Los hechos ocurrieron en 2017. El director del jardín Belén abusó de al menos cuatro niñas y un niño. Junto a sus cómplices Anselmo Ojeda (el portero) y María Rubies (la preceptora), serán juzgados en 2021. Para las familias querellantes “es un gran paso adelante”.
Daniel Satur @saturnetroc
Viernes 25 de septiembre de 2020 23:19
El juez Roman Parodi, titular del Juzgado de Garantías 1 de San Nicolás, resolvió este martes enviar a juicio oral y público al cura Tulio Mattiussi (48), al portero Anselmo Ojeda (60) y a la preceptora María Rubiés (52), acusados de “abuso sexual agravado” en perjuicio de cuatro niñas y un niño del jardín de infantes Belén de la localidad de San Pedro, en el norte de la provincia de Buenos Aires.
Como ya relató La Izquierda Diario, los hechos ocurrieron durante 2017 y la denuncia de madres y padres de las víctimas se oficializaron entre diciembre de ese año y marzo de 2018. En la etapa de instrucción se pudo comprobar que hay más víctimas de las cinco que componen la querella, pero hay familias que aún no se animaron a denunciar. Es probable que en el debate (se estima que comenzará el año próximo) surjan nuevas pruebas que amplíen la lista.
La buena noticia de la elevación a juicio, a tres años de los hechos, generó alivio y satisfacción en las madres y padres que luchan contra la impunidad. Así lo expresó a este diario Carla Vitale, madre de una de las nenas abusadas y querellante. “Para nosotros es esperanzador, como si la claridad de la primavera se asomara para nuestros niños y nuestras familias. Es un paso más, se empieza a hacer justicia”, afirma desde su casa de San Pedro.
Encubrimiento divino
El proceso judicial tuvo muchas idas y vueltas, pero las familias nunca dejaron de aportar todo tipo de pruebas mientras que los imputados solo buscaron zafar o aminorar los impactos procesales. La última jugada de las defensas fue pedir el sobreseimiento de los imputados con la excusa de (inexistentes) fallas procedimentales o de calificación de los delitos.
Los tres imputados aguardarán el juicio en sus domicilios. El cura y el portero habían sido detenidos con prisión preventiva en diciembre de 2018. Gracias al lobby del obispo de San Nicolás Hugo Santiago y al abogado Gustavo Moreno (hijo de uno de los jueces de la cámara que debía resolver), Mattiussi consiguió la domiciliaria en mayo de 2019. Ojeda, con menos ayuda providencial, debió esperar seis meses más para el mismo beneficio. La preceptora, recién procesada en octubre del año pasado, siempre estuvo en libertad.
En su resolución firmada el martes, el juez Parodi decidió no hacer lugar a los pedidos de sobreseimiento y cambio de carátula que habían hecho las defensas de los tres imputados.
En particular, los abogados del portero y la preceptora pretendían sacarle la calificación de “agravado” al abuso sexual del que se los acusa, entendiendo que no aplicarían para ellos lo indicado en el inciso b del artículo 119 del Código Penal. Ese inciso contempla una pena de ocho a veinte años de prisión si “el hecho fuere cometido por ascendiente, descendiente, afín en línea recta, hermano, tutor, curador, ministro de algún culto reconocido o no, encargado de la educación o de la guarda”.
Para el juez, tanto Ojeda como Rubiés sí ingresan en esa categoría, igual que el cura Mattiussi. Por eso, por existir elementos de convicción suficientes e indicios vehementes para sostener que son probable autores penalmente responsables de los delitos que se investigan, los tres van a juicio por el mismo delito.
Las pruebas
Según escribió el juez Parodi en el auto de elevación a juicio, “durante el curso lectivo del año 2017, es decir desde el mes de marzo al mes de noviembre del mismo año, los imputados Arnaldo Anselmo Ojeda, Tulio Alejandro Mattiussi y María Lujan Rubies, desarrollaron conductas de abuso sexual” contra, al menos, cinco menores (cuatro nenas y un nene).
Los abusos, dice el fallo, “consistieron en tocamientos en las zonas vaginales y anales de los menores antes mencionados, hechos que se desarrollaban dentro del horario en que estos concurrían al jardín, es decir entre las 8.00 a 12.00 los del turno mañana y de 13.00 a 17.00 los del turno tarde, los que se realizaban de forma colectiva por parte de los imputados y/o en forma individual por parte de ellos”. A esas niñas y a ese niño, también, los obligaban a presenciar abusos sobre otras y otros infantes.
Mattiussi, Ojeda y Rubies cometían los abusos “en la sede del Jardín Belén, específicamente en la sala y en la zona de baños y en las partes comunes como ser cocina, patio y sum y en la iglesia San Roque contiguo al jardín donde el señor Mattiussi oficiaba como sacerdote”.
Las pruebas en la que se basa Parodi para mandar a juicio a los imputados son los propios relatos de las víctimas (a través de cámara Gessel), los informes y declaraciones testimoniales de los profesionales que las atendieron en forma privada y las de quienes tuvieron a su cargo las pericias oficiales. Todos esos elementos confluyeron en la verificación de indicadores de Abuso Sexual Infantil (ASI).
El juez coincidió con el análisis de su par Ricardo Pratti, en cuyo Juzgado de Garantías 2 de San Nicolás se instruyó la causa. Ambos magistrados coinciden en que, como se trata de delitos que se consuman en el ámbito privado, esa “intimidad es aprovechada por los agresores para hacer valer su situación de superioridad frente a la víctima, desprotegida e intimidada”, por lo que “cobran superlativa importancia” los testimonios de las víctimas.
Para el titular del Juzgado de Garantías 1 de San Nicolás, “la materialidad de los hechos y participación que le cupo a los imputados en los mismos” quedaron acreditadas con “la reiteración del relato efectuado por las víctimas”, primero a sus padres y madres y luego a quienes tuvieron a su cargo las pericias.
Complicada justicia terrenal
Respecto a las consideraciones para juzgar a los imputados por abuso sexual agravado y no simple, en el caso de Tulio Matiussi es, claramente, por ser “ministro de culto” (algo especialmente penado). Y en el de Ojeda y Rubies, por “su calidad de guardadores”. Para ese delito, el Código Penal contempla penas de entre ocho y veinte años de prisión.
Hoy Anselmo Ojeda transita su domiciliaria junto su concubina en Haedo. Su tobillera electrónica suele hacer saltar las alertas del Servicio Penitenciario Bonaerense con salidas fuera de lo permitido. Pero nadie puede asegurar hasta el momento a dónde va ni a quién va a visitar.
Para la Iglesia Católica, Mattiussi sigue siendo considerado un auténtico representante de Dios en la tierra (nada de qué asombrarse, Christian Von Wernich y Julio Grassi también lo son). De allí que, pese a haber cometido los crímenes más aberrantes contra criaturas indefensas, hoy pasa sus días como “preso domiciliario” en un predio de 6.000 metros cuadrados, ubicado en Urquiza 420 de San Nicolás, con una casa amplia que posee varias habitaciones, una capilla que es de uso privado y un amplio parque.
Quien vive con Mattiussi es nada menos que el presbítero Luis Prieto, rector del Santuario de María Rosario de San Nicolás y mano derecha del obispo Santiago. Éste último, al ofrecerle al Poder Judicial alojar a Mattiussi en la chacra del Obispado, diría del cura múltiplemente abusador de menores que confía en su inocencia porque el cura tiene “equilibrio mental”, “virtudes naturales”, “virtudes sobrenaturales” y “dirección espiritual”. Obviamente, lo creen inocente de toda maldad.
“Este camino no es fácil. Es luchar contra lo más horroroso de una sociedad. Porque además de pelear contra los abusadores, hay que hacerlo contra los cómplices que los encubren, contra los silencios que desgarran y contra personas que inventan con tanta maldad”, dice Carla Vitale mientras abraza fuerte a su hija, ya de seis años.
Y como sabe que esta lucha lejos está de concluir, aclara: “no cantamos victoria, pero hoy podemos dar un pasito más y eso es seguir adelante, que no es poco”.
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Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).