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Series. “El juego del calamar 2”: una alegoría contra la resignación para pasar a la ofensiva

La segunda temporada de la exitosa serie surcoreana creada por Hwang Dong-hyuk y producida por Netflix que se estrenara el pasado 26 de diciembre se convirtió en lo más visto en su semana de estreno. Aquí analizaremos las novedades de su trama, aportaremos una crítica marxista a la misma y su vinculación con la situación que atraviesa Corea del Sur y la actualidad del capitalismo mundial.

Domingo 5 de enero 10:43

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Como ya analizáramos en su primer entrega, la serie El juego del calamar: una alegoría de la sociedad capitalista ha logrado cautivar la atención de millones en todo el mundo gracias una producción del género “survival drama”, siendo quizás una de las más más paradigmáticas junto a “El hoyo” (2020) y “Battle Royale” (2000), junto a una crítica mordaz al sistema capitalista actual y a la estructura político-jurídica que le crea para tal fin, utilizando como vidriera las miserias humanas producto de la extrema explotación y opresión en Corea del Sur.

Tomando en conjunto todos estos elementos, no es de extrañar que haya sido la serie más vista en su primera semana de estreno con 480 millones de horas de visionado, llevándola a superar incluso los 448 millones obtenidos por su primera entrega en septiembre de 2021, según la clasificación semanal de Netflix. Desde el punto de vista del reparto, además del protagonista, el mayor protagonismo de Lee Byung Hun (reconocido actor de “Mr. Sunshine” y “Nuestro horizonte azul”), Park Sung Hoon (villano de las series “La gloria” y “La reina de las lágrimas”) así como la incorporación de dos ex-integrantes del K-Pop, Choi Seung Hyun conocido artísticamente como T.O.P (BigBang) interpretando a Thanos y Jo Yuri (IZ*ONE) interpretando a la joven embarazada Jun-hee.

Una narrativa alegórica para una amenaza realista

Lo que sigue a continuación podrá contener SPOILERS (adelantos) para aquellos que aún no terminaron de ver esta segunda temporada, pero que serán imprescindibles para una acabada crítica marxista y que, a criterio personal, no impiden el completo disfrute de la serie si esta fuera con posterioridad. Desde la primera temporada, la serie se ha posicionado desde las víctimas de la explotación capitalista, en particular sobre la amplia capa de población profundamente endeudada que convive en lo cotidiano en Corea del Sur (CLASE), que sobre los que se benefician del juego. Esto es así debido a que son sus vidas las que se ponen en peligro en el devenir de los acontecimientos, en contraposición con la impersonalidad y aparente imperturbabilidad del que gozan quienes mueven el macabro sistema de competencia (CAPITALISMO) amparados en privilegios: anonimato del que gozan el líder tras la máscara negra y los potenciales clientes tras máscaras de animales, y el monopolio letal de las armas de fuego personificados en los guardias encapuchados (LUCHA DE CLASES).

Si bien la serie no ahorra en asesinatos y charcos de sangres al por mayor cada vez que los participantes no logran superar con éxito los desafíos, la deshumanización de las personas por el capital busca mostrarse muchísimo más por su “vía democrática” tras cada uno de los juegos, al incorporar esta novedad como explícitamente lo hacen saber desde el inicio. Es así que la crueldad es permanente disfrazada a través de la “libertad de elección” desde la elección de los posibles candidatos realizado por el reclutador (interpretado por Gong Yoo) entre los más desesperados de la clase trabajadora y pequeños comerciantes, mostrando todo su desprecio ante indigentes a los cuales las opciones son “pan” (sustento para el hoy y continuidad de su indigencia) o un boleto de lotería (esperanza incierta de salir de su situación). Quién aparece sobre ellos como caritativo, termina mostrando su capacidad de asegurarles una cosa: privación de sus necesidades básicas a aquellos que pretendieran tener esperanzas de querer cambiar su situación, en palabras del presidente Javier Milei: “Podés elegir si querés morirte de hambre”. En palabras de la jugadora 380 Se-Mi (interpretado por Won Ji An): “Tengo miedo. Pero le temo más a lo que está allí afuera”.

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También desnuda crudamente otras estafas de la supuesta “libertad” del capitalismo. Desde comerciantes/inversionistas entrados en desgracia por la acción de otros “peces más gordos” como le ocurre al jugador 333 Myung-gi (interpretado por Im Si Wan) estafados por las promesas financieras de las cryptos, o la emblemática lucha de la jugadora 120 Hyun-ju (interpretado por Park Sung Hoon) quién perdió todo por aceptarse tal cual es, en un país con una importante tradición conservadora contra la comunidad trans y la diversidad, y un sistema de salud costoso. Ante esta situación acuciante, dos principios sostenes de la sociedad de clases son ridiculizados al extremo: la meritocracia burguesa y la democracia liberal. La primera, dónde la muerte de muchísimos es celebrada y exigida como requisito excluyente de salvación individual y ascenso social, mientras la segunda se complementa con la primera al ser un mecanismo de división entre los explotados y oprimidos (X – O) y no alterar en nada la realidad de quienes detentan el poder de económico y el poder real de decisión. El Líder como representación del Estado enunciará verbalmente la condena de la violencia fuera de los desafíos, pero esta será tolerada y monitoreada en los hechos siempre que se aplique entre los participante como forma de capitalización para aumentar la desconfianza mutua y acrecentar el premio, pero impedida con rapidez si puede poner en cuestión el funcionamiento del sistema. Cualquier parecido con la realidad del “gatillo fácil” y la brutalidad de los crímenes cotidianos impunes no es pura coincidencia, es plena fuente original de inspiración de todos los horrores. Podemos sentirnos identificados con facilidad.

Contra la resignación, pasar a la ofensiva es la tarea revolucionaria

Así como el líder enmascarado le señala cínicamente al protagonista que la derrota del líder anterior no acabó los juegos, porque éstos existirán siempre que el mundo genere las condiciones para que las personas sean empujadas a la desesperación de resignar la propia vida y la ajena de ser necesario. Seguidamente y aludiendo a la película Matrix, le señala los límites e inutilidad de los “héroes individuales”. En este momento es preciso detenernos y repasar la Historia, para finalmente darle la razón, pero no por escepticismo de posibilidad de cambio sino todo lo contrario, por la necesidad de su superación en perspectiva de la unidad de clase, de todos los sectores explotadores y oprimidos con voluntad de alzarse y exigir el fin del macabro juego… el fin del perverso y degradante sistema capitalista. En esta segunda temporada el protagonista Gi-hun (interpretado por Lee Jung Jae) parece entenderlo, y se organiza como parte del sector más consciente en favor de su concreción, como una organización consciente de las tareas y las herramientas necesarias para darlo vuelta todo, como un partido revolucionario. En el aquí y ahora, no dista mucho la necesidad de esa preparación, responder algunas de las falsas críticas –o directamente prejuicios– que los defensores del capitalismo utilizan para insistir en que no hay alternativas a este sistema.

La gran pregunta que nos queda estratégicamente abierta para la tercera temporada que ya fue anunciada será ¿será suficiente sólo con esto para tener garantizado el triunfo? ¿Qué tareas preparatorias serán necesarias tomar para con el conjunto de quiénes concursan para impulsarlo a dar el paso hacia la lucha y no aislar en un minúsculo grupo a quiénes luchan? ¿Cuándo todo se desarrolle abiertamente la impotencia aprendida impondrá pasividad a las mayorías o por el contrario las impulsará a querer un mundo nuevo por ganar? Traslademos todas estas inquietudes a la realidad actual de Corea del Sur, la destitución del presidente interino Han Duck-Soo tras el fracaso del Golpe de Estado de Yoon Suk Yeol con cientos de miles enfrentando la ley marcial en las calles y millones en huelga.

En este sentido, habrá que demostrar que “sólo mediante la unidad y la lucha de los propios trabajadores y el pueblo podremos conquistar una vida verdaderamente humana. Con el mismo poder que ha aplastado el autogolpe de Yoon, avancemos hacia una gran lucha para aplastar la privación de los derechos básicos en la vida cotidiana, ¡para que realmente cambie nuestra vida y cambie el mundo de explotación, discriminación y opresión!” como señala la declaración del grupo March to Socialism de Corea del Sur, con el que la Fracción Trotskista – CI viene manteniendo intercambios políticos y debates fraternales.