El Cordobazo, la semiinsurrección del 29 de mayo de 1969, que derrotó a las fuerzas policiales e hirió de muerte a la dictadura de Juan Carlos Onganía abrió una etapa revolucionaria en Argentina y con ella un debate estratégico sobre qué lecciones dejaba para enfrentar a la burguesía y el imperialismo.
Beba y Beatriz Balvé, y el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales, fueron pioneras y un clásico ineludible en el estudio sobre los hechos de masas producidos en Córdoba en 1969 y 1971. Sus abordajes sobre la huelga de masas, el despliegue de las fuerzas sociales y la lucha callejera, son fundamentales para comprender los grandes levantamientos setentistas en Argentina. En este artículo nos proponemos desentrañar las concepciones teóricas y estratégicas de las hermanas Balvé para interpretar las luchas del movimiento obrero y sus perspectivas en los ‘70.
Frente único, huelga política y semiinsurrección
Para las hermanas Balvé el frente único de los grandes sindicatos motoriza y dirige la semiinsurrección cordobesa.
El protagonismo y capacidad de liderazgo en el Cordobazo es de los sindicatos SMATA y la UOM (Sindicato Mecánico Automotor y Unión Obrera Metalúrgica) al que acompaña Luz y Fuerza, sindicato que agrupa a obreros y empleados del sector estatal y de servicio. La situación descripta que unifica a todos, diluye la separación y distinción de los sindicatos organizados en nucleamientos ideológico políticos, como ser las 62 organizaciones peronistas y los Independientes. Este es uno de los atributos del Cordobazo. A la vez, la forma de lucha huelga general con movilización, hace al mecanismo del proceso de centralización y dirección de la lucha que permite la recuperación de la iniciativa por parte de la clase obrera. La lucha finalmente toma forma de enfrentamiento social cuando intervienen las Fuerzas Armadas, siendo una lucha entre el estado y las masas continuando el Rosariazo de mayo (21-5-69). La huelga general nacional del 30 de mayo articula la lucha del 29 en Córdoba con el proletariado nacional [1]
Las hermanas Balvé resaltan una de las tendencias objetivas del Cordobazo, su realización gracias al frente único obrero de los grandes sindicatos que permitió juntar los volúmenes de fuerza suficientes para enfrentar la represión y dar paso a la huelga política. Es sobre la base del frente único que las masas logran desplegar sus fuerzas y dar paso a las barricadas. Pero en este punto la dirección de los sindicatos deja de controlar la situación, desborde que las hermanas Balvé reconocen, y se abre paso la insurrección. El estallido luego del asesinato del obrero de IKA, Máximo Mena, escapa a la lógica con que concibieron los sindicatos cordobeses la jornada, algo similar a lo que Rosa Luxemburgo llamaba “una huelga de protesta” limitada a sus objetivos inmediatos y una demostración política de oposición a la dictadura. Los acontecimientos van a tomar la dinámica de lo que la marxista polaca definía como “huelga de combate”, una huelga política de masas que choca abiertamente con el gobierno y el Estado capitalista.
Pero el Cordobazo fue más que una huelga política de masas, fue una semiinsurrección, es decir una insurrección incompleta que logró derrotar a las fuerzas policiales pero no pudo resistir exitosamente la ocupación militar. La semiinsurrección careció de armamento y de organizaciones de combate que coordinaran la acción de las masas. La misma fue intentada al calor de los combates callejeros en la incipiente coordinación entre las barricadas, pero fue insuficiente. La semiinsurrección careció de una dirección consciente, que hubiera preparado la acción de las masas.
La posición de las autoras, si bien reconoce el desborde de las bases, identifica a la dirección sindical como promotora, por el llamado al paro y movilización, del levantamiento insurreccional. Si la insurrección de mayo de 1969 resultó incompleta y sin los medios necesarios para su victoria, es en primer lugar responsabilidad de la propia dirección sindical. Como bien cita Eduardo Castilla en este artículo al propio Agustín Tosco diciendo sobre el Cordobazo:
Si salía siquiera una décima parte de lo preparado todo iba a salir bien. Bueno, creo que salió al revés: no fue una décima parte, fue multiplicado por diez y ha tenido resonancia mundial. Creo que el hecho se ha de registrar en la historia de la lucha del movimiento obrero.
Un reconocimiento de que no se habían preparado para un hecho insurreccional y que fueron ampliamente superados por los acontecimientos. O en el mejor de los casos lo habían preparado de manera deficiente.
Como señalamos en este otro artículo:
...el Cordobazo no fue preparado como un levantamiento insurreccional porque jamás fue el objetivo de sus dirigentes en su mayoría representantes de diversas fracciones sindicales del peronismo, ni siquiera de su ala izquierda representada por Agustín Tosco y Luz y Fuerza. Desde este punto de vista adjudicar la realización del Cordobazo a la acción de los sindicatos como supo hacerlo Elpidio Torres entonces dirigente del SMATA, es adjudicarle a la dirección de los sindicatos un papel que no tuvieron ni buscaron.
Las autoras del CICSO pierden de vista que los sindicatos, una vez desatada la semiinsurrección dejan de ser el centro de gravedad de la situación, que se traslada a las barricadas, y a su vez las organizaciones gremiales no son las organizaciones de combate que la clase trabajadora necesita para que la insurrección triunfe. El Cordobazo da a luz a una tendencia general a la autoorganización de los trabajadores, como las barricadas, su coordinación informal y la autodefensa, que se va a plantear como una posibilidad y una necesidad en las sucesivas fases del ascenso revolucionario, tendencia que se manifiesta en oposición a la dirección mayoritaria de los grandes sindicatos.
Dos ciclos del ascenso de masas
Para las hermanas Balvé el ascenso de masas tiene su punto de partida en
tres combates sociales de 1969, logrando tomar forma de insurrección proletaria. A partir de allí, se desarrolla y profundiza la tendencia de la hegemonía proletaria. Cuando una lucha parte de obreros con sus sindicatos y entra en relación con fuerzas de seguridad toma forma de lucha de masas.
De los hechos de masas de 1969 las Balvé describen dos ciclos o secuencias. Según las autoras ambos ciclos expresan dos tendencias, la de la vanguardia proletaria y la de las masas:
...el ciclo de luchas, Córdobazo-Viborazo-Navarrazo, ilustra la conformación de una fuerza social en formación, su descomposición y finalmente su derrota. El otro ciclo, Rosariazo-Córdobazo-Rosariazo y que culmina en las jornadas de junio-julio de 1975, muestra la correlación de fuerza de un proceso insurreccional donde la meta es el poder, efectivamente subversivo ya que intenta subvertir el orden establecido.
Los dos ciclos que describen las hermanas Balvé representan dos tendencias, la de la vanguardia combatiente de la clase obrera, que se descompone por la emergencia de la lucha ideológica (entendida como lucha de estrategias y partidos) y la tendencia insurreccional nacional de las grandes masas que se harán sentir en la huelga general y las movilizaciones contra el Rodrigazo.
Vanguardia obrera y burocracia sindical en la Córdoba insurgente
Sitrac-Sitram es el producto más genuino del Cordobazo y un emblema del proletariado combatiente del pos Cordobazo. La oposición a la burocracia, el capitalismo y el imperialismo, el apego a la democracia sindical y su experiencia de doble poder en la FIAT, es un ejemplo que alumbrara a la vanguardia obrera del período. El enfrentamiento entre la vanguardia clasista y la burocracia sindical es el choque entre dos fuerzas materiales claramente diferenciadas en sus intereses. La ausencia de una reflexión sobre el significado profundo del clasismo y la ausencia del concepto de burocracia sindical como una casta que defiende privilegios, caracterizan la reflexión de las hermanas Balvé.
La dirección clasista en 1971, influida por la política ultraizquierdista de Vanguardia Comunista, se oponía al frente único obrero y se negaba a disputar a la base de los grandes sindicatos cordobeses y esa era una falencia. El otro gran error del clasismo fue no dar paso a la constitución de un partido de clase para organizar políticamente a la vanguardia obrera. En contrapartida la burocracia sindical peronista tenía como enemigos a los obreros clasistas y el ala izquierda de los grandes sindicatos encabezada por Tosco planteaba un “sindicalismo de liberación” partidario de la conciliación de clases enfrentado a los postulados clasistas.
En el Viborazo los clasistas lograron realizar un hecho de masas más acotado que terminó por imponer la renuncia del interventor que había jurado partir de un tajo la cabeza de la serpiente roja, José Camilo Uriburu. Pero producto del aislamiento y hostigamiento de parte de las direcciones burocráticas y de sus propios límites políticos, el SITRAC SITRAM será derrotado tiempo después.
La conclusión de las hermanas Balvé es que
la unidad política económica se efectivizó en el Cordobazo, habida cuenta que unificó a la clase obrera en una lucha por la defensa de sus intereses. El término de unidad como clase obrera se lo dio la lucha económica. Cuando interviene en lucha ideológica se fracciona −el Viborazo− para llegar al Navarrazo donde se fractura el movimiento obrero en una lucha al interior del movimiento político-peronismo- del que forma parte.
Pero la unidad política entre la vanguardia obrera que busca enfrentar abiertamente al capital y su estado y la burocracia sindical que busca conciliar con los patrones y el estado capitalista, es un imposible, ya que unos expresan la tendencia a la revolución y los otros a la reforma, unos responden a los mandatos de sus bases, los otros a la defensa de sus privilegios particulares. Ya no hay interés común por el simple hecho que después del Cordobazo y con José Ignacio Rucci, a partir de la muerte de Augusto Vandor, a la cabeza de la CGT, la política de la burocracia sindical es la de disciplinarse a Perón y poner coto a la tendencia insurreccional y a la autoorganización que expresaban los clasistas.
Las autoras encuentran que:
La explicación del Navarrazo reside, en que el gobierno de Obregón Cano y Atilio López estaba determinado por la presión de la lucha de los asalariados en Córdoba y su disposición a las movilizaciones y el gobierno nacional en institucionalizar las luchas dentro del sistema institucional. Es decir, todos compartían el camino del capitalismo de estado, pero había una división acerca de la vía a realizarlo. Desde el Estado o desde las masas. Y resulta ser que el gobierno nacional era la expresión de una fuerza mayoritariamente expresada en las urnas. Por lo tanto, podía ser una revolución nacional pero no socialista.
Para ellas la crisis del movimiento obrero cordobés es la de la ruptura del frente común con la burguesía nacional y del objetivo de la lucha por un capitalismo de estado. Pero para imponer la línea de la supuesta “revolución nacional” Perón y la burocracia sindical son agentes de una política contra el ascenso obrero. En 1973 firma el Pacto Social y se integra a las bandas de ultraderecha que van a formar las Tres A contra la vanguardia obrera y la izquierda. La burocracia sindical va a ser uno de los puntales del golpe policial cordobés.
El propio Tosco cae en el apoyo político a los sectores combativos del peronismo y a Obregón Cano y Atilio López, lo que lo inhibió de tener una política de enfrentamiento abierto con Perón, verdadero impulsor del golpe policial cordobés, y de plantear a los grandes sindicatos de masas, Luz y Fuerza y el SMATA, como las fuerzas organizadoras de una lucha callejera contra la asonada de la derecha peronista.
Clase obrera, estrategia y dirección
El segundo ciclo que señalan las hermanas Balvé de los hechos de masas de 1969, la tendencia nacional insurreccional, está definida en sus objetivos: la “tendencia continúa. Ahora bajo la meta de una revolución democrática”. La revolución democrática presupone la alianza con la burguesía afectada por el capital imperialista. En el periodo 1973/1976 la “revolución nacional” fue representada políticamente por el peronismo en el poder y por la burocracia sindical y usada para combatir la insurgencia obrera. La alianza con la “burguesía nacional” fue defendida también por la guerrilla peronista de Montoneros, Agustín Tosco y hasta por el PRT-ERP con su política de frente de liberación.
El sindicato es el sujeto político que, para Beba Balvé, encarna la estrategia proletaria:
La distinción del momento en que los sindicatos expresan al conjunto social más vasto al momento en que solo expresan los intereses de un sector, refiere a las condiciones en que se manifiesta y hace efectiva la estrategia proletaria, ya sea que predomine el reformismo obrero, que toma a toda la clase como corporación −huelga general nacional− o el reformismo burgués que representa solo a la fracción homogénea de intereses del tipo profesional. Estas dos estrategias −reformismo obrero y reformismo burgués− se encuentran contenidas en la estrategia proletaria cuya lucha consiste en usufructuar de los beneficios del sistema, aunque sin trascenderlo. Cuando llega a ser dominante el reformismo obrero, se establece un grado de unidad política del conjunto de la clase que logra imponer la hegemonía de la estrategia proletaria en las luchas y el periodo y es esta hegemonía la que hace emerger lo social, abriendo paso a la crisis ideológica de distintas fracciones sociales [2]
Las Balvé sostienen que en un país como Argentina sometido al imperialismo, la estrategia proletaria y la correspondiente lucha de estrategias por imponerla debe identificarse con el nacionalismo burgués:
Estas formas ideológicas hacen al reformismo como formación ideológica pero solo el nacionalismo, en manos de la clase obrera permite la legitimación de las aspiraciones del conjunto del pueblo, conformando un movimiento nacional y popular, con capacidad de imponer sus aspiraciones de carácter democrático y social a la sociedad y al estado. [3].
La estrategia proletaria que encarna la burocracia es la subordinación al nacionalismo burgués. La tendencia insurreccional que describen las Balvé entronca con una tendencia a la independencia política de clase, que tuvo amplia presencia en los grandes acontecimientos de masas. En las calles cordobesas se coreaba “luche, luche luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”. Dicha dinámica también se corporizaba en las coordinadoras interfabriles de Capital, Gran Buenos Aires y La Plata, que fueron las organizaciones que permitieron articular e impusieron a la burocracia sindical colaboracionista con Isabel Perón, la huelga general de junio y julio de 1975 contra el Plan Rodrigo. Representando a más de 130 mil trabajadores y 143 organizaciones de base junto a algunas seccionales sindicales, las coordinadoras expresaban el embrión de un doble poder fabril que hacía imposible la conciliación de la clase obrera con la burguesía argentina. Autoorganización e independencia de clase, son opuestas a la subordinación al nacionalismo burgués, cuyo papel fue combatir a la vanguardia proletaria con métodos contrarrevolucionarios.
Si estas tendencias no avanzaron fue por la falta de fuerza de un partido que encarnara una estrategia revolucionaria para que las mismas dieran luz a una insurrección y se transformaran en poder. El precio pagado fue alto, la experiencia proletaria va a ser violentamente abortada por la dictadura genocida impuesta en marzo de 1976.
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