Los clásicos son un partido aparte, y así se juegan. Perder un clásico es imperdonable. Por eso todos firman el empate antes del inicio del partido. El fútbol moderno ha dejado de lado el ir a buscar ganar el clásico por un esquema conservador.
Miércoles 5 de octubre de 2016
Cuidar el arco se ha convertido en mayor prioridad que el juego colectivo de un equipo en un clásico. Jugar mal pero no perder es importante, jugar bien y perder es inaceptable. Los clásicos modernos son un gran despliegue táctico, muy disciplinado, donde se intenta dejar poco al factor suerte o a la propia dinámica del partido.
Fue el clásico número 157. Fue un clásico tácticamente de los modernos, de los que se juegan ahora, a no arriesgar mucho porque los clásicos no se pierden a costa de ganarlos. Tampoco a tocar mucho la pelota, porque quema y en el fútbol argentino la pelota va directa, rápida y punzante por arriba y a lucharla. Son pocos los equipos que se animan a jugar pelota al piso, menos aun los que consiguen los resultados que la hinchada pide. Pero son incluso muchos menos los que lo hacen en un clásico, donde los colores enfrentados tienen historia, victorias, derrotas y empates amargos. Porque cuando se juega un clásico no se juega un derby, tampoco se juega una final, se juegan los sentimientos, y el principal protagonista es el hincha.
Y si no fuera así, que lo desmientan, porque el lobo salió al terreno a cancha llena, con un Bosque que rugía de ansias de ganar, algo que hace muchos años no se da. Y ahí en las tribunas estaban todos. Del lado de centenario los vitalicios que vieron que no les alcanza para la platea pero que nunca van a dejar de alentar, también los más jóvenes pero no por eso menos hinchas. En el lado de 60, donde se mezclan los socios y no-socios, vibraban las tribunas. Porque las previas a un clásico son lo que le da color al cotejo, lo que anima la tarde futbolera.
Tras el silbido inicial hubo una clara demostración de intereses. Primer minuto y centro de Diarte para Viatri que cae sobre el área tripera, despejado por Gorga sin problemas. 4-4-2 por parte del lobo, por partes Estudiantes alternaba un 4-5-1 con un 4-4-2, dependiendo si defendía o salía de contra. Gimnasia no tenía problema en entregar la pelota al rival, pero sin entregar espacios, con un Chirola Romero encendido desde el primer minuto, a sabiendas que es uno de sus últimos clásicos, probablemente el último en el Bosque. Estudiantes intento mucho por los costados, con un Braña que recuperaba y raspaba ante los intentos ineficaces del lobo por tocar en la mitad de la cancha.
Un primer tiempo pobre de juego, pero con mucha fricción y grandes despliegues defensivos de ambos equipos, aunque ofensivamente tanto Viatri como Mazzola dejaron mucho que desear. Por el lado de Gimnasia Imperiale fue el que intentó bajar la pelota, jugar en cada situación, mientras que Romero fue la dosis de garra necesaria, combinada con un juego inteligente. Además una dupla central que demostró por qué Alfaro les dio la titularidad manteniendo a raya a un Viatri incapacitado, y un Perdomo que, a pesar de su corta edad, muestra la jerarquía de un mediocampista experimentado. Por el lado de Estudiantes hubo un gran despliegue defensivo de Braña y Ascacíbar en la mitad de la cancha, recuperando rápido e intentando distribuir siempre la pelota a los costados, donde Estudiantes se hace fuerte por la velocidad de sus laterales, para intentar llegar por arriba con mucha movilidad en ataque, y con un Cavallaro intentando repartir juego, muchas veces sin efecto por la fuerte presión con la que jugó Gimnasia. El punto alto de Estudiantes en el primer tiempo sin embargo fue Schunke, que ganó todas las que llegaron, incapacitando a un Mazzola flojo de arriba y de abajo.
En el Bosque el pincha que cerraba el empate desde el primer minuto intentó cortar rápido los ataques del tripero, intentando cerrar los circuitos de juego que intentaban generar Imperiale y Romero. Estudiantes fue inteligente y supo manejar los hilos de primer tiempo.
Pero el segundo tiempo fue casi todo de Gimnasia, que acorraló a estudiantes en su área y con mucha actitud pero poco fútbol intentó buscar por arriba y por abajo el arco de Andújar, que pocas veces se vio seriamente expuesto. Si bien no hubo muchas ideas, Gimnasia mostró lo que le faltó contra Rafaela, pudo hilar pases y llegar con claridad al último tramo de la cancha, pero ahí fallaba. Punto arriba para la defensa de ambos equipos, Alfaro y Vivas pueden estar contentos de sus defensores, pero, sobre todo el local, tienen que trabajar la movilidad ofensiva. Cuando entro Niell del lado del lobo la cara cambió, aquel que mide 1,63 le ganó al capitán de 1,86 en más de una ocasión, por arriba y por abajo, mostrando mucha movilidad en todo el frente de ataque y buscando en dos ocasiones con el pie el arco de Estudiantes, que daba espalda a la tribuna de 60.
El segundo tiempo mostró también un gran despliegue de Romero, la figura del partido junto al Chapu Braña, con mucho empuje de Carrera y Licht con los toques de calidad que los distinguen, y un Imperiale muy seguro en los pases. Estudiantes reafirmó su jerarquía con un Braña inteligente, recuperando con jerarquía y ganando los minutos necesarios, un Andújar atento a cada tiro del lobo, Sanches se quedó muy pendiente de la marca de Carrera, pasando poco al ataque, pero cumpliendo en varias ocasiones muy firmemente. Schunke ganándole de abajo tanto a Ibañez como a Niell cuando tocó ir al piso, pero por arriba dejando mucho que desear.
Un clásico que no deslumbró, careció de buen fútbol, con mucha fricción y faltas tácticas, pero se jugó con la camiseta, con una gran personalidad. El clásico 157 no se lo llevó nadie, ni siquiera la gente, pero mostró que estos partidos no son fáciles. Los clásicos no serán los de antes, pero son los que pide el fútbol argentino, no importa jugar bien o mal, tocar mucho o poco, lo importante es no perder.