La “ayuda humanitaria” es utilizada por Estados Unidos para justificar la injerencia en otros países, una máscara que se cae al repasar su alianza con monarcas y regímenes que violan los derechos humanos.
Diego Sacchi @sac_diego
Domingo 24 de febrero de 2019 15:59
En nombre de la “democracia” o enarbolando una desinteresada “ayuda humanitaria” ante una catastrófica situación económica, el gobierno de Estados Unidos justifica su abierta injerencia golpista contra Venezuela.
Los medios de comunicación afines a la derecha y la embajada estadounidense repiten hasta el cansancio las imágenes de esa supuesta “ayuda humanitaria” desinteresada, frente a un supuesto gobierno dictatorial. Repiten y repiten buscando crear un sentido común de que no está mal la intervención imperialista sobre el destino de un país.
Pero lo que ocultan, intencionadamente, es que no siempre está mal visto por la Casa Blanca ser un dictador, masacrar a miles, bloquear a un país llevando a millones al hambre y la desesperación, encarcelar opositores o desaparecer periodistas molestos. De hecho se puede hacer todo eso y ser un aliado considerado “estratégico” para los intereses imperiales y hasta conseguir la recompensa de millones y millones de dólares en inversiones.
El recurso utilizado por el imperialismo no es nuevo, varios países de Medio Oriente o Centro América sufrieron las consecuencias de la “ayuda humanitaria” y la defensa de la “democracia” como justificación de la intervención directa o indirecta estadounidense. La lista es extensa y mucho más si agregamos la relación de Estados Unidos con las dictaduras militares en Sudamérica y las guerras en todo el mundo.
Estados Unidos se lanzó a la guerra contra Irak en base a la mentira absoluta sobre la existencia de armas de destrucción masiva en manos del régimen de ese país y luego, ya sin poder sostener la mentira, utilizó el objetivo de llevar “la democracia” y garantizar la estabilidad como forma de mantener la invasión. El saldo fue que sólo en el periodo de entre guerras entre 1991 y 2003, los bombardeos sobre el país acompañados por un embargo al pueblo, todo sostenido tanto por republicanos como demócratas, se cobró la vida de 2 millones de personas, el más criminal de la historia, pues no eran más que “daños colaterales” en la consecución de objetivos supremos.
Pero volviendo a la actualidad, la administración del presidente Donald Trump ha profundizado las relaciones con varios países donde los abusos y las violaciones a los derechos humanos son una marca registrada, pero esas alianzas vienen de larga data cruzando gobiernos demócratas o republicanos.
Seguramente el caso que más vuelo ha tomado en el último tiempo es el apoyo de Estados Unidos a la monarquía saudí, especialmente luego de que el príncipe heredero quedó implicado en el asesinato del periodista Khashoggi, opositor a la casa real saudí.
Menos cobertura mediática tiene la guerra y el bloqueo contra Yemen. El 25 de marzo de 2015, una coalición internacional dirigida por Arabia Saudí atacó desde el aire al grupo armado de los huzíes en Yemen, desencadenando el conflicto armado.
Según Naciones Unidas los años de guerra y especialmente el bloqueo impuesto por los saudíes ha dejado al 70% de la población con necesidad de asistencia humanitaria urgente, 7 millones de ellos se enfrentan a la hambruna, y miles ya han muerto de cólera. Los bombardeos, de la coalición y de Estados Unidos, han matado a cientos de civiles entre ellos muchos niños. En este caso la vocación “humanitaria” del gobierno estadounidense desaparece tras el humo de las bombas.
Tampoco parece preocuparle a la Casa Blanca mantener tan cercana relación con un país que, según datos de Amnistía Internacional de 2015, llegó a imponer la pena de muerte a 158 personas, la mayoría decapitadas, por haber cometido algún delito contra el Islam, entre ellos ser homosexual.
Pero si el “amigo” saudí de Washington parece mucho, hay otro que no se queda atrás. Egipto se ha transformado en otro aliado clave de Estados Unidos, y también de Alemania y otras potencias, al punto que el actual secretario de Estado, Mike Pompeo, llegó a decir “EEUU apoya firmemente a Egipto”. Esta excelente relación se cimentó bajo el gobierno del presidente egipcio Al Sisi, otrora general del Ejército y responsable del golpe contra Mohamed Morsi en 2013.
Tras dar el golpe de Estado, Al Sisi, ha reprimido, asesinado y enviado a prisión a decenas de miles de opositores. El 14 de agosto del 2013, las fuerzas egipcias entraron a sangre y fuego en Rabaa al Adawiya, un bastión de la oposición al golpe militar, y mataron a más de 800 personas. Ningún policía fue imputado, pero en cambio, fueron arrestadas y encarceladas 739 personas, entre ellas varios líderes de los Hermanos Musulmanes. El Gobierno declaró terrorista a la Hermandad Musulmana (la principal organización opositora del país) a finales del 2013 y el expresidente Morsi y el resto de líderes de esa agrupación han sido sentenciados a cadena perpetua o a muerte.
Al Sisi en sus años de gobierno ha mandado a la cárcel a más de 65.000 opositores. "Las autoridades en Egipto han practicado la tortura, las desapariciones forzosas de centenares de personas, y decenas han sido ejecutadas extrajudicialmente", asegura Amnistía Internacional.
Las elecciones presidenciales, en las que resultó electo Al Sisi, se dieron luego de que se impidió presentarse como candidatos a los comicios a todos los rivales, excepto uno, afín al mariscal. Así el actual presidente se impuso con el 97% de los votos, con un participación del 41%, según los propios datos oficiales.
Mientras los aviones de la fuerza aérea estadounidense descargan toneladas de “ayuda” en la frontera de Venezuela, Trump redujo de 300 millones a 60 la contribución de EE.UU. a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA). El resultado es el agravamiento de una situación extremadamente inhumana para los 1,9 millones de personas que viven en la Franja de Gaza permanentemente hostigados por el colonialismo israelí. El gobierno estadounidense ha respaldado los cortes de luz y agua a Gaza, las criminales acciones del Estado de Israel contra el pueblo palestino (entre ellos contra miles de niños), y mediante el veto ha protegido al gobierno israelí ante cada resolución condenatoria de la ONU.
Un ejemplo más cercano en América es la situación que vive Haití. El país más pobre de la región fue invadido durante años por tropas de la ONU, con Estados Unidos al frente, bajo la supuesta intención de “estabilizar la democracia” y llevar “asistencia humanitaria”. El resultado de esa misión denominada Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización en Haití (MINUSTAH), que contó con tropas de Argentina y Brasil entre otros países, fue múltiples violaciones a los derechos humanos durante la ocupación, bajo el pretexto de consolidar “la paz” y llevar ayuda humanitaria. Junto con eso el gobierno de la isla debía llevar adelante el plan de austeridad que planeó el organismo internacional.
La economía de Haití, donde más de la mitad de los 10 millones de habitantes sobrevive con menos de 2 dólares diarios, creció apenas 1,4 % en 2018, una de las más bajas de la región. Las protestas se suceden desde hace semanas contra el plan de austeridad del gobierno de Jovenel Moise, un empresario de la industria del banano que ganó en una elección donde votó solo el 21% de la población.
Nada de esto le preocupa a la comunidad internacional imperialista que desde el Core Group, integrado por un representante especial adjunto del secretario general de la ONU, los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Francia, la Unión Europea y un representante especial de la OEA, han llamado “al diálogo”.
La lista puede continuar con el apoyo de Trump a otros gobiernos responsables de violar los derechos humanos. Pero es imposible dejar de lado otras muestras elocuentes de cómo las credenciales democráticas y humanitarias de Estados Unidos no son más que una cínica envoltura de sus intereses imperialistas: la frontera con México y la prisión de Guantánamo en Cuba.
La detención de miles de migrantes, la separación de niños y niñas de sus padres al ser detenidos por la patrulla fronteriza o los reiterados ataques xenófobos del presidente Trump contra los migrantes muestran que la “ayuda humanitaria” solo está disponible cuando sirve para encubrir los intereses imperiales.
Por otro lado las denuncias de torturas y violaciones a los derechos humanos de los detenidos en la prisión de Guantánamo, han sido permanentes en los últimos años incluyendo desde los gobiernos republicanos hasta el mandato del demócrata Barack Obama. La cárcel instalada ilegalmente en territorio cubano es una muestra permanente de la injerencia agresiva de Estados Unidos contra la isla, a la que mantiene bajo un bloqueo económico que lleva décadas.
El cinismo tanto de la oposición derechista venezolana y de los gobiernos de derecha de la región, encolumnados detrás del imperialismo, utiliza la “ayuda humanitaria” mientras son activos defensores de un conjunto de medidas como los bloqueos y el embargo petrolero que traerán más penurias al pueblo trabajador.
La aguda situación que viven millones por la catastrófica situación economía producida por las políticas de Maduro, es utilizada para justificar un golpe contra el gobierno venezolano. Pero nada bueno hay en el horizonte para los trabajadores de la mano del imperialismo y de Guaidó que ya anunció un antipopular y antiobrero “Plan País” si logra llegar al poder.
Diego Sacchi
Nacido en Buenos Aires en 1977, militante del Partido de Trabajadores Socialistas desde 1994. Periodista, editor en la sección Internacional de La Izquierda Diario y columnista de temas internacionales en el programa de radio El Círculo Rojo.