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Red Internacional
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CRÍTICA. El espectáculo de los femicidios: “Suspenso y humor en su medida justa”

Tres hombres (dos periodistas y un director), presentaron el 24 de marzo una obra teatral en La Plata basada en “detalles insólitos, anécdotas y por menores” de siete femicidios.

Viernes 30 de marzo de 2018 13:53

El sábado 24 de marzo se estrenó en La Plata la obra de teatro “Digan la verdad ¿quién fue?” dirigida por Daniel Dátola. Según su gacetilla de prensa, los periodistas Paulo Kablan y Mauro Szeta cuentan allí “los detalles insólitos, anécdotas y por menores del detrás de escena” de 7 femicidios, para responder “en una charla relajada con el público a la pregunta ¿Quién fue?” (el femicida), a la vez que “dan pistas para que el público adivine un quinto caso”. La invitación remata como si no fuera cierto: “Suspenso y humor en su medida justa”.

No hay ficción: en Argentina de 2018 una mujer es asesinada cada 18hs por ser mujer. #Ni una menos fue la iniciativa de periodistas feministas que dio origen a una convocatoria que se replicó en 80 ciudades del país en 2015 y que se repite cada año con multitudinarias movilizaciones por una consigna tan defensiva como urgente: Vivas nos queremos. El 8 de marzo pasado, mujeres de 40 países pararon y marcharon en todo el mundo, y en Argentina fuimos millones no sólo por nuestras vidas sino también por cómo queremos vivirlas.

Sin embargo Szeta, Kablan y Dátola insisten en sintonía con un mundo que aún los ampara. A finales del año pasado la obra debutó en calle Corrientes e hizo gira por la costa y distintos lugares del interior del país. Los “resonantes casos” que trata son el cuádruple crimen del femicida Ricardo Barreda en 1992, el femicidio de María Marta García Belsunce en 2002, el femicidio de Nora Dalmasso en 2006, y el femicidio de Ángeles Rawson en 2013.

Allá lejos y en el tiempo Marx y Engels decían que las ideas dominantes de una época son las ideas de las clases que dominan esa época, haciendo pasar su interés particular por el interés de todos, y sucede que cuando todos se involucran en ese sentido particular vuelto universal se lo percibe como propio. A la ideología entonces no se la percibe, ni se la critica, ni se la cuestiona… se la practica. Pero millones de mujeres en el mundo dijeron basta. ¿Qué sucede entonces cuando la estadística de femicidios aumenta acorde aumenta la movilización y la comprensión de que la violencia de género -y su extremo en los femicidios- no pueden mantenerse en el ámbito de lo privado/doméstico?

El show de la noticia

La ideología dominante no sólo ejerce violencia hacia las mujeres sino que también determina un sesgo en la mirada que tenemos al respecto, y -siempre alerta- la industria cultural lo retoma y convierte en producto noticia roja-mercancía.
Desde el escenario los periodistas anuncian que lo que hacen no es realmente teatro, ni stand-up, ni vodeville, sino “simplemente contar las charlas con amigos en los cafés sobre los casos policiales que cubrimos y que la gente nos pregunta Quién fue?”, y más allá de algunos chistes y guiños ensayados, su discurso no dista de cualquier cobertura sensacionalista hecha en los noticieros de los grandes medios masivos.

Pero el periodismo no solo no es neutral, es además y sobre todo una actividad política. Las noticias no son verdades “reflejadas” al mundo que las mira por TV, sino producto de actividades de recorte y selección, que van desde definir qué hechos son considerados noticias (y cuáles no), cuáles son las fuentes aceptadas como válidas, cuál es el eje del tema, cuánto espacio se le otorgará, qué palabras usar, con qué titular, hasta en qué segmento del programa o sección del diario se incluirá.
Entonces son acciones subjetivas e ideológicas, que por lo tanto no son “verdades” sino “verosímiles” que se emiten ayudando a su reproducción (ideológica).

La manera espectacular en que la gran prensa cubre cualquier noticia, tiene que ver con su lógica comercial, según ello el tiempo destinado a cada una no está vinculado a su relevancia o a la cantidad y calidad de información necesaria, sino a mediciones de rating. Algo que era obvio, lo cuentan sin sonrojarse Kablan y Szeta desde el escenario: “El caso de Ángeles Rawson es el de mayor impacto mediático de la historia argentina, el tema se extendió exageradamente, se construyó todo tipo de pruebas. Ese año Tinelli no estaba al aire y ninguna novela funcionó, por eso hubo interés de seguirlo como si fuera la novela de la tarde”. Total normalidad. Surgen enormes preguntas imposibles de abordar aca sobre las audiencias, sus consumos mediáticos y sus prácticas; pero podemos aún pensar sobre las instancias de producción y las lógicas que las sostienen.

Las noticias circulan así como cualquier mercancía y el entretenimiento para las notas “policiales” resulta la vía regia para posicionarse en el mercado. Unos escalones más arriba está el uso por periodistas de las noticias de femicidios en el teatro, superando el ámbito del info-entretenimiento, donde no sólo se desdibujan los límites entre la ficción y la no ficción, sino que también se lima de todo filo crítico la urgencia de “visibilizar” la problemática de los femicidios (que implicaría como primer paso sacarlos de las secciones de policiales) para tomarlos desde las claves del espectáculo: entretener y emocionar.

La idea de “visibilizar” es así tomada para terminar en su contrario: que nada sea visible. Porque describir y repasar hasta el detalle las minucias de cada caso por separado “visibiliza” en tanto víctimas a las mujeres y a su vez invisibiliza el problema que le da origen, estructuralmente sistémico y político. De más está decir que evidentemente no les resultan rentables los crímenes lesbo-trans-fóbicos, que por lo general ni llegan a ser noticia y sobre los cuales, obviamente tampoco existen cifras oficiales.

Es el patriarcado, muchachos

El femicidio es la expresión más brutal del machismo, último eslabón de una larga cadena de violencias contra las mujeres de manera conjunta y no individual, legitimadas y reproducidas por el Estado y el sistema capitalista junto a sus instituciones políticas y la iglesia, que echan mano también de la ideología patriarcal para sostenerse.

Resulta vano e incluso funcional entonces centrar el asunto en la pregunta ¿Quién fue? ante cada femicidio aislado, en vez de cuestionar el sistema que los produce y reproduce: ese sistema basado en la explotación y opresión de la inmensa mayoría de la humanidad trabajadora en beneficio de unos pocos dueños de todo, ese que de conjunto debemos enfrentar para que sea real el #Ni una menos por abortos clandestinos, #Ni una menos por redes de trata, #Ni una menos por femicidios.

Que esta obra además se presente un 24 de marzo resulta casi una provocación.