La historia de Daniel Solano (desaparecido hace seis años) y su padre Gualberto (fallecido recientemente) es un decálogo de encubrimientos, brutalidades e impunidad.
Miércoles 4 de abril de 2018
(foto José Luis Pierroni/ Patagonia Fotopress)
Uno era trabajador golondrina, otro hacía changas, el del conurbano trabajaba en un taller. Todos eran solidarios con los demás pibes pobres del barrio. A Daniel Solano, Iván Torres y Luciano Arruga, entre casi doscientos, los ponemos en una lista porque es necesario mostrar que el crimen de Estado “desaparecer en democracia” sigue sumando víctimas. Y los sacamos de esa nómina cuando sucede otra tragedia, en un vano intento de devolverles su humanidad.
Gualberto Solano movió literalmente cielo y tierra para encontrar a su hijo Daniel. Hizo huelga de hambre, se encadenó frente al juzgado penal de Choele Choel en una carpa hecha con nylon negro, logró junto a dos aguerridos abogados llevar a juicio a los policías sospechados, exigió excavaciones en el jagüel del campo La Manuela.
Pero la posibilidad de que igual se consagrara la impunidad lo fue minando. Su rostro mostró la señal de la desesperanza, cuando se denunció que el sitio había sido adulterado.
“Voy a traer los restos de Daniel y los enterraré junto a su padre, somos los apoderados de Gualberto, en cada audiencia se murió, esa gente tendría que estar en prisión preventiva. Gualberto murió porque no iban los testigos, eso lo iba matando, que de diez vaya uno solo, verlos a los tipos, las burlas, tenemos las fotos de las burlas”, dijo Sergio Heredia desde Salta, de donde son los Solano, miembros de la comunidad guaraní Misión Cherenta. Junto a Leandro Aparicio, los abogados también sufrieron la persecución por buscar justicia.
El juicio que tiene en el banquillo a siete policías por la privación ilegítima de la libertad y el homicidio calificado de Daniel, que fue visto por última vez cuando se lo llevaba un patrullero en noviembre de 2011, no corre peligro pero sí el impulso de la querella porque las hijas tienen que ratificar si van a mantenerse como acusadoras y esto será develado en la audiencia de este jueves en General Roca. Heredia confirmó este miércoles que el padre de Gualberto y las hermanas de Daniel firmaron los correspondientes poderes para que los abogados continúen al frente del proceso judicial.
Daniel había llegado desde Tartagal para trabajar en la cosecha de manzanas, se enfrentó a los patrones de Agrocosecha contra las condiciones abusivas de trabajo y por unos irregulares descuentos que, con la investigación, se sabría eran parte de una enorme estafa que derivó en 25 causas penales.
El entramado de la trata de personas para la cosecha en el Valle Medio, el encubrimiento policial y judicial, y la historia de Daniel y su papá Gualberto fueron reflejadas con impecable impronta en el documental Daniel Solano, golondrina ausente, de Daniel Satur y el equipo de La Izquierda Diario.
A Solano lo habían estafado en $ 33 mil durante doce meses, de modo que la estafa colectiva ascendía a $ 9 millones contando el total de obreros golondrina, relata Satur en ese trabajo. “Si tiene que ver la Policía no está vivo, los pibe problema terminaban todos en el río en Choele Choel”, dijo Marcela Torres de la Comisión por la Aparición de Daniel Solano a los documentalistas.
El 5 de noviembre de 2011 Solano había ido al boliche Macuba de Choele Choel y en un incidente que habría sido preparado, fue sacado por los patovicas de seguridad y llevado por un patrullero de la policía rionegrina. Nunca más se supo nada de él ni de su cuerpo. Otro desaparecido en democracia.
“Parece que a ningún funcionario le importa la desaparición de un norteñito”, escribió Romina Solano en el Diario de la Huelga, el blog sobre el primer ayuno de protesta cuando la familia ya había detectado la inercia fatal del sistema.
En 2013 recién aparecieron las primeras crónicas, en medios alternativos y en PáginaI12, a partir de la inclusión del caso en el informe Una década ganada ¿para quién?, elaborado por Correpi y la agencia Rodolfo Walsh.
En ese momento ya sabíamos que Agrocosecha tenía acusaciones de trata de personas y reducción a la servidumbre, y que es una tercerizada de la empresa belga Expofrut, la principal exportadora de peras y manzanas del país.
Solano había comenzado a organizarse con sus compañeros ante la situación infrahumana de explotación que viven, no muy diferente a los episodios de la Patagonia Rebelde y de La Forestal. Trataba de elegir delegados para exigir que les pagaran el salario completo que les habían prometido y no la mitad en vales que sólo se pueden gastar en los comercios de la misma empresa, y que no les descontaran el pasaje en micro.
La empresa intentó que se convirtiera en informante sobre quiénes se estaban organizando. La evidencia de que estuvo en la Comisaría Octava de Choele Choel llevó al banquillo a los policías. Son los mismos que cuando Gualberto empezó a exigir justicia se autoacuartelaron y así lograron ser trasladados.
“A Gualberto Solano le aseguraron que su hijo Daniel, desaparecido desde el 5 de noviembre pasado, dejó la localidad rionegrina de Choele Choel para viajar a Neuquén y luego se esfumó. Cuando siguió preguntando, le siguieron mintiendo”, describió la situación el periodista Emilio Ruchansky el 29 de julio de 2012 en Página|12. Entre esas mentiras, a Gualberto “le dieron a entender que (Daniel se) había ido con una mujer, que había sucumbido por el abuso de drogas ilegales”.
Ruchansky escribió en aquel artículo de 2012 que Daniel viajó en octubre de 2011 desde Tartagal, Salta, “para trabajar en los manzanares del Valle Medio, junto a varios guaraníes de la Comunidad Cherenta. Fue visto por última vez rodeado de policías, en la puerta de un boliche. ‘Hace pocos días uno de los chicos que trabajó con él vino llorando y me admitió que lo obligaron a mentir’, asegura su padre, de paso por la ciudad de Buenos Aires, donde contactó a funcionarios nacionales. Por su perseverancia y la de sus abogados, hace dos semanas se cambió la carátula judicial de desaparición de personas a investigación de homicidio y siete policías fueron detenidos. Gualberto pide justicia y la restitución del cuerpo”.
“’Era la tercera vez que se iba a trabajar para la cosecha de manzana, no quería ir. En Tartagal había conseguido un buen trabajo en la construcción, que era lo suyo. Además, las condiciones en el sur eran muy malas. Me dijo que no tenía agua para bañarse y se lavaban en un canal, con agua helada. También me contó que les daban poca plata para comprarse comida y no les alcanzaba. Pero el puntero que lo llevó, Hugo (Domínguez), lo tentó con pagarle el doble’”, había dicho Gualberto en aquel momento. El seguimiento del caso lo hicimos en Ojos Vendados, cuando el papá de Daniel levantaba su huelga de hambre, al igual que los corresponsales de La Izquierda Diario de Neuquén y los diputados del FIT, entre ellos Raúl Godoy.
Este martes el periodista Santiago Rey escribió en su portal En Estos Días una crónica sobre la partida de Gualberto Solano. Allí cuenta que “los 2.171 kilómetros que separan Tartagal de Choele Choel se habían convertido en ruta habitual para Gualberto. Los recorría semanal o mensualmente, iba y venía, o se quedaba meses, en un modesto acampe en el Valle Medio, apenas asistido por un párroco, un par de abogados y un sector de la comunidad”.
Rey dice que así como algunos se sumaron a la lucha de Gualberto, “muchos otros, en cambio, prefirieron la solidaridad con los siete policías apuntados como responsables de la desaparición y asesinato de Daniel, quien se había animado a cuestionar la estafa laboral que sufría de parte de Expofrut y Agrocosecha. Los detalles de lo que ocurrió esa noche en el boliche Macuba, el traslado de Daniel, el cambio de auto, los golpes y la desaparición, se están ventilando en la etapa oral y pública del juicio, que se está realizando en estos momentos en un Tribunal de General Roca. Gualberto no llegará a saber si se hizo justicia, por lo menos con los responsables materiales del asesinato”.
“Esta madrugada del 3 de abril de 2018, falleció el padre de Daniel, luego de algunos días internado. Otra muerte con el sello del Estado”, sentenció el periodista. Hacemos propias sus palabras.
Por él, por los miles de golondrinas que siguen siendo explotados y sometidos, por todos los desaparecidos en democracia, los asesinados por las policías y fuerzas de seguridad y por los 30 mil seguiremos su huella, sin estridencias pero sin concesiones, perseverantes e implacables.