Desde mediados del siglo XIX varias son las imágenes que se atribuyen a Manuel Belgrano, como una de las figuras que evoca el proceso que se inicia en Mayo de 1810. Político ilustre. Integrante de la Primera Junta. Creador de la bandera nacional.Hombre de acción y jefe militar del ejército independentista. Los usos de su figura han seguido un curso transversal, manipulada por las necesidades y coyunturas políticas de los grupos dominantes en función de afianzar sus liderazgos y valores.
El enigma de Belgrano. Un héroe para nuestro tiempo, es una de las últimas obras del historiador argentino Tulio Halperin Donghi, publicada en 2014 por la editorial siglo XXI. En ella el autor propone recorrer la vida de Manuel Belgrano desde una perspectiva original, teniendo en cuenta la tradición académica del país, generosa en biografías políticas. Sin embargo, lo que podría sospecharse como una biografía, estrictamente no lo es. Solo conoceremos una etapa en la trayectoria de Belgrano, la que se inicia con su arribo a España para completar sus estudios de Leyes (1790), y concluye cuando comienza a derrumbarse la resistencia de las fuerzas criollas en el Alto Perú (1814). La elección no es arbitraria. En la “Introducción” el autor nos adelanta que en estos años turbulentos es posible encontrar la respuesta al enigma planteado en el título del libro: los motivos por los cuales es el personaje patrio de consenso, que no ha sido impugnado por..., “esa litigiosa comunidad (...) que ha logrado finalmente no dejar títere con cabeza” (p. 24).
El libro se inicia con la lectura rigurosa y creativa de una serie de testimonios consagrados, como el del general José María Paz en sus Memorias (1855) y la clásica Historia de Belgrano de Bartolomé Mitre. Halperin Donghi señala que en el primer caso, la admiración se convierte en erosión inmediata “en un crescendo que sugiere que Paz está decidido a no detenerse hasta haber destruido por entero la reputación del virtuoso y digno general cuyo aval había comenzado por evocar” (p. 32). En el segundo caso, es rescatado por el autor del gran relato identitario del país, por el que sería su único aporte, ser el creador de la bandera, “con un temple de ánimo en que la admiración se mezclaba con la compasión” (p.34). Contradicciones de la historiografía liberal que ha corporizado el mandato de la nación naciente en la suma de grandes hombres políticos y que, a pesar de sus contrastes, sigue honrando las imágenes de los héroes que nos ha legado. Llegados a este punto, el enigma lejos de esclarecerse se mantiene. Halperin Donghi nos obliga a volver al punto de partida para ofrecernos su primera pista: “la clave para el enigma Belgrano debemos buscarla en el mismo Belgrano” (p. 34).
El pasaje de la travesía son los documentos y el intercambio epistolar del personaje y su entorno familiar, el otro protagonista colectivo de la historia y del enigma. La familia Belgrano Peri, de origen genovés, que compartía las características de los grupos mercantiles rioplatenses de la época, es presentada como una empresa comercial en la que los hijos mayores, Domenico y Manuel, cargaban con la pesada herencia y expectativa de mantener el preciado linaje familiar, “pues el dinero constante no es sólo para ellos el reducto central de la fortaleza que deben defender sin tregua (...) es en su vida la relación de medida de todas las cosas” (p. 48). El autor parece encontrar en esta situación un condicionante en la trayectoria futura de Belgrano. Una carrera iniciada como funcionario de la Corona española y luego al servicio de la revolución, construida bajo las expectativas y la impronta de su pertenencia familiar en tensión permanente con el mandato que la convulsiva realidad política le impondría. El autor construye el itinerario a través de los proyectos que Belgrano realiza siendo funcionario del Consulado (pp. 80-85); analizando el conjunto de medidas que proyecta para los Treinta Pueblos de Misiones (pp. 90-92) con el fin de ganar a sus habitantes a la causa criolla; a partir de la donación que la Asamblea de 1813 le otorga por la victoria obtenida en Salta y destina a la fundación de escuelas elaborando los artículos del reglamento para su funcionamiento (pp. 94-100) o su actuación como jefe militar en el giro hacia la profesionalización de las milicias. En todas ellas fue encontrando imposibilidades o el conocimiento y preparación insuficiente para implementarlos. Halperin Donghi se pregunta:
… qué puede haber llevado a (...) ignorar en sus propuestas las más obvias consideraciones de sentido común, se hace claro que mucho influye en ello la preocupación por satisfacer las expectativas de sus padres que confiaban en que con proyectos tan audaces y novedosos conquistara para la dinastía comercial (...) un lugar tan eminente en el mundo de las ideas como el que ellos mismos estaban conquistando en el de los negocios (p. 81).
Aparece entonces la opacidad del personaje. Las inconsistencias entre aquello que predecía y asumía convencido, y los límites que le ofrece la realidad. El libro alcanza en este punto su mayor torsión pues podría develarse el enigma. El consenso historiográfico radicaría en admitirlas como dadoras, en última instancia, de cierta humanidad, enalteciendo a quienes logran transcenderlas al servicio de la patria y dejar a salvo al prócer. Tampoco. Solo hacia el final del libro y de manera abrupta se intuye que no son estas inconsistencias las que mantienen a Manuel Belgrano en el panteón de los próceres argentinos, sino su relación con el coronel Manuel Dorrego. Halperin Donghi encuentra la clave “en el vínculo que lo unía con quien lograba a duras penas contener el fou rire que le provocaba oír su voz mientras se desvivía por protegerlo con una afectuosa solicitud” (p. 113). En síntesis, sería el aval del caudillo popular que ungió a Rosas como su heredero el que logra
… que una entera nación, envuelta hoy más que nunca en una despiadada guerra, se vuelva reverente hacia la memoria de Manuel Belgrano y reconozca en él a un héroe. Un héroe afectado por una suerte de anonimato (...) lo que hace de él un prócer apropiado para este inhóspito tercer milenio (p.113).
Hipótesis por cierto polémica, no solo por la fragilidad argumentativa que el autor le dedica en el libro, sino porque poco ilustra la incógnita que revela y convierte su análisis documental en desazón interpretativa.
Esta obturación, sin embargo, no anula la validez de la obra. Es posible reconocer en el trabajo de Halperin Donghi el tiempo propio de los procesos históricos, la marca bradeuliana de su obra, insustituible para comprender el de los personajes que relata. Es indudable que Belgrano emerge en la lectura como uno de los protagonistas de un momento clave, el de la crisis colonial y la construcción de un nuevo orden político, cuyo desenlace aún no está definido y debe ajustarse a los requerimientos del momento, sea en el frente militar o a través de la palabra. Halperin Donghi interroga al personaje como actor de ese proceso político. Lo interroga en el pasaje del intelectual/pensador (sobrevalorado en su opinión) convertido en hombre de acción y en la articulación de los discursos y la intervención política. Halperin Donghi ha tratado en otros trabajos esta problemática y ha generado una vertiente analítica a propósito de los discursos que inauguran el proceso de ruptura colonial, distinguiendo aquello que designan concretamente y aquello a lo que apelan como fuente de legitimidad.
Detectar las distorsiones del discurso histórico puede incomodar el sentido común del uso público del pasado. Pero es solo un primer paso. Cuando Halperin Donghi discute el enigma Belgrano la exterioridad teórico-política es tan intransigente, como diría Omar Acha [1], que los contendientes son difícilmente reconocibles. Resolver el enigma historiográfico sin apelar a los mecanismos de instrumentación del Estado y las acciones culturales en la formación de la identidad nacional y sus próceres, e incluso las formas de su afianzamiento en el presente, es un nudo con el que la obra de Halperin Donghi no dialoga. El contrapunto de versiones sobre el prócer, la vulnerabilidad e incluso la posible perspicacia del personaje, no alcanzan para demoler ni los usos ni el artefacto que lo convierte en eso, una invención política llamada “héroe de la patria”.
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