El asesinato de León Trotsky, ordenado por Stalin y ejecutado por Ramón Mercader, ha sido materia de una copiosa literatura en los ochenta años transcurridos. Además de las obras de investigación, se han escrito novelas y dramas, aparte de la realización de filmes y documentales de cine y televisión que, en colores distintos, representan el trágico episodio ocurrido el 20 de agosto de 1940 en Coyoacán.
De hecho, los detalles del crimen, los medios para su realización y la implicación de los organizadores y cómplices eran bien conocidos por las pesquisas de autores occidentales. Ello no obstante, en los años finales del régimen soviético se alumbró resquicios ocultos sobre la trama de su organización, mediante las informaciones secretas que empezaron a filtrarse, amparadas en la política aperturista [1].
Más revelaciones afloraron con la apertura de archivos y documentos desclasificados de los organismos estatales soviéticos, principalmente de la KGB, a inicios de la década de 1990. Con esto se levantó el manto de silencio que cubría uno de los crímenes más infames organizados por la policía secreta soviética.
Asimismo, después del año 2000, se desclasificó información proveniente de los archivos del FBI, que contenían expedientes sobre Trotsky (Leon Trotsky FBI Files). Estos fueron creados en junio de 1934, cuando el Buró Federal de Investigaciones acogió el rumor acerca de la residencia de Trotsky en Nueva York. El fondo consta de 922 folios de documentos oficiales y recortes de la prensa estadounidense y mexicana acerca de la eliminación de Trotsky, así como de los documentos referidos a las investigaciones efectuadas tras el magnicidio. Los últimos documentos que contienen datan de 1966.
En vista de las revelaciones publicadas desde hace treinta años, se revisará en este artículo informaciones que confirmaron hechos y proporcionaron detalles inéditos de la trama conspirativa que segó la vida del dirigente bolchevique.
La sentencia de muerte
En julio de 1990, se publicó en la prensa europea una entrevista al coronel general Dmitri Volkogónov, director del Instituto de Historia Militar de la URSS [2]. El influyente cargo que ocupaba en el Ejército de su país le permitió en los años ochenta consultar los archivos secretos de la NKVD, en donde –según declaró– halló la orden para eliminar a Trotsky. Este documento, fechado en septiembre de 1931 –cuando Trotsky vivía desterrado en Turquía–, presentaba la firma de Stalin, además de las de tres miembros del Politburó: Voroshílov, Mólotov y Ordzhonikidze. El militar e historiador soviético añadía que, en 1934, se creó un grupo especial destinado a materializar el plan de asesinato, y comunicaba que el hombre que dirigió esta operación aún vivía en Moscú y que contaba con 85 años. En la biografía de Trotsky escrita por Volkogónov, publicada dos años después [3], se develó la identidad de ese personaje: Pável Sudoplátov.
Las memorias de Sudoplátov
En 1994 se publicaron las memorias de Pável Sudoplátov, quien por muchos años dirigió la sección de Operaciones Especiales en el servicio de inteligencia soviético [4]. El responsable de organizar el asesinato de Trotsky refería en su extenso relato que, en marzo de 1939, Lavrenti Beria, jefe de la NKVD, lo condujo a una cita con Stalin en el Kremlin y que en ella le propuso al dictador que Sudoplátov se encargara de las operaciones antitrotskistas en el órgano de inteligencia. Stalin refirió que una operación anterior contra la vida de Trotsky había sido encargada en 1937 y que fracasó, enfatizando que su enemigo debía ser eliminado antes de que terminara el año.
Para conseguir este propósito, Sudoplátov solicitó autorización para recurrir a veteranos de las operaciones guerrilleras de la Guerra Civil española. Stalin le aseguró que recibiría toda la ayuda material y humana necesaria para cumplir con esta misión [5]. Desde ese día, Pável Sudoplátov asumiría la subdirección del Departamento de Extranjero y fue el autor intelectual del nuevo –y definitivo– plan para asesinar a Trotsky, cuyos pormenores relata en sus memorias.
Asimismo, sostiene que, a principios de 1969, tuvo un encuentro en Moscú con Ramón Mercader, quien le habría descrito en detalle las circunstancias en que cometió el crimen. Según esta versión, existió un plan alternativo –de cuya ejecutoria se desistió–, conforme al cual, la villa de Trotsky sería asaltada por un comando integrado por Eitingon, Caridad Mercader y cinco guerrilleros, cuando Ramón se encontrase en el interior. Este plan tenía como finalidad mantener ocupados a los guardias para que, mientras estos repelieran el ataque, Mercader liquidara a Trotsky sin mayor contratiempo. Además le habría contado a Sudoplátov que Trotsky no hubo de morir aquella tarde del verano de 1940, porque en el preciso instante del ataque –mientras leía el escrito que le había presentado– hizo un movimiento repentino con la cabeza. Este leve giro alteró la dirección del golpe y ocasionó el debilitamiento de su impacto [6].
“Operación Pato”
Las informaciones procedentes del antiguo imperio soviético no cesaron. En 1997, se publicó el tercer tomo de los Ensayos de la historia del servicio de espionaje exterior ruso, que contenía el artículo de Lev Vorobiev titulado “Operación Pato” (Operatsiya Utka, en ruso), nombre codificado de la acción de la NKVD contra la vida de Trotsky [7]. Basado en una investigación documental en los archivos de la KGB, el ensayo detallaba las acciones ejecutadas con este propósito.
La operación para liquidar a Trotsky comenzó en 1938 y ocupó más de dos años. En este plan, la NKVD empleó a decenas de agentes y hombres de confianza de diferentes países. Los individuos captados eran comunistas y profesaban “su profunda simpatía por la URSS”. Para llevar a cabo la conspiración, se fijaron dos misiones especiales con sedes en París y Nueva York.
Vorobiev informaba que la orden de Stalin para suprimir a Trotsky es de marzo de 1939. Para su ejecución, el 9 de julio de 1939 se presentó un proyecto de medidas operativas, que sería expuesto y aprobado por el propio Stalin en los primeros días de agosto de ese año. El plan preveía la contratación de personal nuevo y el empleo de los siguientes medios: “envenenamiento de la comida, del agua, explosión en la casa, explosión del coche, ataque directo por estrangulamiento, puñal, golpe en la cabeza, disparo. El ataque de un grupo armado es posible” [8]. Se citaban los nombres en clave de los agentes que lo llevarían a término: “Tom” (Naum Eitingon) era el organizador y jefe; “Madre” y “Raymond”, quienes serían enviados a México, no eran otros que Caridad Mercader y su hijo Ramón. Por otra parte, este plan establecía la exploración del círculo interior y del entorno que rodea la casa de Trotsky, y fijaba la asignación de 31,000 dólares durante seis meses. El documento estaba firmado por tres funcionarios de la NKVD: P.M. Fitin, jefe de los Informes para el extranjero, y sus adjuntos P.A. Sudoplátov y N.I. Eitingon.
Asimismo, dicha orden precisaba la participación de un grupo de veteranos de la guerra en España. Aquí se menciona a dos: “Felipe” y “Mario”, agentes que fueron destinados a México. “Felipe” habría de proporcionar informaciones detalladas sobre el sistema de guardia interior y exterior en la casa de Trotsky. Además de su función de informante, emprendió la selección del personal que cumpliría los objetivos “especiales”, y entabló contactos confidenciales con algunas figuras influyentes de la izquierda mexicana.
A “Raymond” (Mercader) se le asignó el trabajo en los círculos trotskistas. Por ello, el Centro se interesó en que tuviera contacto con personas del entorno inmediato de Trotsky; de ahí la importancia de su relación sentimental con Sylvia Ageloff.
Vorobiev explica que, entre diciembre de 1939 y mayo de 1940, el plan enfrentó “cantidad de dificultades”. El 8 de junio de 1940, una comunicación especial firmada por Beria y dirigida a Stalin y Mólotov, informaba del fallido atentado contra Trotsky.
El artículo da cuenta, asimismo, de la participación de “Felipe” y “Mario” en dicho atentado, tras el cual abandonaron México. “Felipe” era conocido por la policía secreta mexicana como el “judío francés” y se le atribuía la dirección intelectual del asalto armado contra la casa de Trotsky [9]; sin embargo, resultaron vanos los esfuerzos de la policía por seguir sus huellas [10].
Un dato de gran interés en la investigación de Vorobiev es haber confirmado con evidencia documental que el guardia norteamericano Robert Sheldon Harte fue reclutado por la red de la NKVD en Nueva York. Su nombre en clave era “Amur” (Cupido). Asimismo, indica que, cuando se produjo el primer atentado contra la vida de Trotsky, en mayo de 1940, Sheldon dijo a los asaltantes que, de haberlo sabido, él nunca hubiera aceptado participar en este asunto. El autor escribe que tal “comportamiento sirvió de base para tomar la decisión de liquidarlo. Él fue asesinado por los mexicanos" [11].
Por otro lado, la investigación ofrecía detalles sobre los años de encierro del asesino. Por ejemplo, se consigna que, durante la instrucción preventiva, Mercader estuvo recluido durante siete meses en un sótano, y que “fue objeto de ultrajes y de una humillación inaudita”, además de casi perder la vista por causa del aislamiento. El prisionero recibió sostén jurídico gracias a sus protectores. Al propio tiempo, existieron desde 1941 varios planes para que fugara de prisión y enviarlo ilegalmente fuera del país [12]. También anotaba que, durante su reclusión, padeció severos problemas de salud, pero que nunca dejó de percibir el “sostén moral indispensable y una ayuda material” [13].
En cuanto a la vida de Mercader después de ser puesto en libertad, Vorobiev informaba que en Moscú laboró en el Instituto del Marxismo-Leninismo, y que nunca terminó de adaptarse a su nueva forma de vida. En Cuba –adonde viajó con su esposa en 1974 en busca de mejores condiciones climáticas–, se desempeñó como consultor del Gobierno cubano en lo referente a la reeducación de los reclusos por medio del trabajo [14].
La identidad del “judío francés”
En el artículo reseñado no se menciona la verdadera identidad de “Felipe”, el “judío francés”. Su nombre era Iósif Romualdovich Griguliévich (1913-1988). Sirvió a la NKVD desde la década de 1930, cuando fue enviado a España para cumplir un conjunto de operaciones dirigidas a la liquidación de los militantes del POUM. Sudoplátov refiere que Griguliévich arribó a México en enero de 1940, siguiendo instrucciones de Eitingon, y que él estableció contacto con Sheldon Harte [15]. Después de su participación en el asesinato de Trotsky, se le confió la lucha contra las redes nazis en Sudamérica; y durante la Guerra Fría, habiendo obtenido un pasaporte costarricense a nombre de Teodoro B. Castro, desempeñó funciones diplomáticas en El Vaticano.
Ulteriormente, Stalin le encomendó el asesinato del mariscal Tito, operación que fue desechada cuando sobrevino la muerte del dictador soviético. Finalizada su carrera de espía, y ya de retorno en su país, Griguliévich se dedicó a la vida académica; obtuvo un doctorado en Historia y se le reconoció como un experto en América Latina y El Vaticano. La novelesca vida de este espía soviético de origen judío, ha sido escudriñada por la escritora costarricense Marjorie Ross [16].
El enigma sobre África de las Heras
Otra incógnita que se intentó esclarecer fue la participación de África de las Heras en el atentado contra Trotsky. Esta mujer, nacida en Ceuta en 1909, fue la agente española más activa en el espionaje soviético durante casi cincuenta años. Utilizó diversos nombres en sus misiones, y alcanzó el grado de coronel de la KGB. En sus memorias, Sudoplátov la menciona por uno de sus nombres falsos (María de la Sierra), asegurando que había sido infiltrada en el círculo de Trotsky en Noruega, donde fungió como su secretaria, y que, después, también lo fue en México [17]. Sostiene también que elaboró el plano de la casa que sirvió a los asaltantes en mayo de 1940. Con la excepción de esta fuente, no existe ningún testimonio del círculo inmediato de Trotsky, ni documento alguno, que certifique que una mujer de estas características trabajara para él en México. De ahí que Pierre Broué afirmó categóricamente que África de las Heras “nunca estuvo en el entorno de Trotsky” [18]. La información provista por el jefe de espionaje soviético ha sido rebatida, aunque existen algunas hipótesis acerca de alguna forma de espionaje por parte de África de las Heras [19].
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La información reseñada da cuenta de importantes hallazgos en las investigaciones que, en los últimos treinta años, contribuyeron a esclarecer en detalle la organización y el complot urdido para asesinar a Trotsky. Así y todo, no debe descartarse que en el futuro se produzcan nuevos descubrimientos que terminen de arrojar luz sobre uno de los asesinatos políticos de mayor impacto en la historia mundial.
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