo instrumentos de democracia directa, como las asambleas populares, que pueden empezar a transferir la potestad sobre el desarrollo de una huelga de manos del aparato sindical hacia los trabajadores de a pie.

La cuenta de Instagram de la agrupación de activistas de base mencionó este apoyo a la huelga, pero al mismo tiempo la necesidad de ampliarla. ¿De qué manera debería ampliarse la huelga y por qué creen que las reivindicaciones podrían ir más allá?

Una reivindicación clave que ha quedado fuera de las reivindicaciones oficiales de la huelga es “¡Fuera la policía del campus!”. Creemos que los acontecimientos de las últimas semanas demuestran de manera contundente que la vigilancia policial del campus pone en peligro a estudiantes y trabajadores. La nueva Oficina de Seguridad del Campus del administrador Block, dirigida por el zar policial del campus, Rick Braziel, es un intento de ampliar aún más las prerrogativas policiales en este campus. Hay que disolver esa oficina inmediatamente. Y tenemos que ir más allá, y hacer retroceder la militarización y el control policial del campus, que pone en peligro especialmente a nuestros estudiantes de color, y sustituir el departamento de policía de la Universidad de California por un comité de seguridad de la comunidad dirigido por trabajadores, estudiantes y otros miembros de la comunidad universitaria, y responsable ante nosotros, no ante el administrador.

También tenemos que clarificar y concretizar qué entendemos por respeto al derecho a la libertad de expresión, y qué entendemos por desinversión, y alinear estas demandas con las del movimiento estudiantil y las acampadas. Estos son los problemas que la ampliación de nuestras demandas pretende abordar.

Los trabajadores de la UC fueron a la huelga hace unos años. ¿Eso influyó en algo en la regional sindical de ustedes y en esta votación?

Sí, la agrupación de activistas de base se formó a partir de la huelga. La huelga radicalizó a los compañeros, los inició en cómo organizarse y en las posibilidades de una huelga, y también a muchos de nosotros nos mostró lo que es la burocracia sindical. Vimos de primera mano una dirección que no respondía a los afiliados, que centralizaba el poder y tendía a excluir a los grupos más pequeños y vulnerables de estudiantes trabajadores.

Esta vez, tenemos experiencia en acciones disruptivas como los piquetes, en mantener el entusiasmo entre nuestros compañeros y en luchar por la democracia sindical, y estamos preparados para iniciar una nueva y poderosa ronda de acciones directas. Creo que tendremos la mitad de efectivos que en la última huelga (quizá una cuarta parte aquí en la UCLA), pero el doble de activistas. A diferencia de la última vez, nuestro grupo hará piquetes y acciones directas disruptivas desde el vamos. Tenemos cientos de estudiantes trabajadores que nos ayudarán, y los dirigentes no están en posición de frenar estas acciones. También planeamos celebrar asambleas populares, inspiradas en las de la UNAM en Ciudad de México, que se encargarán de planificar la dirección de la huelga. Consideramos que estas asambleas son un medio clave para construir poder desde las bases y una alternativa a la forma verticalista en la que se dirige actualmente nuestro sindicato.

Nuestra dirección quiere que esta huelga funcione como una “huelga escalonada”, en la que los campus irán entrando en huelga uno por uno, y puede que no lleguen a entrar todos. No compro esta estrategia. Creo que es básicamente una forma de distorsionar las cosas dando a entender que hay campus que están menos preparados para la huelga que otros. Nuestros dirigentes nos dicen que maximizar el secretismo sobre el calendario de las huelgas “maximizará el caos” para la UC, pero creo que los afiliados tienen que participar en la determinación de cuándo se empieza la huelga. Una huelga fuerte y unificada tendrá un impacto mucho mayor en la universidad que cualquier “caos” debido a un calendario incierto.

La situación es explosiva. La policía atacó a la UC Irvine y Berkeley ayer mismo (15 de mayo), y opino que la UC va a intentar golpear al sindicato también, tanto con acciones legales como probablemente con la policía. Si los demócratas se atreven a atacar a los miembros del UAW en los piquetes con la policía, solo nos queda recurrir al movimiento obrero para que nos defienda. Si hay sectores más amplios del movimiento obrero que comiencen realmente a asumir esta lucha, podemos ganar esta batalla por la desinversión. Solo somos un pequeño sindicato regional, pero la clase obrera tiene el poder de detener este genocidio.

Traducción: Guillermo Iturbide


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