Ante los bombardeos de Israel a la Franja de Gaza, el sionismo ha intentado impulsar la culpabilidad de los palestinos en el Holocausto con los dichos del Gran Mufti de Jerusalén. ¿Qué hicieron, mientras tanto, los sionistas? En esta primera parte veremos los orígenes del sionismo y cómo desde el inicio se dispuso a colaborar con antisemitas para llevar adelante su reaccionaria política.
La Izquierda Diario México @LaIzqDiarioMX
Lunes 26 de agosto 23:00
Uno de los argumentos que el sionismo internacional suele esparcir es que el Gran Mufti de Jerusalén (el clérigo suní a cargo de los lugares sagrados del Islam en esa ciudad), Mohammed Amin al-Husseini, se alió con Hitler durante la Segunda Guerra Mundial y, ante la preocupación de la persecución de los nazis contra los judíos, al-Husseini le reprochó a Hitler que éstos vendrían en masa a Palestina, que por entonces era un mandato británico. Hitler preguntó “¿qué debo hacer con ellos?”, a lo que al-Husseini respondió: “quémelos”. Así, la propaganda sionista ha intentado culpabilizar a los palestinos de ser (cor)responsables del Holocausto, pero ocultan, al mismo tiempo, la colaboración que ellos mismos también hicieron con el macabro régimen de la Alemania Nazi.
El antisemitismo de Herzl, padre del sionismo
No podemos iniciar esto sin ir directamente a los orígenes del sionismo. La colaboración de los sionistas con antisemitas se remonta directamente al padre del sionismo, Theodor Herzl. Herzl, a pesar de reivindicar un nacionalismo judío, lo hacía como respuesta al antisemitismo rampante en Europa, teniendo episodios como el caso Dreyfus, en el cual el capitán francés Alfred Dreyfus, de origen judío, fue condenado a prisión por supuestamente haber entregado documentos confidenciales al ejército alemán. A pesar de ser inocente (cosa que se comprobaría años más tarde), la manera en que se enjuició (literal y metafóricamente) a Dreyfus estaba cargada de un fuerte antisemitismo.
Lejos de ser una respuesta progresiva del nacionalismo de la burguesía contra el feudalismo, el sionismo despuntaba en un contexto en el cual el capitalismo ya dejaba ver a la burguesía como una clase social reaccionaria, que estaba dispuesta a llevar adelante grandes matanzas para mantener a los obreros a raya, como en cierta manera hizo en 1848 y dejó ver con total crudeza en 1871 con el aplastamiento sangriento de la Comuna de París. Por ende, la respuesta de Herzl ante el antisemitismo reaccionario era de un carácter igualmente colonialista y supremacista.
Para ello, Herzl proponía, por un lado colonizar tierras. Inicialmente el debate era entre Madagascar o Argentina, hasta que, con la publicación de su escrito El estado judío, Herzl comenzó abogar abiertamente por Palestina escudándose en que ésta era la tierra ancestral de los judíos. En ese texto deja ver un carácter profundamente racista.
Si Su Majestad el Sultán nos diera Palestina, podríamos comprometernos a regularizar las finanzas de Turquía. Para Europa formaríamos allí un baluarte contra el Asia; estaríamos al servicio de los puestos de avanzada de la cultura contra la barbarie. En tanto que Estado neutral, mantendríamos relación con toda Europa, que tendría que garantizar nuestra existencia. Respecto a los Santos Lugares de la cristiandad, se podría encontrar una forma de autonomía, aislarlos del territorio, de acuerdo al derecho internacional. Formaríamos la guardia de honor alrededor de los Santos Lugares, asegurando con nuestra existencia el cumplimiento de este deber.
A pesar de que el sionismo reivindica a Herzl como un hombre honorable, incluso atribuyéndole frases “inspiradoras” como que “si lo quieres no es un sueño, y si no lo quieres, un sueño es y un sueño seguirá siendo”, la realidad es que tanto los comentarios públicos como privados de Herzl podrían hacer que se lo confunda con un miembro del partido Nazi y espantarían hasta al sionista más convencido si se los dijeran sin especificar que los dijo el padre de su corriente y no el genocida más grande de la historia. En su diario, en febrero de 1882, escribía:
Sin la presión sorda y la prisión del gueto, que persistió mucho después de que sus muros tangibles hubieran caído -como un anillo apretado que todavía parece perceptible en el dedo de uno, incluso algún tiempo después de haber sido laboriosamente retirado o limado-, sin el gueto, que sobrevive incorporalmente en las opiniones miopes sostenidas por el populacho y por muchos de los "educados", sin este gueto maligno de las edades modernas y anteriores, el dedo anular de la mano de la humanidad, conocido como judaísmo, no habría asumido la forma, o más bien la deformidad, que ha asumido. [1]
En aquel entonces Herzl opinaba que las restricciones legales a los judíos en Europa podrían ser removidas y permitir su integración/asimilación. Sin embargo, dos años más tarde comenzó a ser pesimista de esa idea. En octubre de 1894, conversando con el escultor Samuel Beer, ambos concordaban en que “no ayuda a los judíos si se convierten en artistas y se liberan del dinero. La maldición persiste: nunca salimos del gueto”. [2]
Tres años después vio la luz un artículo suyo publicado en el periódico “Die Welt” (El Mundo), un semanario sionista publicado por el propio Herzl. El 15 de octubre de 1897, Herzl escribió un artículo llamado “Mauschel”. La palabra proviene del verbo “mauscheln” en alemán, que significa hablar alemán con acento yiddish; el yiddish, a pesar de ser una lengua hablada por los judíos, en especial los askenazíes, tiene en realidad orígenes germanos y es inteligible con el alemán, así como el ladino lo es con el español.
Así, Herzl proponía dos tipos de judío: un judío bueno y virtuoso, un juden (judíos), y un judío malo que encarna todos los estereotipos antisemitas, un jiden (yids). Tal diferenciación no es una coincidencia; Herzl provenía de una familia adinerada e intentaba ocultar su ascendencia judía y hasta su acento yiddish. En cambio, quienes hablaban ese idioma de manera tan marcada eran las clases laboriosas y empobrecidas, mismas que, precisamente por su origen de clase, integraron las filas de las organizaciones marxistas. El desprecio por los yids, según la visión de Herzl, no es más que un desprecio burgués por las masas proletarias judías, las cuales, a diferencia de él, luchaban por la integración en Europa y se oponían al sionismo. A este tipo de judíos Herzl los clasificaba como Mauschel. Escribía en el mencionado artículo:
¿Y quién es ese Mauschel? Un tipo, queridos amigos, una figura que reaparece una y otra vez a lo largo de los siglos, el horrible compañero (fürchterliche Begleiter) del judío y tan inseparable de él que ambos se han confundido siempre. Un judío es un ser humano como cualquier otro, ni mejor ni peor, posiblemente intimidado y amargado por la persecución, y muy firme en el sufrimiento. Mauschel, en cambio, es una distorsión (Verzerrung) del carácter humano, algo indeciblemente bajo y repugnante
Al año siguiente, en su diario, Herzl ya comienza a ser cada vez más explícito. En la entrada del 12 de junio de 1895, leemos lo siguiente:
Entonces yo habría entrado en la cuestión judía, pronunciando un poderoso discurso al estilo de Lassalle que habría sacudido y conmovido al jurado e inspirado el respeto del tribunal, lo que habría conducido a mi absolución. A continuación, los judíos me habrían ofrecido ser miembro del Parlamento. Pero me habría visto obligado a rechazarlo, porque no quería convertirme en representante del pueblo sobre el cadáver de un ser humano. ¡Y ahora! Me parece que los antisemitas están en todo su derecho. Sería una excelente idea llamar a antisemitas respetables y acreditados (anständige und akkreditierte Antisemiten) como liquidadores de bienes. Ante la gente darían fe de que no queremos provocar el empobrecimiento de los países que abandonamos. [...] Los antisemitas se convertirán en nuestros amigos más fiables, los países antisemitas en nuestros aliados. Queremos emigrar como un pueblo respetado. [3]
[1] Herzl, Diarios y cartas, ed. Alex Bein, et al., 7 vols. (Berlín, Frankfurt, Viena, 1983-96), i. 610.
[2] Ídem, ii. 50
[3] Herzl, T. 1960, The Complete Diaries of Theodor Herzl. Herzl Press/ Thomas Yoseloff, vol. 1, pp. 83-84. https://archive.org/details/TheCompleteDiariesOfTheodorHerzl_201606/TheCompleteDiariesOfTheodorHerzlEngVolume1_OCR/page/n44/mode/1up