Para que una noticia sea considerada completa debe responder a una lista de verificación de cinco preguntas. Si repasamos los aportes de distintos autores a su construcción observaremos que se trata de una elaboración secuencial a lo largo de por lo menos 25 siglos.
Viernes 30 de octubre de 2020 12:23
El acercamiento a los hechos, las opiniones, los análisis, la información y los demás objetos abordables para la comunicación y el periodismo ha sido posible gracias a la formulación de una serie de interrogantes que, dentro del cuerpo doctrinal del quehacer periodístico, son conocidas como las 5W. Este concepto, más estrechamente ligado a la redacción y presentación de noticias, aunque también a la investigación científica, tiene como objetivo reunir y presentar la información.
Para que una noticia sea considerada completa, esta debe responder a una lista de verificación de cinco preguntas, cada una de las cuales comprende una palabra interrogativa en inglés:
Who? (¿Quién?)
What? (¿Qué?)
Where? (¿Dónde?)
When? (¿Cuándo?)
y Why? (¿Por qué?)
Posteriormente, a esta fórmula se le agregaron dos expresiones más: How? (¿Cómo?) y For What? (¿Para qué?), por lo que en ocasiones también se las conoce como las 6W o 7W.
Si bien las 5W del periodismo a menudo son tomadas como cliché, su importancia no ha disminuido con el tiempo. De hecho, en la era en la que la desinformación es la que manda, el pensamiento crítico es lo único que nos garantiza un abordaje adecuado de la realidad, ya sea a la hora de escribir una noticia como periodistas, así como a la hora de consumir una noticia como lectores, oyentes o espectadores.
Sin embargo, como estamos frente a una disciplina en la que no proliferan los tratados analíticos, la paternidad del “paradigma” que las integra es aún objeto de estudio y debate por parte de los interesados en abonar el terreno teórico de la periodística. Al indagar los orígenes de los interrogantes que propician la aparición del paradigma de las 5W, mediante un repaso de los aportes de distintos autores y teóricos a la construcción del mismo, observaremos que se trata de una elaboración secuencial a lo largo de por lo menos 25 siglos.
El Paradigma de Lasswell
En 1948, el sociólogo norteamericano Harold Dwight Lasswell marcó un antes y un después en los estudios de la comunicación de masas, tras haber analizado el rol de la propaganda durante las dos guerras mundiales. En su texto The communication of ideas (1948) señaló:
“Una manera conveniente de describir un acto de comunicación es la que surge de la respuesta a las siguientes preguntas:
¿Quién,
dice qué,
en qué canal,
a quién
y con qué efectos?”.
Según Lasswell, “el estudio científico del proceso de comunicación tiende a concentrarse en una u otra de tales preguntas. Los eruditos que estudian el ‘quién’, el comunicador, contemplan los factores que inician y guían el acto de la comunicación. Llamamos a esta subdivisión del campo de investigación análisis de control. Los especialistas que enfocan el ‘dice qué’ hacen análisis de contenido. Aquellos que contemplan principalmente la radio, la prensa, las películas y otros canales de comunicación, están haciendo análisis de medios. Cuando la preocupación primordial se encuentra en las personas a las que llegan los medios, hablamos de análisis de audiencia. Y si lo que interesa es el impacto sobre las audiencias, el problema es el del análisis de los efectos”.
Posteriormente, Richard Braddock, en An extension of the “Lasswell Formula” (1958), agregó dos preguntas más a este paradigma (¿en qué circunstancias? ¿con qué intención?) quedando así la “lista de preguntas sobre los ‘siete aspectos del proceso comunicativo’”:
¿Quién
dice qué
a quién
bajo qué circunstancias
a través de qué medio
para qué propósito
con qué efecto?
La aplicación del Paradigma de Lasswell se hizo imprescindible en la enseñanza del periodismo, sobre todo a la hora de explicar la estructura interna de la noticia, formada por el lead, en el que se da respuesta a dichas preguntas, y el cuerpo, que amplía la información y evidencia una gradual pérdida del interés en la narración (para lo que se emplea la técnica de la pirámide invertida). Sin embargo, su principal contribución a la teoría de la comunicación está en la mención del canal y, especialmente, de los efectos, ya que para él la comunicación es un acto en el que el emisor dirige el mensaje al receptor con una determinada intencionalidad.
Pero esto no quiere decir que debamos confundir el Paradigma de Lasswell con las 5W. Su objetivo no era el trabajo de recolección de datos (no escribió directamente para periodistas en formación) sino analizar el funcionamiento de la información ya procesada en los medios y su efecto sobre el receptor. Lasswell realizó sus investigaciones para el gobierno de Estados Unidos en el periodo de entreguerras, en pleno ascenso del nazismo, y su propósito era el diseño de estrategias para el control de públicos, lo que explica ciertos rasgos de su paradigma que hoy son cuestionados.
Por una parte, en su fórmula se puede apreciar la presencia de concepciones conductistas dominantes en el panorama científico de la época, según las cuáles se puede explicar el comportamiento de las masas como una respuesta ante distintos estímulos. Fue durante este período en el que se consolidaron dos grandes medios de comunicación, el cine y la radio, que rápidamente se convirtieron en instrumentos de propaganda política.
Por otra parte, el Paradigma de Lasswell representa un modelo de comunicación unidireccional que establece que, en el caso de formas de comunicación masiva, como la propaganda, la relación con entre emisor y receptor es unidireccional, ya que el primero envía el mensaje y el segundo lo recibe de manera pasiva. Esto se puede explicar porque justamente en esta época el receptor, el gran público, carecía de medios masivos para comunicarse con el emisor. Con la masificación de internet, las nuevas tecnologías y el sobredesarrollo de las redes sociales esto ha cambiado rotundamente, estableciéndose una relación bidireccional entre emisor y receptor.
Dado que los objetivos de Lasswell eran políticos y no académicos, para legitimar su producción intelectual el teórico norteamericano no vio necesario el uso de citas o el registro de sus fuentes. Por ello, “el Paradigma de Lasswell no es de Lasswell. Es de los retóricos latinos”, señala Josep Maria Casasús, escritor y presidente de la Sociedad Española de Periodística. Según este catedrático, Lasswell, que estudió retórica en Berlín en 1925, emplea conceptos expresados por el alemán Tobías Peucer, quien en 1690 presentó la primera tesis doctoral de periodismo. Pero Peucer sí cita a sus fuentes: Heródoto, Tucídides, Tácito, Cicerón y Quintiliano. “Los tratadistas del periodismo han ignorado u olvidado la relación de estos elementos del lead con los desarrollados por la Retórica”, señala a su vez Luis Núñez Ladéveze. “Se puede observar la analogía de las preguntas del lead con las categorías aristotélicas y con funciones gramaticales”.
Según Julio del Río Reynaga en Teoría y práctica de los géneros periodísticos (1991), “ya los escritores de la antigüedad los habían usado y fue Aristóteles quien los señaló y definió. Pero yendo más atrás desde que el hombre fue tal y creó el lenguaje, los usó y seguirá usando, porque más allá de cualquier razón política o ideológica, son las preguntas que el hombre, en cualquier circunstancia de tiempo o espacio, se ha hecho, se hace y se hará ante su asombro por lo que lo rodea y le afecta de algún modo”.
Los orígenes grecolatinos de las 5W
Las respuestas a los interrogantes básicos del periodismo ya estaban en trabajos de algunos presocráticos, sofistas y retóricos de la Antigua Grecia.
Heródoto de Halicarnaso (484-425 antes de la era común, AEC) fue un historiador y geógrafo griego tradicionalmente considerado padre de la historia en el mundo occidental y el primero en componer un relato razonado y estructurado de las acciones humanas. El párrafo introductorio de su Historia, obra compuesta por nueve libros, es una lección de sobriedad y síntesis, y el preludio de la fórmula de las 5W:
“Heródoto de Halicarnaso presenta aquí las resultas de su investigación para que el tiempo no abata el recuerdo de las acciones de los hombres y que las grandes empresas acometidas, ya sea por los griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido; da también razón del conflicto que puso a estos dos pueblos en la lid”. De acuerdo a su traducción del griego al español las interrogantes que se presentan son: Pos (cómo), Poú (dónde), Póte (cuándo), Dià ti (por qué), Tis (quién), Ti (qué), y Diá ti (para qué).
Gorgias de Leontinos (485-380 AEC) fue un sofista siciliano en cuya obra ya podemos encontrar no solo la fórmula de las 5W, sino también la clasificación de las fuentes en primarias y secundarias. En su Defensa de Palamedes, Gorgias presenta un alegato en primera persona realizado por un héroe que ha sido condenado a muerte injustamente por un delito que no ha cometido, y cuyo discurso sabe es el único recurso que le queda para intentar demostrar su inocencia. Gorgias nos relata:
“Y, después de estos argumentos, quiero discutir con mi acusador. ¿Creyendo en qué acusas un hombre como tú a otro como yo? Realmente, merece la pena estar completamente informado de qué clase de hombre eres y qué clase de acusaciones haces. ¡Qué inmerecido para quien no las merece! ¿Acaso me acusas porque conoces los hechos con exactitud o porque lo sospechas? Pues si es porque los conoces, lo sabes porque los has visto o porque has participado o porque te has informado por alguien que participó. Por tanto, si los viste, revela a estos el modo, el lugar, el tiempo, cuándo, dónde, cómo viste”. Lo más importante se concentra al final del pasaje, en el momento en que Palamedes pide pruebas contundentes a su acusador: “Si los viste, dales a conocer a estos el modo, el lugar, el tiempo”, o lo que es lo mismo: “Cuándo, dónde, cómo”.
La alusión a las fuentes de información (imprescindibles, como bien sabemos, para todo periodista) salta a la vista. Las clasificaciones de las fuentes atienden a diversos criterios y uno de ellos es el que considera la relación que se mantiene con el hecho noticioso, con el objeto de conocimiento. En este sentido, se distingue entre:
• Fuentes primarias (las que están informadas por que han participado directamente en el acontecimiento o pueden contarlo porque han sido testigos oculares).
• Fuentes secundarias (fuentes de segunda mano, que transmiten lo que otros les han comunicado a ellas).
Esto es lo que tenemos en la Defensa de Palamedes. En primer lugar, el héroe plantea una duda. ¿El conocimiento que tiene su acusador de lo sucedido es exacto o, por el contrario, una simple sospecha? Si ocurriera esto último, su acusación carecería de validez. Ahora bien, si lo que llevó al acusador a denunciarle no fue una simple suposición sino una creencia a ciencia cierta, tiene que haberse producido de una de estas dos maneras: porque vio personalmente lo sucedido o tomó parte en los hechos (lo que le convertiría en fuente primaria), o porque otra persona que fue testigo directo se lo ha contado (en cuyo caso, el acusador sería una fuente secundaria).
Si alguien dominó el manejo de las 5W y las tomó como elementos básicos de su método fue Sócrates. Recordemos que es autor de la mayéutica, el “método con que el maestro, mediante preguntas, va haciendo que el discípulo descubra nociones que en él estaban latentes”. Este método fue heredado por Aristóteles, quien en su Retórica señala: “Hay tres especies de pruebas por persuasión proporcionadas por el discurso: unas están en el carácter del que habla; otras, en poner al oyente en una determinada disposición; otras, en el propio discurso, por lo que demuestra o parece demostrar”. La presencia de los elementos básicos del acto comunicativo es evidente: el emisor, el receptor y el mensaje.
En las Categorías, un breve tratado incompleto, Aristóteles las describe de la siguiente manera: “Cada una de las cosas que se dicen sin ninguna combinación significa una entidad, o un cuánto, o un cuál, o un respecto a qué, o un dónde, o un cuándo, o un estar situado, o un estar, o un tener o un padecer”. En los Tópicos Aristóteles señala que, en el marco de un debate público, para construir sus razonamientos, el que hace las preguntas debe servirse de los “lugares” (topoi), que dan título a este tratado. Aristóteles dice: “Después de esto, debemos delimitar las clases de categorías en las que se dan las cuatro cosas que han sido mencionadas. Estas son, en cuanto a número, diez: qué es, cuánto, cuál, respecto a algo, dónde, en algún momento, hallarse situado, estar, hacer, padecer”.
Hermágoras de Temnos vivió a mediados del siglo II AEC. Fue el principal representante de la retórica de época helenística y llegó a ser considerado un auténtico reformador de esta disciplina en la línea de Aristóteles y los estoicos. Su obra no ha llegado hasta nosotros, pero conocemos sus aportaciones por la mención que de ella hacen Cicerón y Quintiliano, además de otros retóricos posteriores. Hermágoras dividió el objeto de la Retórica en la tesis y la hipótesis. En la primera se plantean las cuestiones generales y en la segunda se exponen diversas controversias sobre casos particulares. Como principal diferencia entre ambas, Hermágoras señaló que la segunda se definía mediante siete “circunstancias”.
Según cita San Agustín en su tratado De Rhetorica, “es la circunstancia de las cosas, a la que Hermágoras llama hypóthesis, sin la cual no puede existir litigio alguno. Por su parte, qué es una peristasis puede comprenderse más fácilmente por la división que por su definición. Pues son siete las partes de la circunstancia, a las que Hermágoras denomina moria peristáseo y Teodoro stoicheía toú prágmatos, es decir, elementos de la cosa. Así pues, son las siguientes: quién, qué, cuándo, dónde, por qué, de qué modo y con qué medios. Los griegos las llaman aphormás (puntos de partida)”.
Marco Tulio Cicerón (106-43 AEC) reproduce en gran medida las teorías de los retóricos de época helenística y buena prueba de ello la encontramos en su obra De inventione (Sobre la invención retórica), donde su ideario depende indisolublemente del pensamiento de Hermágoras. Sin embargo, rechaza la división de las causas en generales y particulares. Cuando habla de la argumentación, Cicerón dice que en ella toda afirmación es probada por medio de los atributos de las personas y de los atributos de los hechos, refiriéndose así a los segundos: “Entre las circunstancias de los hechos, que era el segundo punto de los atributos de los hechos, se analizará el lugar, el tiempo, el modo, la ocasión y el medio”.
Marco Fabio Quintiliano (35-95) fue un retórico hispanorromano cuya formación intelectual tuvo sus cimientos en los clásicos helénicos. A las cinco circunstancias referidas por Cicerón añade una sexta, la causa. En el libro V de la Institutio Oratoria, Quintiliano dice: “Así pues, los argumentos se deben obtener en primer lugar a partir de la persona, puesto que, como ya he dicho, existe una división para considerar todos los casos en dos apartados: cosas y personas, a las que pertenecen las circunstancias de causa, tiempo, lugar, instrumento, modo y cosas similares”. En el ámbito de las cosas, Quintiliano indica que “lo que se pregunta es: ¿por qué se hizo?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿de qué modo? ¿con qué medios?”.
Hermógenes de Tarso (160-225) dio continuidad a la línea iniciada por Hermágoras varios siglos más tarde. En su obra Perí ton stáseon (Sobre los estados de la causa), Hermógenes se refiere a dos tipos de objeciones, una legal (éngraphos) y otra no legal (ágraphos). Así define Hermógenes la objeción no legal: “La no legal es una desviación del juicio directo y ella se produce por excepción sobre lo establecido por la ley, pero la investigación no es sobre la ley, sino sobre las circunstancias del hecho: lugar, tiempo, persona, causa y manera. Se producen cuando estamos de acuerdo en el hecho, pero hacemos la acusación objetando las circunstancias”. Como vemos, Hermógenes reduce las siete circunstancias de Hermágoras a cinco: topon (el lugar), chronon (el tiempo), prósopon (la persona), aitían (la causa) y tropon (la manera, el modo).
Tobías Peucer y la primera tesis doctoral sobre periodismo
En 1690 se defendió, en Leipzig, la primera tesis doctoral sobre periodismo, De relationibus novellis (Sobre los informes de noticias). Su autor fue Tobías Peucer, un erudito que detectó manifestaciones “protoperiodísticas” en textos de la época. En esta obra, Peucer utiliza el término Periodistika, lo que da pie para atribuirle a este estudioso su paternidad. En Estilo y géneros periodísticos (1991), Josep Maria Casasús y Luis Núñez Ladevéze, definen la periodística como “aquella rama de la ciencia de la comunicación que, desde las perspectivas histórica, actual y prospectiva, estudia todos los fenómenos y elementos de las diversas dimensiones complementarias del sistema periodístico: la producción, la mediación, la recepción y la transformación social de los mensajes”.
Obviamente, cuando Peucer defendió su trabajo el periodismo era una realidad desconocida que solo comenzaba a asomar. Muchos de los papeles impresos que recogían las novellae (“novedades, noticias”) a las que se refería el alemán estaban comenzando a aparecer con cierta periodicidad.
Al analizar las novellae sobre las que versa su estudio, Peucer tomaba como referentes a varios autores clásicos. Según él, el modelo ideal se encontraba en el Cómo debe escribirse la Historia de Luciano de Samósata, aunque también prestaba atención a Heródoto, Tucídides, Tácito, Cicerón y Quintiliano.
La dispositio es una etapa del proceso retórico de construcción de un discurso que consiste en organizar y transformar en materia textual la estructura conceptual elaborada en la etapa inventio. El dominio de Peucer sobre la materia le llevó a hacer la siguiente reflexión: “Por lo que se refiere a la ‘economía’ y disposición, esta parece depender principalmente de la naturaleza del asunto de que se trata. En efecto, lo que se expone, o son varias cosas de diversa índole, o es solo un asunto individual. En la exposición de aquellas, el orden es arbitrario, ya que no existe nexo alguno entre cosas ocurridas en lugares y tiempos y de modos distintos, y por tanto se mantiene el orden que dicta el azar.
Tratándose, en cambio, de un y único asunto debe guardarse en cada caso el orden que le es connatural. Por ejemplo, si alguien quisiera relatar el asedio de Maguncia, iniciado el año pasado, y su subsiguiente conquista, el conjunto debería disponer primero el orden en que cada cosa debe ser descrita. En primer lugar, los autores; luego, la ocasión; después, los preparativos e instrumentos; a continuación, el lugar y el modo de proceder; por último, la acción en sí y sus resultados y el rasgo de valor de los guerreros que más brilló en el asedio y ocupación de la ciudad. Igualmente, si alguien quisiera escribir el relato de la expedición británica emprendida por el príncipe Guillermo de Orange, hoy Rey de Inglaterra, debería tejer su narración siguiendo el mismo orden y manera. En otras narraciones se deben atender de semejante modo las seis conocidas circunstancias que siempre son de esperar en una acción: autor, hechos, causa, modo, lugar y tiempo”.
Peucer se refiere a las “seis conocidas circunstancias” (“sex illae notae circumstantiae”, en el original latino) que esperamos encontrar en toda acción, lo que nos remite a Hermágoras de Temnos, a quien suele atribuirse la paternidad de las “circunstancias”.
El periodismo moderno en Ridyard Kipling, Melville Stone y el lead
José Luis Macaggi, autor del Manual del periodista (1991) de la Sociedad Interamericana de Prensa, atribuye al escritor indobritánico Rudyard Kipling la introducción de las 5W en el periodismo. Kipling era periodista. Fue asistente editor de la Gaceta Civil y Militar en Lahore, Pakistán, luego transferido al periódico El Pionero, de Allahabad, India, y corresponsal del mismo en Rahputana hasta 1889. Pero en 1902, Kipling agregó un pequeño poema dentro del cuento infantil The Elephant‘s Child, parte del libro Just So Stories. El texto dice: “Conservo seis honestos ayudantes (Ellos me han enseñado cuanto sé), sus nombres son Qué, Por qué y Cuándo, y Cómo y Dónde, y Quién”.
A su vez, Macaggi le endosa la invención del lead al norteamericano Melville Elijah Stone, fundador del Chicago Daily News y director de la Associated Press en 1893 en Illinois (y luego en Nueva York). Por su parte, Petra María Secanella, en El lead, fórmula inicial de la noticia (1981) le otorga a Stone el crédito de la introducción del lead en las noticias y los informes de prensa. En ese párrafo inicial, el periodista debía resolver los interrogantes básicos del lector sobre la información suministrada. La regla introducida por Stone, indica Secanella, es que “toda información, para que sea efectiva, debe responder a las preguntas quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo”, una fórmula que en la Associated Press pasó a ser conocida como la “fórmula del tendedero”, porque de ella se colgaban los demás elementos.
Con el tiempo, la aplicación de la norma de las 5W en el lead de los textos informativos se consolidó como el patrón que debe emplear todo periodista cuando se disponía a redactar sus noticias. Si el principal objetivo del redactor no era otro que captar la atención del receptor desde el primer momento, qué mejor manera de lograrlo que condensando los datos esenciales del acontecimiento noticioso en un breve primer párrafo cuya lectura aporte al lector la esencia del contenido total de la noticia.
Bibliografía
- De Lasswell a Gorgias: los orígenes de un paradigma (2012), Raquel Fornieles Sánchez.
- Tras las huellas de las 7W (2010), de Darío Echeverri Salazar.
- The communication of ideas (1948), de Harold Lasswell.
- An extension of the “Lasswell Formula” (1958), de Richard Braddock.
- Estilo y géneros periodísticos (1991), de Josep Maria Casasús y Luis Núñez Ladevéze.
- Teoría y práctica de los géneros periodísticos (1991), de Julio del Río Reynaga.
- De relationibus novellis (1690), de Tobías Peucer.
- Manual del periodista (1991), de José Luis Macaggi.
- El lead, fórmula inicial de la noticia (1981), de Petra María Secanella.