Este año se cumplieron 120 años del nacimiento del dramaturgo alemán, y el centenario de su primera obra teatral, Baal. Pero un aspecto menos conocido de su producción es la cinematográfica, aquí retomada por Afonso Machado en un artículo publicado en Esquerda Diário.
Hasta el espectador más desprevenido de teatro ya oyó hablar de las piezas de Bertolt Brecht. Existen innumerables escenificaciones realizadas y obras publicadas.
El autor alemán está mano a mano con William Shakespeare. Pero además de pensar en el dramaturgo, el poeta, el crítico y el escritor Brecht, debemos referirnos también al hombre de cine que fue. No es que Brecht tenga una extensa contribución cinematográfica. En realidad sus reflexiones e incursiones en el campo del séptimo arte contribuyen a pensar correctamente los problemas y la influencia política del cine en el sistema capitalista.
Brecht hizo una primera incursión por el cine en 1923 con Los misterios de una barbería, interesante ejercicio en el que comparte la dirección con Erich Engel. Pero fue en torno a la adaptación cinematográfica de la pieza La ópera de tres centavos donde Brecht se puso a pensar el cine con extrema desenvoltura y perspicacia. Después de firmar un contrato que le aseguraba el derecho de decisión sobre el guión final, Brecht vio a Nero Films rechazar su proyecto. ¿El motivo? Brecht radicaliza en términos estéticos y políticos el texto original, desplegando una posición violentamente anticapitalista. El dramaturgo no lo deja pasar y procesa a los productores. Bien, hasta ahí estamos aparentemente delante de un conflicto judicial más dentro de la industria del cine. Sin embargo, la prensa alemana de la época registra, con Brecht a la cabeza, una gran polémica cultural. Lo que estaba en cuestión era el problema para definir el sentido del arte en un momento histórico en que la propia cultura es industrializada.
Brecht no veía problemas en encarar a la obra de arte en tanto mercancía. Él sabía que en el mundo moderno el escritor no podía quedarse aislado con la pluma y el tintero esperando que la “inspiración” apareciese, contentándose después con media docena de lectores. Muy por el contrario: el escritor/artista debe comunicarse con las masas, pero posicionándose políticamente. Se hace necesario controlar los medios que producen arte y no ser controlado por estos medios. El control que el capital ejerce sobre el arte, en especial el cine (un auténtico hijo de la industria), involucra, según Brecht, a la censura económica. Atento a las lecciones de Marx, Brecht afirma en la referida situación:
Mientras no se critique la función social del cine, toda crítica cinematográfica no pasa de una crítica de síntomas, y ella misma posee solo un carácter sintomático. Se agota en cuestiones de gusto y permanece prisionera de prejuicios de clase. No percibe que el gusto es una mercancía o entonces el arma de una clase particular.
Una cosa es cierta: toda polémica en torno a la versión cinematográfica de La ópera de tres centavos contribuyó, como sabiamente observó Fernando Peixoto en su biografía sobre Brecht, para la sociología del arte. Al final de cuentas, Brecht perdió el negocio y la película, dirigida por G.W Pabst fue lanzada en 1931, tuvo varias otras polémicas levantadas después de su estreno.
De todas las contribuciones cinematográficas de Brecht la más importante y radical fue Kuhle Wampe (1932). Él se sumergió de cabeza en el guión y en la dirección, que firma junto con Ernst Ottwalt. La trama de la película envuelve la historia de una familia obrera dentro de uno de los períodos más dramáticos de la historia alemana: se trata de la grave crisis económica que el país atravesaba en aquel momento. Esta es una película proletaria, o como se decía en la época, una obra que se inserta en el movimiento del arte proletario. No es difícil imaginar por qué la película fue inicialmente prohibida por la censura, siendo exhibida solamente a partir de su estreno en mayo de 1932. Kuhle Wampe es una obra política de denuncia y agitación: es la vida del proletario alemán que está en escena. Es una película que pertenece al período interesantísimo de la cultura alemana, cuando las formas de agitación y propaganda achicaban las fronteras entre arte y política. Fue una época en que artistas e intelectuales, rodeados de la intensa vida bohemia, no tenían miedo de hablar de arte revolucionario.
Se nos hace un nudo en la garganta al pensar lo que sucedió en la historia de Alemania: Hitler y su caterva arruinaron todo, sepultando la efervescencia artística, reprimiendo, matando y arrestando personas, acallando finalmente el proyecto político socialista. Brecht, como todo el mundo sabe, fue un gran luchador que supo pelear con las armas del arte en aquella época sombría. Sea en el teatro, en la literatura y en el cine, es siempre bueno aprender con Brecht.
Traducción: Elizabeth Young
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